LÁGRIMAS DE SANGRE
Severus Snape, yacía, como siempre, tumbado en la cama de doseles verdes de su solitario despacho. Algo había cambiado en aquellos tres meses… algo que ni si quiera él podía comprender. No sabía cuánto tiempo llevaba ahí tumbado, ni cuánto tiempo llevaba sin probar bocado, no lo sabía… pero tampoco le importaba demasiado. Se tiraba horas y horas mirando la fría pared de ladrillos grises de su despacho, con la mirada perdida en las infinitas grietas de los ya gastados bloques de su habitación...
Hacía frío. Mucho frío. Pero no tanto como el frío que había en su corazón.
No quiso levantarse para encender un fuego, ¿para qué? Eso no le solucionaría absolutamente nada, pues el frío que tenía no provenía del clima.
Nunca dejó de pensar en su situación, el por qué de ese sentimiento que le atormentaba y que ni siquiera sabía lo que era. Intentó por todos los medios darle un poco de elocuencia a sus sentimientos, cosa que, a su tremendo pesar, no consiguió. El curso oficial comenzaba mañana. Quizás estaba… ¿nervioso? ¡Demonios! ¿Por qué iba a estarlo? Nunca había estado nervioso por el comienzo de las clases, sino al contrario, apenado. No era posible que este año estuviese nervioso… ¿o sí?
Movió la cabeza como intentando alejar ese pensamiento de su ya torturada mente.
Seguía sin moverse del sitio, casi sin respirar apenas, cuando dieron unos suaves golpes a la puerta. Severus no se movió, sino que permaneció donde estaba y como antes. No tenía ganas de hablar con nadie, no tenía ganas de que esos patéticos personajillos le atravesaran el día con sus estupideces.
La puerta volvió a sonar más fuerte, y esta vez fue una voz de mujer, severa y autoritaria, la que habló.
-Severus, debemos preparar las cosas para el comienzo del curso, y necesitamos tu ayuda. Deja de vaguear y ven conmigo.
El aludido solo emitió un gruñido, apenas audible. No se movió, no habló. Un nudo en la garganta comenzaba a ahogarle.
-Severus, ¡Severus!
Carraspeó lo suficiente para que el nudo de su garganta se deshiciera.
-Ya voy, Minerva, no hace falta que grite…
Su voz de ultratumba sonó más siniestra aquella vez. Tenía la boca pastosa y seca. Se notaba que hacía mucho tiempo que no mediaba palabra alguna.
Se levantó con pesar de la cama. El pelo alborotado por haber estado tumbado. La cara demacrada por no dormir en mucho tiempo, y el desesperado por no saber que narices le pasaba. Se levantó y se colocó la túnica negra que emitía ese extraño sonido al rozarse despacio con el frío suelo… Se peino y abrió la pesada puerta de su dormitorio. Al otro lado Minerva McGonagall le miraba con ojillos reprobantes, como si él fuera un alumno que hubiera incumplido las normas. Entonces el la fulminó con la mirada, una mirada fría, dura y llena de reproche. McGonagall desvió la mirada y echó a andar.
-Sígame, profesor Snape, el director Dumbledore desea hablar con usted.
No contestó. Simplemente pensó: "¿Qué coño querrá ese viejo loco ahora?" y pareció que Minerva adivinó sus pensamientos, pues llevaba fuego en los ojos de gato. Cruzaron pasillos y corredores, subieron escaleras, atravesaron tapices, Minerva con gran agilidad y rapidez, Severus con gran parsimonia y pesadez para la suya.
-Oiga, dese prisa. No tenemos todo el día.
El emitió un gruñido.
-Yo iré tan deprisa como me de la gana.-dijo siseante.
Ella paró de golpe, secamente, y Severus casi se estampa contra su espalda.
-Me gustaría saber qué demonios le pasa últimamente, Severus… No es plato de buen gusto tener que aguantar sus borderías.
-Si no desea aguantarme, no haberme llamado. – le dirigió una mirada de asco.
-No fui yo quién le llamé, sino Dumbledore, aun que yo también requiero de sus servicios.
-Éste colegio no me necesita para nada ahora, pueden arreglárselas para hacer las preparaciones solos.
-Créame, que si por mi fuera, usted no estaría aquí en este instante, y mas tarde tampoco, sino echado en su cama haciendo el vago, como un perro.
Dicho esto siguió andando. Severus no contestó. La palabra "perro" le recordó asquerosamente a Sirius. Un escalofrío de asco le recorrió la espalda.
Por fin llegaron al despacho de Dumbledore. Subieron las escaleras y pronunciaron la contraseña correcta. El águila que custodiaba la puerta se apartó majestuosamente, cediéndoles el paso. Avanzaron un poco y McGonagall se quedó atrás.
-¿Usted no entra?- preguntó el profesor.
-Es una conversación privada. –Hizo una pausa y Severus asintió- Cuando termine búsqueme, estaré en el Gran Comedor.
Severus volvió a asentir y se introdujo en el despacho de Dumbledore, cerrando la puerta tras de sí. Avanzó dos o tres pasos con cautela y de pronto sintió como algo cálido se posaba en su hombro derecho. Se sobresaltó.
-No se preocupe…Severus, soy yo.
El profesor le miró con los ojos abiertos: "maldito viejo asqueroso, ¡casi me mata del susto!"
-Oh, director Dumbledore… es usted. Me ha asustado. –dijo inclinándose ligeramente, a modo de saludo.
-Lo sé… últimamente, mi querido Severus, su alma está demasiado inquieta…- dijo dirigiéndose a paso tranquilo hasta su silla. Severus le siguió, y tomó asiento.
-¿Para qué quería verme? – preguntó aguantando el tono de irritación.
-Precisamente… quería hablarle de su… lamentable estado. –hizo una pausa y cerró los ojos encerrados en sus gafas de media luna- Últimamente a estado peor de lo que suele estar. No sale ni come, simplemente se limita a estar tirado todo el día en su despacho. Esto no puede continuar así, Severus… Mañana da comienzo el nuevo curso, y necesitamos que se active, por así decirlo.
El profesor Snape se tomó varios segundos antes de contestar.
-Estoy completamente activo, señor…Simplemente no tenía ganas de hacer nada.
-Me gustaría saber el motivo, si no le importa… -Los ojos del anciano de barba blanca atravesaban los de Snape, como intentando perforar su mente.
-Son motivos… personales. Prefiero guardármelo.
Dumbledore cerró los ojos.
-Está bien, pero quiero que cualquier problema me lo cuente. Sería muy grato poder ayudarle.
-Sí, sí, lo sé. Gracias. –Severus hizo una pausa y luego continuó- McGonagall requisaba de mis servicios…
-Oh, sí, vaya pues. No se demore. – el viejo esbozó una sonrisa.
Severus se levantó con pesar y salió del despacho, no sin antes despedirse. Caminó lenta y penosamente por los corredores de Howgarts, hasta llegar al Gran Comedor, donde la profesora McGonagall aguardaba junto con la ex profesora Trelawny.
-Ya estoy de vuelta, Minerva- avisó con la voz ronca.
-Estupendo. Empezaremos por montar los bancos en los que se sentaran al ser seleccionados los alumnos. – echó un vistazo a su alrededor. – Bien, si, eso de momento. Lo haréis Trelawny y tú.
"¿Trelawny y yo? Esta vieja está loca, también."
Los nombrados se adelantaron y comenzaron a elevar los bancos con sus varitas. Mientras, Trelawny se acercaba cada vez más a Severus, parecía que tenía intención de comunicar algo…
-Severus…
El no la miró. Se limitó a seguir con lo suyo.
-Severus, por favor, ¡he de comunicarte algo importante!- el profesor la miró con fuego en los ojos, no deseaba hablar con nadie- He tenido una visión espantosa sobre ti. Tu alma va a estar cargada de angustia y…
¡¡¡¡¡PUUMMM!!!!!
El escandaloso estruendo de los bancos al precipitarse hacía el suelo hizo que los pilares del Gran Comedor retumbaran, y que la ex profesora cerrara la boca repentinamente.
-Estoy arto de tus visiones, Trelawny, ¿me oyes? ¡Harto! – La voz de Snape irradiaba una furia contenida desde hacía tiempo- A ver si por una vez en tu vida no te has confundido, y me voy de este maldito mundo de una vez por todas.
La ex profesora no podía hacer otra cosa más que tartamudear. Los ojos se le habían quedado en blanco, la respiración entrecortada…y es que el odiado profesor de pociones, ahora parecía un demonio que irradiaba fuego.
-S-solo estaba advirtiéndote… -logró decir entrecortadamente.
Snape permaneció en silencio, y volvió a elevar el banco.
McGonagall apareció, alertada por el golpe.
-¿Qué diantres a sido ese ruido? – preguntó alarmada.
Severus tuvo que hablar, pues Trelawny seguía demasiado conmocionada como para poder hacerlo.
-Se me ha caído el banco- respondió este.
La vieja profesora le miró de reojo y volvió a irse.
Cuando hubo terminado de colocar todo ni siquiera se despidió, simplemente salió del gran comedor directamente hacia sus amadas mazmorras, buscando la paz de sus corredores fríos… la serenidad de su color grisáceo, la tranquilidad que le irradiaban sus muros.
No esperó a tener que desvestirse cuando entró a su habitación. Simplemente dejó caer su cuerpo en la cama de sabanas verdes y se sumió en un sueño intranquilo…
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A la mañana siguiente se despertó gracias al dolor de todo su cuerpo. Se sentía como si por encima del hubiera pasado una apisonadora. Le dolían todos los huesos y las articulaciones. Muy a su pesar se incorporó en la cama, y nada más hacerlo lo primero que vieron sus ojos fue la imagen que el espejo le devolvía… Era un horror. Desvió la vista de ese pensamiento y se levantó de la cama totalmente.
De pronto alguien golpeó a la puerta de su despacho. Fue a abrir conmocionado…¿Quién era el que tocaba a su puerta a las 10 de la mañana?
Torció el pomo y ante sus narices apareció Remus Lupin, con una radiante sonrisa.
Severus, incapaz de reaccionar de otra forma, cerró la puerta de inmediato. Cuando recobró el sentido la volvió a abrir echo una fiera.
-¿¡Pero qué demonios haces tú aquí?! – preguntó con los ojos en blanco.
-Dumbledore me ha vuelto a coger como profesor de D.C.A.O. – dijo él completamente radiante.
- Me refería a que… ¿! Qué demonios estás haciendo en mi mazmorra?!
-Oh…-dijo Remus mirando un poco por encima del hombro de Snape, intentando ver algo de la habitación- Los alumnos están a punto de llegar, y hay que recibirlos, claro.
-¿Cómo? No se les espera hasta por la noche, grandísimo gi… - se contuvo por poco.
-Han cambiado la hora.- dijo Remus sin inmutarse. –Ahora llegarán por la mañana, y el trayecto se hace por la noche.
-¿Y tú cuando narices has llegado? Ayer no estabas aquí- dijo Snape, no muy seguro de lo que decía.
-Llevo una semana en Howgarts, lo que pasa es que no has salido de tu… cosa esta.
-¿Habitación?
-No sé si se le puede llamar así…
-Quizás esté más allá de tu corto entendimiento- dijo Severus poniendo los brazos en jarra.
-Quizá, si… ja,ja,ja Bueno, lo dicho. Te esperamos arriba.
Y dicho eso desapareció tan de pronto como había aparecido. Severus no cabía en si del asombro. ¿Los alumnos estaban a punto de llegar? ¿Cómo era posible que hubieran cambiado la hora? Se preguntó si no sería una broma pesada, no obstante, no tenía ganas de averiguarlo.
Se apresuró en ducharse y vestirse en condiciones por una vez en mucho tiempo y salió de su amada mazmorra, dirección el Gran Comedor.
Todos los profesores estaban allí reunidos. Tal vez, al fin y al cabo, a lo mejor no era una broma de mal gusto.
El colegio estaba preparado para recibir a los alumnos, y nada podría cambiarlo. El profesor Snape se tendría que enfrentar de nuevo al frío y duro trabajo…
Con gran estruendo las puertas del gran comedor se abrieron, dejando que penetrara en el interior del castillo una masa negra. Los alumnos habían llegado.
La voz de McGonagall retumbó en el corredor, autoritaria, como siempre.
-Escuchadme todos – de pronto se hizo el silencio – los de primer año que se queden donde están. El resto que se vaya sentando donde quieran.
Un revuelo de capas y pisadas, voces, risas, y toda clase de sonidos volvieron a inundar la sala.
Cada alumno nuevo fue colocado en su casa correspondiente, y así transcurrió la noche.
Al empezar lo que en ese caso fue la comida, Severus no pudo evitar tener que encontrarse con la mirada de Potter y sus queridos colegas. No se sabe por qué extraña razón las ganas de comer se disiparon como una débil niebla… Volver a recibir ese odio de los ojos de Potter estaba resultando ser casi insoportable. Habría que acabar con eso de una vez por todas…
Habría que acabar con EL de una vez por todas….
Severus se levantó de la mesa de profesores con la cara demacrada, pero con aire resuelto y decidido, sin perder esa grandeza tan característica de él, esa esencia que le define… Se acercó hasta donde Potter y sus amigos charlaban animada y despreocupadamente.
-Potter…
Al escuchar su nombre éste se volvió. Remus vigilaba constante la escena desde la mesa de profesores, cauteloso.
-¿Podría hacerme un favor?- dijo Severus.
-¿Cuál?- preguntó el ojiverde.
-Piérdase de mi vista…- la mirada de Severus era fría, calculadora…
No supo por qué había dicho eso, simplemente tuvo ganas de decirlo, y lo hizo. De repente, un frió penetrante le caló los huesos, y un silencio siniestro se apoderó de toda la sala.
Todos dirigieron la mirada hacia la gran puerta de madera, que custodiaba la entrada al castillo, y con un chirrido perturbador ésta se abrió. Por ella apareció Rubeus Hagrid, totalmente exaltado, con lágrimas en los ojos.
Dumbledore se levantó de su asiento precipitadamente, y bajó casi corriendo de la elevación en la que se encontraba la mesa de profesores. Entonces le susurró algo inaudible en el oído, y Hagrid pronunció aquella palabra temida por todos, la palabra prohibida que te hería como un cuchillo cada vez que la pronunciabas… De sus labios cortados por el frío salió claramente…Voldemort.
Una atmósfera de pánico general llenó la sala. Un revuelo de preguntas, confusión y miedo.
-¡Silencio!
La voz de Remus se alzó por encima de los voces de los estudiantes. Una voz que a Harry le pareció tranquilizadora. Dumbledore se llevó a Hagrid y desaparecieron de allí.
Severus tragó saliva. ¿Voldemort? ¿Aquí? ¿En Howgarts? Imposible.
-Se suspende la comida. Que cada prefecto de cada casa guíe correspondientemente a los estudiantes hasta su correspondiente sala. Las clases empiezan mañana a las 9:00. –anunció Remus.
Todos se levantaron sin contemplaciones.
El trío Grifindor, de camino a su sala común…
-¿Qué creéis que le pasaba a Hagrid? ¿Por qué nombró a Voldemort?-dijo Ron, con cara de preocupación.
-No lo sé - dijo Hermione negando con la cabeza – pero me preocupa.
Ron y Hermione miraron a Harry, que parecía sumido en su propio mundo, hasta que habló.
-Yo tampoco lo sé… no he sentido la presencia de Voldemort. –dijo mirando por una de las ventanas del corredor.
-Hagrid parecía muy asustado, Harry, ¿estás seguro de que no notas nada extraño?- preguntó Hermione.
Harry guardó silencio un rato. Por unos instantes había estado tan cegado con la ira que sentía hacia Snape, que a lo mejor había pasado por alto alguna señal. Aun así, lo habría notado…
-No, no noto nada.
Con el paso del tiempo, Harry había aprendido que, su sexto sentido siempre le alertaba cuando él estaba cerca, ya que ese vínculo que había entre Voldemort y él de alguna manera los mantenía "unidos". Si él hubiera estado cerca habría notado su molesta presencia.
Desde que Sirius murió, Harry había estado todo ese tiempo en un estado de ausencia permanente. Por supuesto, aún seguía en ese estado.
Hermione y Ron, habían intentado por todos los medios que el ojiverde volviera a sonreír, pero el esfuerzo fue en vano. El dolor que Harry sentía le estaba consumiendo poco a poco… Sus amigos temían por el, pues ya no le importaba nada ni nadie, su corazón estaba intentando soportar tanto dolor, que se había olvidado de todo lo demás…
Ron y Hermione se miraron con preocupación, pero mantuvieron la boca cerrada.
El resto de la tarde la pasaron paseando por los al rededores del castillo (después de que se hubieran verificado que no había nada extraño rondando por ahí).
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Severus no comió nada aquel día. Intentó hablar con Dumbledore, para que le explicase que fue lo que pasó realmente con el bobo de Hagrid, pero no lo encontró por ningún lado. A lo lejos vio a la ex profesora Trelawny meterse en su antigua clase, y pensó en preguntarla, pero apartó esa idea de su cabeza en seguida.
Él sabía que era realmente imposible que Voldemort estuviera cerca de los alrededores del castillo, o al menos, lo deseaba fervientemente.
No obstante, decidió dar un paseo por los jardines, ya que todavía el buen tiempo seguía estando presente, y así, asegurarse de que todo estuviera en su sitio, pues ahora, menos que en cualquier momento, no tenía ganas de problemas de ninguna clase.
Así pues, avanzó hacia la gran puerta de roble y salió fuera, siendo la primera vez en mucho tiempo. Como consecuencia, tuvo que cerrar los ojos y protegerse con el brazo, ya que todo ese tiempo con la ausencia de luz solar, ahora le estaba provocando ceguera y le dañaba los ojos.
Cuando el efecto del sol se hubo pasado continuó andando magistralmente, erguido entre la multitud de alumnos rezagados, o que se dirigían a sus clases de herbología.
Todo había sido muy rápido, pensó. Un día estaba tirado en la cama, sumido en una preocupación que no sabía ni a que se debía, y al día siguiente se encontraba otra vez dando clase y escuchando la palabra…
-Voldemort.
Se dio la vuelta bruscamente y vio a unos alumnos de segundo a su lado. Su nombre le había resonado en la cabeza, hasta el punto de quemarle por dentro. Se puso las manos en los oídos, y apretó los dientes. La voz del muchacho sonaba en su cabeza, amplificada mil veces y haciendo un eco atormentador. Sentía como si miles de alfileres le pincharan a la vez en la sien y en el brazo izquierdo.
Abrió los ojos desesperado, y agarró al chico de los hombros, zarandeándole.
-¡No vuelvas a pronunciar ese nombre, maldita sea!
No pudo evitarlo, cayó al suelo de rodillas, el cuerpo atenazado por el dolor de las punzadas invisibles, las manos en los oídos, y la desesperación en sus ojos.
Los alumnos no pudieron más que irse corriendo, asustados por la reacción del profesor.
En otra parte de los jardines, no muy lejos de donde se encontraba el atormentado profesor de pociones, se encontraba Harry Potter, con sus inseparables amigos, Ron y Hermione.
El grito pegado por Severus no había pasado desapercibido para ellos, y como de costumbre, se acercaron para ver de qué se trataba.
En los ojos verde esmeralda de Harry se vio reflejado la figura de un hombre tirado en el suelo, atenazado por el dolor, sujetándose el antebrazo izquierdo.
Por un instante reinó el silencio. Ron miraba anonadado la escena, y Hermione miraba sarcásticamente al profesor, como adivinando lo que pasaba. Harry simplemente se limitó a mirar como Severus Snape se retorcía de dolor en el suelo, y por una vez, sin odio ni rencor, solo dolor…
En un fugaz momento, los ojos verdes de Harry se encontraron con los de Snape, y el propio Snape sintió un escalofrío al observar la ausencia de sentimientos que reflejaban aquellas esmeraldas.
Harry seguía sin moverse del sitio, sin parpadear, sin mostrar sentimiento alguno, ausente. Sus ojos ya no reflejaban nada, eran dos piedras verdes, frías y sin el brillo de los ojos vivos, eran dos piedras muertas…
-¿Profesor Snape? ¿Se encuentra bien?- Hermione intentó aparentar el tono preocupado todo lo que pudo.
El profesor intentó recuperar la compostura, y consiguió levantarse a duras penas.
Miró de reojo a Harry y se marchó.
Harry, Ron y Hermione, lo vieron alejarse despacio, sin mediar palabra alguna, aun sin quitar la mano del antebrazo, al que se aferraba como si le fuera la vida en ello.
Cuando se perdió de vista, Ron suspiró.
-¿Qué le pasaría?- preguntó malhumorado.
-Prefiero no saberlo…- terció Hermione.
-Menudo comienzo de curso… - continuó diciendo Ron- no llevamos ni un día aquí y ya estamos teniendo movidas.
-Y que lo digas- dijo Hermione asintiendo.
Harry seguía en la misma posición de antes, mirando al lugar en el que segundos antes, el profesor se retorcía por el suelo.
Hermione se percató de eso, y le dio un codazo a Ron, que también se había dado cuenta.
-¿Harry, estás bi…
-Su antebrazo… - la voz de Harry sonó gutural, mucho más grave de lo normal.
No dijo nada más. Como quien no quiere la cosa, dejó a Ron con la palabra en la boca y salió corriendo en la misma dirección por la que habían visto desaparecer a Snape.
~~~~~~~~~~~\|~~~~~~~~~~Flash back ~~~~~~~~~~~~|/~~~~~~~~~
Severus se apoyaba a duras penas en las paredes de los corredores, como podía, sin fuerzas apenas para respirar…
¿Por qué? ¿Por qué ese dolor tan intenso al oír su nombre? No lo podía entender, no quería entenderlo…
Notó pasos apresurados detrás de él, sentía la presencia de alguien…
Se dio la vuelta. Harry Potter sujetaba su varita firmemente, con los ojos esmeralda ardientes, y con una expresión demasiado fría en su rostro.
-Potter, ¿Qué hace?- dijo Snape, casi sin aliento. – No me amenaces…
El ojiverde seguía ahí, quieto, con su mirada fija en los ojos de Snape, con la varita fuertemente apretada, dispuesta para lo que fuera necesario.
-Potter…
-¡POTTER!
Un haz de luz roja envolvió la luz que entraba por las ventanas del castillo. Un dolor aterrador que le desgarraba por dentro… se quemaba.
Entre las llamas vio a esa negra figura, inmóvil, como había estado hace unos segundos, con su expresión fría, aun con su varita agarrada.
¡Voldemort, Voldemort, Voldemort!
Oía una y otra vez ese nombre, mas desgarrador que las propias llamas. Notaba sus tejidos al rojo, pero no podía prestarles atención, escuchaba ese nombre que venía de ninguna parte, la nada se lo gritaba sin piedad, ese nombre que le estaba transportando al borde de la locura. No podía más. Tanto dolor era insoportable. Su conciencia lo abandonaba, sus ojos se cerraron, y quedó sumido en la más profunda oscuridad…
~~~~~~~~\|~~~~~~~~~~Fin del flash back ~~~~~~~~~~~~|/~~~~~~~~
-¿Qué es lo que tenemos que hacer ahora?- indagó Hermione, mirando hacia todos lados.
Caminaban a paso ligero por los corredores que llevaban a la sala común.
-No se tu, pero yo pienso irme a dormir….
Hermione quedó pensativa por unos momentos. Ha decir verdad, hacia horas que no sabían nada de Harry, desde el momento en el que salió corriendo.
-¿Qué tal si buscamos a Harry? Empieza a hacerse tarde y no creo que haya vuelto a la sala común.
-Hermione, déjale, seguramente quiera estar solo para pensar en sus cosas…-dijo Ron haciendo un ademán con la mano. –No te preocupes, es mayorcito, puede cuidarse solo.
Hermione miró a Ron con ojos de reproche.
-Estoy preocupada Ronald, antes de salir corriendo murmuró algo así como: su antebrazo, refiriéndose al profesor Snape. –Hermione estaba empezando a sobresaltarse- ¡Esto es una evidencia de que Snape es un mortífago y estaba siendo llamado por Quien-Tú-Sabes! Y de pronto Harry sale corriendo y no lo hemos vuelto a ver desde entonces, aquí pasa algo raro…
-Te emparanollas demasiado, chica. –dijo Ron.
Al llegar a la sala común, vieron que Harry estaba sentado en unos de los sillones, frente a la chimenea, con expresión autista.
-¿Ves? Te lo dije, te preocupas demasiado.
Hermione dejó escapar un suspiro y se dirigió hacia el sitio donde Harry meditaba, o simplemente miraba con la mirada perdida. Se sentaron con el dispuestos a pedir una explicación de lo que había pasado anteriormente.
Hermione entendía que debían andar con especial cuidado con Harry, ya que se encontraba con un estado mental bastante desequilibrado desde la muerte de Sirius, pero empezaba a pensar que eso debía cambiar, que tendría que enfrentarse al dolor y seguir con su vida normal, como si nada hubiera pasado… Desde aquel día Harry dejó de vivir con normalidad, se comportaba de manera extraña, era como un muñeco frío, sin alma, sin nada… en el interior de sus ojos ya no había nada, solo oscuridad.
-Harry…- Hermione tenía las manos entrelazadas, tenía miedo, no sabía cómo abordar el tema, no sabía cómo iba a reaccionar – Harry ¿qué es lo que ha pasado hoy? ¿Por qué has salido corriendo detrás de Snape?
Ron la miró con miedo en la cara.
Harry parecía no escuchar, no apartaba la vista del fuego.
-Harry, estamos preocupados por ti. Desde… bueno, desde que pasó lo de Sirius te has estado comportando de manera muy extraña, no se… no eres tú, no eres el Harry de siempre. Sabes que puedes contar con nosotros para lo que quieras, se que te podemos ayudar a superarlo, estoy convencida, pero tienes que dejar que entremos en tu corazón de nuevo, Harry. – En ese instante miles de imágenes pasaron por la cabeza de Hermione, la mayoría recuerdos felices. No lo podía evitar, sus ojos empezaron a derramar lágrimas mientras hablaba. – Yo… yo no puedo seguir así, viendo que sufres, creo que Ron siente lo mismo que yo – Ron asintió – Y… queremos que te desahogues con nosotros, que eches todo lo malo de tu interior para que podamos meter algo bueno, necesitamos recuperar a nuestro Harry.
Todo se había quedado en silencio cuando Hermione dejó de hablar. Se habían quedado solos en la sala común.
Harry apartó la vista del fuego, aparentemente indiferente a las palabras de Hermione. Les miró a los ojos, observó.
-Yo no tengo nada… -dijo con la voz ronca- Me lo han arrebatado todo. Yo ya no tengo vida… si estoy vivo es porque voy a matarlos a todos…
Hermione y Ron que quedaron helados, ¿Cómo habían podido llegar a tal extremo? Harry estaba demencial.
-Pero Harry, ¡si matas serás como ellos!- dijo Ron, completamente histérico.
-Parece que no lo entiendes, Ronald- dijo Harry elevando el tono de voz- Si quieres sobrevivir tienes que ser como ellos.
-¡Eso no es así! ¡Se te ha dado la capacidad de elegir! Tú puedes decidir que es lo que quieres hacer, si rebajarte al nivel de un asesino o luchar contra ellos, afrontando las consecuencias.
Harry comenzó a reírse a carcajadas.
-¿A si? ¿Crees que puedo elegir? ¿Crees que elegí que Sirius muriera? ¿Crees que elegí que Cedric muriera, que elegí ser un puto mago, que elegí nacer en este mundo? ¿Crees que elegí vivir el día en el que mataron a mis padres? ¿Crees que elegí todo eso? ¡¡MALDITA SEA, TENIA QUE HABER MUERTO ESE DÍA!!
-Yo… yo no me refería a eso…
-¿Entonces qué? Maldito inocente….¡ En este mundo no se puede elegir! Odio a todos los que creen que los hombres son libres y pueden elegir, porque en realidad son los demás los que rigen nuestra vida. ¿O acaso piensas que si ahora matan a tu familia te van a dar la oportunidad de elegir? ¡NO! La mataran y ya está, y acabaran con tu vida también, si les dejas. Y tienen vuestras vidas en sus manos, y no podemos acabar con ellos ¿sabéis por qué? ¡Porque ninguno de vosotros es capaz de dar su vida por matarlos, porque lo tenéis TODO! ¿Y sabéis otra cosa? No me podéis ayudar, yo quiero morir pero antes… quiero matar.
Hermione lloraba a moco tendido, no podía dar crédito a las palabras de su amigo.
-¿Por eso has salido corriendo detrás del profesor Snape? ¿Por qué piensas que él es un mortífago?
-No lo pienso, lo se. Sé que le estaban llamando, y no lo he matado por qué no he querido, porque sufra mientras muere, quiero que sufran todos…
Harry se levantó del sillón pesadamente y se dirigió hacia su cuarto, se metió en la cama, y se durmió.
Hermione y Ron se quedaron en la sala común, completamente desolados.
-Ron… ¿Lo has visto? Está completamente perdido.
-Lo he visto, Hermione. – Ron se quedó pensando unos momentos – Creo que deberíamos contárselo a Dumbledore.
-Pero…
-Podría hacer una locura, es más, creo que ya la ha hecho.
-¿El profesor Snape…?
-Si
-¿Crees que él es…?
-Sí, ¡pero esa no es la cuestión! No podemos dejar que Harry mate por venganza.
-¿No deberíamos buscarle? Quizá le ha pasado algo malo…
-Ojalá se pudra…-dijo Ron con cara de odio- ¡pero no puede ser Harry quien acabe con él! Maldita sea… ¿Qué hacemos?
