N/A: Si alguna vez leíste esta historia, deberás empezar de nuevo. Reciclaje se dijo! Que lo disfruten.
El hombre había recibido una herida mortal. Tardó unos segundo en asimilar lo acontecido. Se llevó las manos hacia la herida. Su sangre salía de la herida y teñían de rojo sus manos, las que no podían evitar que esta dejara de fluir hacia el exterior. Su vista se nublaba, sus sentidos fallaban. Podía escuchar voces, pero no lograba comprender de donde provenían. Su visión se había vuelto doble. Cayó de rodillas y logró sostenerse con un brazo, mientras con el otro cubría su herida. Era consciente de que la vida se le escurría literalmente entre los dedos.
-No!- Una mujer de larga cabellera rubia corría a su lado. Su grito fue desgarrador y lleno de dolor. Logró darlo vuelta haciendo que su cabeza quedara apoyada sobre su regazo. - No me dejes por favor, te lo suplico!- La mujer derramaba lágrimas por su amado mientras trataba de despejar del rostro del hombre los mechones azabaches que caían rebeldes sobre sus ojos.
Este levantó una mano hacia el rostro de la mujer, con suma suavidad trataba de borrar las lágrimas de su mejilla. Le regaló una amplia sonrisa, que transmitía todo su amor por ella. Sabía que su final era inminente, pero estaba feliz de que moriría viendo el rostro de la mujer que amaba con todo su ser.- Mi amada princesa…no llores-hizo una pausa, se le hacia más difícil el respirar y se esforzaba por enfocar la vista en ella y en sus ojos verdes- mi querida Esmeralda, ya… ya eres libre…-Sin más, la mano del joven cayó a un costado de su cuerpo inerte.
-Zagato!- la princesa se inclinaba sobre el cuerpo del hombre mientras entre sollozos y convulsiones trataba de abrazarlo más fuerte contra su cuerpo- Lo prometiste! Prometiste que nunca me ibas ha abandonar! Por qué?!- Los lamentos de la joven se iban apagando al igual que sus sollozos. El cuerpo entre sus brazos seguía tibio. Parecía que dormía y disfrutaba un placido sueño. La mujer acomodó el cuerpo de su amado en el suelo, mientras se arrodillaba a su lado para inclinarse y darle su último beso. Se quitó la capa que la cubría para tapar el cuerpo de su difunto amor. -Zagato, no pudiste cumplir tu promesa. Pero yo la cumpliré por tí.- Incorporándose se giró sobre sus talones y dio comienzo a su marcha que luego se transformó en una carrera.
El dobladillo de su vestido la entorpecía, por lo que de un tirón rasgó la tela. Sus piernas semi descubiertas la llevaban a mayor velocidad que le permitían hacia el acantilado. La determinación en su mirada no se vieron apocados por los rayos de la tormenta que se avecinaba. El clamor de las olas del mar golpeando las paredes del acantilado no mermaban el eco de sus paso. nunca se detuvo, siguió corriendo aún cuando ya estaba en el aire. El estruendo del trueno no pudo apagar las últimas palabras de la princesa Esmeralda- Espérame Sagato, estoy llegando a tu lado…- Sus cabellos dorados desaparecieron entre las rocas y el mar.
El telón cayó sobre el escenario la audiencia clamaba el éxito de la obra ovacionando de pie. Hikaru trataba de aplaudir mientras que con el dorso de sus manos secaba las lágrimas. El telón se corrió nuevamente dando lugar a todos los actores que saludaban en reverencia al público. Seguidamente la actriz que interpretaba a la princesa se dirige a bambalinas volviendo al escenario con el autor y director de la obra sosteniendo un hermoso y gran bouquet de rosas que se lo entrega a este hombre de cabellos platinos y contextura delgada. La audiencia aplaude con más fuerza aún. Durante las cinco funciones que se presentó la obra, se vendieron todas las entradas. Las críticas eran más que positivas y el libro de la obra se había mantenido como best seller por al menos seis meses seguidos desde que se publicó la primera edición.
Pero este fin de semana era especial, al día siguiente habría una firma de libros por parte del autor/director de la obra, Vision Eagle. El joven hombre se había consagrado como uno de los mejores dramaturgos modernos, logrando su primer reconocimiento con su obra "El Reino de Cephiro". El sábado siguiente, la Torre de Tokio quedaría colapsado de gente que irá a la firma de libros. Aunque para evitar ello, los organizadores del evento habían dado prioridad a los que asistieron a las funciones del Teatro. Sin embargo, Hikaru planeaba estar en el lugar mucho antes para asegurarse su ingreso. Desde que el primer libro de este dramaturgo cayó en sus manos, no había parado de leer y releer sus obras. Le emocionó lo fielmente adaptado que fue el libro, pese a las limitaciones que tienen adaptar una historia así a un teatro; aunque era evidente que contaba con un importante equipo de efectos especiales. Como en todas sus otras obras, siempre la pareja protagonista culminan con un final trágico, heroico, épico. Esa era la marca de Vision. El rey de la tragedia romántica, como lo había apodado Hikaru.
No recordaba bien como había pasado el tiempo tan rápido. Después de la función, ya en casa, recordaba haber estudiado su reflejo en el espejo. Su cabello rojo y rebelde caía como cascada sobre sus hombros. La profundidad de sus ojos rubí enmarcados por sus espesas pestañas humedecidas por el agua luego de enjuagarse el rostro. Pero ahora se encontraba parada en una fila, con su libro entre las manos y a tres personas de su autor y director favorito. El muchacho apenas si levantaba la vista para interactuar con alguno de sus seguidores, en su mayoría mujeres. La emoción la embargaba, aún después de darse cuenta que el ejemplar que tenía en su poder estaba bastante ajado.
-Siguiente- se vio apenas empujada para avanzar, ya no en la fila, si no hacia la mesa donde se encontraba el autor. Ella le alcanzó su libro.
-A nombre de quién lo firmo?- trataba de ser amable, pero su tono era aburrido. Era lógico después de haber firmado cientos de veces.
-Hikaru, por favor…- en ningún momento levantó la vista del libro para mirarle.- Amo sus obras, su forma de escribir y expresar…
-Ahm, gracias- la muchacha no pudo terminar de transmitir lo que pensaba cuando se vio cortada por esa seca respuesta. -Ten..- por fin habían cruzado miradas. Por un breve instante, ambos se perdieron uno en la mirada del otro. Como si vieran por primera vez en mucho tiempo a alguien conocido. Como si el tiempo se hubiera congelado, él entregando el libro y ella recibiéndolo. Pero la magia no tardo en romperse.
-Uhm, jovencita, por favor, toma el libro- uno de los asistentes del evento quebró la concesión mediante su interrupción- hay gente esperando para recibir su autógrafo. Hikaru se disculpó por la demora y salió de la fila. Cuando se volvió a mirar hacia la mesa, el joven escritor había regresados su actitud aburrida de firmar libros. Al menos ya tenía su firma y una gran felicidad en el corazón, donde estaba apoyado el libro de su autor.
