El universo de Percy Jackson es propiedad de Rick Riordan. Lo único que me pertenece es el personaje principal Ari Fernández.

Narración.

—Diálogo

—Aclaraciones—.

(Intervenciones en la narración).

"Pensamientos o frases que se dijeron".

Aclaraciones y Advertencias: Los personajes no me pertenecen. OC. OCC. Una historia random con sus debidos momentos serios. Esta es una recopilación de drabbles y one-shots, no necesariamente pertenecientes a actividades al foro. Cuando sea así, lo indicaré con un anuncio previo al título de la historia correspondiente. La idea original de éste formato pertenece a DarkWolfDont'EatSalad, yo soy una vil imitadora que encontró la iluminación en su idea.

Summary: mira, yo no quería ser hija de Deméter, pero bien dice el refrán que a la familia no se escoge. Así que aquí me tienes con mi pinche granja loca de helechos mutantes y psicotrópicos.

Este fic participa del reto "Tu llegada al Campamento" del foro Campamento Greco-Romano.


Hay droga, y no es broma.


—Yo no debería estar aquí —repetí como por décimo quinta vez en lo que iba de hora, pero Katie no me hizo caso. Al parecer decantó por ignorarme tras mis muy elocuentes apelaciones posteriores al último reclamo de Maizilla que, ¡sorpresa! Fui yo. La mujer que inventó los cereales Kellog's era mi mamá.

Aunque eso explicaba por qué las caraotas crecían bajo mi cama pese que las dejaba olvidadas todas las semanas del proyecto de botánica. Y por qué siempre me tropezaba con puras raíces. También tenía sentido el hecho de que los árboles parecieran coordinarse para que no me diera tremendo madrazo cuando me subía a ellos estando más pequeña.

¿Pero saben qué? Me quedo con mi mamá falsa, la carne, los Maizoritos y la comida chatarra. A HUEVO TRIUNFARON LAS COTUFAS, MAN.

Pero regresemos un poco atrás, seguro que ni saben de lo que les estoy hablando.

Desde que estaba en tercer grado me quería ir de Venezuela.

Sin mentir, siempre he tenido un instinto bastante acertado; me dice la gente que me conviene, los días que tengo que salir, y cuando indiscutiblemente la he cagado en un examen. He intentado hacerle la contra para ver si no son puras cosas mías, ¿y saben qué? Perdí cinco puntos por no colocar «Giotto» al nombre de un cometa, solamente porque pensé que era demasiada coincidencia que estuviese pensando en Giotto Vongola cinco minutos antes. Puta vida.

La cuestión es que mi intuición me decía desde pequeña que ese país se iría a la mierda, ¿y saben qué? ¡Tenía razón! Lástima que no tenía ganas de echárselos en cara a todas las personas que me tildaron de pesimista a lo largo de los años. Ahora que los mercados estaban vacíos, literalmente tenías que hacer cola para todo y sin materia prima suficiente para colorear siquiera un pinche pote de helado, me deprimí de verdad. Luego el dólar subió a 700 bolívares, y me deprimí más.

Pensé que me iba a quedar en esta mierda para siempre, que jamás podría salir por ser ciudadana clase media. Entonces mi tía Carla puteó a mi papá y supe que había esperanza.

Verán, mi familia es —o era, debido a la iluminación debida que recibí… literalmente— mitad snobs y mitad del cerro. Las dos tienen orígenes pobres, pero una vez la condición económica de mi familia paterna mejoró hicieron como que nunca estuvieron en la miseria; mi familia materna es un nido de trolls —de algún lado tuve que aprender, ¿no?— así que no les importa, viven felices en el monte de Naguanagua donde hay una invasión de casas que eventualmente se volvió una residencia legal. Nada raro en la tierra del "exprópiese".

Para acortar, mi tía Carla es de la parte snob, pero de mis tías paternas es la menos quisquillosa. Está divorciada, tiene un hijo y se volvió a casar con un español hace poco; ella me aprecia porque siempre quiso una niña como ella, y mi prima no cumple con esas expectativas. Siempre que mi papá me obligaba a pasar una semana en Caracas, mis tías me aventaban como si fuera una pelota y solamente mi tía Carla se quedaba conmigo durante días y a mí me la sudaba porque ni yo la molestaba ni ella me molestaba a mí. También porque trabajaba en un centro comercial y yo podía pasármela jugando en el puesto de Nintendo durante horas, ir al Chip-A-Cookie, vagabundear en la tienda de música o meterme a la librería repleta de fans de Harry Potter que me hicieron odiarlo.

Perdonen, déficit de atención, ¿dónde iba? Ah, sí: mi tía puteando. La cosa es que mi tía me había invitado a viajar varias veces, al igual que mi abuela… y prácticamente toda la gente que conozco, pero nunca me daban permiso. Mis papás siempre fueron medio paranoicos con eso de dejarme salir. Ugh, recuerdo esa excursión donde mandaron a un trabajador como guardaespaldas. Bueno, mi tía Carla consiguió que mi papá me dejara viajar sola al fin, y obviamente tomé la oportunidad de salir de aquí cuanto antes.

Pero no fui a España.

Resulta que después de calarme un viaje entumecedor hasta Caracas desde Valencia para tomar un avión, chillar como desquiciada en ese armatoste metálico porque le temo a las alturas, y aguantar todas las molestias correspondientes… llegué a Estados Unidos.

Sí, la tierra de los yanquis a los que Maduro les da tan mala fama con propaganda barata y absurda.

Y doble sí, me subí al avión equivocado por andar pensando en la inmortalidad del cangrejo. Mi vida es como una película o una serie de televisión... no me envidien, en serio.

¿Cómo terminé donde ando varada actualmente? La pobreza, supongo. No tenía dinero para pagar un taxi ni la fluidez en inglés para pedir un teléfono. Dudaba además que me hicieran caso por mis evidentes rasgos latinos, tengo clarísimo que no somos las persones más agradables desde el punto de vista Estadounidense (a estos fresas les convendría aprender que América no es solamente USA).

En términos generales estaba jodida por todas partes, pero no me podía quedar ahí. Con todo y el cansancio empecé a vagar por el aeropuerto, aunque sin salir de él ya que no soy estúpida. Con algo de suerte se daban cuenta del error y me mandaban a llamar en unas horas por los altavoces, a ver que se hacía. Y así yo iría con mi tía, y mi papá nunca se enteraría de esta cagada.

Sobra decir que no me salió como lo planee.

En medio de mi hueva me topé con un vagabundo y mi sentido de anti-choros se activó, feel like Spiderman, así que me alejé. Pero el vagabundo me siguió. Y yo estaba como «Oh mierda, me van a robar el iPod y la Intuos Manga». Traté de perder al tipo, pero nada. Incluso empecé a rondar cerca de los guardias para ver si lo sacaban a las patadas, pero fue como si el vagabundo no existiera.

Ya cuando no pude aguantarme la mirada del tipo, hice lo que toda mujer joven venezolana sabe hacer como hembra que se respeta. Y no, no es formar peos en lugares públicos; sino patear bolas cuando sientes que invaden tu espacio personal, tomar tus cosas y echarte a correr como si te acabaran de decir que eres el próximo Krillin.

Para acortar lo que siguió, se podría decir que hubo una persecución a lo Scooby-Doo, que culminó conmigo metida en una zanja y el vagabundo hecho polvo. Polvo. Y yo que soy alérgica a esa mierda, seguro mañana despierto con la cara brotada.

No recuerdo lo que pasó después porque me desmayé del cansancio, pues nunca fui de correr demasiado ni de hacer ejercicio. Cuando abrí los ojos ya no estaba en la zanja sino en la parte posterior de una camioneta, lo primero que capté fueron los ojos caleidoscópicos de una chica bastante guapa… y lo digo de la manera más melasudasexual posible.

—¿Pero qué me pasó? ¿Quién eres? —me arrepentí de preguntar porque me dolió mucho la cabeza. Y créanme que tengo dolores feos.

—Quieta —me dijo, y mi cuerpo entero se puso tan rígido como si me hubiera dado rigor mortis—. Lo siento, pero es por tu bien.

Quise decir alguna broma como: «Usted verá, tengo tendencias autodestructivas. Me gustan los Cheetos». Pero hasta la boca la tenía paralizada. Lo que me hubiera hecho la chica, funcionó de fábula.

Me ayudó a recostarme de nuevo y me explicó algunas cosas, entre ellas, que su nombre era Piper McLean y que la camioneta la conducía su novio con licencia recién expedida la semana pasada. Ya cuando me dijo que era hija de Afrodita y él hijo de Júpiter creí que todo se fue a la verga y Hatsune Miku era la Primer Ministro de Japón, pero me tuve que tragar todo después de darme cuenta que yo no sabía ni "J" de inglés pero sí le entendía al griego. Quiero decir, ¿modismos chilenos, argentinos, mexicanos? Sí me los sé, porque Venezuela tenía desde inmigrantes chinos hasta suizos así que no era raro que hubiera más latinoamericanos y se me pegaran sus muletillas; pero de inglés no sabía ni los cursitos de Open English. Tampoco es que fuera mala porque pegué un 17 sin estudiar a la materia, pero desde el bachillerato me volví vaga para cualquier cosa que involucrara estudiar. Si acaso lo podía leer a medias por mi búsqueda de fics en Fanfiction.

Soy especial, déjenme.

Horas más tarde estaba estableciendo contacto a lo E.T con Leo Valdez, un loquillo buena onda que por suerte podía entenderme. Entre él y Piper me explicaron más o menos como funcionaba la cosa: los dioses eran reales, mis profes estaban equivocados sobre Cristo redentor y la inexistencia de la reencarnación, los árboles son vengativos y las náyades redefinían las jaladas de pies con zambullidas incluidas.

—Las rosas son rojas, Lapras azul; aunque te parta los ovarios, de Deméter eres tú.

Volviendo a la actualidad, era hora del desayuno y Austin, hijo de Apolo, se había acercado a molestarme después de mi epic fail. Resulta que había apostado dinero que no tenía, confiando en que mi ocio y mi no tan mierdera habilidad artística me harían hija de la Cabaña de los Sexys II. Pero no, Deméter decidió que sería divertido humillarme como haría mi vieja troll allá en Venezuela, y me reclamó.

Por lo que en lugar de mandar a Austin directo a la chingada, refunfuñé y dije:

—¿Te lo puedo pagar por cuotas? Estoy pensando hacer un jardín de amapolas mágicas y maría juana clandestino o algo así. Cuando tenga los dracmas esos te los deposito a tu cuenta o lo que sea.

Toda una joyita yo, ¿verdad, mamá?

Austin se rió.

—Tranquila, págame cuando puedas —dicho esto me guiñó el ojo y se fue, en plan tío guay; pero no porque estuviera coqueteándome o algo, sino porque seguro quería hacer una salida dramática.

Sin más que tratar me fui derechito a la mesa que me tocaba y ahí me quedé con cara de «Es lunes y Garfield lo sabe» hasta que llegó Miranda, otra de mis hermanas. Me miró y rodó los ojos.

—¿Sigue en negación?

—Seh.

Mis hermanos siguieron comiendo como si no pasara nada. Carajo, en serio son parientes míos, porque yo habría hecho lo mismo.

—Ya pues —dije, pidiendo Coca Cola a mi vaso para beber—. Me resigno —anuncié con voz dramática—. ¿Estás feliz, mamá? —okay, como que se me fue el tornillo ahí, pero no me importó—. ¡Acepto que pertenezco a tu granja! ¡Pero no seré tu Amish ni tu Testigo de Raíz! —entonces miré a mis hermanos—. Y tendré mi pinche granja loca, con helechos mutantes y psicotrópicos.

—No me toques mi banzano y tenemos un trato.

—Hecho.

Y así fue como llegué al Campamento… súper interesante, ¿no?


Nota de la Autora:

Pues aquí está.

Mi personaje es hija de Deméter porque así resultó el test, por lo que de eso trató… más o menos. También se supone que los personajes no deben alejarse demasiado de la personalidad del autor, así que ya ven, Ari me salió droga pura. Literalmente fui escribiendo conforme se me ocurrían las chorradas aquí escritas.

Unas cosillas sobre mi personaje, por si alguien del foro lee esto y la quiere integrar a futuro o algo:

Su nombre es Ari Fernández, tiene veinte años y es una hija de Deméter a la que la idea no le hace gracia, pero se adaptó "con estilo".

Su personalidad a corta cháchara se resume a esto: selectiva sobre quién, cómo y cuándo relacionarse, femenina solamente cuando le da la gana, esa amiga que te putea con amor y se inventa jodas con cualquier cosa por más mínima que sea, bien sarcástica y con un sentido del humor raro pero que de alguna forma hace reír.

Su apariencia sería ésta: tez blanca como la leche, cabello ondulado y castaño a menudo amarrado en una coleta alta, ojos verdes. No tiene un estilo definido para vestir, pero le gustan más los pantalones que las faldas y vestidos. Tiene sentido de la moda pero su vagancia predomina, así que se pone lo primero que encuentra la mayoría de las veces.

Nos vemos.