BETHLEM ROYAL HOSPITAL

Warning: Los personajes no me pertenecen a mí, sino a Sir Arthur Conan Doyle y a la adaptación de la BBC. No gano nada con esto, más que diversión.

Couple: Johnlock

o.o.o

Tenía tantos planes, tantos deseos por realizar... Todo se fue por donde vino cuando Mary murió y se llevó al lugar del nunca olvido a su hija no nata con ella. John se deprimió tanto que tuvo que ser ingresado. Estaba solo. De Harry no sabía nada y Sherlock... él mismo lo había desterrado lejos de su presencia.

Aun así, el detective consultor no dejó de cuidarlo en la distancia ni un segundo. De hecho, la idea de internarlo fue de Mycroft, quien lo tenía vigilado desde dentro de la casa y sospechaba a la vez que temía un suicidio próximo en el tiempo.

John miraba a través del cristal empañado de la ventana enrejada. Los árboles distorsionados le invitaban a sus copas para no bajar. Sherlock estaba allí, pero él no podía verlo. Tampoco sus lágrimas encubiertas por la lluvia.

Los días pasaban lentos sin nadie a su lado. Retomó entonces su diario. Los recuerdos le atacaron sin poder defenderse. A la mañana siguiente, John estaba sedado. El recuerdo de la pérdida había sido demasiado fuerte.

Sin embargo, dos días más tarde, John volvió a tomar el diario. Desde enfermería se lo dieron porque su terapeuta se lo recomendó, aunque no pudiera estar con él más que en las horas de distensión y después volviera a ser guardado bajo llave.

Las aventuras se rearmaron en su mente. Ellos dos, juntos contra el mundo. Una pequeña sonrisa apenada se escapó de sus labios. Le siguió una lágrima escurridiza. Y luego llegó la parte de Mary, de la boda, del bebé. Cerró el diario y dio el día por terminado. El resto de las horas vagaría por el vacío que la medicación le proporcionaba.

Sherlock apenas dormía. La última vez que lo hizo, fueron dos horas agónicas entre pesadillas y terrores nocturnos. Cada día, al salir el sol, partía para el Club Diógenes en busca de respuestas por parte de su hermano. Nada nuevo bajo el sol, eran las palabras de Mycroft día tras día.

A ese paso, Sherlock acompañaría a John en la habitación. Su cuerpo delgado se estaba volviendo famélico y el brillo de su pelo había desaparecido junto al de sus ojos. No recibía casos, no salía a buscarlos. Sherlock Holmes estaba entrando en depresión. Y su hermano no podía hacer más que llevarlo con su amado. Porque Mycroft sabía la verdad con sólo mirarlo. Al fin y al cabo, era su hermano.

Ese día la enfermería de Sant Bart's lo recordará por muchos años. Si bien John entró en el recinto con calma y consentimiento, Sherlock hizo todo lo contrario. Él entró sedado y, una vez en la habitación, casi tira la puerta abajo.

Durante la noche, las puertas de las habitaciones se cierran por seguridad. Él, que estaba solo en la suya hasta la asignación de dormitorio, entró en una espiral hasta que fue nuevamente sedado. Cuando se hizo de día, las puertas se abrieron y salió a las zonas comunes. John estaba allí, frente a él, tan sorprendido como un espejo.

Continuará...