Disclaimer: Piratas del Caribe le pertenece a sus creadores. El personaje de Rosalie me pertenece, al igual que la historia.

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Pequeño malentendido

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No podía entender como habían terminado en esa extraña y comprometedora posición. Todo era su culpa, claro. Él y sus ganas de querer pasarse de listo.

Ella estaba segura que si no fuese por esos tragos de ron que bebió en la taberna en estos momentos el Capitán no estaría vivo para contar la historia.

Todo empezó con un estúpido juego de cartas, habían apostado algo de dinero y ella iba ganando, como esperaba, hasta que de repente su suerte empezó a cambiar. Era imposible que aquel hombre estuviera remontando de esa forma, cuando dos minutos antes tenía el juego casi ganado. Centró sus ojos en él y fue cuando lo vio. El maldito estaba haciendo trampa y no es que le pareciera raro, después de todo eran piratas, pero si había una cosa que odiaba eso era perder.

Desenvainó rápidamente su espada y lo apuntó con esta.

—Deje las cartas sobre la mesa, Capitán —le dijo con un tono de voz suave pero decidido. Él la miraba con esos ojos negros y vio como tragó saliva.

Sonrió, sabiéndose atrapado, mientras dejaba las cartas en la mesa quedando así expuesta su jugarreta.

—Eres un… —soltó para luego atacarlo.

Él rápidamente tomó su espada y logró defenderse a tiempo. Ella siguió atacándolo mientras el retrocedía, defendiéndose hasta que sintió su espalda chocar contra la pared.

—Déjame explicarte encanto—dijo cuando vio la punta de la espada cerca de su garganta.

Rose levantó una ceja esperando a que hablara pero en su lugar de un rápido movimiento le agarro el brazo con el que sostenía el arma desviándolo y la atrajo hacia sí para que no puedo darle de nuevo. Ella trastabillo con los pies de él y juntos cayeron al suelo.

Para su suerte terminó encima del pirata el cual le sirvió como amortiguador contra el suelo, de modo que no sintió nada a diferencia de él. Sonrió al ver su venganza concretada y la ira que sentía por haber sido subestimada se esfumó de a poco dando paso a la vergüenza al ver en la posición en que se encontraban.

Podían sentir claramente la respiración del otro en sus rostros, era corta la distancia que los separaba. Su mirada negra estaba fija en la suya.

—Si quieres matarme, déjame decirte que esta es una buena forma de hacerlo —le dijo él.

Esto la sacó de su entumición, con cara de pocos amigos rodo hacia un costado y quedo sentada en el suelo. Soltó un suspiro preguntándose que había sido eso. Alguien le ofrecía la mano para ayudarla a levantarse y al mirar hacia arriba vio que era él. Levantó una ceja y sonrío de lado aceptando la ayuda.

Él pirata que se hacía llamar a sí mismo Capitán abrió la boca para decir algo pero fue interrumpido por un estrepitoso grito proveniente de su espalda.

—¡Sparrow, al fin te encontramos! —se escuchó decir.

Él levanto un dedo que puso enfrente de su cara y a continuación se dirigió rápidamente a la salida.

—Fue un placer conocerte cariño —iba diciendo mientras se precipitaba rápidamente hacía la puerta—. Será hasta la próxima vez.

Guiñándole un ojo salió de la taberna seguido por un par de hombres que no parecían nada amigables.

Se miró la mano que le dio cuando se levantó y un escalofrío le cruzo la espalda. No tenía idea de que le sucedía, pero deseaba no volverse a cruzar a ese singular hombre nunca más. O eso es lo que quería creer.