CAPITULO 1: UN ERROR Y SU ¿RECOMPENSA?
Era un día tranquilo en el Sengoku Jidai…
- ¡SIÉNTATE!
… o no tan tranquilo…
- ¡Maldita sea Kagome! ¿Por qué lo has hecho? – grito enfadado u inu-hanyou de ojos dorados.
- ¡Sabes que hago la comida con mucho cariño y esfuerzo y tú…! – exclamó una igualmente enfadada chica de pelo azabache y ojos chocolate.
- ¿Yo… qué?
- Tú nada… ¡por eso! ¿No puedes al menos comer un poco? – dijo Kagome triste.
- Ya sabes que esa comida tan rara no me gusta… prefiero el ramen.
- ¡Siéntate! ¡Siéntate! ¡Siéntate! ¡Siéntate! ¡Siéntate! – la chica da media vuelta - ¡Y piérdete! – gritó por último la chica adentrándose en el bosque.
Cuando el hanyou pudo separar su cabeza del suelo la chica ya se había ido, como últimamente hacía siempre que discutía con él.
- ¡Maldición! – gritó Inuyasha.
- Eres un insensible Inuyasha – dijo un monje de ojos azules.
- Miroku tiene razón. Kagome ha hecho toda esta comida con mucho cariño y tú la desprecias – empezó a decir un pequeño zorrito oji-verde - … eres un perro tonto.
De pronto se oye un gran golpe y el pobre de Shippo empieza a llorar con un gran chichón en su cabeza.
- ¡Inuyasha! ¡Sabes que tenemos razón! ¡Deberías disculparte! – dijo una exterminadora al tiempo que golpeaba a un pervertido monje por tocar algo que no debía.
- ¡Keh! ¡No seáis pesados! ¡Si tanto os gusta esa comida, comed vosotros!
En el momento de decir aquello, todos empezaron a devorar esa deliciosa comida.
Mientras tanto, Kagome se detuvo en un gran árbol parecido al Go-Shimboku y se sentó entre sus raíces.
"Es un tonto" pensaba la chica "siempre me esfuerzo por él y nunca lo agradece. ¿Por qué tengo que amarlo tanto? ¿Por qué? ¡TONTO INUYASHA!"
- ¿Por qué? – dijo la miko en un susurro.
Tras esto, lágrimas y más lágrimas salían de sus ojos y, poco a poco, se quedó dormida.
Inuyasha se removía inquieto, Kagome tardaba demasiado, los demás ya habían terminado de comer y empezaban a preocuparse. Ellos sabían el pequeño secreto de Kagome, pero ya tardaba demasiado.
- ¿Inuyasha? ¿No deberías ir a buscar a Kagome? – preguntó Sango.
- ¡Cállate! ¡No pienso ir por ella!
- Pero si te mueres de ganas – susurró la exterminadora lo suficientemente alto como para que las orejas de un orgulloso hanyou lo oyera.
Pasados unos minutos, el peli plata enfadado se levantó y se dirigió a sus amigos.
- ¡No pienso ir a por ella! ¡Sólo caminaré un rato!
Una vez que se fue…
- Eso no se lo cree ni él – dijo Miroku.
Todos asintieron al unísono.
Inuyasha buscaba desesperado algún rastro de Kagome, muy preocupado por ésta…
"¡Maldita sea! ¿Dónde se habrá metido? Espero que no le haya pasado nada"
Aliviado, encontró al fin el rastro de la chica y se dirigió hacia allí tan rápido como pudo. La encontró dormida en las raíces de un gran árbol y no pudo evitar sonreír.
Estaba tan hermosa de esa manera, tranquila. Lamentaba mucho discutir con ella y en cuanto despertara se disculparía. Se acercó a ella y pudo percibir el olor a lágrimas y el rastro de ellas en la cara de la chica. Se maldijo a sí mismo por hacerla llorar. El olor de sus lágrimas era el segundo olor que mas odiaba, el primero por supuesto era su sangre, ya que eso significaba que no la había protegido.
Kagome notó de pronto como alguien la alzaba con delicadeza y abrió los ojos lentamente encontrándose con dos orbes doradas como el mismo sol mirándola fijamente. Ella sintió que su corazón se aceleraba al encontrarse en los brazos de su hanyou y sonrió.
Inuyasha al notar que despertó y le sonrió, él le devolvió el gesto; la soltó en el suelo e intentó decir algo pero no lo conseguía. Quería disculparse, no le gustaba nada verla llorar y menos aún que fuera por su culpa.
- ¡Vámonos Inuyasha! – dijo la chica con tranquilidad dándose la vuelta para empezar a caminar hacia sus amigos - ¡Los chicos deben estar preocupados!
- ¡Espera Kagome! – dijo el chico cogiéndola de la mano para detenerla.- Lo siento… yo…
La chica sonrió dulcemente y le agarró ambos lados de la cara con las manos para verlo a los ojos.
- No importa Inuyasha… ya no importa…
- ¡Sí importa! Siempre te hago llorar, siempre hablo antes de pensar y… - se detuvo cuando la chica le tapo la boca con su mano.
- Te perdono.
- Gracias… Kagome.
Tras esto se abrazaron fuertemente durante varios minutos, que para ellos solo parecieron segundos.
Kagome subió a la espalda de Inuyasha y se reunieron con sus amigos, los cuales ya tenían todo recogido y estaban dispuestos a seguir. Partieron siguiendo en su búsqueda: una exterminadora montada en su mascota, un monje con un pequeño zorrito en su hombro y un inu-hanyou con una miko en su espalda; estando los dos últimos con una gran sonrisa en sus rostros.
CONTINUARÁ ...
