Disclaimer: Nada me pertenece, Murakami-sensei. Pero, yo que usted, no me confiaría tanto. Si no termina de una vez por todas Gravitation EX, alguno de sus asistentes podría pelearle los derechos. Suzuki-san, la asistente cocinera, ya tiene algunos planes…

Lean otra de esas historias hechas en cinco minutos, si no les ofende la falta de dedicación. :D


De cómo Shuichi se convirtió en escritor, y Eiri en trovador.

Todo el asunto había comenzado como una riña. Lo usual.

Shuichi Shindou y Yuki Eiri habían descubierto que no podía convivir el uno con el otro, a no ser que estuvieran peleando.

Sus mundos eran muy distintos, no tenían absolutamente nada en común; bueno, quizás compartían un pequeño gusto por los dulces, pero nada más. Además, el gusto por la misma comida no tenía nada qué ver con las personalidades, y era por culpa de éstas que ambos hombres llevaban esa clase de relación tan extraña y, digámoslo (el señor Yuki Eiri se muere por dejarlo en claro), fastidiosa.

La gente que los conocía, a veces... en realidad, la mayoría del tiempo, se ponía a pensar qué era lo que los mantenía juntos; ¿han oído ese dicho de que los hombres se la pasan pensando en sexo, cada ciertos minutos? Pues bueno, personas como Hiro, Touma, K, e incluso Fujisaki, ocupaban ese espacio que deberían llenar con fantasías sexuales en desarrollar la complicada trama de su cabeza, que tenía como fin entender al pelirrosa y al rubio.

Pero bueno, pasemos de los pensamientos infructíferos y totalmente ociosos de aquellos sujetos, al meollo del asunto.

Como ya mencioné, el problema empezó con una pelea común y corriente; el intercambio de insultos ingeniosos – la mayoría no tanto – de Yuki y los lloriqueos de Shuichi.

Yuki empezaba a pensar que su pequeño amante era el colmo del masoquismo, y que en realidad disfrutaba de la palabrería. Eran la combinación perfecta, porque el rubio llegaba a pensar, al igual que su hermano (aunque, claro, él no podía saber lo que le pasaba exactamente por la mente a Tatsuha, pero los lazos sanguíneos son tan fuertes que hasta los pensamientos se comparten): "Mi corazón de sádico palpita de emoción, ¡cómo me cautivan los tontitos como él!"

No podía evitar que se ensanchara su sonrisa, tanto como le era posible al gran y serio escritor Yuki Eiri, cada vez que el cantante se ponía a lloriquear ante sus insultos… sobre todo cuando la cara se le empezaba a deformar y se convertía en una especie de bebé gigante y bien feo. Pero feo, feo.

No obstante, este pequeño placer que se daba el rubio comenzaba a alarmarlo. Ya iban varias veces que se descubría a sí mismo, en medio de una redacción, pensando en el sobrenombre más ridículo que pudiera imaginarse; y eran para dar pena. Eran cosas incoherentes y propias de un débil mental, como "Ceviche"… Ya saben… Quesque porque rimaba…

Cuando se daba cuenta de estos momentos, no le quedaba más remedio que sacudir la cabeza y odiarse profundamente por haber llegado a tal extremo.

En cuanto a Shuichi, pues nadie sabe exactamente por qué era como era, o para qué era, para qué servía Shuichi en el mundo, etcétera. Lo único rescatable de él, y por lo que todo Japón le tenía envidia, era porque era el dueño de los "afectos" del súper sensual Yuki Eiri.

Sí, si el pelirrosa escuchara de las bocas de esas envidiosas la palabra que entrecomillé, se arrancaría los cabellos de desesperación. ¡Quién tuviera los afectos de Yuki! No debíamos creer que Shuichi era un tonto y un ingenuo: él sabía perfectamente que sólo era una especie de mascota para Yuki. No un perro, a un perro se le dedica tiempo y se le quiere. Era algo así como un gato: Y Yuki sólo lo acariciaba cuando tenía frío o flojera; el resto del tiempo lo dejaba vivir su vida (junto a él, pero sin sentimientos recíprocos).

Pues bueno, aquella mañana, la discusión iba dirigida a las diferencias entre sus profesiones. Trataban de probarle el uno al otro que su oficio era mucho mejor. Uno no sabía ni a quién irle, las palabras eran una madeja enorme y confusa y ya no tenía ni principio ni final.

Por un lado, Yuki – el más convencido de su superioridad- le echaba en cara al cantante que sólo era de plástico, que no había nada peor que la música pop, que cualquier otro cantante en todo el mundo lo superaba, y que no tenía nada de chiste pararse frente a un público manipulado por los medios y por la compañía del pelele de Touma y mover los labios para ajustarse al play back.

Shuichi jamás estuvo tan indignado.

Por eso le empezó a soltar que no se creyera todo un erudito: que lo que Yuki escribía no eran más que estúpidas novelitas de amor… ¡De amor! No podía haber nada más comercial que un libro de amor, sin mensajes especiales, sin reflexiones inteligentes, sin situaciones audaces… En fin, Shuichi comparó, felizmente, los trabajos de Yuki Eiri con los libros de Crepúsculo.

Y el rubio tampoco estuvo tan indignado jamás.

Al haber llegado a este punto, ninguno de los dos soportaba mirarse, ni en figuritas. Y, por cierto, había algunas figuritas de acción con la forma de todo el grupo de Bad Luck, acabaditos de salir al mercado. El escritor no podía imaginarse qué clase de mente retorcida podría comprar tales cosas. Quizás –y esto también lo impulsaría a lanzarse a una tienda por uno del pelirrosa-, podían utilizarse como muñecos vudú.

Pero, en fin… Ninguno de los dos se soportaba ya. Era uno de esos instantes en que uno ya no se aguanta ni a sí mismo, después de haber dicho tantas barbaridades y cosas que sólo demostraban lo "inteligente" que se es. Ojalá alguno de los dos pudiera darse cuenta cuando está pasando esa línea delgada del dominio personal. Ahora, estaban muy callados. Tal vez una pequeña parte de sí mismos, muy en el fondo, aceptaba los insultos de su pareja, y por eso habían quedado tan desmoralizados.

Aunque, después de tanto drama, Yuki decidió que Shuichi no era nadie para cuestionarlo. ¡Debería avergonzarse por escuchar lo que el cantante tuviera qué decirle! ¿Qué se iba a comparar Shuichi Shindou, la persona que escribía letras que contaban historias como… que un joven antisocial era motivado por una página de Internet muy especial para convertirse en un actor callejero, con el gran Yuki Eiri, el ganador del premio Naoki de literatura (a tan corta edad)? ¡La gente escribía más fan fictions de sus novelas que de cualquier otro autor japonés, señores! ¿Eso no le daba un poco de respeto?

— No entiendo por qué hablas de lo que no entiendes. — Había dicho Shuichi de pronto, todo despechado, casi con la cola entre las patas. Era evidente que apenas se había atrevido a hablar; muy probablemente, había intentado decirlo en voz baja, sólo para él, pero Yuki tenía muy buen oído (lo cual era lamentable, teniendo qué vivir en la misma casa con Shuichi Shindou).

— ¿Qué quieres decir? — exclamó Yuki inmediatamente, en un tono amedrentador. Como era natural en cualquier animal, el rubio había identificado perfectamente la debilidad en el tono de Shuichi y de inmediato se sintió superior, y su propio tono se volvió agresivo y confiado.

— ¡Tú no sabes lo que es escribir versos! ¡Ni siquiera podrías hacer un haiku aunque se te fuera la vida en ello! — gritó entonces Shuichi, como iluminado por el Espíritu Santo.

— A lo mejor no. — Dijo Yuki. Había sacado hábilmente un cigarrillo Alpha de su cajetilla con un solo movimiento, y lo encendió mucho más rápido de lo que cualquier fumador desearía. Hacía esto para molestar al pelirrosa. Ya ni siquiera lo pensaba, pero la costumbre ya estaba arraigada: Shuichi era insolente, Yuki encendía un cigarrillo. — Pero no creo que tengas la suficiente experiencia como para decirme eso.

— ¡Claro que sí, desgraciado infeliz! — exclamó Shuichi, volviendo a su habitual estado de humor.

— No creo que "el gato en el zapato" cuente como verso, mocoso. — Lo reprendió Yuki. Shuichi apretó los dientes y lo fulminó con la mirada. Inconscientemente, se puso a repasar en la mente muchos de los versos que creó, tratando de ver si alguna vez había hecho una rima tan desfachatada. Y lo que encontró no le gustó nada, así que mejor cerró la boca.

Lo que siguió aquel día no tenía mucho sentido.

Se habían retado a hacer el trabajo del otro.

Por supuesto que pensaron que el asunto quedaría en la creación de un pequeño cuento por parte de Shuichi y de una cancioncilla de parte de Yuki, inédito e inaudito, respectivamente.

Y así empezó, en realidad.


Bueno, pues… No sé por qué empecé a escribir este fic mientras debería estar estudiando. Es algo común por aquí, ¿o no? Y como la hice en algunos minutos, sé que cometí muchos errores; adelante ¿serían tan amables de hacérmelos notar? :)