Prólogo: Ojos grises
Draco observó su reflejo en el espejo ricamente decorado del gran salon de la mansión Malfoy. Su pelo rubio platino, pulcramente peinado hacia atrás, liso y fino como la seda, aunque empezaba a estar algo largo, como probaba el mechón rebelde que caía sobre su frente. Miro su atuendo: una capa de mago de a mejor calidad, con un tono plateado, caía limpiamente sobre sus hombros. Debajo llevaba un traje de etiqueta negro, y en la solapa un pañuelo, como estaba de moda antes. Los zapatos negros, recién sacados de la caja , brillaban y olían a nuevo.
Iba impecable. Impoluto. Como siempre.
Su piel pálida, casi de marmol , contrastaba con la oscuridad del traje, y el plateado de la capa resaltaba sus ojos.
Unos ojos de un gris metálico, sin una pizca de azul, un gris tormentoso que hipnotizaba a todo el que cruzaba esa mirada, y que había hecho suspirar a casi todas las chicas que conocía ,y algún que otro chico.
Siempre había estado orgulloso de sus ojos. La gente solía decir que era el vivo retrato de su padre, y sin duda se parecían mucho. Ahora que acababa de cumplir 16, Draco se parecía a Lucius más que nunca. Eran prácticamente igual de altos, con la misma silueta estilizada; incluso en la forma de andar o de hablar, las similitudes eran demasiadas. Draco sospechaba que si se dejaba el pelo como su padre, la gente lo confundiría de lejos con el señor Malfoy.
Sin embargo, Lucius Malfoy poseía otra mirada. Gelida, de un azul extremadamente claro, que a Draco le habían siempre recordado a dos tempanos de hielo. Tan cortante pese a ser hermosa que generalmente la gente no podía sostenerla más de un minuto.
No eran sus ojos, los de su madre, los que lo marcaban como un Black.
Trago saliva y sin acordarle ni un segundo más a su reflejo se dirigió hacia el hall de entrada. Allí se encontraba su madre, vestida con un precioso vestido verde esmeralda que hacía resaltar su pelo de un rubio dorado. Estaba hermosa, como siempre. Le sonrío cuando le vió llegar, pero pese a su sonrisa, Draco vió que aún tenía los ojos rojos después de haber llorado.
Maldijo interiormente, otra vez. Su madre no lo dejaba notar y lo disimulaba lo mejor que podía, pero a Draco no se le había pasado por alto que desde los eventos del ministerio su madre hbaía estado llorando.
Sintió el calor de la rabia recórrele las entrañas pero solo esbozó una ligera sonrisa y se acerco para darle un beso en la mejilla a su madre. Luego galantemente le otorgó su antebrazo derecho, y ella pasó su delicada mano . Draco pudo ver que su madre parecía más delgada que de costumbre.
Apretó los dientes y sin decir nada empezaron a andar hacia el sitio en que habían dejado el traslador que les llevaría a su destino.
Sentía ganas de gritarle a su madre que dejase de llorar, que no tenía derecho. Hacía ya tres meses desde lo del ministerio. La observó de reojo. Odiaba verla así. Destrozada, con aquellos ojos grises que él había heredado, y que hoy resaltaban especialmente debido al maquillaje que se había puesto, perdidos en recuerdos del pasado. Los mismo ojos que él.
Sirius Black.
Anduvieron en silencio. Draco sentía que la rabia se lo estaba carcomiendo por dentro. Sirius Black, su tía Bellatrix, Harry Potter...el maldito Potter que siempre acababa metido en su vida. Por culpa de Potter y de la loca de su tía , su padre se estaba pudriendo entre rejas y su madre...
Dio un resoplido de frustración Narcissa no pareció oír. Había sido un tonto. Ingenuamente había pensado que su madre estaba tan mal por su padre y por la mala situación en la que se encontraba ahora el apellido Malfoy. Y en parte era así. Draco sabía que su madre quería a su padre, aunque empezaba a sospechar que nunca se habían enamorado, y también sabía que lo estaba haciendo todo por mantener la situación de la familia después de que volviesen a estar en el punto de mira como los mortífagos que hasta entonces se habían mantenido en la sombra.
Un escalofrío recorrió su espalda. Mortífagos. Eso pensaba que eran. Como Bellatrix Lestrange...como su padre. Un sabor amargo llenó su boca. De alguna forma siempre había fantaseado con la idea de que su padre, el que había sido un referente en su vida hasta entonces, fuera un poderoso mago oscuro que pudiese llevar a cabo los ideales de su familia. Era una fantasía oscura, morbosamente placentera, pero no había sido más que eso. Un delirio de su imaginación. Descubrir que su padre era peor de lo que su imaginación había llegado a idear había supuesto un choc y un rechazo instantáneo de su parte que le había costado todo su autocontrol disimular.
No podía quitarse de la cabeza la imagen de su padre , con el traje de preso, desmejorado, su melena sucia y la mirada cansada hablando en voz baja a través de los barrotes. Recordaba su voz rota por el cansancio, la mirada de hierro de los cuatro aurores en su espalda haciéndole sentir incómodo. El minutero mágico que les recordaba que solo tenían 15, 10, 5 minutos más para hablar con el preso de alta seguridad. Y sobre el antebrazo izquierdo de su padre, la marca.
Sabía, en algún lugar dentro de él, que siempre había estado allí. Esos brazos que lo habían acunado de niño eran los mismo que habían torturado y matado. Pero verla, oscura, reluciente, moviendose contra la piel blanca de Lucius era distinto.
Por fin vislumbraron el traslador, y sin decir ni una palabra se acercaron a él. Entonces Narcisa se desprendió del brazo de su hijo y se acercó al objeto. Se trataba de una vieja bufanda agujereada, y tan sucia que ni un elfo la quería.
Narcisa se acercó al objeto y esperó. Draco levantó una ceja, sorprendido.
-¿Esperamos a alguien?- preguntó.
-Un invitado de última hora-comentó Narcissa con voz queda, mirando en dirección opuesta. El viento de la mañana removía ligeramente su cabello liso, y Draco se dio cuenta que en efecto estaba más delgada. Observó su antebrazo izquierdo. Virgen.
Su madre no era una mortífaga, pero se había casado con uno. Él no quería ser un mortífago.
Abogaba por la pureza de sangre, sí. Despreciaba a los nacidos de muggles...suponía. Ya no estaba muy seguro de odiarlos.
Pero no quería ser un asesino a sueldo. Una vocecilla en su cabeza le susurró que no había dudado en desearles la muerte...se vio a si mismo en segundo año , cuando la cámara de los secretos había sido abierta. Como había pronunciado despreocupadamente que ojalá muriese Granger.
Volvió a sentir el sabor amargo en la boca. Vaya idiota redomado estaba hecho con 12 años. ¿Acaso había pensado realmente lo que decía?
Una vez más, pensó en los ojos rojos por el llanto de su madre, el llanto ante la pérdida de alguien, y tuvo ganas volver a segundo para poderle dar un par de tortas a su versión más joven, y también quiso darse un par así mismo por no saber como ayudarla.
Porque ahora sabía que Narcissa Malfoy no solo lloraba por Lucius y él no sabía como ayudarla.
No podía terminar de dormirse. Habían visitado a Lucius hacía casi una semana, pero desde entonces, no paraba de tener pesadillas. No eran pesadillas largas, sino flashes cortos, intensos, en los que veía a su padre sufrir en la cárcel. Algunas noches, Lucius se suicidaba, otras se volvía loco. Aquella noche, el Lucius de sus sueños recibía el beso del dementor. Se despertó sudando, y decidió que le vendría bien salir a tomar el aire. Normalmente habría llamado a un elfo para que le preparase un baño, pero ni lo pensó. Simplemente cogió una bata y emepzó a caminar. Se dirigía hacia la puerta del jardín trasero cuando lo vió.
Un resplandor verde que parecía llegar de la biblioteca. Entonces oyó el murmullo de unas voces, y lo que parecía un llanto de alguien que reconoció como su madre y su corazón se aceleró. Alguien acababa de llegar a su casa, en mitad de la noche, por la chímenea. Con sigilo avanzó hasta la biblioteca, que tenía la puerta abierta y se asómo.
Parpadeo varias veces, atónito.
En medio de la biblioteca, su madre abrazaba a una mujer de pelo castaño oscuro mientras lloraba desconsoladamente, y ella le acariciaba suavemente la cabeza y le murmuraba palabras , pero pudo ver que también lloraba. Draco nunca había visto a su madre así. Narcissa no lloraba, y si lo hacía, como cuando habían ido a ver a Lucius a Azkaban, eran lágrimas silenciosas. Dos o tres gotas de agua que surcaban sus pálidas mejillas y que se daba prisa en borrar. Pero esto era diferente, los llantos de su madre eran desgarradores, y se dio cuenta que si no la había oido era porque había insonorizado la sala.
"Shhhh...está bien Cissy. Todo irá bien" murmuró la otra mujer con voz suave. Estaban en el suelo, de rodillas, y Draco pudo ver que estaba evitando que su madre se desmoronase. Pudo ver que la bruja tenía aún la capa de viaje puesta, y supuso que su madre la había abrazado en cuanto llegó.
Draco tenía un nudo en la garganta, no soportaba ver a su madre así, pero se desizo sin hacer ruido por la pared y se colocó detrás de una de las numerosas estanterías. La bruja se ecnotraba de espaldas al fuego, así que no podía verle la cara.
Fue entonces que se movió, y Draco tuvo que ahogar un grito. ¿¡Bellatrix?!
Pero entonces la bruja sentó a su madre en el sillón más cercano a la chimenea, un sillón de cuero negro de formas redondeadas, y ella se sentó al lado, sobre el reposabrazos, y le pasó un brazo por los hombros mientras conjuraba una taza de té.
Y Draco vió que no era Bellatrix Lestrange, aunque se le parecía mucho. Tenía el pelo ondulado, no rizado, y claramente no era negro. Sus rasgos le recordaban mucho a los de su tía, y poseía los mimos ojos grises que ella. Pero su semblante era más suave, su piel más oscura que la de Bellatrix, y vestía un vestido rojo oscuro bajo su capa marrón que Bellatrix nunca se pondría.
"¿Te sientes mejor, hermanita?" Murmuró con voz suave.
La realidad golpeo a Draco. Ya no recordaba que su madre tenía dos hermanas.
¿Pero que hacía Andromeda Tonks allí?
Narcissa solo asintío.
"Lo siento. No debería hab-berme desmoronado así. Es poco d-digno" respondió su madre mientras se secaba algunas lágrimas más.
"Olvidate de tu dignidad Cissy, estás conmigo. Nunca has podido engañarme"
Su madre abrió la boca para protestar, pero volvió a cerrarla, y asintió lentamente. Sorbio un poco de su té.
"Gracias por venir" acabó diciendo.
"¿Cuándo fue la última vez? ¿Un poco después de que naciera Draco?" Preguntó Andromeda con un deje de humor en la voz.
"Sí. Tuve que esperar a que Lucius estuviese de viaje. Nunca lo hubiese permitido"
"Le hubiese dado un infarto. Una sucia traidora a la sangre como yo pasando 3 días en su casa, comiendo en su mesa y jugando con su joyita rubia" río, y para sorpresa de Draco su madre la acompaño en la risa.
"¿Cómo está Draco?" Preguntó entonces Andromeda, y Draco levantó las cejas se sorpresa.
"Mal. Su padre está en Azkaban. Pero dentro de lo que cabe, está bien. El no sabe..."
"Cissy, no sabes si él vendrá a por Draco"
"He hablado con Severus, Andy. El señor oscuro está muy enfadado con Lucius. Tengo miedo" tragó saliva " mucho miedo por Draco."
Andrómeda calló algunos segundos. Draco se dio cuenta de que un silencio icómodo se había formado entre las dos hermanas.
"Lo siento, sé que estamos en bandos opuestos..."empezó Narcissa. Pero Andrómeda la interumpió.
"Da igual. Es solo que mencionaste a Snape y no pude evitar pensar en cuando estabamos en Hogwarts" comentó
Andrómeda cambiando habilmente de tema.
Una sonrisa triste pasó por el rostro de Narcissa.
"Mira, aún tengo esto" dijo mientras ajitaba su varita. Draco pudo ver cómo aparecía un libro de tapa gruesa que estaba seguro de no haber visto en su vida. Su madre lo abrió y una sonrisa ilumino el rostro de ambas hermanas , haciendolas verse muy parecidas.
"¡Cissy! ¡Las fotos de Hogwarts, creía que las habías tirado!"
"Nunca. A veces las miro, cuando no puedo dormir" comentó simplemente la rubia.
"Mira, toda la casa de Slytherin. " apuntó Andromeda hacia el libro. "No recordaba que Regulus llevase el pelo tan largo"
"Estaba muy guapo"
"Era un Black. ¿Qué esperabas?" Río Andromeda. "Creo que intentaba imitar a Sirius que por entonces era un autentico rompecorazones" le tembló ligeramente la voz, pero no quitó la sonrisa.
Un brillo triste pasó por la mirada de su madre. "Sí..."
"Y ahí está Snape, en tercero" siguió la castaña como si nada. "No parecía muy contento"
"Está intentando salirse de la foto" comentó Narcissa.
"Y Parkinson. Y Mulciber. Y Rabastan antes de ser un idiota. Siempre me alucinó ese pelo rojo oscuro. ¡Oh! Y Zabini. Dios mío, su hijo es igual que él"
Entonces Narcissa sonrío más aún.
"Zabini que te gusto durante una temporada..."
"Nah, ya sabes que miraba más lo que había en otras casas...para variar"
"Hablando de otras casas..."
Narcissa giró la página y esta vez Andrómeda solo pudo abrir la boca y taparsela con la mano.
"Cissy..."
Y entonces Draco tuvo que usar la imaginación, porque lo único que veía era como las lágrimas perlaban el rostro de Andromeda.
"No...pensé que estas fotos se habían perdido . Qué...¿de donde las has sacado?" Murmuro.
"Sirius me pidió que las guardase cuando estaba a la espera de juicio. Imagino que no pensaba que lo iban a encerrar. Le dije que se podía ir al diablo" dijo Narcissa con voz temblorosa "pero luego le condenaron y al cabo de unas semanas fui a por ellas. No quería que se perdiesen"
"¡Como no me dijstes que las tenías!"
"No encontre el momento. Lo siento" respondió, y miró a su hermana. Andromeda tenía el ceño fruncido, pero al cabo de un rato se relajó.
"Ya da igual..." Suspiró Andromeda. "¿Puedo?" Preguntó, y cogió el libro para apoyarlo sobre su muslo, mientras Narcissa se
apoyaba sobre ella y la mayor empezaba a dar vueltas a las páginas.
Draco se moría de impaciencia de saber que tenían aquellas fotos de especiales, cuando su tía habló:
"Me encanta esta" dijo la castaña. "Potter, Sirius, tu y yo" .
¿Acababa de oír bien?
Narcissa asintió. "Fue hace una eternidad. ¿Qué teníamos?"
"Mmm, pues yo tenía quince, tu trece y ellos 11.¿ Eran las vacaciones de verano, recuerdas? Iban a entrar en segundo"
"Me acuerdo. Estábamos en la mansión Potter porque los tíos estaban muy enfadados con Sirius por haber quedado en Griffindor" relató su madre, y Draco pudo ver como la nostalgia impregnaba sus palabras "y Potter le invitó a pasar el verano y Sirius le preguntó si podía llevar a sus primas preferidas aunque fuesen dos " serpientes" ".
Andrómeda río. "Sí, y me acuerdo que casi me caí de la escoba cuando llegó la señora Potter mientras jugábamos al Quidditch para traernos la merienda y vi que era idéntica a la abuela cuando era joven".
"Sí. Dorea. Cuando llegue a casa la busqué por todo el tapiz hasta que la encotré."
"Eso fue hace mucho..."
"Y ¿esta?" Señaló Andromeda "Sirius y Regulus. En hogwarts, cada uno con su uniforme, cuando aún no se habían peleado"
"Y aquí sales tú con Evans y Snape"
Y una vez más, Andrómeda no dijo nada. Narcisa simplemente cerró el libro, y se lo extendió.
"Toma. Hay muchas más. Incluso hay una en la que estás en primero con los Prewett". Le dijo sin mirarla a los ojos, y Draco solo pudo pensar que no sabía quien era Evans pero que el apellido Prewett le sonaba de algo.
Andromeda lo cogió. "¿A veces todo es una mierda, eh?" Comentó, y Narcissa asintió sin mirarla.
"¿Como está Nymphadora?"
"Agobiada. Está bajo mucha presión, asustada y...triste. Le echa de menos"
"Yo le llevo hechando de menos más de veinte años, pero nunca pude decirselo"
Andromeda solo apretó más el album de fotografías:
"No sé como soportas verla a la cara..."
"No la he visto en meses... "
"Pero estoy segura de que te ha escrito. Y que acabarás viendola Cissy. Yo me iré, no volveremos a hablarnos y ella vendrá aquí. Y tu no harás nada"
Narcissa miró a la chimenea.
"Yo..."
Pero Andrómeda se había levantado y la apuntaba con el dedo.
"Los han matado Cissy. ¡A nuestros chicos! ¿Te acuerdas de cuando nació Regulus? ¿O de la primera vez que Sirius vió el callejón diagon, de su sonrisa? Voldemort mató a Reg y Bellatrix a matado a Sirius...¡Lo mató ! Sabes que no merecía estar en Azkaban, no merecía lo que le pasó y sobre todo ¡NO MERECÍA MORIR ASÍ!"
Se hizo el silencio en la biblioteca. Draco se estaba planteando salir de su escondite cuando vió que su madre volvía a llorar cuando Andrómeda suspiró y se agachó delante del sillon, de tal manera que sus frentes estuvieron a la misma altura.
"Lo siento. No debería haberte gritado así Ciss. Es solo que ahora mismo creo que odio a Lestrange más que a ninguna persona en este mundo. No sé lo que sería capaz de hacer si me la cruzase"
"Andy, tu no eres así"
"Le había recuperado, Ciss. Despúes de 12 años encerrado le había recuperado y ahora..."
"Yo lo siento...no sabes cuanto lo siento" murmuró Narcissa mientras se agarraba las piernas y Draco pensó que se la iba a tragar el sillón. Andrómeda puso entonces una mano sobre la suya.
"El no te odiaba. Pero estabamos en guerra...y tengo la impressión de que puede que siempre estemos en guerra. Pese a todo...nunca pudo llegar a odiaros a ti y a Reg. Lo sabes"
Narcissa asintió.
"Y pese a todo...siempre me tendrás Cissy. Aunque nos enfrentemos"
Narcissa tragó saliva.
"¿Y sí nos acabamos enfrentando de verdad?"
"Cissy...¿Porque no le pides ayuda a Dumbledore?" Preguntó entonces Andrómeda y su tono se hizo ligeramente más duro.
"No puedo...sería condenar mi familia a muerte..."
Anromeda suspiró.
"Tengo que irme Cissy. Pero no quiero dejarte así" dijo.
Narcissa negó con la cabeza.
"Me gustaría seguir en Hogwarts"
"Y a mi" respondió su hermana.
Entonces Draco vió como su tía se levantaba y le daba un beso en la frente a su madre. Luego se dirigió a la chimenea.
Antes de salir, miró una ultima vez a Narcissa.
"¿No quieres saber lo del testamento?" Preguntó.
Narcissa la miró extrañada. "Quieres que pregunte por Potter, ¿verdad?"
Andrómeda sonrío muy ligeramente.
"Olvídalo, no he dicho nada. Adiós Cissy. Y ten cuidado. Te quiero"
Y mientras Andromeda Tonks desaparecía una llamarada verde, Draco juraría que su madre respondía "Yo también".
Un ruido lo sacó de su recuerdo, y vió como un hombre se acercaba a lo lejos. Iba vestido con una capa negra y parecía alto. Draco se acercó a su madre. Frunció ligeramente el ceño. Iban a la boda de Zabini y Parkinson, ¿porqué de repente se les unía un invitado desconocido?
Cuando el hombre se quitó la capucha, ahogó una exclamación de sorpresa.
-¿¡Weasley?!
