Para siempre.

Capitulo: 1

En blanco.

Enjoy:

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La reciente ignorancia de Marceline ante la presencia de todos sus amigos presentes en la habitación empeoro la preocupación de todos en la habitación.

—Marceline…son tu primo y tus amigos.

La pelinegra volteo a ver a Gumball.

—Yo…yo no lo recuerdo.

Marshall se le acercó.

—Soy yo Marcy, tu primo Marshall Lee…

Despacio con calma Marceline estiro su mano para tocar a su primo pero se detuvo cuando un pequeño destello apareció en el oscuro hueco que eran sus recuerdos.

—Marshall…

El asintio mientras la abrazaba contento de no haberla perdido.

—Si soy yo…

La siguiente en acercarse fue Fionna que le sonrió a su amiga.

—Ella es Fionna, ¿la recuerdas?, la amiga más parlanchina que has tenido. —dijo Marshall.

—Y a Ash, míralo…lo recuerdas…

Se tocó la cabeza cuando una punzada dolorosa casi la hizo empujar al chico frente a ella, para apartar esos pensamientos confusos que eran como un panal de abejas.

—Marshall, no hay que atosigarla. Acaba de despertar de un coma…

Gumball saco de su bata una pequeña lámpara con la que se puso a examinar los reflejos de Marceline.

—Qué extraño…ella está bien, pero…

Tomando su mano atrajo su atención.

—Marceline…cuál es tu apellido…

Con esfuerzo se puso a pensar. Ella estaba tan confundida, ella solo podía recordar la oscuridad y las suplicas desesperadas.

—Abadeer… ¿no es así?

El pelirosa asintio.

— ¿Y sabes quién soy? —pregunto con un pequeño brillo de esperanza.

—No…no lo sé…

Bajando la cabeza el medico dio un suspiro.

—Está bien…tranquila…

Dio unos pasos lejos y sutilmente les pidió a todos que salieran con el afuera, pero Simon se acercó a ella.

—Marcy, soy Simon, ¿me recuerdas?

Dando un respingo Marceline lo miro por un buen rato pero al final simplemente bajo la mirada avergonzada.

—No, lo siento…

El castaño negó.

—Soy Simon…vamos Marceline… ¡tienes que recordar!

Asustada se pegó a la cabecera de la cama.

—Yo no sé quién eres…yo no te recuerdo…—susurro mientras miro suplicante al pelirosa que sin pensarlo puso su mano en el hombro del castaño.

—Simon, déjala tranquila.

— ¡No te entrometas en esto!

Gumball frunció el ceño.

—Voy a llamar a seguridad, así que cálmate.

Ambos se miraron furiosos. Marceline se dio cuenta que estaban a punto de comenzar a pelear y de repente soltó un grito deteniéndolos.

—Por favor no peleen.

Ash fue a detener a Simon, mientras Marshall hacía lo propio con Gumball.

—Gumball tienes que revisarla, nosotros iremos afuera a esperar.

Después de sacar a la fuerza al castaño Gumball dio un suspiro. No le gustaba pelear con su amigo, pero para él Marceline era muy importante.

—Todo es mi culpa…

Se tensó cuando escucho la condena cargada de dolor y tristeza que Marceline se dio a sí misma. Ella ahora sonaba como una niña débil y asustadiza, la reina vampiro que tanto dolor causo al parecer había desaparecido.

—No es culpa de nadien Marceline, todos estamos muy nerviosos.

Se fue a sentar junto a ella.

—Estuviste dos años dormida…yo…todos estábamos muy preocupados.

— ¡Dos años! —grito ella exaltada. En su opinión fueron como solo unos segundos.

—Fue toda una sorpresa que despertaras justamente hoy

Marceline levanto una ceja.

— ¿Por qué? —pregunto confundida.

—Bueno hoy es tu cumpleaños.

Gumball miro hacia el grupo fuera de la habitación.

—Por eso ellos estaban aquí. —dijo mientras estaba buscando algo en los bolsillos de su bata.

—Oh, ya veo.

Hizo una mueca de tristeza. Ellos parecían tan buenos y ella simplemente los olvido.

—No te pongas triste, ya recobraras tus recuerdos.

Atraída por el brillo de la joya en la caja de terciopelo purpura que el pelirosa le ofrecía lo miro sin entender.

—Es un obsequio.

Miro el dije de rosa.

—Yo tengo un tatuaje como ese en mi tobillo…

Soltando una risa Gumball saco la larga cadena de la caja que dejo caer sobre la cama.

—Vez ya estás en buen camino. —mascullo posicionándose a su espalda para poder ponerle el collar.

—Sabes, de verdad me gustaría poder recordar quien eres.

Toco el dije con sus dedos.

—Siento que…yo…

Se tensó.

—Por supuesto que tonta…tú eres mi novio…

Gumball se quedó de piedra.

—Eso explica porque solo puedo recordarte…

Cerró los ojos.

—Tú estabas una noche aquí…leyéndome algo…

Volviendo a sentarse junto a ella asintio.

—Mi ensayo final…con el que me gradué de la escuela de medicina —le dijo recordando esa noche cuando después de leerle su escrito le rogo por una señal de que lo estaba escuchando y ella entro en crisis. Esa noche sintió que se le escapaba entre los dedos mientras el intentaba estabilizarla.

—Fueron horas…muy duras…—susurro bajo mientras la miro y entonces sonrió levemente, el salvarla la primera vez lo lleno de gloria frente a los doctores que dejaron de verlo como un pasante para verlo como un medico importante para el hospital.

—Tú eres…

—Gumball—dijo poniéndole la mano en la mejilla mirándola con tanto cariño que era obvio que no le diría la verdad de quien era.

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Afuera en el pasillo Simon finalmente recobro la compostura para alivio de sus amigos que lejos de estar tristes, estaban contentos.

—Hay que avisar a sus padres —dijo Marshall a lo que Fionna a su lado asintio.

—Estarán tan felices.

Ash asintio con una sonrisa.

— ¿El doctor Sweet? —pregunto una enfermera que apareció de repente.

—Él está algo…ocupado.

Después de asomarse la enfermera hizo una exclamación de sorpresa antes de irse gritando sobre el milagro que acababa de suceder a la novia del joven doctor. Simon por supuesto que frunció el ceño pero apenas sintió la mirada de Betty sobre él, sustituyo su mueca por una sonrisa débil.

—Bueno…esto es…—comenzó Fionna riendo nerviosa.

—Inesperado. —termino Bonnibel cruzándose de brazos. Su hermano ni siquiera había reconocido su presencia.

—Pero vengan, déjenme abrazarlos.

Fionna saludo con entusiasmo a ambos.

— ¿Cuando llegaron? —pregunto sonriendo aun.

—Hoy. —contesto la pelinaranga extendiendo la mano.

—Soy Betty, una vieja amiga de Simon y Marceline mucho gusto.

—Igualmente. —mirándola con curiosidad Fionna dijo devolviéndole el saludo.

—Por qué…no vamos a tomar algo a la cafetería— Marshall sugirió mientras se acercaba a su hasta ahora novia.

—Es verdad vallamos.

Mientras el grupo se iba para la cafetería, una mujer rubia miraba con una ceja levantada a cada una de las personas antes de irse a donde las demás enfermeras conversaban.

—Jennifer hasta que llegas.

Dejando las cajas que cargaba en el escritorio Jennifer miro a su compañera con curiosidad.

— ¿Paso algo?

—Que no te has enterado, la novia del doctor Sweet despertó.

Ella amplio sus ojos.

—De verdad. —dijo sin mucha emoción. Ella desde el primer día que comenzó a laborar aquí se había enamorado del amable y galante doctor, había intentado coquetearle, pero el simplemente la ignoraba.

Por mucho tiempo se preguntó por qué su falta de interés y hasta había pensado en tantas descabelladas respuestas, pero al final después de verlo besar en la frente a la joven en coma , supo que él ya estaba enamorado.

—Qué bueno por el…

La enfermera asintio con una sonrisa.

—No me sorprende que lo que guardaba en esa cajita de terciopelo fuera un anillo.

Frunciendo el ceño se alejó de ellas para hacer cualquier cosa que la hiciera mantener la mente ocupada.

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Para cuando callo la tarde Hudson entro al hospital junto con su ex esposa. Ambos estaban más que felices cuando se enteraron de la noticia de que su hija por fin había despertado.

Ellos habían dejado los reproches atrás junto con las malas experiencias. Ambos habían llevado su relación antes tormentosa a un intercambio más cordial.

—Mama…papa…

Marceline miro con confusión a sus padres.

—Oh, hija que bueno que estas bien. —susurro Ann mientras abrazaba con fuerza a su hija.

—Nos tenías tan preocupados.

Hudson también se acercó a donde estaba Gumball revisando un montón de papeles en sus manos.

—Buen trabajo muchacho.

Le dio una felicitación sincera con una sutil palmada en el hombro.

—Bueno…señor Abadeer, hay algo que debería saber.

El abogado levanto una ceja.

— ¿Qué cosa?

Gumball hizo una mueca seria.

—Ella tiene…amnesia.

Ann se tensó.

— ¿Que tan grave es? —pregunto mirando la cara sin expresión de su hija.

—Aún no sabemos…no sin los resultados de los exámenes.

Hudson asintio.

—Ella solo recuerda a su familia…

Marceline bajo la mirada apenada por no ser capaz de reconocer a las demás personas que al parecer también estaban muy preocupadas por ella.

—Eso no importa, nuestra pequeña está aquí con nosotros…eso es lo más esencial.

Mientras los padres de la pelinegra estaban en la habitación, Gumball salió un momento para tomar algo de aire. La emoción del reciente milagro lo había agobiado con preguntas que ahora más que nunca pesaban en su conciencia.

Debía de haberle dicho la verdad de quien era el en realidad. Pero algo en su interior cello su boca sin que le importara que con su egoísmo hacia sufrir a su mejor amigo.

—Gumball…

Con la mano en la perilla, el pelirosa se detuvo para mirar a su hermana.

— ¿Ya podemos hablar?

Suspirando Gumball asintio. Dos años estuvo ignorando a su hermana y sus disculpas falsas, ahora no quedaba otra más que afrontarla.

—Gumball…papa y mama saben de tus hazañas en este hospital y me pidieron que te diera esto como obsequio tardío de graduación.

Metió la mano en el bolcillo de su abrigo y saco una caja larga de plástico plateado.

—Es la pluma del abuelo.

Mirando la pluma color rojo vino con detalles en dorado Gumball sonrió levemente cuando recordó al hombre mayor sentado en su escritorio llenando montones de libros con sus descubrimientos médicos.

Él era Vincent Sweet, su ejemplo a seguir.

—Yo…yo no la merezco.

Bonnibel negó.

—Te vi salvando a Marceline, tu si te mereces esto. El abuelo estaría tan orgulloso.

Gumball se guardó la pluma en los bolsillos de su bata.

—Me permites darte un abrazo…hermano…

Él se resistía pero finalmente termino aceptando. Ella era su hermana después de todo, los errores y las mentiras ahora no importaban al mismo grado que lo fueron en estos dos años.

—Te extrañe tanto…

Susurraron ambos.

—Yo también. —respondió ella sonriendo feliz de que por primera vez desde que paso lo que paso él no la miraba con odio y resentimiento.

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Marceline pov:

Mirando por la ventana me pongo a pensar como la mayor parte del tiempo desde que estoy aquí. Son tantas personas las que vi en la habitación, y ningún nombre viene a mi cabeza más que el de mi primo.

Pero el chico que creció a mi lado como un hermano, era apenas un niño. No un joven, como este vestido de traje frente mío.

Marcy…

El sonido de esa voz sonaba tan familiar.

Marcy…

Me di la vuelta y me topé con ese chico castaño de hace un rato.

Oh…hola… ¿he?

Sonriendo apenas se acercó más adonde estaba sentada junto a la ventana.

Simon…Simon Petrikov…

Levantando una ceja lo mire directamente a los ojos.

Yo…te conozco.

Miles de recuerdos se agolparon en mi conciencia apenas el me mira con la esperanza descrita en sus ojos color negro.

Puedo escuchar su voz, él me llama de una manera tan cariñosa. Es como un eco que juega en mi cabeza.

¡Marcy!

Fin pov

Marceline amplio sus ojos. Recordaba esa voz, era Ricardio.

— ¡No! — grita huyendo de su toque.

—Marceline…

Simon la mira herido por un momento.

—Soy yo…Simon. —repite estirando su mano intentando llegar a la pelinegra que comienza a sacudirse como si intentara alegarse de algún mal pensamiento.

—Marcy…por favor.

Lanzando las manos fuera de su rostro ella lo mira molesta.

—No vuelvas a llamarme así…nunca.

Simon hizo una mueca por su repentina explosión. Él siempre la había llamado de esa manera aun cuando le dijo que no le gustaba, pero lejos de una reprimenda jamás había provocado esta expresión de terror.

—Así me llamaba…él…

El castaño levanto su mano una vez más tratando de calmarla.

— ¿Que estás haciendo aquí? —pregunto Jennifer después de entrar en la habitación. — Se supone que nadien debe de molestarla.

Le dio un vistazo a la pelinegra alterada y sin pensarlo salió a llamar a Gumball quien no tardó en llegar corriendo.

— ¿Que paso? —pregunto caminando con rapidez hacia Marceline.

—No losé.

Jennifer le dio una mirada a Simon.

—Marceline—llamo el pelirosa tratando de hacerla entrar en razón, pero ella no dejaba que ni siquiera él se le acercara. Ella continuaba a murmurar cosas sin sentido.

—Jennifer sácalo de aquí…

La enfermera se quedó mirándolo por un rato.

—Si…si

Girándose a ver al castaño intento hacerlo salir. Algo difícil cuando él estaba poniendo resistencia.

—Por favor, tienes que salir. —mascullo jalando del brazo a Simon.

—Ella estará bien…

Registrando apenas las palabras de Jennifer, Simon asintio.

—Vamos.

Gumball miro de reojo a ambos. El castaño se estaba convirtiendo en un impedimento para la recuperación de Marceline, él estaba tan desesperado por asegurarse de que la pelinegra lo recordara que no se detenía a meditar que había cosas que ella no quería rememorar.

—Él…él quiere hacerme daño…

Regresando a verla intento calmarla.

—No hay nadien aquí que quiera lastimarte. —dijo tomándola por los hombros.

—No, él está buscándome…

Mirándolo a los ojos de un momento a otro lo abrazo.

—Ricardio…

Con las manos levantadas Gumball la miro confundido.

— ¿Recuerdas a Ricardio?

—Él…él… ¿está aquí?

Comenzó a mirar hacia todos lados en busca del temido pelirrojo.

—No, él está en la cárcel. —respondió Gumball apartándola suavemente de su lado.

— ¿En la cárcel?, ¿por qué?

—Él te lastimo…

Mirando al doctor con una expresión en blanco, Marceline se quedó callada.

— ¿Que me hizo?

Gumball bajo la mirada.

—Marceline…deberías descansar un poco…

Ella negó.

—No…dime que hizo. —exigió apretando los puños.

—Te secuestro…

Las imágenes y las voces regresaron. Ella recordaba apenas lo que paso.

—Ahora, tienes que descasar.

La empujo en la cama y ella después de un rato giro la cabeza y miro por la ventana al castaño afuera de su habitación. ¿Porque su solo presencia le recordaba a Ricardio?, se preguntó dando un suspiro.

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Lazando un suspiro Simon camino de regreso a la sala de espera donde había visto que estaba Betty esperando. Ella estaba tan emocionada por ir a ver a su tía y él solo la había hecho perder el tiempo aquí.

— ¿Está todo bien? —pregunto Bonnibel saliendo de repente.

—Si…solo…quiero irme a casa.

Caminando a su lado ella sonrió.

—Tranquilo…ella ya te recordara…

Suspirando Simon negó.

—Ya no estoy tan seguro.

Después de buscar a Betty los tres salieron del hospital y mientras iban en el auto que Bonnibel tomo de su hermano, ella decidió que lo mejor para todos seria que le contara sobre el pequeño secreto que Ricardio le confió antes de ir a prisión.

—Simon…tengo algo que decirte…

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Hooooola mis queridos lectores soy yo de nuevo, tal y como se los prometí con la secuela de "Recuérdame". Espero que este capítulo fuera de su agrado. No me gusta tener que hacer sufrir al pobre de Simon, pero como una fanática del drama y el romance no puedo evitarlo. XD

Pero bueno no lo hare sufrir por mucho tiempo, así que fans del Simoline no me odien ;)