Esta es la traducción del fanfic de Florencia7, "Perchance to Dream", quien me dio permiso para poder traducirlo. Intentaré subir un capítulo cada semana, el jueves o el viernes.
TVD pertenece a LJ Smith & CW, y por supuesto "Tal vez soñar" es de Hamlet, pertenece a William Shakespeare. La idea y el fanfic a Florencia7, yo solo lo traduzco :)
"Morir, dormir;
dormir, tal vez soñar: Sí, ese es el estorbo;
pues qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno
ya libres del agobio terrenal (…)"
William Shakespeare, Hamlet
CAPÍTULO 1
Damon casi pierde el control del coche en otro giro brusco. Cada pensamiento dolía y el dolor solo incrementaba cada vez que trataba de armar la cadena de acontecimientos y dar sentido a lo que había sucedido.
–Ella necesitaba mi ayuda.– Las palabras de Meredith resonaban en su cabeza. –Le ayudé.
Condujo a través de carreteras oscuras e intersecciones sin prestar atención a las luces de los semáforos. Verde, blanco, rojo– todos ellos solo eran sombras sin color que asomaban en las tinieblas, vacilantes, sin sentido como recordatorios sombríos del mundo que había dejado de existir.
Ya habían salido del hospital cuando él llegó hasta allí, por lo que sin hacer más preguntas, en las nubes, regresó a su coche y se dirigió directamente a la casa de huéspedes.
No podía pensar en lo que las palabras de Meredith significaban, como parecían cortar repetidamente a través de él – y sanar todas las heridas al mismo tiempo.
Minutos antes había pensado que habían dicho su último adiós. No había esperanza y él iba a morir. ¿O fue al revés? Ella había hecho su elección y muerto o no muerto, debería haber optado por abandonar la escena. Había sido puesto en libertad.
Dejado libre para morir – y eso era, probablemente, el único contexto aceptable. Pero él no murió.
Ella lo hizo.
Apretó el volante, sus lágrimas gritando por salir.
Tal vez debería devolverle el favor y liberarla. Dejar que finalmente esté libre de él. Para siempre.
"Nunca... te dejaré… de nuevo."
La pensión estaba a oscuras salvo por la luz en la sala, y Damon entró con dificultad, temiendo lo que iba a ver.
El fuego se extinguía, crepitando en voz baja, sin embargo, el sonido era perfectamente audible en la habitación llena de gente que estaba en silencio.
Stefan estaba sentado en el borde del sofá, inclinado hacia delante, con los ojos muy abiertos y fijos en el punto indefinido fuera de las ventanas altas. Jeremy, con la cabeza entre sus manos, estaba apretando los puños con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos, casi tan blancos como la cara de Caroline. Matt era el único que inmediatamente levantó la mirada con sus cansados ojos enrojecidos.
–¿Dónde está?– la voz de Damon era áspera y monótona y sorprendente constante.
De repente, se dio cuenta de que estaba enfadado. Tal vez por lo que había sucedido, a lo mejor por ellos, tal vez al repentino sentimiento de culpa que se había instalado en su conciencia de que, a pesar de la sensación de hundirse en la desesperación, no podía deshacerse también del sentimiento de esperanza reavivado. Justo cuando había perdido el último partido alguien tiró todas las cartas en el aire y allí estaba él, agarrándose a otra oportunidad que era todo espinas y miseria, pero sin embargo lo era.
O tal vez era simplemente preocupación. Tal vez él solo estaba patéticamente preocupado a pesar de ser un añadido superfluo a las personas que estaban todos aquí por una razón – a diferencia de él. Nadie lo quería aquí. Nadie necesitaba que él estuviera aquí.
Él debería elegir marcharse. Tal vez ahora más que nunca.
–Está arriba–. La voz de Stefan era hueca, se estremeció y se rompió como una cadena, pero no fue hasta que laboriosamente dirigió su mirada a Damon que el sentido de algo ominoso llenaba el aire.
Damon miró a todos con el ceño fruncido. No sabía – se negó a saber – lo que era, pero había algo escrito en sus caras que le hicieron desmoronarse interiormente.
Contuvo el aliento y se volvió hacia las escaleras.
–No lo hagas.
Se estremeció involuntariamente ante las palabras que inmediatamente le recordaban a esos raros momentos, necios, cuando él pensó que si él arriesgaba su corazón, su mente, su cordura, si entregaba todo, algo maravilloso iba a pasar porque así es como debía ser. Tantos libros fueron testigo de eso.
Se volvió, irritado. Él debía irse, él sabía que debía marcharse, pero su propia conciencia era una cosa, y que alguien le dijera que lo hiciera era otra muy distinta.
–Ella quiere estar sola. – dijo Stefan en esa extraño, inquietante renuncio de voz de nuevo.
Damon inclinó la cabeza hacia un lado y parpadeó con confusión, pero pronto la confusión fue sustituida por la incomprensible realidad que se instaló en su mente como un huracán y luego se detuvo en seco transformando el sentimiento en compasión del que todo lo sabe, en el fondo, puro, silencioso y tranquilo, y por un momento estuvo completamente de acuerdo con él, por un momento, fue un instante de hermandad.
Pero el momento pasó, y el sentimiento comenzó a silbar y bullir y empezó a sentir tanto frío que le consumió de adentro hacia afuera, pies a cabeza, esta sensación era sólo miedo, sólo horror, sólo dolor, y no le importaba.
–Ella ha elegido no completar la transición.– Stefan dijo lo que Damon había adivinado ya.
Jeremy cerró los ojos ante las palabras de Stefan que fueron susurradas con carácter definitivo, con una confianza envidiable que hizo a Damon sentir como si estuviera siendo empujado hacia la puerta con miles de agujas invisibles. Su presencia no era necesaria. Todas las elecciones se habían hecho. Él debía irse.
Por suerte, nunca hacía lo que debía.
Él no sabía de dónde provenía la fuerza, pero llegó, como una onda de luz y calor, la fuerza para, una vez más, hacer las cosas mal, porque todos los caminos correctos ya estaban ocupados, y porque ninguno de ellos le llevaría donde se dirigía, de todos modos.
Con un sentimiento sordo de asombro que sus ojos no dejaban ver la verdad, que nadie en la habitación era capaz de ver que podía cambiar todo sobre él – excepto su incapacidad de darse por vencido, y poder permitir que ella haga cada elección – excepto ésta, murmuró algunas tonterías sobre una despedida y subió las escaleras.
Sin tocar, empujó la puerta para abrirla. La cerradura hizo un chirrido cuando se rompió, sorprendiendo a Elena que se dio la vuelta, los ojos desorbitados por el llanto.
La habitación estaba llena de luces tenues y sombras. Ella estaba de pie junto a la ventana, atrapada entre la oscuridad y la luz de la luna. Él sabía que ella era más inteligente que ellos. Ella sabía que iba a dar batalla, por lo que espera que comenzara a enumerar sus razones ridículas y discutir, pero no lo hizo.
–Debería optar por no completar la transición. – dijo por fin con una voz que sonaba como lágrimas, que ahora corrían por su rostro, las lágrimas de auto-odio arrepentido y la vergüenza de que ella estaba dejando a todos los que estaban abajo, de que ella los estaba decepcionando, incluida ella misma. Todo el mundo - excepto a él.
Siempre llegaba a esto, no importa cuántas veces se esforzará por apuñalarlo con cuidado. Al final siempre era lo mucho que la quería y lo mucho que ella necesitaba ser amada así para poder sobrevivir.
–No, Elena.– Damon la cogió, casi perdiendo el aliento ante la sensación de su verdadero ser, bajo su tacto. Él la miró directamente a los ojos. –Lo que debes hacer es hacer lo que quieres hacer, y lo que quieres hacer es completar la transición y no morir.
Ella negó con la cabeza.
–¿No lo ves? Yo hice esto. ¡Hice todo esto! ¡Todo esto es por mi culpa!– Su voz febril oscilaba entre un suspiro y un grito. – ¡Nada malo hubiera sucedido nunca si no fuera por mí!– el rostro de Elena se retorcía, su visión borrosa por las lágrimas. –Si no fuera por mí Klaus nunca hubiera llegado a Mystic Falls. Jenna todavía estaría viva, ¡y Alaric! ... La madre de Bonnie no sería una vampira. Stefan no habría matado a Andie y toda esa gente que murió cuando Klaus le obligó a salir de la ciudad con él.– ella habló muy rápido, atragantándose con las palabras, especialmente aquellos que en algún nivel abstracto aún parecían falsos para ella. –Nada de eso habría pasado. ¡Nada de eso!– Ella gritó en un sollozo, la voz casi histérica.
–Elena–. Damon trató de hacer que le mirara, pero ella parecía estar delirando y se dio cuenta de que estaba cada vez más débil y la agitación sólo podría hacerle perder su fuerza más rápido.
El tiempo se estaba acabando.
Ella se liberó de su abrazo y dio unos pasos hacia atrás.
–Mis padres no hubieran muerto si yo no los hubiera llamado para que me recogieran. – continuó entrecortadamente, mirando hacia algún punto, como si todos sus pensamientos y recuerdos se apresuraran a ella y ella era ahora, por fin, capaz de ver todo con claridad. –Todo esto es por mi culpa. Si he causado tanto daño como ser humano sólo puedo causar más daño siendo vampira.– Los ojos de Elena se dirigieron a Damon y él se dio cuenta lo que en realidad quería decir y estaba consciente de cada palabra que decía.
–Elena–. Murmuró su nombre con toda la fuerza de una amenaza. –Nada de eso fue culpa tuya y tú lo sabes. ¡Te cogió en medio de esto como a todos los demás!
Había una mirada en sus ojos - sólo una idea, pero registrada y se quedó en su mente como una solitaria señal de tráfico - un atisbo de deseo de creer en sus palabras, una mirada de deseo de ser salvada.
–Deja de tratar de salvar a todos, Elena. Por una vez piensa en ti misma. Cosas malas ocurrían mucho antes de que nacieras y cosas malas seguirán pasando sin importar si vives o no. Pero si mueres…–Su voz se agrietó e hizo una mueca, en busca de algo mejor que decir que lo que estaba a punto de decir, pero fue en vano. –Además,– comenzó un nuevo tren de pensamientos, recurriendo a la simple argumentación. –Tú sabías que yo no te dejaría hacer eso.– dijo en una voz estilizada para hacerla sonar como lo que él llamaba un farol. –Sabes que no te dejaría morir.– continuó, entrecerrando los ojos. –Nunca te dejaré morir.
Por un momento, ella se limitó a mirarlo sin una sonrisa, pero con la luz, con lo que parecía ser la esperanza en sus ojos que parecía desafiar toda la fiereza oscura que había estado inicialmente allí.
Pero entonces la luz se desvaneció y sus labios temblaron en una mueca triste y amarga.
–¿Después de lo que te dije?
Él suspiró y tragó, para luego recuperar la compostura a velocidad de la luz, y poner en su mejor momento, la sonrisa torcida, con indiferencia como todo lo que pudo reunir, dijo:
–Bueno, la señal era débil. En realidad no escuché mucho de lo que dijiste.
Los restos de lágrimas brotaron de sus ojos cuando ella se echó a reír, sacudiendo la cabeza hacia él con una sonrisa rota.
–Así que...– Se arriesgó a dar un paso hacia ella, con los ojos clavados en los suyos. –¿Quieres bajar y pasar las siguientes cuatro horas en una charla grupal y abrazos o quieres salir y superar esto de una vez?
–¿Qué está haciendo él allí durante tanto tiempo?–preguntó Caroline, lanzando una mirada hacia las escaleras, incapaz de permanecer en silencio por más tiempo. El silencio le estaba haciendo fácil el perderse en sus pensamientos, en pensar en Elena, pensar en Tyler, pensar en todos los que ya había perdido, todos los que estaba todavía por perder.
–Tratando de hacerle cambiar de opinión. – dijo Matt mirándola a ella y luego a Stefan, cuyo rostro era inescrutable.
–Espero que lo haga.– exclamó Jeremy, parpadeando furiosamente para contener las lágrimas.
Stefan movió los ojos hacia él.
–¿Crees que no intenté hacerla cambiar de opinión?– Le preguntó casi en un susurro.
Jeremy le miró y luego desvió la mirada sin decir nada.
–Pero no puedo obligarla a hacerlo. continuó Stefan con severa intensidad, sus ojos ardiendo de dolor. – Nunca quise ser un vampiro. Si hay algo que puedo entender muy bien, es eso.
–Puedo entenderlo también.– dijo Caroline silenciosamente, mordiéndose el labio, y tratando de no romper a llorar. –Incluso si yo daría todo porque ella eligiera de manera diferente.
Stefan la miró y asintió imperceptiblemente.
–No puedo tomar esa decisión por ella–, continuó, dirigiendo su mirada hacia Jeremy. –Lo menos que podemos hacer por ella es el respetar…
El sonido de cristales rotos hizo saltar a todos en sus asientos. Se miraron los unos a los otros y después de un segundo de silenciosa consternación, se levantaron apresuradamente y corrieron por las escaleras hasta la habitación donde estaba Elena.
Cuando entraron dentro sólo estaba la cortina oscura ondeando en el marco de la ventana rota.
La habitación estaba vacía.
