HARRY POTTER Y LA GUERRA MODERNA

Disclaimer: Todos los derechos de personajes, lugares y hechos de los libros de Harry Potter son de J K Rowling.

Notas del autor: Siempre he sentido fascinación por combinar el mundo mágico creado por Rowling con el mundo normal. Llevaba años rondándome la cabeza y finalmente he decidido llevar la idea a buen puerto. En esta historia estimado lector no encontrarás a muggles idiotas e ignorantes como los puso Rowling en sus libros. No encontrarás a magos omnipotentes que pueden acabar con un pelotón de muggles (¿qué es más rápida una pistola o una varita?), no encontrarás a la magia como algo que sirve para todo. Aquí verás a una tecnología y filosofía muggle a la par o incluso superior en ciertos campos a la magia y la terriblemente atrasada sociedad mágica. Espero que mi visión del mundo mágico y el mundo muggle os guste a los que leais este fic.

Se agradecería también la colaboración de un beta-reader.

CAPÍTULO I: UNA VISITA INESPERADA

Harry Potter cerró su baúl a los pies de la cama de su habitación del número 4 de Privet Drive mientras maldecía por lo bajo. La jaula de Hedwig descansaba abierta sobre el escritorio, su ocupante había salido de caza tan pronto como Harry la había abierto, pues era de sobra conocido por Harry que su familiar detestaba tanto como él permanecer en esa casa.

-"Pero no hay nada que pueda hacer hasta mi cumpleaños"-pensó Harry resignadamente. –"He de permanecer aquí hasta ese día, momento en el que la protección del sacrificio de mi madre desaparecerá de esta casa."

Con un suspiro Harry se tumbó boca arriba sobre la cama con ambos brazos mientras meditaba con tristeza los acontecimientos de su último e infernal año en Hogwarts.

El libro del príncipe mestizo, como se había convertido gracias a él en el mejor alumno de pociones, sus sospechas de que Malfoy tramaba algo, sus continuas peleas con Hermione por ambas cosas, su capitanía del equipo de quidditch, sus sesiones privadas con Dumbledore donde investigaban el pasado de Voldemort, el descubrir que Voldemort se mantenía vivo gracias a la creación de horrorcruxes, la búsqueda de uno de ellos con Dumbledore, la poción que había obligado a Dumbledore a beber, la vuelta a Hogwarts, el ataque de los mortífagos y como Snape los había traicionado matando al director de Hogwarts a sangre fría.

Los pensamientos de Harry se tornaron en una mezcla de furia, tristeza e incertidumbre. Furia por la traición de Snape y como no había podido hacer nada para detenerlo. Tristeza por la muerte del director de Hogwarts que se había convertido para Harry en lo más parecido que jamás había tenido a un abuelo. Pesar por el panorama que se le presentaba en el futuro.

-"¿Cómo voy a conseguir encontrar el resto de horrorcruxes y acabar con Voldemort? Snape tenía razón mientras le perseguía, simplemente no estoy a la altura, no tengo el nivel requerido para algo así. ¿Cómo vamos a salir adelante sin Dumbledore? Es simplemente imposible."

La impotencia que se había adueñado de Harry con estos últimos pensamientos hizo que afloraran lágrimas que inmediatamente secó con rabia. No era el momento de mostrar debilidad. No cuando debía de encontrar los fragmentos del alma de Voldemort, destruirlos y finalmente cumplir con lo que la profecía dictaba, matar a Voldemort.

-"Uno de los dos ha de morir a manos de otro porque ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva. Y cada vez tengo más la impresión de que yo no seré quien salga vivo" –pensó descorazonadamente. –"¿Pero si muero qué será de Ron, Hermione, Ginny, los Weasley, Remus, Neville y los demás?

El timbre de entrada sonó mientras y Harry miró a la puerta de su habitación con desgana.

"-Alguno de los amigos de Dudley o de las amigas cotillas de tía Petunia" –pensó Harry. Su sorpresa fue mayor cuando un par de minutos después su tía lo llamaba.

-¡Chico ven aquí! ¡Hay alguien en la puerta que quiere verte!

Sorprendido Harry se levantó de la cama y salió de su habitación mientras se dirigía escaleras abajo. ¿Quién podría ser el primero de Julio preguntando por él? Hacía tan solo unas horas que había dejado Hogwarts. Dado que las protecciones de su madre impedían que Voldemort o sus mortífagos pudieran siquiera acercarse hasta casa de sus tíos, eso limitaba las opciones. Solo se le ocurrían dos opciones, alguien del ministerio o de la Orden del Fénix.

-"Y es evidente que esa persona no es uno de los miembros de la Orden, al menos no alguien de los que yo conozca." –pensó Harry al ver al hombre que estaba en el recibidor junto a su tía Petunia.

Se trataba de una persona de ochenta y tantos años con una buena calvicie. Su pelo blanco crecía a los lados y por detrás de su cabeza. Su corta barba estaba impecablemente cuidada y vestía un carísimo traje oscuro de Armani sin una sola arruga de lo bien planchado que estaba. Su tía miraba al hombre con una mezcla de aprensión y admiración. Harry sabía que con la forma tan cuidada de vestir del desconocido, éste se había ganado parcialmente el aprecio de una persona tan materialista y amante de las formas y apariencias como su tía.

-No sé que has hecho muchacho pero esta vez la has armado a base de bien. Por favor pase, pase y póngase cómodo en el salón.

El hombre asintió y tras entrar se sentó en el sofá del salón de los Dursleys. Hizo un ademán a Harry para que le acompañara. Harry lo siguió cautelosamente mientras su mano derecha iba al bolsillo de sus pantalón donde tenía guardada su varita.

-Muchísimas gracias señora Dursley. Sería inapropiado abusar de su hospitalidad y pedirle un café. He de hablar a solas con su sobrino. Asuntos de la corona.

-"¿La corona? ¿Habla en serio?" –pensó Harry mientras su tía asentía y se dirigía a la cocina.

-Bien Harry siéntate. No temas nada de mí, no hace falta que sigas sujetando la varita.

Harry se quedó sorprendido de que el extraño se hubiese percatado de que llevaba la mano metida en el pantalón para poder tener su varita a manos por si terciaba el asunto. Frunció ceño mientras se sentaba todavía con la mano agarrando firmemente su varita. Uno no podía fiarse en estos días de nadie y más tras la muerte de Dumbledore.

-¿Es usted un mago? –preguntó.

-Para nada Harry. Soy tan muggle como tus tíos y tu primo. –respondió con tranquilidad el hombre mientras se ponía cómodo en el sofá. –Me llamo Robert Smith y fui durante años gran amigo de Albus Dumbledore.

Harry que seguía sin sentarse enarcó una ceja sin creérselo.

-Comprendo tu escepticismo Harry. Es normal teniendo en cuenta todo lo que Dumbledore me contó de ti. Quizás necesites una prueba de mi amistad con Albus.

Hizo un chasquido de dedos y ante él se materializó una llamarada. Instantes después un pájaro escarlata del tamaño de un cisne apareció posado sobre la mesita del salón. Llevaba un rollo de pergamino atado en la pata derecha.

Harry contuvo el aliento mientras creía reconocer el ave fénix.

-¿Fawkes?

El pájaro entonó un cántico armonioso y melódico que hizo que Harry se sintiera reconfortado y en paz. No pudo evitar acercarse al ave para acariciarla y ésta en respuesta levantó la pata derecha para mostrarle el rollo.

-Fawkes lleva una carta dirigida a ti de parte de Albus. Estoy seguro de que si la lees muchas de tus preguntas quedarán resueltas -dijo Robert Smith.

Con mucho cuidado Harry desató el rollo de Fawkes y lo abrió. Al instante reconoció la elegante caligrafía de Dumbledore.

Querido Harry:

Si estás leyendo esta misiva eso significa que he pasado a la siguiente aventura. Si por cualquier motivo tú estuviste presente en el momento de mi muerte te ruego que no te culpes. He de ser sincero y has de saber que mis días estaban contados, me quedaba como mucho un mes de vida. La maldición del primer horrorcrux me afectó mucho más de lo que puedes imaginarte y me dejó con tan solo un año de vida.

Un año es un tiempo demasiado corto Harry, por eso durante todo este año te estuve preparando. Debías entender porqué Voldemort es como es, el porqué de su aparente inmortalidad y como habías de actuar para vencerlo. Te estaba preparando muchacho para el día en que desgraciadamente ya no estuviera allí para guiarte. Y sé puedes hacerlo muchacho, eres un joven mago muy capaz y una vez tras otra me has demostrado que puedes afrontar los problemas que se cruzan en tu camino.

Pero aunque poseas las aptitudes, aun eres joven y necesitas más preparación. Voldemort y sus mortífagos son personas con años de experiencia y en eso te aventaja. Es por ello que recurrí a un viejo amigo para que te ayudara una vez que me hubiera llegado la hora.

Estoy seguro de que acabas de conocer a Robert Smith. Nos conocemos desde hace muchas décadas. Es muggle como tus tíos pero aun así te puede proporcionar ayuda vital en tu búsqueda de los horrorcruxes y en el cumplimiento de tu destino. No lo subestimes por ser una persona carente de poderes mágicos. Lo creas o no su ayuda me ha sido valiosísima desde que Voldemort resucitó. Mi búsqueda de los horrorcruxes no hubiera llegado tan lejos de no ser por él. Tienes muchos contactos y amigos poderosos y recursos invaluables para nuestra causa. Por eso te pido Harry que confíes en él como confiaste en mí.

Sé que aunque la tarea que te he dejado en manos es la más difícil a la que jamás te hayas enfrentado en tu vida puedes hacerlo. Cree en ti Harry, cree en tus amigos, cree en las personas que se preocupan por ti. Esa es una fuerza con la que tú cuentas y Voldemort no. Tú cuentas con gente que te quiere, Voldemort solo cuenta con esclavos y dementes aterrorizados por él. Por eso sé que saldrás adelante hijo.

Se despide de ti tu abuelo (de corazón),

Albus Percival Wulfric Brian Dumbledore

Las lágrimas salpicaban las últimas líneas de la carta y Harry se percató de que Fawkes se había posado sobre su pierna izquierda y le miraba con ojos que reflejaba su mismo dolor. Sentía una mano apoyada sobre su hombro derecho y cuando alzó la vista vio que Robert Smith se había levantado y acercado hasta él. La mirada del hombre mayor también mostraba tristeza y pesar y en ese momento un instinto hizo que Harry supiera que podía confiar tanto en este hombre como lo hizo en Dumbledore.

Una exclamación ahogada sacó al trío de sus pensamientos y tres pares de ojos dirigieron su mirada hacia la entrada a la cocina. Allí estaba tía Petunia que llevaba una bandeja de plata con dos tazas de café humeantes y un azucarero. La mirada de la tía de Harry reflejó sorpresa, miedo e indignación.

-¡Ese pájaro! ¡Usted es uno de esos… esos… esos frikis!

-Le aseguro que soy tan mágico como usted, su hijo o su marido señora Dursley. Tal y como le dije en la entrada de su casa soy una persona perfectamente "normal" –dijo Robert Smith acentuando la última palabra. –Si cree que soy un mago debido a ese pájaro he de decirle que se equivoca de hombre. Fawkes era el fénix de Albus Dumbledore.

-¡Dumbledore! ¿Es que no puede dejarnos a mí y a mi familia en paz de una santa vez? –dijo tía Petunia mientras colocaba la bandeja en la mesita y miraba a Robert Smith con una mirada acusadora. -¿Y qué quiso decir con eso de que era el pájaro de Dumbledore?

Harry miró con enfado a su tía y se preparó para responderle pero Robert Smith se le adelantó.

-Albus Dumbledore fue asesinado hace unos tres días –dijo en tono neutro.

La cara de Petunia palideció y apretó firmemente los labios.

-¿Asesinado? ¿Pero no era supuestamente el más poderoso de los… los… magos? –esto último lo dijo en apenas un susurro.

-Fue asesinado a sangre fría por uno de los hombres en los quien más confiaba, Severus Snape.

Petunia tenía los ojos como platos y la boca medio abierta, una cara que Harry en el pasado habría considerado divertida de ver en su tía pero no ahora, no teniendo en cuenta las circunstancias actuales. Tía Petunia permaneció en silencio hasta que pudo recobrar su voz.

-¿Qué hay del asesino de mi hermana? ¿Estamos aquí a salvo? –tenía una cara de preocupación que pocas veces había visto Harry en ella.

-Albus me aseguró que esta casa es segura hasta que Harry cumpla la mayoría de edad el próximo 31 de julio. Entonces las protecciones de sangre de su hermana desaparecerán y dejará de ser segura.

-¿Y qué vamos a hacer? ¿Qué haremos nuestra familia y yo con un friki loco que anda matando la gente normal?

-Antes le dije que venía por asuntos de la corona y no mentía señora Dursley. Estoy bajo órdenes de su majestad y poseo contactos en altas esferas. Es evidente que su familia no puede permanecer aquí a partir del 31 de julio. Deben de marcharse, a ser posible fuera del país. ¿Qué le parecería un ascenso de su marido que conllevara un traslado a Europa?

-Debería hablarlo con él –dijo Petunia con voz queda.

-Cuantos antes lo haga con su marido mejor –dijo Robert Smith. –Ahora si no supone mucha molestia para usted me encantaría que su sobrino me hiciera compañía durante unas horas. Hemos de hablar de ciertos asuntos que Dumbledore dejó inconclusos.

-Si lo trae aquí antes de que anochezca no hay problema –dijo tía Petunia con la mirada perdida.

-¡Excelente! Fawkes, espérame en la oficina –dijo Robert Smith tras lo cual el fénix desapareció con un estallido de llamas. –Harry acompáñame a la salida por favor. Hay mucho de qué hablar entre tú y yo.

Harry se incorporó y siguió a Robert Smith hasta la puerta de entrada de Privet Drive. Éste la abrió e hizo ademanes a Harry para que saliera. El muchacho salió a la calle con la carta de Dumbledore aferrada firmemente a su mano. Las dudas que tenía sobre Robert Smith se habían esfumado con ella. Vio bajo el sol veraniego de julio un elegante Mercedes negro aparcado frente a la puerta de sus tíos. Dos hombres vestidos de traje, corbata y gafas de sol negras estaban sentados en los asientos delanteros. El que estaba en el asiento del acompañante salió del coche y abrió la puerta trasera cuando se acercó Robert Smith al vehículo. Éste hizo un ademán a Harry para que entrara antes que él. Una vez que Harry entró y se acomodó dentro, Robert Smith lo hizo y el hombre de negro cerró la puerta y volvió a sentarse junto al conductor del Mercedes.

¿Adonde vamos señor Smith? –preguntó Harry.

-Al lugar donde trabajo y tengo mis oficinas. Será un trayecto algo largo Harry.

-No se preocupe señor Smith –dudo que sea más largo que el trayecto que hace el tren que me lleva a la escuela.

Robert Smith soltó una carcajada mientras el coche arrancaba y ponía rombo a su destino.

Tras un trayecto hasta Londres sin incidencia alguna llegaron hasta un complejo de edificios modernos y altos ante los cuales había un gran plaza circundada con carriles. El complejo estaba cercado por una verja metálica. En la entrada había una caseta con un guarda y una barrera. El Mercedes se detuvo ante la barrera y el guarda, vestido igual que los dos hombres que había en los asientos delanteros, solo que según pudo ver Harry llevaba un auricular colgado en la oreja derecha. El conductor y el guarda hablaron en susurros medio minuto hasta que el guarda dijo

-Todo en orden, pueden pasar.

La barrera se alzó y el coche entró en el complejo y recorrió toda la plaza hasta que se detuvo junto al edificio más grande de todos. El acompañante del conductor volvió a salir del vehículo y abrió la puerta para que pudieran salir el hombre y el muchacho que iban detrás.

Robert Smith salió e hizo gestos a Harry para que le acompañara, ambos subieron las escaleras que conducían a la entrada de cristales que se abrió automáticamente al acercarse a ella y entraron en el inmenso vestíbulo. En el extremo oriental había una enorme recepción con tres filas de personas que esperaban su turno. Al fondo había dos escaleras que conducían a los pisos superiores y cinco puertas de ascensor. Para poder llegar a ellas uno debía pasar un previo control de seguridad parecido al que Harry había visto en las noticias en los aeropuertos. Escáner, detectores de metales y guardias que cacheaban a las personas que pasaban. Smith y Harry se pusieron en la cola.

-Buenos días señor Smith –dijo el guarda de su fila que le dejó pasar tras comprobar una tarjeta que le entregó Smith.

-Buenos días Paul. El muchacho me acompaña y está limpio.

-Pasa –le dijo el guarda a Harry.

Harry siguió a Robert Smith hasta los ascensores y se pararon junto al central, que según se fijó Harry, no parecía ser utilizado por nadie. Cuando la puerta se abrió ambos entraron seguidos de uno de los hombres que habían viajado con ellos en el Mercedes, concretamente el acompañante. Éste pulsó el botón del piso más alto del edificio.

Una vez concluido el trayecto del ascensor Harry y Smith, seguidos en todo momento por el escolta, salieron a un amplio pasillo de paredes blancas que se extendía de izquierda a derecha con puertas de madera a ambos lados de sus paredes. El suelo estaba cubierto por una moqueta azul oscuro que amortiguaba el sonido de los pasos. Harry siguió a su guía por el recorrido de los pasillos de dicha planta, en la cual tuvieron que pasar tres controles más en los que Harry fue cacheado y le sacaron, para su horror, la varita aunque ninguna de las tres veces el guarda dijo nada acerca raro de su objeto, salvo el último que la describió a la perfección.

-Acebo, veintiocho centímetros y cuarto, cola de la pluma de un fénix. Buena varita.

Harry se preguntó cómo era posible que en un edificio muggle un hombre supiera que era una varita y pudiera ser capaz de describirla con exacta precisión. Decidió que esa sería una de las primeras cosas que le preguntaría a Smith.

Finalmente el trío llegó a una puerta doble de madera con un teclado numérico. Smith tecleó una combinación de números y se oyó el sonido de una cerradura abierta. Con la puerta abierta Harry entró en una habitación amplia, decorada con cuadros y esculturas. El otro extremo de la habitación era una pared de cristales que ofrecía buenas vitas de la ciudad y una gran iluminación, un escritorio en el cual había un ordenador, ficheros y hojas amontonados descansaba junto a la pared de cristales. En él trabaja en el ordenador una mujer de treinta y pocos años que saludó a Smith.

-Buenos días señor Smith, le han llegado las invitaciones para el evento de la semana que viene.

-Gracias Cinthya, estaré en mi despacho. Por favor, avísame cuando llegue el grupo que espero a las cinco.

Smith seguido por Harry se dirigió hasta otra puerta doble que había abierto el escolta. Ambos entraron pero el escolta no los siguió. Se limitó a cerrar la puerta tras ellos.

La habitación en la que estaban tenía como decoración librerías repletas de libros libros, cuadros y algún que otro busto, además de fotos y diversos objetos sobre estanterías. A un lado de la estancia había una mesita rodeada por dos sofás y un par de sillones. Un escritorio tras el cual había una gran silla descansaba frente a unas ventanas que arrojaban gran luminosidad sobre la habitación. Una moqueta escarlata cubría el suelo y sobre la cual en el centro de la habitación había un grabado de una corona flanqueada por dos leones y de fondo podían distinguirse tras la corona dos varitas cruzadas. Junto a la silla que había tras el escritorio había una percha sobre la cual reposaba Fawkes.

-"¿Varitas aquí? ¿Qué será lo siguiente?" –pensó Harry.

Smith se acercó a su escritorio e hizo gestos a Harry para que se sentara en una dos las dos sillas que había frente a él.

-Siéntate Harry. Tenemos mucho de qué hablar.