Otro pequeño regalo, dedicado a una muy buena amiga que siempre está ahí cuando la necesito. Sabrina, espero que te guste. Un beso para ti y para todos.
Disclaimer: Nada me pertenece excepto ideas. JK Rowling creó la magia de Harry Potter. Por lo tanto, los personajes y locaciones le pertenecen a ella y bajo ningún concepto pretendo obtener algo con éste escrito. Solo divertirme y divertir a los lectores.
Summary: Lamentablemente para Snape, Minerva le prohíbe seguir reprobando a Harry Potter en pociones y debe asignarle un tutor. Pero algo pasa, una vez que Harry y Hermione, su nueva tutora, terminan juntos en el aula de clases, mientras preparan una poción.
Decir que Potter era todo un inepto, era poco y necesitaba un completo diccionario de sinónimos, para describirlo adecuadamente.
Su diversión era reprobarlo todo el tiempo y hasta podía admitir que esperaba con ansias a que cometiera un sólo error, para castigarlo de por vida.
Pero ese día, Minerva le había dado un ultimátum. Tenía que dejar de reprobar a Potter o se las vería con ella y el director de la escuela.
Gran cosa, no tenía miedo. Sin embargo y para no escuchar su quejumbrosa voz, había accedido a regañadientes, a encontrar una solución viable que los satisfaciera a ambos.
Un tutor, puesto que se negaba a educarlo por sí mismo.
Y Hermione parecía la más indicada para la tarea y sabía que no se negaría. Se trataba de su mejor amigo y pues a ella le encantaba ayudar todo el tiempo.
Todo marchaba bien y un día, mientras los había dejado solos con una complicada pócima (quizá para molestar más, en vez de ayudar) y caminaba con una pesada caja de muestras que había ido a buscar a sus armarios privados, escuchó un ruido muy extraño, provenir del aula en la que se encontraban ambos jóvenes.
- OH por Merlín... Harry, ten cuidado. - murmuró Hermione, un tanto agitada. El profesor de pociones se detuvo en seco y agudizó el oído, acercándose lentamente a la puerta del aula junto a su despacho.
- Lo siento, Hermione, es que está demasiado caliente y mis manos están tan húmedas. - dijo Harry, sin aliento.
Qué ocurría allí dentro...
- Es que... sencillamente no puedo bajar el calor. Qué hiciste, ahora estoy caliente y húmeda también.
Tragó fuertemente al escucharlo. Le había advertido a Dumbledore que pasaría. Las hormonas.
- No importa, sólo cógelo con fuerza y mételo allí. Sí... así... Merlín qué caliente que está. ¿Crees que el tamaño está bien? Me preocupa que no entre todo. - dijo Harry sin aliento, respirando pesadamente.
- Yo lo medí y creo que entrará sin problemas.
Merlín, ¿mejor intervenía?
- Oh sí, Harry, mmm entra perfectamente. Sigue así, suavemente... ¡Merlín cuidado!
- Lo siento, es que sigue pegajoso y caliente. ¿Te hice daño?
Oh por Minerva... ¿qué podía hacer si estaban...?
- De hecho me gusta cómo se siente. Creo que vamos a lograrlo. Así, empuja, mete cuanto puedas. Merlín qué calor..
Sí ya casi no quedaba color en su rostro y sudaba frío. Lo mejor era intervenir antes de que algo malo pudiese ocurrir.
- Eso, Harry, un poco más... - resoplaba Hermione. - ya casi...
- Creo que con tres más, acabaré. Por primera vez voy a conseguirlo
Oh Voldemort, no...
-¡HARRY LO LOGRAMOS! - exclamó Hermione emocionada, mientras el profesor de pociones empujaba la puerta de par en par. Ya era suficiente.
Harry y Hermione se encontraban frente al mismo caldero donde los había dejado, embotellando una muestra de la poción.
- Calentaste demasiado esas babosas y por eso su baba se calentó de más. Resbaloso y aparte, muy caliente y doloroso. Nos saldrán ampollas. Pero qué bueno que al final lo conseguimos.
- No sabía si todas cabrían en el caldero, ¡son gigantes! Pero tenías razón y tenía que seguir empujando con fuerza.
- Me gusta la consistencia de la pócima. Húmeda y pegajosa. Es... simplemente perfecta. ¡Preparaste una poción por fin!
Quizá debía dejar de beber y atender a su mente y sus tontas bromas pesadas. O quizá simplemente era un pervertido y había creído cosas, de dos inocentes niños.
**Pequeña locura que se me ocurrió. Espero que no me odien.
