N/A: Este es un AU, ambientado en la época actual, en la que Jean es un joven artista y aspirante a fotógrafo profesional, el cual tiene que empezar a llevar a su pequeño primo Erik al colegio. Su vida dará un giro de 180 grados al conocer al Profesor de su primo Marco Bodt. Advertencia de romances yaoi, avisados quedan. Ahora sí, buena lectura.
Disclaimer: Ni Shingeki no kyogin ni sus personajes me pertenecen, si no que son propiedad de Hajime Isayama. Si fuesen míos, habría menos titanes, menos muertes y más romances homos.
"Jean, despierta"
La voz de mi madre me llegó como un lejano murmullo a través de las capas y capas de mantas que tenía sobre mí, a lo que respondí con un gruñido incoherente desde mi semiinconsciencia. Debían de ser las siete de la mañana por lo cansado que me encontraba. ¿Para qué demonios querría despertarme mi madre a esas horas?
Sin querer salir de la cama en absoluto mientras remoloneaba, me encogí aún más sobre mí mismo en busca de calor. Jean está apagado o fuera de cobertura en este momento, por favor, ven a molestar más tarde…
"Vamos Jean, necesito que me hagas un favor"
Gemí como un cachorro apaleado, no queriendo encarar a mi madre. De todos es sabido que a estas horas no soy persona y mucho menos si mi madre de repente me arrebata la manta de un tirón y mete sus heladas y hábiles manos dentro de la camiseta de mi pijama, posándolas en mi espalda haciendo que pegase un grito casi agónico por el brusco cambio de temperatura.
-¡MAMÁ!- mi malvada madre sonrió traviesa, encogiéndose de hombros con simpleza, como queriéndome decir que yo me lo había buscado por no hacerle caso.
-Necesito que lleves a tu primo Erik a la escuela. Tu tía Kate se ha roto la pierna al caerse por una escalera y no podrá llevarle cada mañana. Está a un par de calles de aquí, no te costará mucho. Lo llevaría yo, pero no puedo dejar la tienda sola. Te lo iba a decir ayer, pero llegaste a las tantas del estudio.-me froté la cara en un intento de despejarme y asimilar la situación. ¿Tía Kate se había roto la pierna? Bueno, siempre podía llevar al niño su otra madre.
-¿Y tía Emily? También es la madre del chico, ¿no puede llevarlo ella?- mi madre rodó los ojos y frunció el ceño mientras ponía los brazos en jarras en su pose de "yo soy tu madre y aquí se hace lo que yo mande" . Conociéndola, sabía que no iba a poder escaparme de aquello por más que lo intentase.
-Sabes perfectamente que está trabajando en la universidad y no pùede llevar al niño. Así que levántate ya. No pienso dejar que mi sobrino falte a la escuela por que mi hijo sea un holgazán. ¡Vamos! Si no hubieses llegado tan tarde ayer, ahora no tendrías tanto sueño- Y ahí estaba otra vez con el asunto de llegar tarde a casa. ¡Tengo 22 años! ¿Ya no puedo ni volver de mi estudio algo más tarde de las doce? Iba a replicarle cuando me dio un par de palmaditas en el hombro, instándome a que me levantase. ¿Acaso pensaba que con eso me iba a levantar más rápido? Intenté convencerla con un puchero mientras me quejaba.
-¿Y si me encargo yo de la pastelería? Tú conoces la escuela, no tendrías problema en llevarlo….
-Jean Kirschtein, no me hagas repetírtelo. Y date prisa o tendrás que irte sin desayunar. –zanjó el asunto dándose la vuelta y saliendo de la habitación, dejándome completamente solo y con cara de pocos amigos. Maldiciendo a lo más sagrado, salí de la cama, bostezando mientras me acercaba al armario para poder elegir la ropa de ese día. Cogí los primeros vaqueros que encontré junto con una camisa verde y un chaleco negro y me metí en el baño para mi ducha matutina, la cual fue más apresurada que de costumbre.
Al poco rato estaba duchado y preparado, comiéndome una tostada mientras caminaba hacia la casa de mis tías, porque claro, no podía llegar tarde, era mejor que me viese medio vecindario con un par de tostadas en la mano y con cara de no haber dormido en un mes. Mis tías tenían suerte de ser enrolladas y caerme bien, porque de ser otra familia, no habría aceptado todo esto. Tía Kate, es la única hermana de mi madre y es la artista de la familia. Fue la que más me apoyó respecto a mi sueño de convertirme en fotógrafo profesional. También suele atiborrarme a comida cada vez que voy a su casa a comer, alegando que estoy demasiado flaco, que su hermana no me da bien de comer. Alegre y alocada, hace la pareja perfecta con su mujer, Emily, una divertida profesora que siempre está ahí cuando la necesitan y que es una digna contrincante en cuanto a videojuegos se trataba. Más de una vez nos habíamos pasado tardes enteras jugando al GTA V, para desesperación de tía Kate quien no logra comprender el gusto de su esposa por aquel juego. Diez minutos de caminata después me encontraba frente a la casa, llamando a la puerta para recoger a Erik. La puerta se abrió y me recibió tía Kate, empuñando unas muletas. La pierna estaba totalmente escayolada y tenía pinta de doler bastante, aunque el humor de mi tía demostrase lo contrario. "Mira siempre el lado bueno de las cosas, Jean" solía decirme ella cada vez que me veía huraño o de mal humor. ¿Pero qué podía tener de bueno estar despierto a las 7 y media de la mañana?
-¡Jean! ¿Cómo estas? Lamento mucho que tengas que hacer esto, y más aún siendo tan temprano…Te lo recompensaremos con ese nuevo objetivo para la cámara que necesitabas. –un sonrojo hizo aparición en mis mejillas al escuchar a mi tía. Por mucho que me molestase madrugar, no quería que mis tías se gastasen tanto dinero en aquel objetivo, por mucho que llevase deseándolo desde hacía un año.
-No es para tanto tía Kate, enserio. No te preocupes.- sonreí mientras ella se retiraba un rizo castaño de la cara y me hacía un gesto con la mano, mandándome callar.
-Ya hablaremos de ello –me dijo esbozando una sonrisa, cuando de repente, tras un ruido de pequeños pasos, una cabeza rubia apareció tras ella.
-¡Primo Jean!- un borrón rubio y veloz se abalanzó a mis brazos y yo me agaché para alzarlo en el aire entre risas. Aunque odiase a los niños, aquel crío siempre lograba sacarme una sonrisa.
-¡Enano! ¿Cómo estás?-el pequeño de 4 años me rodeó el cuello firmemente con los brazos, mirándome con sus enormes ojos castaños brillando de la emoción.
-¡Bien! ¿Me vas a llevar al cole tú? –con un asentimiento de cabeza bajé al niño hasta el suelo, depositándolo con cuidado.
-Durante un tiempo el primo Jean te llevará a la escuela, Erik.- le dijo su madre, colocándole bien los cuellos de la chaqueta y acariciando la mejilla del niño. Cuando se levantó me tendió un sobre en el que hasta en ese mismo momento no había reparado. -Corazón, aquí tienes una carta para el profesor Bodt, explicándole porqué no puedo llevarle yo y que confiamos en ti para encargarte de Erik.- asentí y lo guardé en el bolsillo interior de la chaqueta de cuero que llevaba puesta, dejándolo a buen recaudo.
-Bueno mi amor, pórtate bien, y haz caso al primo Jean y al profesor Bodt. Nos vemos luego, Jean.- Tía Kate se despidió de su hijo con un sonoro beso y volvió al interior de la casa mientras nosotros empezábamos a caminar hacia la escuela del niño.
Por el camino el pequeño no dejaba de contarme cosas acerca de cómo él y su madre Emily habían estado cazando los monstruos de debajo de su cama la noche anterior, y como su amigo Leo y él habían formado un club de chicos al que no te dejaban entrar a no ser que te gustasen mucho los superhéroes. Entre anécdotas no tardamos demasiado en llegar. Cabe decir que tampoco yo tardé demasiado en empezar a agobiarme con tanto niño a mi alrededor. ¿Por qué narices me había tenido que tocar a mí estar allí? Con tanto niño revoltoso y chillón, que parecían querer hacerme estallar los tímpanos. Le gruñí a un par de niños que chocaron corriendo contra mí mientras avanzábamos en dirección a la clase de Erik, quien caminaba a mi lado formalmente, sin soltarse de mi mano. No habíamos más que entrado por la puerta del aula de Erik cuando otro de los niños me embistió cuando salía riendo, tirándome al suelo de espaldas debido a la fuerza del impacto y al haberme pillado desprevenido. ¿Es que estábamos en la puta jungla? ¿Esos niños eran cegatos o qué? Por suerte había soltado de la mano de Erik antes de caer y no se vio arrastrado hasta el duro suelo junto a mí. Furioso le rugí al niño que me había empujado, deseando aniquilarlo con mis propias manos por haberme tirado al suelo. Le iba a enseñar yo a correr por los pasillos
-¡Tú! Niño del dem…-no pude acabar la frase porque un hombre se acercó a nosotros y levantó al niñato del suelo puesto que también había caído junto a mí del golpe. Me elogié a mi mismo mentalmente al ver que el niño me miraba sin saber qué hacer, asustado.
-¿Josh estás bien? Te he dicho mil veces que no corras…Discúlpate con este chico y ve a sentarte en tu pupitre. –el hombre, por no decir chaval, parecía de la misma edad que yo, era alto, atlético y de tez dorada, perlada de pecas por todas partes, pero sobretodo en sus mejillas, lo que le daba un aire adorable. Espera, espera, ¿adorable? Jean, estas hablando de un tío, un tío no puede parecerte adorable… Sacudí la cabeza intentando centrarme mientras el pequeño Josh se disculpaba conmigo y se marchaba al interior de la clase avergonzado y visiblemente aliviado de que su profesor lo hubiese salvado de mí. Seguramente se habría olido mi plan de acabar con su minúscula existencia.
-Hola, ¿te encuentras bien? Estos niños son demasiado activos algunas veces…Perdónale.- me dijo mientras ofrecía una su manos para ayudarme a incorporarme. Acepté su cálida mano, sintiendo un cosquilleo que se extendió por todo mi brazo. ¿Qué narices había sido aquello? Seguramente todo habría sido debido a la caída.
-Sí, bueno, a algunos de ellos deberíais ponerles una correa…-me quejé sacudiéndome el polvo de los vaqueros. El chico me miró con una sonrisa divertida, parecía divertirle mi humor huraño.
-Creo que eso no sería demasiado correcto…Además de un poquito ilegal…-me contestó bromeando, sonriendo divertido mientras Erik se acercaba a mí y me miraba preocupado.
-Primo Jean, ¿estás bien? – me agaché a su lado y le revolví el pelo sonriendo levemente.
-Claro que sí Erik, ¿por qué no entras a clase? A la salida estaré aquí de nuevo para buscarte y volver juntos a casa. ¿Vale? –el niño asintió y tras darme un sonoro y rápido beso en la mejilla, entró corriendo al aula.
- A si que eres el primo de Erik. –dijo el profesor, mirándome con curiosidad pero sin perder la sonrisa. Ante aquello recordé el sobre que me había dado mi tía y lo saqué, tendiéndoselo.
-Sí, mi tía Kate no puede venir con él porque se rompió una pierna, a si que en las próximas semanas seré yo quien lo traiga y lo recoja. –el moreno me miró asintiendo y apuntando algo en una libreta que acababa de sacar de Dios sabe dónde.
-Está bien, dile de mi parte que se recupere. –me dijo con una gran sonrisa, empezando a entrar en la clase.
-Claro, pero no sé tu nombre.- ¿y qué más te importa su nombre? Es el profe de tu primo, punto. Por muy atractivo que sea, solo es eso, su profesor. Espera…¿aquel chico me estaba pareciendo atractivo? Definitivamente aquello de madrugar me estaba sentando mal. El moreno se detuvo en el marco de la puerta, girándose hacia mí.
-Me llamo Marco. Marco Bodt. ¿Y el tuyo es?-me preguntó sonriendo de lado. ¿Aquel chico nunca perdía la sonrisa? Parecía un maldito anuncio de Happy Meal andante.
-Jean, Jean Kirschtein.-le contesté, respondiendo a su sonrisa. El moreno hizo un gesto con la mano, despidiéndose antes de entrar finalmente en la clase.
-Hasta el mediodía pues, Jean.
Le vi saludar a los niños antes de darme la vuelta y marcharme del lugar. Ya que estaba despierto, decidí que lo mejor sería aprovechar el día e ir al taller a ponerme al día con mis proyectos. No es que estuviese demasiado atrasado, es solo que mi colega de profesión Reiner es muy estricto con sus plazos de entrega, por lo que prefiero tener siempre las fotos a tiempo para entregárselas al rubio. Lo bueno de trabajar junto a Reiner en su pequeña revista semanal, es que tengo total libertad a la hora de realizar fotos para sus reportajes, con tal de que estén bien hechas. Aquel trabajo no había formado parte de mis planes de futuro hacía unos años, cuando todo lo que tenía en mente era convertirme en un ilustre fotógrafo profesional. Pero no pude decirle que no a Reiner la primera vez nos conocimos en aquella manifestación, cuando el rubio fornido me sorprendió mientras hacía unas fotos, ofreciéndome aquel trabajo como fotógrafo de su revista después de ver algunas de mis fotos y charlar un rato. Al principio acepté el trabajo como una simple manera de aumentar mis ingresos para poder comprarme mejoras para la cámara y el taller, pero al poco tiempo aquello comenzó a entusiasmarme. Además Reiner y yo acabamos congeniando muy bien, siendo el rubio ahora casi como un hermano mayor para mí.
Estaba abriendo la puerta del taller cuando mi móvil vibró cuando me llegó un mensaje. Era de Sasha, mi mejor amiga desde la infancia, diciéndome que habían inaugurado una nueva exposición de arte en la ciudad, por si quería que fuésemos a verla juntos. Le contesté con un "ok, hora y lugar", mientras entraba en el taller y me dirigía al cuarto oscuro en el que revelaba las fotos.
A los pocos segundos me llegó otro mensaje de Sasha, proponiendo que quedásemos en el centro de la ciudad, en nuestro local favorito para comer algo antes de ir a la exposición. Respondí con un " nos vemos allí a las 2 y media" y me guardé el teléfono en el bolsillo antes de entrar en el cuarto, para que la luz del aparato no estropease ninguna fotografía. En verdad me apetecía quedar un rato con Sash y ver la nueva exposición, siendo una suerte que al ser martes Erik no tuviese colegio por la tarde, dejándome la tarde completamente libre para poder quedar con mi amiga.
Pasé la mañana entre líquidos reveladores, emulsiones y fotografías, siendo una productiva mañana hasta que casi dio la hora de ir a recoger a mi primo. En ese momento comencé a sentir un leve cosquilleo en el estómago, sin saber muy bien porqué, recordando la cálida mano de Marco cuando me ayudó a levantarme esa mañana del suelo.
¿Por qué estaba recordando eso en ese momento? No tenía ni idea, pero mejor no darle más vueltas o acabaría llegando tarde el primer día de recogida del pequeño Erik.
A sí que haciendo caso omiso al cosquilleo, recogí mis cosas, cerré el taller y me puse en marcha hacia mi destino.
"Y quien me iba a decir a mí aquel día, que el simple hecho de llevar a Erik al colegio iba a cambiar mi vida por completo"
