Por un breve instante, un mísero segundo en el espacio y tiempo, el mundo se detuvo; contuvo su aliento ante lo que acababa de ocurrir. Él hombre que se hacía llamar Voldemort había sucumbido ante el poder de una madre desesperada, desapareciendo entre las sombras, retorciéndose y gimiendo su inmenso sufrimiento en un vano intento por hacerlo desaparecer.
La casa, tan radiante de vida horas atrás, guardaba un silencio tétrico, innatural, sin vida. El viento no resoplaba en las afueras, la casa no crujía a pesar del cambio en la temperatura, y los pechos, no se alzaban en un intento por conseguir más oxigeno, ni siquiera el del pequeño cuya madre dio su vida por proteger.
Tres cuerpos yacían inmóviles en el lugar, carentes de vida o signo alguno que dijera lo contrario, todos ignorantes de la presencia magistral y siniestra que emergía de entre las tablas que supuraban un líquido viscoso y espeso, una materia que lentamente emergía de la nada, creando una pequeña circunferencia a pocos metros de la lamentable escena.
Tal sustancia, burbujeaba, como si estuviera hirviendo. Incrementando su ritmo con cada milésima transcurrida, creando una inmunda y olorosa sustancia, que daba paso a un ser etéreo, una manifestación de la voluntad del planeta, un ser que lentamente emergía desde el centro de la circunferencia envuelto de pies a cabeza, al final, una vez finalizó la transición, todo sonido se detuvo, todo olor se disipó a la vez que el liquido desaparecía, todo, menos la criatura.
Su cabello, tan largo que rozaba el suelo, brillaba aún en la oscuridad, resplandeciendo de dorado a pesar de que ya no había luz que reflejar, sus ojos, cubiertos por largas y delicadas pestañas, eran verdes, tan puros como la hoja más fresca en primavera, su piel, de un rebosante color rosado melocotón, parecía suave, ligeramente cubierta con diminutos y delicados cabellos.
Sus pechos, finamente redondeados, con una aureola rosada y pequeña que contrastaban enormemente con lo café de su erecto pezón, su estómago, carente de ombligo señalaba su estatus como no nacido, su pubis, cubierto de un delicado cabello dorado que ligeramente cubría su intimidad.
Todo esto resaltaba a la vista, todo pulcro, perfecto, incomparable.
Pero nada resaltaba más qué lo alargado de sus orejas, que se movían de un lugar a otro en búsqueda de un sonido, una señal de que su presencia aún seguía siendo secreta.
Un elfo alto, un ser de gran poder que en algún momento abandonó la tierra junto a sus camaradas al ver la víspera de la edad del hombre, una criatura de leyenda, cuyos rezagados permanecieron en la tierra, convirtiéndose en esclavos de los humanos, degradándose y perdiendo la gloriosa figura que en tiempos antiguos portaron.
La hermosa criatura se movilizó en dirección de la cuna, observando con un ligero atisbo de tristeza tal escena, embelezada por la fría crueldad de la misma. Ignorando el sonido que ahora inundaba el lugar, revelando la llegada de dos más.
Una vez el espectáculo finalizó, otro elfo, este con la piel manchada de un púrpura oscuro, con ligeras marcas de verde dividiendo su piel, cabello azul tormenta, en conjunto con unos ojos tan negros como la noche, decidió romper el silencio.
"¿Galadriel, Hermana mía, sabes lo que has hecho?" Comentó en voz baja la entidad, señalándole al elfo restante, otra hembra, que mantuviera su compostura ante la obvia traición a su código eterno.
"¡Hermana Silvalin, no fue mi intención el reingresar al plano humano, pero Gaia me implora por la vida de este mortal, y no puedo hacerme la vista gorda a sus peticiones!" Agregó serena la del largo cabello dorado, acariciando con delicadeza casi temor, la frente del pequeño ante ella.
La tercera y más pequeña de las presentes, de cabello negro como la noche y ojos tan rojos como el rubí, espetó su opinión. "Calla, hermana Galadriel, no hagas más profunda la fosa en la que tú misma te arrojaste, has roto la simbiosis que teníamos con Gaia por la vulgar vida de un mortal, eso es un pecado inexcusable, incluso peor que aquellos que decidieron quedarse en este inmundo lugar."
La de piel oscura alzó su mano, evitando cualquier respuesta por parte de la acusada, "Guarda silencio, hermana Iowa, si bien el pecado de esta niña es extraordinario, tendrías que estar ciega, sorda y entumida para no sentir el llanto de nuestra madre en este mundo."
La morena guardó silencio, no quería confesar que era tal sensación la que le tenía de pésimo humor, nunca en su vida eterna había escuchado un llanto más lamentable que el que resonaba en esta habitación.
La de piel oscura miró a la supuesta traidora, que miraba embelezada el cuerpo diminuto de un humano, "Sabes bien que está prohibido el que interactuemos con los miembros de su raza, no después de las guerras de antaño."
Iowa continuó, "Además de que es imposible que cumplas tu deseo de maternidad sobre el niño, no cuando el alma de su madre fue cercenada con tal de protegerlo de todo mal, su sacrificio es incomparable. Nunca podrás igualarlo."
La de largo cabello rubio dejó de acariciar al pequeño, sabía que no podía renunciar a su inmortalidad, no cuando estaba atada firmemente en las manos de Gaia, y no cuando el amor de una madre intentaba alejarle con tal de proteger a su pequeño de lo que ella percibía era una gran amenaza.
Analizó su mano, notando las graves quemaduras que rápidamente desaparecían gracias a su factor curativo, "Aún queda una forma de poder criar a esta criatura, aún cuando está, amerite un gran sacrificio de mi parte."
Iowa de inmediato refutó, "Esta prohibido traer a los humanos al flujo de magia, Gaia no sobreviviría tal contaminación."
Silvalin supo de inmediato que es lo que se deseaba lograr, "¿Es esto lo que Gaia te implora? Este niño dejará de ser humano si cruzamos esa línea."
La rubia continuó, "Aún si no interviniera, el destino me dice que el futuro de este niño esta lleno de amargura y sufrimiento, que su fracaso como ser humano llevará a Gaia a su completa destrucción centurias luego de su perecimiento."
"¡Blasfemia! Gaia jamás caería por la influencia de un ser humano, su poder es infinito, nos penetra y alimenta, nos enseña y guía por el buen camino, uno que los humanos rechazaron hace mucho tiempo al renegar su vinculo con la madre tierra." Agregó Iowa.
"No dudes de la voluntad de Gaia, mucho menos caigas en el mismo camino que llevó a los humanos lejos de la madre tierra, todas podemos sentir la plegaria de nuestra madre por la vida del niño. Ignorar sus pedidos es un error que no podemos darnos el lujo de cometer, debemos llevar el niño al nexo." Declaró Galadriel, mientras intentaba tomar al pequeño, solo para ser expelida con violencia por el vínculo de sangre de su madre.
Iowa acudió de inmediato en ayuda de su hermana caída, mientras la de piel oscura examinaba más a fondo al pequeño, completamente sumergida en comunión con el flujo de la magia.
"Te advertí que es una mala idea el llevar a un humano al nexo, incluso Gaia no puede luchar en contra de los deseos de una madre, el niño debe quedarse en este plano, y el tiempo permitido para nosotras se acorta con cada segundo transcurrido. ¡Debemos marcharnos!" Comentó Iowa mientras lentamente ayudaba a incorporarse a su obstinada hermana.
Silvalin finalmente dijo, "Iowa habla con la verdad, el niño no puede entrar en el nexo, no mientras posea un lazo que lo une a la entidad culpable de toda esta maldad, está… presencia; Por muy pequeña que sea en comparación con la inmensidad de Gaia, no hará más que envenenar a nuestra madre."
Extrañamente Iowa agregó, "Su cuerpo está maldito con la magia de esta criatura maligna, pero su alma, su alma sigue incorruptible, pura e improfanable, la voluntad de nuestra madre es que separemos su alma de su cuerpo."
Galadriel se interpuso, "Pero eso acabará con su ciclo vital, no podemos permitirlo, mucho menos ser las causales de su deceso, es una criatura que apenas comienza su camino en la vida."
"Entonces debemos encerrar su cuerpo mortal en diamante vivo, llevarnos su alma y dejar que su cuerpo permanezca intacto de cualquier mal posible, al menos hasta que el tiempo en que deba regresar sea señalado. ¡Iowa, Galadriel! prepárense… tenemos que concentrarnos lo más que podamos para crear un diamante vivo lo suficientemente poderoso como para que conserve su cuerpo en éxtasis, que le permita crecer, que lo nutra, tal como lo haría el vientre de una madre."
"De acuerdo hermana." Dijeron las criaturas, formando una triada alrededor de la cuna del pequeño, que aún seguía paralizado en el tiempo.
No les llevó mucho, y Galadriel partió del lugar con el alma de un niño en sus brazos, sus hermanas no muy lejos de ella.
Con un simple sopló del viento, los cuatro se dispersaron en el aire, ignorando atrás el cuerpo cubierto de diamante.
Una hora después, Sirius Black ingresó a Godric Hollow, solo para perder su corazón ante la vista que estaba ante él, Su hermano en todo menos sangre, estaba muerto en las puertas de la casa, su esposa y buena amiga, yacía en las cercanías de los restos de lo que en algún momento fue una cuna.
Y Harry, ¡oh el pequeño Harry! estaba atrapado dentro de un enorme cristal que por mucho que lo intentara, no lograba desvanecer. Fue así como Hagrid se encontró al hombre, de rodillas junto al cuerpo de un pequeño que hace tan solo unos meses cargó en sus manos, fue así que Dumbledore dedujo que el elegido había perecido en la lucha contra Voldemort.
Fue así que el hombre protegió a Neville de todo peligro, el como Sirius fue ingresado en el departamento psiquiátrico de Saint Mungos, y como Bellatrix, su marido y cuñado, cayeron ante el poder de la orden del fénix. En su obstinado intento por ingresar a la residencia Longbottom.
Todos ignorantes de que en otro nivel de existencia, residía el alma de un pequeño niño, rodeado por completo por seres que hace mucho, abandonaron esta tierra.
Forjando y educando a quien todas ellas percibían, sería el portador de la voluntad de Gaia en la raza humana, preparándolo para poder soportar tal carga sobre sus hombros, y si es posible, mucho más.
Continuará…
