Muy buenas! Somos NekiRine y Miss Ginsey.

Antes de nada, si ya has llegado hasta aquí, ¡muchas gracias! Esperamos que os guste la historia que viene a continuación. La hemos escrito con muchas ganas y deseamos seguirla durante bastante tiempo. El fic está corregido y revisado, aunque si hay algún error avisadnos y lo solucionamos enseguida. Los personajes están basados en la serie los 100 pero a veces su personalidad cambia y la historia está situada en un universo alternativo.

¡Disfrutad de la lectura y dejadnos un comentario con vuestra opinión!


PRÓLOGO

5 años

–¡Bellamy, ven aquí!

La voz de la mujer se oyó a lo largo de todo el parque. Algunas cabezas de padres que jugaban con sus niños pequeños se volvieron para comprobar de dónde procedía el sonido. Al ver que era solamente una madre corriendo tras su hijo no le prestaron mayor atención.

–¡Bellamy, te he dicho que no!

La mujer por fin alcanzó al pequeño de pelo negro y rizado que estaba a punto de agarrar la cadena de un columpio.

–Vamos a ver, Bell, te he dicho que nos íbamos a casa… -la mujer pasó la mano por la espalda del pequeño para quitarle el polvo, pues el suelo del parque era de arenisca.

–Mami, yo shero jugar –dijo mientras señalaba el tobogán.

Por más que lo intentaba no conseguía que el pequeño Bellamy se apartase de los columpios y llegó un momento en el que empezó a llorar a cántaros.

–¡Yo quiedo quedalme!

–¡Michelle!

La mujer se giró y, para su sorpresa, se encontró con una compañera del trabajo a la que había visto hoy mismo.

–No esperaba verte aquí, Cleo. ¿Vives cerca?

–No, pero me gusta venir aquí con mi hija. Mira, te la presento.

Cleo tenía cogida de la mano a una niña pequeña de cabello castaño y ojos grandes. Miraba a Michelle sin apartarse del costado de su madre mientras se mordía el pulgar de la mano derecha.

–Esta es Lexa. Dile hola a Michelle, cielo.

La pequeña estaba casi escondida tras las piernas de su madre pero no apartaba la vista de Michelle, quien se decidió a hablarle.

–Hola, preciosa. Soy amiga de mamá. ¿Cómo estás?

–¡Mamiiiiii!

Bellamy llegó corriendo desde el columpio para situarse al lado de su madre. Se paró en seco al ver que no estaba sola: otra mujer mayor y una niña pequeña la acompañaban. Fijó la mirada en la niña mientras una sonrisa se le dibujaba en la cara. Hacía bastante tiempo que no jugaba con otros niños de su edad porque su madre no podía llevarlo al parque, su hermana era menor que él y su papá ya no estaba con ellos.

–Cleo, este es Bellamy –dijo mientras le pasaba la mano por el pelo a su hijo, quien rió ante el contacto.

–¡Hola! –exclamó, saludando con una mano en dirección a la mujer–. ¡Hola! –volvió a decir esta vez dirigiéndose a la pequeña-. ¿Po qué te escondes?

Bellamy le hizo la pregunta con toda la inocencia del mundo y Lexa pareció darse cuenta porque, poco a poco, salió del cobijo que le ofrecía su madre. La miró antes de acercarse a Bellamy.

–Hola…–susurró.

Bellamy agarró la mano de ella sin pedirle permiso y Lexa, al contrario de lo su madre creía que haría, aceptó ese contacto sin problema.

–Me damo Bellamy. ¿Y tú?

-Yo… me llamo Lexa…

–¡Qué bonito! Me guta mucho. Lexxxa.

La pequeña se sonrojó y, por primera vez, pudo ver cómo era su preciosa sonrisa con pocos dientes.

–¡Te faltan diente! ¡Como a mí!

Ambos soltaron una carcajada ante la estupefacta vista de las mujeres, que se miraban de reojo con complicidad.

–¿Quieres ser mi amiga? –le preguntó Bellamy a Lexa.

–… Sí.


9 años

Habían pasado cuatro años desde que conoció a Lexa, su mejor amiga. Eran uña y carne, tenían los mismos gustos, compartían sus mayores secretos e incluso iban con sus bicicletas a lugares que jamás había pisado el ser humano. Estaba tan unido a ella que no pudo evitar percatarse en que su amiga era muy guapa, demasiado.

¿Igual si compartían tantas cosas podrían llegar a ser novios? Era lo que quería, pedirle a Lexa que fuera su novia, porque tenía muchas ganas de poder darle un beso y después poder decirle a todos sus amigos que había dado ya su primer beso, y nada más y nada menos que a una chica guapa.

Había conseguido ahorrar dos semanas con la paga que le daba su abuelo los sábados para poder comprarle ese día un helado. Una vez vio en una película que si le comprabas algo a una chica se enamoraba de ti, y ella debía pensar lo mismo que él, porque si no, ¿por qué lo pensaba él solo? No tenía sentido. Debía ser recíproco.

–¿Te gusta de fresa? –preguntó a su amiga dándole el cucurucho que recibió gustosa dándole un largo lametón.

–Me encanta –empezaron a andar hacia el banco de un parque, donde dejaron apoyadas sus bicicletas en el respaldo.

Bellamy era un gran amigo: no se esperaba que le invitara a un helado, pero le vino genial porque esta vez fueron mucho más lejos, y estaba agotada y se le olvidó llevarse una botella de agua en su mochila.

Miró como su amigo observaba entretenido el parque, sintiéndose nerviosa. Tenía que decírselo, era lo que hacían los amigos, y no aguantaba más tenerlo dentro de ella. Bellamy muchas veces le había hablado de chicas guapas y en su grupo de amigos algunos alardeaban de que tenían novias, aunque aún no se habían dado ningún beso con ellas.

Pero ella nunca hablaba de chicos que le gustaban, porque no le gustaba ninguno. A ella también le gustaban las chicas y a menudo pensaba en lo genial que podría ser si él y ella pudieran opinar juntos de si una chica era guapa o no, o de si quería darle un beso a alguna.

Sintió sus mejillas arder, porque sí que quería darle un beso a una en concreto, pero igual Bellamy se enfadaba. Estaba enamorada de su hermana, Octavia: era muy guapa, esa belleza no era de este mundo...

–Lexa –habló su amigo sacándola de sus pensamientos.

–¿Qué? – lo miró. ¿Y si le había leído el pensamiento?

–Tengo que confesarte algo…

–Yo también –Bellamy miró los ojos verdes de su amiga. Tenía razón, debía sentir lo mismo que él.

–Me gustas.

–Me gusta Octavia –dijeron al mismo tiempo.

Lexa miró sorprendida a su amigo y se llevó la misma mirada por su parte, soltando otra vez al mismo tiempo un "¿qué?" de incredulidad.


13 años

Había sido la mejor semana de su vida a pesar de que le ponía algo nerviosa que sus padres estuviesen tan lejos. Catorce años de casados debía ser motivo suficiente para poder irte con tu marido a las Maldivas, o al menos esa es la excusa que ponía para que su madre la hubiera dejado en casa de su mejor amigo y no habérsela llevado con ellos de viaje.

¿Por qué querían estar solos? Sus padres siempre le decían que era la mejor hija del mundo, que era muy divertida y que nunca querían separarse de ella. Bueno, al menos tenía a Bellamy para entretenerse y sus padres estaban a punto de llegar a casa ese día.

Recibió el balón que lanzó su amigo en el jardín de su casa. Siempre veían juntos partidos de rugby y ambos tenían decidido que iban a estudiar juntos en la universidad de la ciudad y que iban a entrar en el equipo de la facultad. En el mismo, porque no podían estar separados.

–Vamos, Lex, pásamela –su amigo empezó a correr, y la chica echó su brazo hacia atrás apuntando hacia donde se dirigía cuando el sonido de una puerta la desconcentró.

Tiró el balón pero dio en la cabeza de Bellamy, que protestó por el golpe. Su amiga siempre había tenido mucha fuerza. Esperaba que no le saliera un chichón: no quería que lo llamasen en el colegio otra vez "Shin Chan".

–Lo siento, Bell. ¿Estás bien? –se acercó a él para mirar su frente comprobando que no le salía nada.

–¿Mamá? –preguntó el chico mirando detrás de Lexa. Esta se giró y vio a Michelle con la cara roja y llena de lágrimas.

–Lexa –la llamó con voz rota y, por un momento, sintió que el corazón se le paraba en el pecho–. Tus padres…

Bellamy entendió todo en ese momento y dejó caer el balón al suelo mirando a su amiga que lo observaba confundida, o intentando negar lo que sucedía.

–¿Qué? ¿Qué pasa? –dijo nerviosa, sintiendo un nudo en el estómago y dando un manotazo en el aire cuando su amigo quiso agarrarla.

–Ha habido un fallo en el motor de su avión. Han tenido un accidente mientras aterrizaban… –su madre hipó y consiguió rodear la cintura de su amiga con un brazo cuando la vio temblar y apretar los puños con fuerza, viendo lo blanco que se ponían sus nudillos.

–¿Están bien?

–Lexa, tus padres han fallecido… –su madre rompió a llorar otra vez y a Lexa le fallaron las piernas, pero su amigo la sujetó.

–Ey, mírame, Lex –agarró su barbilla, sujetándola para que pudiera observarle, pero su amiga no reaccionó de la mejor manera.

Soltó otro manotazo para que no le tocara la cara y luego empezó a mover sus brazos para que la soltaran, cayendo al suelo de rodillas y empezando a llorar amargamente.

Bellamy se arrodilló frente a ella y la abrazó, sintiendo cómo empezaba a golpear su pecho para separarle de ella, pero al final cedió ante su insistencia y apoyó su frente en el hombro del chico que la mantenía abrazada a él.

Lloró con fuerza al sentir en su espalda a Michelle abrazándola también. Eso fue antes de escaparse del abrazo de ambos y empezar a correr hacia la calle.

–Bellamy, déjala, necesita su espacio –paró su madre los movimientos del chico que querían ir detrás de su amiga.


16 años

Celeste. Aguamarina. Las olas eran de todos los tonos azulados. El cielo acompañaba con el color y apenas había nubes que entorpeciesen la presencia del sol.

Con un último empujón, Bellamy salió del mar agarrando la tabla de surf. Agitó la cabeza para secarse un poco el pelo, el cual tenía ya bastante largo, y caminó hacia su mochila.

–Vaya giros has hecho, tío.

Un chico de su misma estatura le palmeó la espalda. Bellamy le sonrió mientras recogía su ropa.

–No ha sido para tanto, pero tú me ves con buenos ojos.

–¡Más quisieras! –exclamó el muchacho alejándose hacia el paseo marítimo.

De repente, un pitido hizo que Bellamy levantase la mirada. Lexa acababa de llegar con el coche y le observaba desde el asiento del conductor. Aprisa fue hacia allí y metió la mochila en el maletero.

–Hola, preciosa. ¿Quieres compañía? –dijo con un tono burlón.

–Corta el rollo, Bell.

Lexa arrancó el motor y se pusieron en marcha. Bellamy se percató de que su comportamiento no era el de siempre: estaba tensa, apenas le había mirado y tenía las gafas de sol puestas. Mal asunto.

–¿Estás bien? –preguntó con cautela.

Aunque tardó en responderle, finalmente lo hizo con un escueto no mucho.

–¿Quieres hablar?

–Tampoco.

El cambio de Lexa desde la muerte de sus padres había sido notable. Algunos días se levantaba con el pie izquierdo y no había forma de hacerla sonreír. Bueno, salvo que fueses Bellamy Blake.

–Sabes que…

–No empieces con tus consejitos, por favor.

–Lex, en serio –esperó a que volviese a interrumpirlo, pero esta vez lo dejó hablar–. Sabes que puedes hablar conmigo de cualquier cosa en cualquier momento. Te lo he demostrado muchas veces.

–Lo sé.

–Pues venga, aquí estoy.

En ese momento el semáforo cambió de color. Ámbar. Rojo. Lexa soltó las manos del volante al mismo tiempo que pisaba el freno y echaba la cabeza hacia atrás, suspirando. Bellamy extendió la mano para acariciar la suya.

–Lex, todavía sigue en pie la oferta que te hice.

–¿Qué oferta?

–La de venir conmigo a hacer surf.

En cuanto las palabras salieron de su boca, Lexa se echó a reír.

–¿Surf y yo juntos?

–Puedo enseñarte y así conoces a mis compañeros. Es más, no te cobraré nada por las clases.

Bellamy le guiñó un ojo y Lexa no pudo evitar morderse el labio y sonreír. Este chico no tenía remedio. Lo comprobaba a diario ahora que vivía con él y su familia.

–No sé, Bell…

–Hacer surf ha sido algo que me ha ayudado mucho a superar cosas, Lex. Cosas graves –no era necesario especificar a qué se refería; ambos sabían de que se refería a su propio padre–. A lo mejor a ti también puede sentarte bien.

Se mantuvieron la mirada y Lexa asintió con la cabeza. Tendría que pensárselo, pero Bellamy podía tener razón. Este le dio un último apretón en la mano antes de que el semáforo cambiase de color.


17 años

El juego se le ocurrió a Bellamy. Jugar una partida en la consola, un juego de lucha, y quien ganara preguntaba al otro. La mayoría preguntas con alto nivel erótico que en un principio le daba vergüenza contar al chico, pero después, cuando empezaron las risas, se relajó.

Bellamy, en cambio, tuvo ciertos problemas con sus pensamientos porque no había que obviar que su amiga se había convertido en una chica muy atractiva e imaginársela con otras chicas estaba siendo bastante duro. Al menos ya había pasado hace muchos años la época en la que creía que estaba enamorado de ella, menos mal.

–Me toca –habló el chico–. ¿Qué prefieres: tetas o culos? –Lexa se empezó a reír.

–Tetas –el chico sonrió.

–Fíjate, yo prefiero culos –se burló de su amiga y buscó otro personaje en la pantalla del televisor para machacarla en la próxima partida, pero perdió.

–Vale, mójate: ¿con quién fue tu primera vez?

La verdad es que nunca habían hablado de la primera vez que hicieron el amor ni de nada de eso; más que nada porque, cuando empezaron a hablar de sexo, ya habían tenido cada uno esa "primera vez" y no salió nunca el tema, pero era cuestión de tiempo que apareciese.

–Luna.

–¿Luna? ¡No jodas! Si os llevabais fatal –el chico sonrió pícaro.

–Sí, se notó cuando no pudo resistirse a mis encantos –Lexa empezó a reír de nuevo.

–Tienes tu fama... "Bellamy, el glande" –imitó una voz de grandiosidad antes de soltar una carcajada, pero su amigo sonrió divertido.

–¿Y tú qué? No he oído hablar de ti por ahí –volvió a elegir otra partida el mayor de los dos.

–Soy más discreta. Además, muchas no han salido del armario y no quieren tampoco que se sepa.

–¿Con cuántas te has acostado? –preguntó distraído.

–Pocas en realidad, han sido más besos furtivos a escondidas –dijo con pasión haciendo reír al chico–. Ya sabes que para mí el sexo no solo es placer, también es una forma de vínculo con una persona.

–Sabes que no opino igual.

–Lo sé –Bellamy aprovechó el silencio para meterle mano a su amiga–. ¡Mierda! Has hecho trampa –se quejó cuando perdió la partida–. Y no me toques más las tetas o tendré que darte un día un puñetazo y sabes que no tengo pudor en hacerlo –amenazó, pero su amigo sonreía burlón.

–¿Con quién fue tu primera vez? –devolvió su pregunta y Lexa se puso blanca lamiéndose los labios nerviosa.

Sonó un golpe detrás de ellos y ambos se giraron para ver a Octavia, a la que se le habían caído unos libros que cogía de la estantería.

–¿Ya estás espiando, O? –chinchó a su hermana.

–No, no he escuchado nada –habló y miró rápidamente a Lexa que le devolvía la mirada.

–Te diría que te quedases si quieres, pero no sé si quiero oír estás cosas sobre ti. Eres mi hermana… Prefiero pensar que ningún tío te ha tocado.

–Tranquilo, por eso no te preocupes.

Lexa aguantó la risa, pero le salió un sonido nasal extraño que captó la curiosidad de Bellamy. Ambos se miraron a los ojos y se escuchó la puerta cerrarse cuando Octavia salió de la habitación.

–No me jodas, Lexa –se quejó.

–No haber preguntado –sonrió de lado cuando escuchó un sonido frustrado de su amigo, y volvía a elegir otra partida. Esta vez, ella fue la que decidió.


18 años

Césped, árboles, edificios, carteles: todo era enorme. Tantos la mirada de Lexa como la de Bellamy iban de un lado a otro, incapaces de creer lo que tenían delante de ellos.

Ambos se habían creado una idea de la universidad muy especial. En primer lugar porque iban a compartir juntos los que todos decían que serían los mejores años de su vida, y en segundo lugar porque era tal cual como se lo habían imaginado.

Cientos de estudiantes llegaban al campus en coche, en autobús, en taxi o en bicicleta. Las familias se despedían de los nuevos universitarios dándoles la enhorabuena y deseándoles lo mejor para el año académico.

Bellamy salió del coche de su madre con la boca abierta por el asombro. Quería coger todo su equipaje, encontrar su habitación en la residencia y empezar su nueva vida ya. Lexa, por otro lado, aunque también estaba bastante sorprendida, no se movía con la misma rapidez que su amigo.

–¡Venga, Lex! –exclamó Bellamy acercándose a ella y echándole un brazo por encima de los hombros mientras la atraía hacia él–. ¡El mundo nos espera!

Lexa rió y no tuvo más remedio que darle la razón a su amigo. Ese mundo, esa nueva vida que tanto había deseado durante años, estaba al alcance su mano.

Se despidieron de Michelle con besos y abrazos, con palabras de cariño y agradecimiento, pero no dio tiempo a mucho más.

–¡Eh, eh! ¿De mí no se despide nadie o qué?

Octavia salió del coche y se quitó los cascos que llevaba puestos.

–Perdona, hermanita, pero como estabas tan ocu…

Octavia se tiró a los brazos de su hermano sin dejarle acabar la frase. Con los ojos cerrados, le susurró algunas palabras al oído y le dio un pequeño achuchón junto con una fuerte palmada en la nuca que provocó una queja del mayor.

–Recuérdame que la próxima vez no te deje abrazarme.

Ambos se rieron y Octavia se despidió de Lexa también con un gran abrazo que duró más de un minuto. Las chicas apenas se habían separado estos años atrás y no poder verse a diario les iba a resultar duro. Tras un beso en la mejilla por parte de Octavia a Lexa, se separaron.

–Portaos bien. Que no me llame nadie diciéndome lo contrario.

–Tranquila, O. Nos portaremos todo lo bien que… podamos.

Bellamy le guiñó un ojo a su madre y a su hermana, haciéndolas reír, y seguidamente agarró la mano de Lexa con fuerza. Corrió tirando de ella hacia la residencia en la que se alojarían a partir de hoy mismo.

Lexa no podía evitar reírse mientras llevaba el equipaje a cuestas. Tuvieron que parar un par de veces porque este se caía, pero eso no les borró la sonrisa de sus caras. Cuando llegaron a la puerta, ambos se quedaron mirándola.

–Aquí estamos –susurró Bellamy.

–Sí, aquí estamos –le siguió Lexa.

Todavía seguían cogidos de la mano y no tenían intención de soltarse. Habían llegado allí juntos y juntos de allí se irían. Subieron los pocos escalones que les separaban de su nueva casa. Bellamy llamó al timbre y Lexa se mordió el labio, nerviosa.

Empezaban una nueva aventura.