En realidad, simplemente te miro. Nada más. Ni imagino nada. Bueno, miento. Más bien, me cuesta no imaginar la primera noche que me invitaste a cenar a tu casa. Subestimación, vergüenza, atención a relatos sin sentido… Jamás pensé que un mísero banco del ayuntamiento tuviera tanto significado como lo tiene diez meses después de haberte conocido.
Y ahí sigues, rasgando tu guitarra. Hace siete meses te miraba como tocabas torpemente aquella canción que una vez cantamos en la plaza del osito, y ahora tu voz recorre cada una de mis neuronas, provocándome un imperceptible escalofrío. Digo imperceptible porque ni siquiera las dos personas que tengo a los lados se han catado de mi reacción, pese a ser bastante allegados. Uno te mira con prepotencia y dejadez. Otro con una expresión casi vacía entre asco y pena. Ninguno de los dos sabrá nunca lo que llegué a sentir por ti…
Las notas siguen sonando. La melodía sigue inundando mi cabeza. La letra que cantas me suena inevitablemente a mí. Y sé perfectamente que quieres que suene a mí. Y tú sabes perfectamente que sé que quieres que suene a mí. Y miro hacia otra parte. Y noto tu mirada sobre mí en una de esas eternas entonaciones marcadas a mitad de canción. Pero segundos después, mi curiosidad me puede y te miro. Sé que quieres que te mire, y me gustaría evitarlo, pero… bueno, ya lo he dicho… la curiosidad mató al gato. Y nuestras miradas se encuentran con desesperación. Había olvidado lo agradable que resultaba perderse en tus ojos claros, aunque sólo fuera de lejos…
"Let me touch your hand
Coz' then I understand
The beauty that's within.
Is then when we begin..."
Resultas muy dulce con esa guitarra, la forma en que no miras a nadie cuando entonas esa canción tan triste. La manera en que me miras únicamente a mí cuando pronuncias frases con las que no puedo evitar identificarme. Y mis amigos me miran. Y te miro, pese a la dificultad, fríamente. Sólo puedo tratar de poner cara de duro. Pero tú sabes que ponga la cara que ponga, sigo echándote de menos. De la misma manera que tú me lo transmites con esta canción…
Lo recordaré toda la vida. El último día del mes solía ser el mejor día del mes, valga la redundancia, por aquello de la paga. Hasta ahora ha sido el peor. Para qué mentir. De algún modo, el verano se hizo extraño sin ti…
Ha pasado un mes y medio y no paro de recordar la ventana en la que me solía sentar junto a ti, un césped donde nos sentamos toda una madrugada, o aquellos dulces (e inevitablemente finitos) minutos de vuelta hacia casa cuando ya ni siquiera compartíamos nada. Miradas a escaparates de carísimos muebles de diseño, comentarios seguidos de roces, pasos sin equilibrio, miradas en el portal esperando besos evitados y conversaciones empeoradas por ignorancia de tonos.
Queda poco de canción. Mis amigos se han salido; dicen tener calor, a parte de no desear seguir viéndote. Y yo tampoco quiero… Pero aquí sigo. Apoyado sobre mis codos de cara a ti. "…I'm not alone…". ¿Te has dado cuenta de lo poco que significa para los demás y lo mucho que significa para mí esa frase? "Everywhere" de Michelle Branch sigue sonando, y yo sigo mirando como un gilipollas como acaricias las cuerdas de tu guitarra, con la vista ida.
"And when I catch my breath, it's you I see...
And everything I know that makes me believe...
I'm not alone...
You're everyone I see...
So, tell me.
Do you see me?"
Sigo observándote. Sigo recordándote de una forma agradable. Y sigo divagando en el hecho de que jamás debimos cruzar a la otra parte del río.
