Saint Seiya y sus personajes son propiedad de Masami Kurumada.

Capítulo 1: El teléfono. (Shaka x Mu)

—¿Puedes dejar de hacer tu recorrido turístico? ―dijo ya molesto Mu.

Shaka hace algunos días atrás decidió comprarse un teléfono móvil… más bien fue obligado por Aioria a comprarse un teléfono. Era algo nuevo para el hindú, le encantaba su nuevo teléfono, se había enviciado con él y todas esas cosas que traía. A su querido novio, Mu, ya le estaba molestando Shaka y su celular; siempre que estaban juntos (que era la mayoría del tiempo), Virgo no despegaba la vista del móvil.

El lemuriano había accedido a limpiar la parte privada del templo de Virgo, suponiendo que iba a tener la ayuda del rubio, lo cual no fue así. Se la pasó con el celular.

―Perdón, no te escuché ―se disculpó Shaka, volviendo su vista a Mu―. ¿Qué fue lo que dijiste?

―Largo, largo ―amenazó con el trapeador―. Si no vas a ayudarme mejor quédate quieto en un lugar, no manchando el piso ―frunció el ceño.

Virgo levantó sus cejas soltando un "oh" de sorpresa. Se fue a una esquina y se sentó en el suelo, volviendo a su vicio. Aries más molesto que nunca volvió a su oficio.

Shaka se detuvo un momento a recordar lo que le había dicho Aioria el día que se había comprado el móvil.

Shaka, por nada del universo debes de prestarle más atención al teléfono que a Mu.

Nunca haré eso, es sólo un folefono.

TELÉFONO ―corrigió Leo―. Pero en sí, no lo hagas. Sé que quieres mucho a Mu, pero no lo hagas. Recuerda: Si le escribes, te escribe. Si lo buscas, te busca. Si lo ignoras, te ignora. Si lo olvidas, te olvida. Si lo remplazas, te remplazará.

El hindú soltó el aparato dejándolo encima de una mesa y fue a donde el ariano. Lo abrazó por la espalda y besó su suave mejilla.

―¿Estás enoj…

―No, buenas noches, hasta mañana, tengo sueno, bye ―interrumpió Mu, soltándose del agarre de su pareja.

―Pero si es de día…

―¿Me importa? ¿Qué? ¿Te afecto? ―gritó molesto tirándole el trapeador a Shaka, se encerró en la habitación principal de un portazo.

Shaka suspiró. Definitivamente el borrego se encontraba peor que nunca. Soltó el trapeador y entró en la habitación.

Ahí estaba Mu; en la cama boca abajo, abierto como una estrella. El rubio se acercó a él, acostándose a su lado boca arriba.

―Mu… ―susurró.

―¿Qué? ―se escuchó por parte de carnero.

―Perdón ―siguió susurrando, mirando hacia el techo―. Sé que hice mal en no ponerte atención, sólo al teléfono… ¿Me perdonas?

―¿Me dejas destruir la computadora esa? ―subió su cabeza, recargándose en sus hombros.

―Es un teléfono ―corrigió.

―Cállate, es una computadora ―gruñó.

―Sí, amor ―contestó rápidamente el de azulada mirada.

El ojiverde dejó escapar una dulce risa de sus labios, contagiándosela a su compañero. Y de esa risa, siguieron con los besos y caricias.

¿Quién dijo que hasta las mejores relaciones no tenían discusiones?