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Decálogo de un muerto
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Side A. Track 1: Monochrome.
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Londres, 2005.
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No podía seguir observando cómo la desgracia los consumía. Le quemaba por dentro no ser capaz de hacer algo para calmar su dolor más que estar ahí para ellos, en esa fría noche que calaba los huesos. Se sentía impotente e inútil mirando las lágrimas silenciosas correr por los rostros de sus seres queridos, y necesitaba respirar en ese instante o iba a enloquecer.
Metió las manos en los bolsillos de su abrigo negro y comenzó a vagar por el cementerio, total, nadie notaría su ausencia en un buen rato. Entre cada paso, se percató por primera vez que ya habían transcurrido siete años desde la Batalla de Hogwarts. Siete puñeteros años que se deslizaron por sus dedos como agua. ¿Qué había hecho con su vida desde entonces? Estudiar y trabajar para el gobierno ocuparon la mitad de su tiempo, mientras la otra se dedicaba a su relación con Ron y a no descuidar su cercanía con Harry y sus amigos.
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Suspiró.
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Era curioso mirar hacia atrás y darse cuenta cómo todo podía cambiar en un chasquido.
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Todos en apariencia eran los mismos, pero por dentro, algo se había roto irremediablemente.
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En su caso, por ejemplo, aún tenía pesadillas con Bellatrix Lestrange torturándola. Nunca se lo comentó a nadie, pero en ciertas noches se despertaba sudorosa, con la garganta tomada del terror, incapaz de hablar o proferir sonido. En esos momentos se acurrucaba al cuerpo de Ron para buscar consuelo, y él pasaba el brazo por encima de su espalda, sin saber de sus demonios internos. Tampoco conocía su manía de entrenar hasta el hartazgo durante los almuerzos, dejándose los músculos entumecidos con la idea fija de que nunca más dejaría que alguien le hiciera daño de esa manera.
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Y ahora menos que nunca se lo diría.
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Al ver a su madre enferma, probablemente de tristeza por su incapacidad de superar la muerte de Fred, Ron insistía en que debían contraer matrimonio y concebir para traer nuevos bríos a la familia, lo cual no era totalmente descabellado considerando lo mucho que se querían y que llevaban años viviendo juntos. Pero ella no se sentía preparada para ninguno de los dos "grandes pasos", y ahora estaban ahí, en el funeral de Molly Weasley, quien murió mientras dormía con una sonrisa, probablemente esperando encontrarse con su amado hijo bromista del otro lado.
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Volvió a suspirar.
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Una porción de su racionalidad sabía que nada bueno se venía. Ron antes del entierro le había pedido un tiempo para procesar todo, y a pesar de que fue en muy buenos términos, su paranoia le susurraba que parte de él, quizás subconscientemente, la culparía y todo se iría al carajo entre ambos. A veces Ron tenía la inteligencia emocional de una cucharita de té, aunque bastante había madurado en el último tiempo.
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Ahora gruñó.
Mientras más se alejaba del grupo, menos ganas tenia de volver.
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Tal vez era un mecanismo de supervivencia, pero tenía deseos de desaparecer, dejar de ser ella, al menos por un tiempo. Mientras Ron masticaba su pérdida, Hermione quería borrarse y reflexionar. Llevaba tanto tiempo pegada a la cadera de él y Harry, que a veces no tenía una pizca de noción de lo que esperaba del futuro. El trabajo no podía ser todo en su espacio personal. Debía existir algo más. Solo debía encontrarlo.
Su pie derecho se dio contra algo sólido y la hizo emitir un insulto, agradeciendo llevar botas gruesas en ese instante. Miró el obstáculo aún con los dedos adoloridos y una mueca se formó en su rostro al ver la lápida culpable.
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Draco L. Malfoy
1980 - 2000
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No era secreto que con él no tenía la mejor de las relaciones, pero aún así, y a pesar de sus maltratos escolares, su pronta partida algo removió en su pecho. ¿Cinco años ya habían transcurrido? En la época no hubo muchos detalles acerca de su deceso. De acuerdo a los medios, murió de una nueva cepa de viruela de Dragón mal diagnosticada, pero según las malas lenguas, se habría suicidado luego de dos años sin poder recuperarse psicológicamente de todos los eventos de la Batalla. Fuera uno u otro motivo, Hermione consideraba que era demasiado joven para ese destino, ya que solo fue un muchacho que había tomado malas decisiones.
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Muy malas decisiones.
Pero dadas sus circunstancias, aunque no eran justificables eran comprensibles.
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Recordó que hace un par de días había escuchado la noticia del fallecimiento de Narcissa Malfoy. El Profeta le dedicó un pequeño espacio señalando que su entierro había sido un momento muy privado e intimo, pero le extrañó no verla al lado de su amado hijo. Así que avanzó un par de metros y se encontró con un monumento funerario de mármol, con rosas aún en buen estado en su mayoría. Asumió que se trataba de su tumba y caminó hasta rodearla, sin embargo, se sorprendió al ver a un sujeto de largos cabellos dorados, vaqueros y chaqueta de cuero negra, arrodillado frente a la estatua con semblante apesadumbrado.
El hombre advirtió de inmediato su presencia y se levantó sin darle la cara, con el claro plan de escabullirse, generándole una mala espina.
–Disculpe –esbozó ella siguiéndolo, pero el sujeto apuró el paso–. ¡Hey! ¡Deténgase! –exclamó.
Por algún motivo, al ver que se disponía a desaparecer, ella apuró el paso hasta tomarlo de la chaqueta y tratar de voltearlo para conocer su identidad, pero el mago fue más ágil y de un movimiento planificado, logró quitarse la prenda y dejarle las muñecas amarradas con ella. Hermione gritó y a continuación lanzó una patada a la canilla de su rival, para luego ensartarle un codo en el pecho, en un golpe que de seguro le quitó la respiración. Él trastabilló pero no la soltó, sino que movilizó los brazos de Hermione ayudado por la chaqueta y los pasó por encima de su hombro, proyectándola al suelo y colocando una rodilla sobre su estómago para retenerla.
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Fue ahí que lo identificó.
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Su rostro era más anguloso de lo que recordaba, y su pelo largo le daba una apariencia de ángel y demonio bastante escalofriante. Pero fueron sus orbes grises los que lo delataron. Eran los mismos ojos punzantes que la miraban con desprecio en el colegio, pero que ahora parecían alarmados y profundos, como los de alguien con mucha historia sobre su espalda.
–¡Tú! –exclamó asustada.
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Pues el mismísimo Draco Malfoy en carne y hueso estaba enfrentándola.
A unos metros de su propia lápida.
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Él colocó la mano sobre su boca para acallarla, y Hermione entró en pánico al sentirse amenazada. Comenzó a moverse para tratar de salir de ahí, pero al ver que no resultaba, separó los labios y enterró los dientes en su carne, con toda voracidad para lograr la ansiada libertad.
No obstante ello, la expresión de su captor no se alteró ni un milímetro con su forma de defenderse.
–Silencio, Granger –le masculló el rubio–. Puedes sacarme un pedazo si quieres, perdí la sensibilidad hace años. La única forma que te suelte es que me prometas que vas a dejar de hacer más escándalo. ¿Comprendido? No pretendo lastimarte.
Ella lo miró desconfiada, pero terminó por asentir. Draco Malfoy lentamente la fue liberando, primero quitando la mano de su boca y luego la rodilla de su estómago, agarrándola de la muñeca para levantarla de un tirón. Hermione se sintió un poco mareada, pero no lo demostró. Se palpó la ropa para sacarse la tierra y el césped de encima, sin quitarle la atención, viéndolo desenrollar su chaqueta para volvérsela a poner.
–No estás muerto –soltó en una afirmación innecesaria.
–Evidentemente.
–¿Por qué?
–¿Por qué lo fingí? –ella volvió a asentir–. No es tu asunto, Granger, no pienso responder esa pregunta. Solo vine a despedirme de mi madre. No volverás a verme, así que puedes darme por muerto otra vez.
Él se retiró y volvió al sector donde estaba su progenitora, agachándose para arreglar un par de rosas y lanzar lejos aquellas ya podridas. Hermione, que lo había seguido por instinto, lo observaba incrédula, aún sin computar todo lo que acababa de ocurrir.
–¿Dónde has estado todo este tiempo? –preguntó.
–En donde nadie puede encontrarme. Donde nadie sabe quién soy –contestó él, incorporándose luego de un momento de silencio–. Así que convéncete que esta interacción no ha sido más que producto de tu imaginación.
Sin decir adiós ni ofrecerle otra explicación, Draco Malfoy le dio la espalda y comenzó a alejarse, mientras a ella se le repetía en la cabeza como disco rayado la frase "donde nadie sabe quién soy". ¿Era posible la existencia de un lugar así? En ese instante lo que más deseaba era eso, y sin razonarlo dos veces pronunció.
–Llévame.
El mago dejó de caminar pero no hizo otro ademán, como si estuviera inseguro de haber escuchado algo.
–Llévame unos días contigo –repitió Hermione Granger en una orden–. Necesito desaparecer.
Lo escuchó reír antes de girarse para mirarla.
–¿Por qué habría de hacer una idiotez como esa? –le espetó sardónico.
–Ese es el precio de mi silencio –replicó, mortalmente seria–. Si no me llevas, te delataré Malfoy.
Lo vio carcajear mientras tomaba el costado izquierdo de su cabello rubio para colocarlo detrás de su oreja. Ahora que Hermione lo pensaba, el hombre parecía sacado de una banda de rock. A diferencia de su padre, Lucius Malfoy, a Draco el cabello largo le hacía parecer más peligroso y salvaje, acentuando su rostro perfilado de una forma que lo hacía extremadamente tentador, una imagen diametralmente opuesta a ese chiquillo malcriado y cobarde que solía ser.
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Parpadeó para quitarse esa idea de la cabeza.
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–¿Así que esa es tu apuesta? –lo escuchó sisear con ojos centellantes–. Me importa un carajo que me delates, Granger. Cuando puedas hacerlo ya estaré bien lejos de aquí. Por lo demás, si te llevo conmigo es más peligroso para mí. Sería andar con un cartel gigante exponiéndome. ¿Acaso no sabes lo malditamente famosa que eres?
–Ese no es mi problema –retrucó, acercándose hasta quedar frente a él–. Si te las has arreglado para permanecer muerto por cinco años, darme algunos días de anonimato será pan comido para ti. ¿O te supera?
Advirtió que fruncía el ceño molesto con su chantaje, pero se tomó unos segundos antes de responder. Hermione suponía que a él le picaban los labios por hechizarla o lanzarle un par de insultos por debajo, partiendo por "maldita sangre sucia" claro está.
–Si te vas conmigo, si accedo a esto, te atienes a mis reglas –le masculló él en tono grave.
–De acuerdo.
–Yo mando –insistió perentorio.
–En la medida que seas sensato y no me pidas cosas que estén fuera de mis principios, sí. Tú mandas.
Él esbozó una media sonrisa que le provocó sensaciones tan disímiles que no era capaz de comprender. Lo observó impávida acortar aún más las distancias sin dejar de examinarla con sus orbes de acero, como si súbitamente estuviera divertido con toda la situación.
–Cuando estás muerto, los principios son bastante flexibles, Granger –le aseguró–. No hay nada ni nadie que pueda coartar tu libertad. No sé si estás preparada para algo así considerando lo cuadrada que eres.
Ella puso los ojos en rendijas, ofendida por su percepción.
–Tú no me conoces –objetó mosqueada.
–Te conozco más de lo que te gustaría y más de lo que tú me conoces a mi –aseveró, no dándole tiempo de replicar pues continuó–. En fin. No entiendo tus motivos, pero no te los preguntaré, ya que no me competen ni me interesan. Solo procura avisar a Potter y a la comadreja que estarás fuera de alcance. No quiero que ese par de arrastrados enloquezcan y comiencen a rastrearte. Esa lápida –añadió, apuntando el trozo de cemento–, es el fin de una época a la cual no estoy dispuesto a volver, ¿está claro?
Ella asintió y extrajo de su bolso una libreta, garabateando un mensaje para luego separar la hoja y convertirla en una grulla, hechizándola con el objeto de que volara a casa, después de todo, era lógico no volver allá ahora que Ronald le había pedido un tiempo. Nadie se extrañaría.
–Listo –dijo, mirando cómo ese papel aleteaba lejos de ahí.
Él pasó el brazo por detrás de su cintura, pegándola a su cuerpo de una forma ruda.
–¿Es necesario esto? –inquirió ella con las mejillas encendidas.
–Me voy a aparecer lejos, Granger, no quiero llegar allá solo con una mitad tuya –explicó sarcásticamente contra su oreja–. ¿Preparada para pasar a la clandestinidad con el enemigo?
–Solo será unos días. No te emociones, Malfoy.
Lo sintió mover la cabeza horizontalmente.
–No –susurró mordaz–. Tú no te emociones. Para mi eres un estorbo, mientras que para ti soy una oportunidad de dejar de lado tu vida monótona.
–Mi vida no es monótona –se defendió ella de inmediato, aunque sus palabras la habían lastimado por algún motivo.
Draco echó la cabeza hacia atrás para mirarla fijamente, sin despegarla de su cuerpo ni mover un ápice el agarre de su cintura.
–¿Entonces por qué quieres borrarte de ella?
No la dejó responder. Una ráfaga de viento mágico los envolvió y ella ahogó un grito, apegándose más a él. Nunca había experimentado esa sensación de vértigo. Estaba segura que se aparecerían en otro lado, pero debía ser tan lejos que por ello parecían estar dentro de un tornado. Jamás le dio crédito a sus habilidades, pero al parecer, había subestimado al rubio, ya que ella misma no conocía que eso era posible. Hundió la cara en el hueco de su clavícula mientras su cuerpo parecía estar desintegrándose de a poco. Sin embargo, extrañamente se encontraba tranquila.
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Pues curiosamente confiaba en él.
Solo se temía a sí misma.
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Nota de la autora: créanme que esto fue igual de inesperado para mi. El 2008 dejé una pista sobre este universo (en otro fic) pero conforme pasaba el tiempo había desechado explicarlo por desmotivación. No obstante, ayer por la noche agarré el teléfono y comencé, sin nada que lo gatillara o quizás si, pero subconscientemente.
Ahora ustedes se estarán preguntando. ¿Por qué Draco fingió su propia muerte? ¿Dónde estuvo todos estos años? ¿Cómo esto juega con los otros universos? ¿Dónde se la llevó? Y yo les responderé: hagan sus apuestas.
¿Quieren que siga la historia? ¿La dejo como OS?
Un abrazo melancólico (que así estoy ahora).
Mad.
