Thor piensa mucho en su pasado, en exceso. Más de lo que debería un futuro rey de Asgard. Más de lo que debería cualquier persona.

Algunas veces, se pregunta qué habría ocurrido de haber entendido el resultado de sus acciones antes de cometerlas y, quizás, nunca actuar como lo hizo. Sabe que está mal cuestionarse esas cosas. Sabe que hizo lo correcto para su reino. Lo sabe. Pero no puede evitar –no puede, realmente lo ha intentado− que los arrepentimientos se abran paso en su mente cada tanto, tomando forma dentro de él, como escurridizos parásitos en las fosas de su consciencia. Actuar por el bien del reino no es, necesariamente, actuar en pro del tuyo.

Thor piensa también mucho en Loki, claro, como efecto colateral de todo esto. Y se pregunta si Loki piensa en él. Lo desea, de hecho. No importa si no lo hace tanto –o de la forma insana que él− pero las ganas de que le dedique una que otra memoria en su nombre cada día le corroe las entrañas. Como con cada cosa relacionada con su hermano, algo dentro de él nace y muere cada vez que decide invocarle con el pensamiento.

Por supuesto, Loki no es su hermano, como a Thor le gusta recordar. Teniendo esa idea en mente puede pretender que la forma en que se miran no está del todo mal. Que ese asunto al que es incapaz de ponerle un nombre es un poco menos incorrecto. Un poco.

Porque sabe que no es amor, no. Por lo menos no amor del normal, sino la versión retorcida y dañina de lo que una vez fue.

Thor no está seguro. Pero sinceramente, tampoco se esfuerza mucho por descubrirlo. Mientras Loki siga creando ilusiones distractoras para dejarlo adentrarse en su celda –y en otros lugares, ya que están− sin que nadie lo note, Thor no necesita tener en claro nada. La única verdad absoluta que quiere seguir comprobando cada noche es lo hipnotizante que resultan los susurros de Loki a su oído, o el hecho de que aunque se esfuerce por hacerle sentir mal a punta de palabras ponzoñosas y miradas deformadas por la rabia apenas lo ve, sigue sonrojándose al sentirlo muy cerca y anclando los dedos en la espalda desnuda de Thor mientras la suya se encuentra contra la pared –al tiempo en que muerde el hombro de su hermano para sofocar los gemidos, cabe acotar− para recibirlo una y otra vez dentro de sí.

Tampoco es que a Loki le importe darle un nombre a todo eso. Con tal de que siga sucediendo y le haga más amena su estancia en aquella prisión, todo va bien. Aún sigue queriendo ser el rey de Asgard, si. Pero mientras lo logra ¿qué hay de malo en practicar sus habilidades para doblegar a Thor ante él?