Plot: Wingtalia.

FrUK, RusAme, et cetĕra, et cetĕra.

Rating: T.

Disclaimer: Personajes a ese japonés que hace dibujitos de países... ¿Himaruya?

Regalo de... ehem, aniversario, para Sajit, Monsieur Rosbif, o más fácil, mi tovarisch. Ye tem.


Francis vivía en la calle 47. Era una bonita calle, si me lo preguntas. Y si no, también. Lo suficientemente amplia como para caminar cómodamente, sin tener que sortear plumas y codazos, como toda la zona en general, y tranquila, casi de musical. El escenario en general invitaba a sonreír y tomarse un café, aspecto que muchos emprendedores habían ocupado para hacerse de un local bonito. Todas las bebidas solían saber a lo mismo, aunque todas las personas solían decir que eran diferentes.

Era de mañana. El cielo estaba despejado, y al azul tan puro que casi lastimaba le cubrían apenas unas nubes ralas. A pesar de que todo estaba cubierto por los haces amarillos del sol, hacía frío. El vaho que desprendía la taza de té (absolutamente necesaria en ese tipo de días) le empañó los lentes de leer, y Francis se los quitó, rindiéndose. Le dio un trago largo a la taza, quemándose sólo un poco, y tiró la cabeza hacia atrás con violencia. Estaba exhausto.

El esfuerzo físico podría ser muchas veces relajante, y para él, hasta inspirador. Ésta no entraba en esas muchas veces, y él lo supo apenas estiró las piernas y se aferró a sus tobillos. Se mantuvo en esa posición un buen rato, con la espalda recta y el pecho completamente pegado al suelo. Destensó sus músculos con desgana, antes de pararse de un salto y rebuscar en el reproductor de música, porque simplemente no se podía hacer esto sin música. Era incluso un tanto deprimente. Y si algo podía hacerse perfectamente con el soundtrack de Flashdance, era ésto.

Se sacó la banda elástica de la muñeca, y se ató los mechones rubios en una coleta bastante coqueta para ser desenfadada. El leotardo negro (que sí, obviamente se le pegaba), le daba un poco de molestia, porque era más grueso, y sentía que inhibía más sus movimientos, pero los blancos estaban sucios, y sinceramente creo que le enfadaba más perder las transparencias exhibicionistas del color blanco que la supuesta restricción del negro. Su rutina de estiramientos era bastante dura, y dolía considerablemente. Cuando sus compañeros le veían practicar, se quedaban verdaderamente asombrados de que alguien aparentemente vago y débil pudiese soportar esa cantidad de dolor. Pero es que cuando Bonnefoy escuchaba música, su cuerpo parecía estar suplantado por algo sin huesos ni nervios. No le importaba en lo más mínimo el esfuerzo si de perfeccionar algo se trataba, y era por eso que estaba donde estaba.

Tiró unas cuantas piruetas hacia a atrás, y comenzó a preparar sus pies. Los estiramientos le habían dejado jadeando y con los mechones de pelo que se escapaban del agarre pegados a su frente con el sudor. Levantó los brazos, flexionó las rodillas, y pegó un salto admirable, seguido de un juego de piernas en el aire. Realmente era bastante impresionante. Eran movimientos precisos, pero ejecutados con extrema gracia, demasiado como para ser mecánicos y frívolos. Sus pies tocaron el piso suave, pero firmemente, y por fin se relajó, dejando a su cuerpo hacer lo que quisiera.

Las ventanas de su sala de practicar que ocupaba casi la mitad de su departamento eran enormes. Se podía obtener una vista perfecta desde cualquier segundo piso de algún edificio cercano, demasiado, de hecho. Parecían puestas ahí a propósito, y conociéndolo, lo más probable era que así fuese. Con todo, a absolutamente nadie le molestaba. Es más, precisamente la tienda de donas y cafetería que estaba frente a frente con su edificio era la más concurrida, vaya uno a saber por qué. No, sí sé.

Si alguien tuviese un ideal de persona perfecta en la cabeza, hombre o mujer, lo olvidaría al instante de conocer a Francis Bonnefoy. Creo que no hay más explicación que esa, más que un simple "es demasiado guapo". Era una persona excepcionalmente bella y lo sabía, sin dejar de atribuirle al hecho más de la debida importancia. Cuando se crece siendo de esa manera, que no importa lo que hagas, vas a ser perfecto, uno no tiene otro tipo de margen de referencia. Así son simplemente las cosas. La gente que te regala cumplidos como agua es parte del día, y si consigues algo con una sonrisa pasa de ser algo dulce a algo terrible, pero con la calma que conlleva la resignación. Es de la clase de persona con la que te cruzas, charlas y si estamos de buenas hasta te acuestas, y piensas que es imposible que sufra, que pueda tener algún problema.

Pero por supuesto que los tiene. O al menos unos pocos.

Ya daban las diez cinco. Mientras Bonnefoy descargaba su frustración en una serie de vueltas, gente trajeada pasaba a comprar algún refrigerio por las tiendas cercanas, si rondaban la treintena. Si no, llevaban apenas una barra de chocolate entre los labios, una galleta, o nada. Y si eran más jóvenes que eso, llevaban desde una paleta hasta un cigarrillo. Habían adolescentes con ropa extravagante, que miraban con condescendencia a otros adolescentes, y viceversa. Niños demasiado jóvenes (o molestos) para el parvulario, con sus respectivas cansadas madres.

Arthur Kirkland pertenecía al grupo de los veinteañeros con pocas unidades delante, y lo que tenía en la boca era un cigarrillo. Leía un artículo de periódico en línea cuando tenía que fingir que estaba ocupado, en la especie de balcón que constituía la zona de fumadores de la tienda de donas y cafetería de carpas rojas. De cuando en cuando, entre mordiscos de su dona rellena de chocolate o caladas, miraba hacia los ventanales. Soltaba una mirada furtiva, le daba un trago a su café, y volvía a mirar, un poco más descaradamente. Frunció las cejas paulatinamente, y apretó los dientes, observándole una vez más. Y es que no podía culpársele. No, en serio, no era su culpa. Tenía que. Aunque se puede aclarar de que se disfrutaba bastante en el proceso.

Porque hay una cosa que llama más la atención de Bonnefoy que su cara linda; Francis tiene el par de alas más hermoso que cualquiera haya visto jamás.


Las mañanas de Braginski no eran lo mismo desde que se casó. Si bien se levantaba bastante temprano normalmente y tenía bastante aguante, había una gran diferencia entre levantarse tranquilamente a las seis de la mañana, a que un par de cuerpos hiperactivos (uno considerablemente más grande que el otro) le despertaran a saltos en la cama.

Pero no se quejaba. Si desde más joven de hubiesen asegurado que sería así de feliz su vida, jamás le hubiese creído.

Una carita diminuta asomó unos ojos azules casi violetas por debajo de las sábanas. Iván la miró con dulzura, e hizo ademán de ir a atraparle. La figurita volvió a revolverse, y una enorme masa no identificada saltó desde las profundidades del costado de la cama, abalanzándose sobre él. Tomó al niño entre las manos, cargándole como Simba, mietras éste se retorcía y reía, reclamándole a su otro padre ayuda. Iván se lo pensó un segundo, antes de incorporar el torso e ir a hacerle cosquillas a Alfred. Una caracajada estrepitosa se dejó oír tal vez hasta afuera de la casa, pero no soltó a Misha, sino que se levantó, lo cargó en sus hombros, y echó a correr hacia el comedor. Huelga decir que un segundo más tarde, ya tenían a Iván persiguiéndoles.

Para cuando llegó, en el recinto reinaba el silencio. Entrecerró los ojos, sin dejar de sonreír, preparándose para cualquier ataque con almohadas o cucharas de la cocina.

-¿Alfred?

Unas risitas se escucharon de fondo, demasiado graves como para ser de Misha. Iván ensanchó sus sonrisa, localizando casi exactamente el origen del sonido. Con un movimiento rápido, tomó un mantel recién salido de la secadora que "alguien" había dejado por ahí y lo lanzó hacia sus espaldas, dándole a Jones en plena cara.

-¡Ahh! ¡Traición! ¡Trampa, trampa!

Iván rió y le cubrió totalmente con la tela, atrapándole, y haciéndole cosquillas como podía.

-Pero si tú me estabas atacando por la espalda.

Un mordisco en los labios de remordimiento y sudor en las manos de la emoción tomaron la resolución de Misha, porque sabe que por la espalda está mal, pero tiene cinco años, todas las cosas que le gustan están mal. Respira profundamente, y en un salto digno de Spiderman se prende de la cabeza y los hombros de Iván, cubriéndole los ojos con una toalla de manos.

Él se ríe, y hace como si su pequeño hijo tuviese la fuerza de un león. El niño aletea, demasiado rápido para ser seguro, y un par de segundos más tarde ya ha volado un metro y se ha pegado con el techo en la cabeza. No le ha dolido demasiado, pero al ver que se preocupan y van a abrazarle, rompe en llanto.

-¡Buaah! -lloriquea, mientras Iván le mece y acaricia el golpe.

-Si serás bestia- le espeta Alfred, picándole a Iván la mejilla.

-Pero si yo te he dicho que no le dejes volar en casa -se desconsuela un poco, porque ha tenido suerte y no se ha hecho mucho daño esta vez- Además, ustedes me han atacado.

A Alfred se le iluminó el rostro, y salió corriendo, con una pequeña cajita plateada.

-¿Vas a pedirme matrimonio? -suelta Iván, y Alfred se sonroja un poco, recordándolo.

-¡Yo nunca te pedí nada! -ríe, y se pasa una mano por la nuca.

-Ah, claro que sí. Estábamos en mi casa, después de...

-¡No le digas, no le digas! -le tapa la boca, mientras Misha les mira divertido y sin entender- Y no, no te lo pedí, simplemente planteé una situación hipotética, y tú aceptaste porque soy awesome.

-Sí -resuelve, tan feliz, y Alfred se incomoda, porque se lo pidió, se hizo un lío, y lo único que Iván dijo es "sí quiero casarme contigo". Sonríe bobamente.

-¡Como sea! -abrió la cajita, y sacó una cadena con un colgante en forma de bailarín- Feliz primer año de bailarín profesional.

Iván abre los ojos y baja la mirada hacia el regalo, porque sinceramente no se lo esperaba, baja la muñeca de Jones que le tiende el regalo, y le besa en la mejilla, y después en la boca. Alfred se lo devuelve, tiernamente y se separa.

-¡Ewww! -suelta Misha, tapándose los ojos y sacando la lengua, corriendo a servirse un enorme plato de cereal. Iván le sonríe a Alfred y se incorpora, tendiéndole la mano.

-¿Cómo va ese estudio en el que estás trabajando? Ayer llegaste a casa bastante tarde -pregunta Braginski, poniendo panes en el tostador.

Jones estira los brazos y se masajea un hombro, suspirando.

-Va bien, bastante, diría yo -saca un envase de leche para Misha del refrigerador- No me doy abasto yo solo. Están saliendo unos resultados inimaginables, en poco tiempo, podremos generar una terapia completa para que la gente con alas atrofiadas pueda desarrollarlas -los ojos le brillan, y le acaricia la cabeza a su hijo.

Iván le sonríe, y le pasa un plato con desayuno.

-¿Y no han ido a investigar por eso de las alas? -revuelve su café y saca la cucharita- Ya sabes, eso de los crímenes y el mercado negro.

-No... ¿por qué deberían? -inquiere, poniéndose sus gafas.

-No sé... están suponiendo que las usan para esa clase de experimentos, tú sabes. Han encontrado otro cadáver hoy, y yo...

-¡Iván, no! -le riñe, señalando a Misha con la cabeza, mismo que esta muy ocupado acomodando sus cereales por color como para prestarles atención.

-Pero no nos escucha -susurra, mirándole con ternura.

-Da lo mismo, es desagradable -sacude la cabeza- Tienes que dejar de leer esos blogs de noche.

-Pero ha salido en las noticias...

Alfred pone los ojos en blanco, decidiendo que es imposible, y le tira migas de pan a la cara, empezando una mini guerra de comida. Misha refunfuña, pensando en que lo más probable sea que él tenga qué recoger.


De vuelta en la calle 47, siguen observando a Bonnefoy, que ha terminado de ejercitarse. Hacen más de veinte minutos que Kirkland se marchó, y ahora el espía no está tan expuesto. Le mira fijamente, enarca una ceja, y raya algo en una hoja cosas que cualquiera preferiría no saber. Francis se desnuda, entra al baño y toma una ducha. El anónimo decide que ya es suficiente, y se marcha. La gente le mira al pasar, no como a Bonnefoy, sino con una mezcla de lástima. Y la sombra de una sola ala le sigue, como perro sarnoso, hasta las enormes puertas negras que son su hogar.


Es tonto, es aburrido, y es cliché, pero uno necesita algo de wingtalia, de vez en cuando. O tal vez no, pero es una buena excusa para escribir bastantes tonterías. No sé cuánto durará, pero espero que lo descubran conmigo.

Ask: ReaKafka.

Gracias por soportarme, bro.

Besos, Rea.