El hecho de que llevaba 4 años sin ver a mi familia y amigos me quitaba el sueño muchas noches. Llevaba to ese tiempo en el ejército, sin apenas llamar a mi madre por teléfono una vez cada dos semanas. Pero a quien más echaba de menos era a Rachel. Desde que la dejé ir a Nueva York para que cumpliera su sueño, cada día era más triste que el anterior. Al llegar al cuartel, y tras varias semanas de práctica y entrenamiento, me dieron mi primer arma. La puse de nombre Rachel. Cuando iba con ella me sentía seguro, casi como en casa. Cada noche me quedaba mirando las fotos que tenía en el móvil de ella, y de Kurt, mi hermanastro, Puck, mi mejor amigo, Quinn, Santana, Brittany, Blaine… de todos mis compañeros de instituto. Por eso, el verano en que me dijeron que podría volver a casa por vacaciones de verano, sentí que volvía al instituto, con mi familia y amigos. Cuando llegué al aeropuerto, mi madre y Burt, su marido y padre de Kurt, me recibieron con un cálido abrazo y una gran sonrisa.
-Al fin ha vuelto mi niño- dijo mi madre.
-Te veo en forma, Finn -. Comentarios Burt.
-Sí, bueno, allí hago mucho ejercicio.- la verdad es que cuando llegué allí, lo pasé mal. Me costaba seguir el ritmo que llevaba mi pelotón y me tuve que poner las pilas para igualar al resto. Cuatro años después, era de los mejores del grupo y me llevaba muy bien con mis superiores. Además, había llegado a estar en el punto de mira para ser ascendido a teniente.
Fuimos directamente a casa, para que yo pudiera descansar. Mi madre me dijo que Kurt vendría en un par de días desde Nueva York, pero no me atreví a preguntar por Rachel. Sabía que Kurt acababa este año sus estudios en NYADA, y que cuando volviese ya sería un hombre adulto, con unos estudios completos y ganas de seguir con su vida. Pero que volviera a Lima para verme me demostraba que seguía siendo ese chiquillo del instituto al que tiraban al contenedor y que pensaba que la familia iba por encima de todo. El primer día en casa se basó, por mi parte, en dormir, comer y hacer un poco de ejercicio. Yo ya contaba con que mi madre me haría mucha comida y no quería perder la forma en un verano, así que salí a correr por la mañana, con algunas flexiones entre la ida y la vuelta. Al volver, pasé por delante de la casa de Rachel. Me paré justo en frente, mirando a la ventana de su habitación, donde ella se asomaba siempre para hablar conmigo cuando ya era tarde para estar con ella en su casa- o al menos eso decían sus padres-, así que me quedaba casi otra hora con ella. Cuando llevaba como diez minutos ahí parado como un idiota, uno de los padres de Rachel, Leroy, salió por la puerta con una bolsa de basura en la mano. Al verme allí, se quedó extrañado.
-¿Puedo ayudarte en algo?-me dijo acercándose a mi. Yo me quité la capucha de la chaqueta que llevaba puesta y sonreí.
-Señor Berry, quizá no se acuerde de mi, soy..
-¿Finn?- me cortó en ese momento. Yo asentí con la cabeza y ofrecí mi mano, la cual él agitó energéticamente y terminó en un abrazo.-Te veo muy cambiado, muchacho. ¿Dónde has estado?
-En Georgia, alistado en el ejército.- dije poniendo una media sonrisa.
-Rachel está dentro, espera que le aviso.- dijo girándose de nuevo hacia la casa.
-No, no.- respondí al notar mariposas en mi estomago. Era consciente de que no estaba preparardo para verla de nuevo, no después de no casarme con ella para que se fuera a Nueva York.- No la molestes, no creo que quiera verme además.
-¿Estás seguro, Finn? Porque nos ha preguntado por ti en cuanto ha llegado a Lima, pero no sabíamos mucho más que ella.
-¿Está bien?- pregunté preocupado por cómo estaría ella al no saber de mi.
-¿En que sentido?-me encogí de hombros, aunque lo que me importaba era saber si seguía sintiendo algo por mi.- Consiguió ser Fanny.
-Lo sé.- una sonrisa cubrió mi rostro porque había cumplido su sueño.
-Y ahora imparte clases de canto en NYADA además de participar en musicales de vez en cuando.
-Es una estrella.- respondí orgulloso.
-¿Seguro que no quieres entrar?
-Tranquilo, tengo que volver a casa ya. Ha sido un placer volver a verte, Leroy.- me despedí de él con una sonrisa y volví haciendo footing a casa. Al llegar, mi madre me preguntó que porqué estaba feliz. Bueno, no se lo dije, pero que Rachel preguntase por mí nada más llegar me hacía feliz.
