Hola a todos. Comienzo ahora con este fic, en malas fechas (estoy de exámenes, solo se me ocurre a mí jejeje). Por supuesto ni Once Upon a Time ni sus personajes son de mi propiedad (si no lo que vais a leer aquí lo veríais en la serie) tampoco lo son Drácula y los personajes que lo rodean ni El fantasma de la Ópera. Ah y habrá una trama a lo largo del fic que está basada en un libro de Laura Gallego. No voy a dar el título del libro ni diré cuál es la trama para no hacer spoiler a nadie ya que es un libro precioso y no quiero desvelar nada, el que lo haya leído sabrá cuál es.
Solo me queda deciros que gracias por leer y espero a que mi querido amigo, lector y hermano SombraSST le guste (aunque no haya SwanQueen). Y hasta aquí puedo leer. Espero vuestras reviews para ver si continuo o dejo de perder el tiempo en este fic jejeje. Un saludo!
Madre Superiora -Storybrooke
Las leyes de la magia están para cumplirlas, no se establecen por azar, siempre hay una razón para establecer unos límites que no se deben de cruzar. Pero eso los humanos no lo entienden. No se puede cambiar el pasado, lo que se ha hecho no se puede deshacer, no se puede devolver a los muertos a la vida, y tampoco se puede forzar a una persona a que ame a otra. Es así de simple. Pero los humanos no lo entienden. Para eso estamos las hadas, para evitar que los humanos se pasen de la raya, aunque en ocasiones fallamos. Zelena ha sido un gran golpe, la primera persona que consigue abrir un portal en el tiempo. Las consecuencias iban a ser catastróficas, teníamos que estar preparadas.
-Azul ¿pasa algo? -la voz de Nova me sacó de mis pensamientos. La miré y sonreí, era una jovencita con mucho potencial, pero conocía el amor y probablemente acabe perdiendo sus alas.
-No, querida Nova, simplemente meditaba…
-Es por lo que ha pasado con la Malvada Bruja del Oeste ¿verdad?
-Veo que no se te escapa una. -Asentí y la miré apesadumbrada -Nos tenemos que preparar para lo que pueda pasar… pero mientras tanto, creo que deberíamos ir a tomar un chocolate caliente a Granny's.
Rumplestilskin -Mundo en Blanco&Negro -Flashback
Un mundo con magia pero al mismo tiempo carente de ella y sin color. Me encantaba ver que yo era el único que poseía color en estas tierras, era casi como un símbolo de superioridad, yo tenía color y esos pobres desgraciados no. La visita de la joven rubia del futuro me había dejado marcado. No podía dejar que Bae muriera ¡no podía! Estaba haciendo lo imposible por volver a reunirme con él y nadie me lo iba a arrebatar. Ella me dijo que le dejara morir como un héroe, pero me negaba a dejarle morir. Así que fui a las tierras sin color para verme con una persona… aunque más que una persona era un extraño ser. De los que no habitaban en el bosque encantado, ellos preferían este reino más carente de luz que nuestros frondosos bosques.
El conde era un excéntrico, lo había tratado poco, pero podía decir que me caía bien. A penas puse un pie en la escalinata de piedra que ascendía hasta las puertas del castillo cuando salió el conde.
-Vaya, vaya querido Rumplestilskin. -Era un anciano lechoso con un peinado en forma de corazón, unas manos con dedos largos y unas uñas que serían la mitad de largas que sus dedos. Hice una pequeña reverencia ante él y emití una chiflada risilla.
-Mi querido conde
-Bienvenido a mi morada. Entre libremente por su propia voluntad y deje parte de la felicidad que trae.
Me teletransporté hasta donde se hallaba mi interlocutor -Siempre es un placer venir a su reino, Drácula… pero esta vez me traen asuntos más serios.
- ¿Es acerca de su hijo tal vez? ¿Mmmm? -el conde acariciaba sus certeras palabras con su voz, eran casi hechizantes.
-Lleváis años tratando de traer a alguien a vuestro lado ¿no es cierto?
La cara del conde cambió drásticamente, le era extremadamente doloroso recordar que Mina ya no estaba. -Mina ya no volverá -dijo tajante y se volvió para no mirarme.
-Hay una posibilidad ¿no es cierto?
-¡NO LA HAY! -Ahora parecía una serpiente a punto de atacar -La única posibilidad reside en que antes de la muerte haya sangre de vampiro en su sistema… si ya ha muerto es imposible.
Lo tenía, ahora podía hacer mi precioso trato. Solté una de mis características risillas y di un pequeño brinco. Solo tenía que conseguir la sangre del vampiro.
-En ese caso voy a necesitar un poco de su sangre -él soltó una carcajada y me miró con desprecio.
-¿Por qué te piensas que voy a darte mi preciosa sangre? La sangre es la vida.
-Yo tengo algo que vos queréis, conde. -Él me miró resignado y negó con la cabeza.
-No hay nada tuyo que yo pueda querer.
Saqué un tarro de cristal en el que había una mujer en miniatura. Una mujer que llevaba siglos ahí atrapada, una mujer que fue vendida por su marido a un hechicero que pretendía terminar con los vampiros -Dígame conde ¿qué fue lo que contó exactamente Jonathan Harker sobre la prematura muerte de su esposa?
Emma Swan -Storybrooke
Era un desastre, no era ninguna salvadora, ahora me sentía más bien como una destructora. Una fuerza de la naturaleza que solo hacía que arrebatar la felicidad a la gente que le rodea. Lo que había pasado con Regina me pesaría hasta que pudiera arreglarlo. No sé por qué traje a esa mujer, no debí hacerlo, si estaba escrito que Marianne tenía que morir tendría que haberla dejado. Ahora le había arruinado la felicidad a una mujer que llevaba tiempo buscándola y que cuando apenas la había catado yo se la había quitado.
Luego estaba Garfio. Había compartido unos besos muy tiernos con él, el pirata había renunciado a su barco, a aquello que más amaba por mí, y yo no podía devolverle el amor que buscaba, porque mi corazón latería por Neal hasta que este dejara de funcionar. Yo no podía amar a Garfio, él se merecía a alguien que lo quisiera de verdad, no a mí.
-¿Mamá?
-Dime Henry
-Sé que estás preocupada y que esto no va a hacer que mi mamá sea feliz del todo, pero creo que le sentará bien.
-El niño tiene razón, Emma -dijo mi madre que sostenía al pequeño Neal en brazos. Era toda una ricura, ya me había enamorado de mi hermanito -a Regina le encantan los caballos, no sustituirán a Robin, pero por lo menos le dará una alegría.
Era el cumpleaños de Regina, nosotros lo sabíamos gracias a Henry y a mi madre. Así que le habíamos comprado a Regina una magnífica potra frisona de cinco años, lista para la doma.
-Solo espero que no le de por sacarme la piel a tiras cuando me vea, no lo hace desde que… bueno, desde que la armé por última vez.
Mi madre me miró y me sonrió con ternura para darme ánimos, Regina estaba enfadada y ella sabía perfectamente que la furia de Regina era peligrosa como ninguna.
Fuera se escuchaba el sonido de un coche, esos deberían ser David y Regina, él había ido a por ella para llevarle a Henry pero le dijo que Henry se había quedado en el bosque con Grace y que quería que le llevara la merienda para que merendara con ellos.
-David ¿Henry no estaba en el bosque? -por supuesto, ella no sabía que nosotros sabíamos que era su cumpleaños.
-Bueno, ha habido un cambio de planes.
Henry abrió la puerta del establo de sopetón -¡Feliz cumpleaños mamá! -se lanzó hacia ella y la abrazó con fuerza. Yo me acerqué sin atreverme a mirarla con la yegua cogida del morral. Era un animal magnífico.
-Regina… este es tu regalo. La eligió Henry… -le tendí la cuerda -Te presentamos a Babieca.
Drácula -Mundo en Blanco&Negro -Flashback
Aquel Ser Oscuro era muy, muy molesto. Era increíble cómo me había llevado a su terreno, se creía poderoso pero estaba claro que me subestimaba, pero tenía a Mina en su poder y sabía que no era una triquiñuela del molesto duende, Mina, Elizabetha estaba ahí, podía sentirla. -¿¡Qué has hecho con ella!? ¿¡CÓMO HA ACABADO AHÍ!? -Me caracterizaba por ser un vampiro calmado, no en vano era el primero de mi raza, pero en lo tocante a mi Mina no podía calmarme, necesitaba saber qué había pasado durante estos largos cien años desde su supuesta muerte.
-Tranquilo, mi querido conde. -dijo el duendecillo con un tono jovial y una risilla que me sacaban de mis propias casillas -Yo no tuve nada que ver en su… ¿muerte? ¿Congelación? ¿Reducción? Lo que sea… pasaron cosas muy feas y yo cogí la botellita como moneda de cambio
-¿Cuánto hace que está en tu posesión?
El duende me miró y rio con unos gestos de manos que me estaban incitando a cortárselas y a clavarlas en la entrada de mi castillo para avisar a futuros listillos. -Mucho tiempo, amigo, mucho tiempo. Y como ves, ahora tengo una estupenda moneda de cambio. La mujer, por tu sangre.
Nadie se la jugaba al conde Drácula, y si se pensaba que iba a irse con lo que en realidad quería es que no conocía bien al conde. Había jugado con mi Mina y eso le iba a costar muy caro. -En ese caso tenemos un trato, mi sangre por mi amada.
Los vampiros habíamos migrado muchos siglos atrás a esta hermosa tierra sin color, era… más agradable para la vista. Querían exterminarnos pero nosotros éramos muy celosos con nuestra cultura. Me hice un corte en la mano y lo dejé sangrar hasta que llenó un frasco pequeño. La mí la herida y dejé escapar un jadeo de éxtasis, la sangre es la vida. -Con esto será suficiente para una persona.
El hechicero cogió el frasco y me miró -Un placer hacer tratos con usted, conde. -Me entregó el frasco en el que estaba mi amada. Lo cogí con delicadeza mientras miraba a Mina, pequeña y congelada -¿Cómo la saco de aquí?
De nuevo volvió a soltar esa risita que me golpeaba en la cabeza -Pregúntaselo al mayor mago de tu reino, un talento deforme y desaprovechado que se esconde en las catacumbas. Y sin decir más desapareció
Ruby Lucas -Storybrooke
De nuevo mi corazón volvía a estar hecho polvo. Maldito momento en el que había puesto mis ojos en el Capitán, sabía que estaba enamorado de Emma y aun así me dejé seducir por el pirata manco. Sabía que trataba de olvidar a Emma porque mientras Neal viviera ella jamás lo iba a mirar como él quería que lo mirara. Era una pena, porque yo sí que veía algo más en él que un pirata manco y bebedor. Pero eso él no lo veía, ahora Neal había muerto y mis esperanzas en creer que algún día ese hombre podría ver que había una mujer dispuesta a amarle aunque no fuera la rubia.
Tenía que sacarme al pirata de la cabeza, aunque sabía que él y Emma no iban muy bien, en el fondo la rubia no había superado la muerte de Neal, ella siempre lo amaría y nunca querría a Killian de la forma que él se merecía ser amado. Quizás este era mi castigo, no ser amada nunca más, en realidad era lo que merecía después de lo que le hice a Peter. No merecía otra cosa que la soledad.
Limpié la barra detenidamente, como si quisiera dejarla impoluta, estaba perdida en mis pensamientos hasta que sin darme cuenta topé con una mano morena. Era de la mujer que había vuelto con Emma y Killian después de su viaje al pasado. -Lo siento… yo… estaba algo distraída.
Marianne también parecía estar con la cabeza en otra parte. Ella simplemente me sonrió y me miró con dulzura. -No te preocupes, yo también estaba en mi mundo -suspiró y se encogió de hombros -Será que no pertenezco a este mundo… es difícil verse todo esto, tan extraño, tan distinto a lo que yo he vivido siempre.
-Te acostumbrarás -dije con una sonrisa yo también, era una mujer dulce y encantadora. Había encontrado el final feliz que merecía, no la muerte que tenía esperada.
-Ruby, el pedido de la ocho -era la voz de mi abuela que salía de la cocina, pero de la cocina no salía solo su voz, sino un espantoso olor a roquefort que me golpeó en la cara y me hizo salir volando al baño. Vomité lo que no había vomitado en mi vida, nunca me había provocado eso el olor a roquefort, pero esta noche me habría pillado mal.
-¿Ruby, estás bien? -La voz de Marianne sonaba al otro lado de la puerta.
-Sí… creo… que ya estoy mejor -me levanté y me enjuagué la boca en el lavabo, luego abrí la puerta.
-¿Qué te ha pasado?
-No lo sé… el olor a queso… ha sido horrible.
-¿Te suele provocar náuseas el olor a queso?
-No… -comencé a ponerme blanca, era imposible, no podía ser, esto no podía estar pasándome a mí.
Marianne me miró preocupada y me acarició el pelo. -Cielo, no sé si darte la enhorabuena o mi más profundo pésame.
Érick/El Fantasma de la Ópera -Mundo en Blanco&Negro
Mi pensamiento solo podía centrarse en mi Christine, ella andaba correteando con ese vizconducho, Raoul de Changy, yo le había dado todo lo que tenía, le había mostrado la magia de mi música y le había educado la voz, ese torrente de voz tan precioso al que yo le había enseñado a dar forma. Le había entregado lo mejor de mí, lo único bello que había en mí. Y ella me lo había devuelto con una traición como aquella. Él se había enamorado de una cara bonita, al igual que ella, mientras que yo la amaba como jamás un hombre había amado a una mujer.
-Eso lo pongo en duda.
Me alerté al escuchar una extraña voz con un acento aún más extraño. -¿Quién anda ahí?
-Calma, calma -susurró la voz -solo un amigo que viene a pedirle un favor.
-Yo no tengo amigos -dije con firmeza, mi rostro me había impedido poder ser una persona normal, arrastraría con esa carga durante el resto de mi vida.
-Ah, veo su sufrimiento, el hombre más afortunado que pisa esta tierra es el que encuentra el amor verdadero…
-¡Váyase con sus sermones a otra parte, "amigo"! -No tenía ganas de escuchar a una voz entre las sombras.
-Un genio deforme desaprovechado en las catacumbas del Teatro de la Ópera -al parecer, esa voz iba a seguir machacándome durante un buen rato. -Alguien me ha dicho que sois bueno encontrando cosas.
-Lo soy
-En ese caso le propongo un intercambio que nos beneficiará a los dos -la voz salió de entre las sombras. Un hombre de mi edad más o menos, con el pelo rizado a la altura del hombro y ataviado con traje, sombrero de copa y gafas con cristales tintados salió de entre las sombras -Usted me ayuda a conseguir lo necesario para sacar a mi amada de aquí -me mostró un frasquito que sostenía con la mayor delicadeza del mundo -y yo invito a cenar a un amiguito suyo -en esta ocasión me mostró unos dientes afilados como cuchillas.
-Un vampiro -susurré asombrado. Había oído hablar de ellos pero jamás había visto ninguno.
-No, querido fantasma, soy el vampiro.
Regina Mills -Storybrooke
Las últimas semanas habían sido horribles, el polvo de hadas nunca se equivoca y si había alguien capaz de volverme a enseñar lo que era amar ese era Hood… pero gracias a la madre de mi hijo ahora volvía a perder la oportunidad de ser feliz, la felicidad se me escurría entre los dedos como había pasado durante toda mi vida. ¿Sería ese mi destino? Ver como mi primer amor moría entre mis brazos, ver como mi hijo me tachaba de la mala del cuento y ver como el que estaba destinado a ser el amor de mi vida se alejaba de mí de la mano de la madre de su hijo. ¿A caso alguien que intenta redimirse merece tanto sufrimiento? No quería ver a nadie, salvo a Henry, el niño estaba muy cariñoso conmigo tras los recientes acontecimientos y yo lo agradecía, pero ni de lejos me esperaba lo que me encontré en el establo.
Desde que le arranqué el corazón a Rocinante no había vuelto a montar. No era aquello que más amaba porque mi padre estaba por delante, pero de no haber estado él, sin duda lo que más amaba era ese corcel. Miré a la yegua a los ojos y sonreí, aunque luego mi sonrisa se borró al ver quién la sujetaba.
-¿Remordimientos de conciencia señorita Swan? No creo que esto sirva para que perdone lo que ha hecho -dije dolida.
-En realidad tenía a la yegua vista desde el mes pasado -Emma hablaba despacio, como si le diera vergüenza mirarme a la cara. -Lo siento tanto Regina…
-¿¡Que lo sientes!? Tú no sabes nada, solo te limitas a besuquearte con ese rastrero pirata mientras a mí me has arrebatado la única posibilidad que tenía de ser feliz.
-Regina… no sabía… no pod…
-Déjalo, tú y tu madre sois iguales.
-Regina… -Mary Margaret sujetaba a su bebé y me dirigía una mirada tristona. -Por favor… solucionaremos esto…
-¿Cómo pensáis solucionarlo? ¿A caso vais a matarla? ¡No va en vuestra naturaleza!
-No… -susurró Emma -pero no es su tiempo… aquí hay algo que falla -Emma me miró con ese gesto en la mirada que solía poner cuando estaba tramando algo, con el paso del tiempo me había enseñado a leer en la expresiva faz de la madre de mi hijo. -Las leyes de la magia no se pueden romper… y… Oh dios santo…
