Mis pequeños y adorables cupcakes, el día de hoy (sábado 11 de Julio) vengo a contarles un cuento. Sí, que como soy una chica del Occidente Dorne para mi es paradisíaco y bonito, todo muy perfecto, así que como decidí hablar de su más emblemática reina, escogí muchos temas dulces (y tristes) para relatar.

Tres títulos bien sufridores, tres drabbles que me dieron dolor de cabeza y tres mosquitos que me han picado ahora mismo, todo esto participa en el Reto #54: "Títulos de drabbles" del foro Alas Negras, palabras Negras. El foro al que deben ir si no quieren que R´hllor quemé a sus hijas (¡Shireen!).


Nada, nada es mío, todo es propiedad del asesino serial más buscado de la literatura, George R. R. Martin.


Canciones para dormir.

El sol calienta, todavía no sé ve su reflejo en el mar o en la arena, pero se siente. Es igual al temor de Nymeria, una corriente que hace eco antes de presentarse, un pinchazo incómodo y militante contra la piel.

Ha viajado mucho, viendo sucumbir a tanta de su gente por el mar, las enfermedades y el hambre que ella misma se siente un cadáver animado, una sombra pálida de la princesa de Ny Sar que un día por orgullo decidió seguir a sus opositores a una guerra imposible de ganar. Si el lord de esas tierras le impide quedarse, como lo hicieron en las Islas del Verano, Nymeria pondrá su pecho en tierra y, luego de cinco años en el mar, dejará salir todas las lágrimas que no derramó el día en que su gente corrió al puerto para escapar.

Y si ella llora, dioses del Rhoyne, lo último que queda vuestros hijos se echará a llorar con ella y perderán la fe.

El sol despunta, es un sol que palidece ante su propio reflejo en las arenas. Es un calor sordo, que se propaga sin mecha y pone alerta al mundo que yace a sus pies. El pueblo de Nymeria siente la presión de éste sobre sus hombros, como un anuncio del imponente astro que les sirve como símbolo, sobre el joven señor que se acerca a ellos.

Para suerte de Nymeria, y la historia en general, desafiando las probabilidades y las experiencias adquiridas, Mors Martell hace una reverencia profunda frente a ella y besa sus manos con delicadeza. Su sonrisa es amplia y su voz amable, le regala comida y esperanzas. Y cuando la princesa llora, lo hace porque el sabor de una naranja sanguina explota en su boca, llenándola del más dulce jugo tropical que ha probado nunca. Llora porque ese hombre, que como muchos otros ha podido echarla con su gente de nuevo al mar, alegando al poder sobre su tierra, simplemente le encarga un baño y ropas nuevas, antes de dejarla en una habitación con más lujos de los ha dispuesto por años.

Envuelta en la añoranza de ese castillo desconocido, con colores cálidos y sonidos crepitantes a su alrededor, la otrora señora del Rhoyne puebla el cuarto con un grito de alegría inmenso. Dichosa, por una vez en mucho tiempo, agradece a los dioses por llevarla a un lugar donde sin tener nada que ofrecer le tratan con respeto. Oculta el rostro entre sus manos y ríe histérica, ya no está sujeta a la rueda de horribles presagios que la llevaba de un lado para otro. Es libre una vez más. No se atreve si quiera a imaginar que podría ser una trampa, o el medio para convertirla en una esclava. Está borracha y esa borrachera la empuja hasta el lecho, donde por fin, luego de muchos insomnios acumulados, se deja arrastrar hasta el fondo de su cabeza.

Por una vez las pesadillas de alejan y solo sueña.