CANVAS

by: Harlett
# 38

Warning: Crack salido de mi dañada mente.

Why not?

A decir verdad, la idea general de esta historia fue anterior a Miscalculation (la cuál, de hecho, era solo una viñeta de esta historia que no incluí, que cobró vida propia y su publicación) Después tenía ganas de subirlo como otro rumor en Diceria, pero tampoco se dio. Oh Dios.

¿Opiniones? Yep.

Jitomatazos, abucheos, intento de linchamiento y amenazas con armas punzo cortantes. Al final del capítulo, por favor.

Nota/Disclaimer/Negación/Aviso/etc…: Katekyo Hitman REBORN y Cía. no me pertenecen, son propiedad de Amano Akira. Esto es por mero entretenimiento sin fines de lucro.


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"Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todo, aunque a menudo sean causa de huracanes."

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La copa con su precioso liquido rojo seguía intacto desde hace rato, sin siquiera ser probado y hasta cierto punto olvidado. Allí, en la mano de aquel hombre tan inmerso en su mente, que poco o nada le importaría que la dulce y placentera fragancia del alcohol se disolviera poco a poco en el aire.

Las llamas de la chimenea, sus lenguas hambrientas y exigentes, eran la única luz en la enorme habitación donde su único ocupante se hallaba sentado sobriamente en su nada modesto trono. Esa luz cálida y amarillenta dejaba a la vista el frío perfil del hombre, donde visibles y profundas cicatrices cruzaban blasfemas su impoluta y preciosa cara, otorgándole más esa fiera expresión que sus ojos carmesíes, como dos carbones incandescentes, se ocultaban bajo sus cabellos negros y solo mostraban un leve reflejo de su alma fastidiada.

Dando por sentado agradecer a dioses y demonios, el que nadie más estuviese presente en aquella habitación para ser testigo de semejante martirio mental que estaba sufriendo consigo mismo, él seguía discurriendo a que jodida hora había comenzado con su enervante costumbre, que por más que quisiera abandonar, eludir o negar, simplemente no podía y, como poseído por una fuerza extraña, anormal o grotesca, se veía obligado siempre a pasar ese privado y complaciente rato a solas, encerrado en ese cuarto y destruirse el ceso en encontrarle un sentido a lo que acontecía y veía, esa malsana obsesión que se metió bajo su piel y no podía sacar.

Nunca le había importado expiar sus pecados, pero ahora más que nunca sentía la imperiosa necesidad de expulsar esas ideas y extrañas obsesiones de su ser, como si fuera cualquier pútrido secreto. Aquello que lo hacía cavilar sin descanso, incluso acosado en sus sueños, en una simple pérdida de tiempo sin provecho ni fin.

Algunas veces se sentía como un simple adolescente, dejándose guiar por sus pueriles deseos recién despertados, yendo a escondidas a admirar secretamente a la Venus de Urbino, con ojos morbosos para aplacar sus malsanas fantasías.

Agobiante era su caso, pero no porque no pudiera encontrarle solución a su agonía exquisita, si no al simple hecho de enfrentar la realidad y dar con la respuesta sería admitir que había un problema. Eso era simplemente aberrante.

Quién diría que semejante infierno personal sería ocasionado por un asunto, que ni al caso ni chiste tenía ya ahora una vez hecho el mal.

Tenía ganas de jalarse de los cabellos, de gruñir y gritar, de patear todo el mobiliario y reducirlo a astillas, de arrojar incontables botellas de buen tequila y miles de copas, tenía ganas de tomar sus armas y reducir a cenizas el objeto de su perdición, pero lamentablemente sabía, que aunque pudiera hacer un hoyo en esa pared y borrar del mapa ese lienzo, la imagen plasmada en él jamás saldría de su mente, esos ojos... esa mirada... esa persona...

Y más que eso, necesitaba aquella aberrante creación para saber que todo era real y no una quimera de su mente. Para recordarle una y otra vez que era tangible, no un mero invento. Que pincelada tras pincelada en aquel cuadro se escondían recuerdos y secretos entretejidos, gratificantes momentos que ahora lo consumían en su caótica mente pues era incapaz de comprender por qué de esa necesidad, de ella...

Oh, si. Recordó de pronto con dulce derrota cierta frase:

"Los deseos se tienen, no se piden. Lo que se pide es el objeto del deseo."

Él sonrió.

° O ° O ° O ° O °

Su mansión siempre robaba gemidos y exclamaciones de sorpresa para todo aquel forastero que llegase a poner un pie en ese sitio. Y no era por el simple hecho que semejante lugar siguiera de pie, teniendo en cuenta a la gente que tenía como habitantes. Varia.

La tranquilidad que reinaba en el castillo te sobrecogía: una inusitada calma que en lugar de reconfortar, te oprimía el corazón y te hacía temblar ante lo desconocido.

No hacía falta sangre manchado las paredes, armas o aparatos de tortura a la vista, un lúgubre ambiente ni la densa oscuridad en los rincones, llantos o lamentos o mucho menos de destrucción a la vista para sentir temor.

Varia era un grupo de asesinos, bestias que mataban sin remordimiento ni duda. Eran la Élite asesina. Pero no unos animales de matanza sin sentido del bien o el caos.

En su fortaleza, aquel hogar, uno temía por su vida, se respiraba con miedo y el corazón no cesaba de tamborilear como si quisiera escapar también. Uno caía ante el mudo clamor que gritaba ese silencio de peligro y muerte. No por ser invitado en su residencia significaba que podrías salir bien librado y sin rasguños, algunas veces no se sabía que esperar con ellos. Eso lo sabías.

Aparentemente no había lugar seguro del cual guarecerse. Un solo lugar que te inspirará paz.

Hasta que entonces, tus pies temerosos y abandonados, tus nervios que te llevan de aquí a allá, te llevaron sin darte cuenta a una gran estancia; tras cruzar esa puerta gruesa y pesada de madera tallada de forma exquisita, ese sitio con aire familiar: con la enorme chimenea sin uso por la temporada, los sillones, los muebles, los cuadros, el candelabro de cristal justo sobre tu cabeza, las demás lámparas que iluminaban con media luz el recinto con sus tonos opacos, los preciosos tapetes y los grandes ventanales con vistosas cortinas.

Curiosamente en ese cuarto es donde más olía a algo quemado, a tabaco y alcohol. Notabas los muros desquebrajados y los vanos intentos por arreglar esos desperfectos, paredes y papel tapiz rasgado. Por más que se tratara de arreglar y mantener limpio ese lugar, era obvio que era el más frecuentado por sus inquilinos y sus malos hábitos destructivos, y eso solo ponía a uno más nervioso. Profanar un lugar sagrado era como aquel que blasfema en tierra santa; estabas invadiendo su espacio personal. Quieres huir, quieres salir antes que alguien te encuentre allí, en semejante intimidad que ojos forasteros no debieran ver, pero entonces, la ves…

Y exhalas un ahogado gemido de la impresión...

Encima de la gran chimenea, colgada de la gran pared, cayendo desde el alto techo de la habitación y tocando el marco de la chimenea; de un tamaño obscenamente ridículo y un grueso marco dorado que más que simple dorado, podías apostar que era de oro solido. Allí se hallaba un oleo impresionante que te robo el aliento por su majestuosidad.

Te cautivo y te hizo acercarte más para apreciar aquella obra que estaba tan fuera de lugar en esta habitación como lo eras tú. Sin mencionar que su integridad era palpable, a diferencia de todo el demás mobiliario del recinto. A excepción quizás una que otra mota de atrevido polvo que osó posarse sobre la pintura.

Dejando eso de lado, solo al ver la pintura te causo tanto respeto y asombro, como lo fue contemplar a sí misma la mansión con toda y su historia, adornos históricos y sangrientos.

Esa pintura tenía un no sé qué, que te hacía creer que valía la pena arriesgarse a ser sorprendido por alguien de Varia mientras uno degustaba y detallaba las pequeñas pinceladas en el cuadro. Mientras uno trataba de encontrarle un significado a la obra.

O si simplemente era un sueño manifiesto del artista o era algo que pudiera estar cerca de esta realidad. ¿Qué es lo que significaba? ¿Qué se escondía tras tanto detalle? ¿Qué quería transmitir el autor? ¿Qué hacía esa obra allí? ¿La escondían? ¿La protegían?

Era como si fuese la versión de la princesa en la Torre, custodiada por el fiero dragón.

¿Quién, no... Qué era ella?

Donde un sueño y una pesadilla, donde pequeños ángeles y ladinos demonios, se habían puesto de acuerdo a retratar a una ninfa calmando a una bestia.

Aparentemente.

He allí, en esa pintura, a una joven áurea de gran y natural hermosura, de simple encanto y un aire angelical e inocente en el rostro, pero con una profunda mirada escondida entre esa extensa y dorada cabellera y, el juego de sombras dispuesto para darle ese efecto; allí estaba ella, viéndote de forma tímida pero retadora, pareciendo tan indefensa y frágil. Sin embargo, para el opuesto de esta beldad, al lado de ella se encontraba una tremenda bestia: imponente y salvaje, fiera y sin rastros de mostrarte piedad. Un formidable Ligre. Justo allí, al lado de la chica, como si fuera natural tal coexistencia. De hecho, ella parecía ocultarse a tus ojos a primera vista, sentada y con las piernas recogidas, pegadas a su pecho, abrazando sus rodillas, posando levemente y de forma inclinada su cabeza sobre estas; todo su cabello suelto y desparramado, rozando el suelo. El animal, en sus cuatro patas e irguiendo un poco su enorme cabeza, te menosprecia e intimida, saca el pecho y tiene levemente en el aire una de sus enormes patas como si fuese a dar un paso hacia a ti, mirándote con determinación y con soberbia. Es como si más te provocara a esforzarte a verla a ella, más te atrajera su belleza y su enigma de incluso arriesgarte a pasar de lado del felino.

'Acércate a mí' venía esa frase a tu mente al verla a ella 'No te acerques' te amenazaba la bestia 'No me dejes' 'Está prohibida' 'Tócame' ' Aléjate' 'Quédate conmigo' 'Es mía' ´¿Quieres saber que pienso?' '¡VETE!'

Te sentías aturdido por la cantidad de mensajes que podías imaginarte al ver el lienzo. Tanto uno como otro te gritaban esas cosas y no sabías por cuál hacer caso.

¿El animal la protegía? ¿La resguardaba? ¿La cohibía? ¿La dominaba? ¿Cuál era la relación de ellos allí? ¿Sonaría loco decir que era la bestia quién te protegía de ella y su misterio? ¿Quién dominaba a quién? ¿Quién era el verdadero peligro en ese cuadro? La docilidad y predominancia estaba en ambos, parecía. Orden y caos. Obediencia y desacato.

Había un rumor dentro de la misma mafia, sobre la exquisitez y peculiaridad de una obra que causaba furor y robaba gemidos ahogados al contemplarla de la mera emoción, algo con que deleitar los ojos y la mente en tal cuadro. No por el nombre del destacado pintor que la creo si no por el singular trabajo y el significado tras este, recordaste al instante.

La obra existía, lo confirmabas. Y la poseía Varia, te impresionabas. Y seguías allí entretenido admirando aún la pintura a la media luz de las lámparas. Incluso saboreabas los matices que dotaba la poca luz al cuadro. Parecía con vida propia: podías jurar sentir una brisa fresca, veraniega y cálida como te daba la impresión que era la estación del año en ese cuadro, aspirar el pasto verde y las demás hierbas, tenías la sensación que si acercabas tu mano, el animal te la arrancaría de un zarpazo pero entonces, si acercabas tu mano a ella, podrías tocar sus hebras doradas o esa tersa piel. Ardías en deseos de tomar su rostro entre tus manos y ver más de cerca sus ojos, preciosos y enigmáticos, capaz de ver a través de ti con tal seguridad pero tú siendo incapaz de comprender que se escondía dentro de su mente. ¿Qué pensaba ella? Morías por saber.

Era mágico, aturdidor y embriagador. Sugestivo incluso. Un hechizo que atraía sin resistencia tu atención… Alguna vez habías sentido algo remotamente similar cuando admiraste por primera vez al Sol ardiente de Junio, con esa beldad y hermosura tranquilidad que irradiaba paz aún con toda su sensualidad.

No podías mentir ante la majestuosidad y lo intrigante del trabajo. Si salías vivo del castillo, lo narrarías de tal manera que la gente entendiese tu reacción, que las alabanzas y rumores que se decían de la magnífica creación eran ciertas.

Que dicha pintura te cautivaba los sentidos, pero a la vez te paralizaba la majestuosidad que reflejaba cada detalle. Tanta disonancia entre los elementos dentro del cuadro así como que cabida tenía semejante obra en un lugar como Varia siendo exhibido como con… orgullo.

¿Quién había mandado hacer el trabajo? ¿Por qué? ¿Qué sentido tenía el trabajo?

¿Cómo se dio esta tormenta?

Los matices entre una Bella y una Bestia.

° O ° O ° O ° O °


Si, son de esas cosas que quieres sacar de tu sistema y experimentar.

Si, también... Esto aún va a continuar.

Pd. Y si, las obras que mencione anteriormente existen.

Comentarios, quejas, sugerencias y traumas se agradecerán.
Xanxus quizás encontró su Musa, yo quizás la encuentre en algún review~?

Ciao.