Disclaimer: Ni Digi ni Mon me pertenecen, escribo sin fines de lucro, etc, ect.
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Nunca lo había imaginado antes.
Crecieron juntos, todo lo que hacía uno, lo conocía el otro. Para él, ella era un chico más, un chico que no temía tirarse a la tierra y ensuciarse o rasparse un poco. Un chico que entendía sus chistes, que siempre le daba un hombro donde apoyarse, una opinión importante para la toma de sus decisiones. No le daba pena hacer cosas de chicos frente a ella, como eructar.
Hasta que se dio cuenta que no era un chico.
Crecieron juntos y se dio cuenta que ella cambio. Dejó los pantalones de mezclilla por faldas, dejó el balón de fútbol por una raqueta. En la escuela les enseñaron que en la adolescencia a los hombres se les ensanchaban los hombros y a las mujeres las caderas. A los hombres les salía bello facial, a ellas les crecían los pechos. Todo lo aprendió en la escuela, pero nada se comparaba a ver esos cambios reflejados en ella.
Al notar como sus piernas llamaban la atención de sus compañeros no pudo evitar sentir celos. Le daban ganas de golpear a quien fuera que dijera un comentario como que "se había puesto sexy". ¿Ella? ¿Sexy? ¡Pero si era un chico más! Sólo que no lo era. Y le provocaban unas ganas de golpear a todos los que dijeran un comentario parecido, incluso a él mismo por haberlo pensado un par de veces.
Un día lo visitó a su apartamento, como tantas veces había hecho antes. Hikari estaba en una fiesta de cumpleaños, sus padres en alguna cena. Llegó con comida, algo que debió haberlo alegrado, como siempre lo había hecho antes. Pero él solo pudo fijarse en su falda y la blusa, que si bien no mostraba tanto, le permitía imaginarse algo. Y era suficiente para sentir apretada su entrepierna.
Se sentó a su lado y agradeció a la vida que no se diera cuenta de su erección. Se sintió incómodo, quería gritarle y reclamarle que hubiera crecido, que todo hubiera sido más sencillo si ella hubiera sido un niño. Por otro lado, quería abrazarla. Por primera vez le parecieron hermosos sus labios, quería saber que se sentiría besarla a ella. Ya lo había hecho con otras chicas, pero ninguna de esas chicas eran fuego y lo quemaban con la mirada.
Ella le preguntó que tenía, él volteo la mirada porque se había mantenido más segundos de los que hubiera querido mirando sus pechos en crecimiento. Para su mala suerte, ella se percató y le pegó una cachetada. Le gritó, le dijo que era un pervertido. Lo que ella no sabía era que él no podía evitarlo, que en realidad era culpa de ella por haber crecido. Era injusto, él solo quería descubrirla por primera vez.
Por eso no podía creer lo que había pasado. Tuvo que esperar muchos años y soñarla para aguantar las ganas. Se reprimió mucho tiempo, intentó probar con otras mujeres. Ninguna era ella, ninguna lo saciaba como estaba seguro podía hacerlo ella.
Años más tarde la encontró en la cafetería que visitaba todas las mañanas y se sorprendió, nunca la había visto ahí. Hablaron de todo y de nada, ella lo invitó a seguir hablando a su nuevo apartamento, aprovechando que su compañera de cuarto no se encontraba. Él le recordó la ocasión en la que ella lo cacheteó, ella no pudo evitar reírse. Le preguntó, para su sorpresa, si ella seguía teniendo el mismo efecto en él.
Él no lo negó.
Los besos no se hicieron esperar, estaban llenos de desesperación. Se estaban redescubriendo, era algo nuevo para los dos, estar con alguien que los conociera tan bien como lo hacía el otro. Las ropas volaron por los aires, a ella no le importó dejar un desastre. No tuvieron tiempo de llegar a su cama.
Nunca lo había imaginado antes, o sí. Lo había imaginado en repetidas ocasiones, pero nunca creyó que realmente llegaría a suceder.
Terminaron en el suelo, con la respiración entrecortada, sobre un tapete gris. Él acarició su rojo cabello, ella tenía su cabeza recargada en su varonil pecho. Estaban satisfechos, ambos. De haberse conocido de ese modo, conocido de una manera más profunda. Habían estado en sincronización, como cuando jugaban fútbol y todos sus compañeros les decían que parecían leerse la mente por lo precisos de sus pases.
Ella se levantó para preparar algo caliente, se puso la playera de él antes de caminar hacia la cocina. Él no paró de mirarla en ningún momento. Se maldijo por lo bajo, la quería una vez más. Se levantó, sin importarle no tener nada puesto y la alcanzó en la cocina. La abrazó por la espalda, rodeando su cintura con sus musculosos brazos. Le mencionó que sus piernas eran espectaculares, que le había querido decir eso desde que tenían 14 años. Se lo dijo en un susurro, rozando su cuello.
A ella no le importo dejar un desastre una vez más.
Él agradeció que ella no fuese un chico.
Notas.
¡Mi primer Taiora en siglos! No exagero, llevaba mucho tiempo sin escribir de esta pareja. Estoy feliz de haber tenido la oportunidad de hacerlo como parte de la actividad de fin de año del Topic Taiora del Foro Proyecto 1-8.
La palabra que me tocó como concepto para el fic fue sexo. Creí que no lo lograría y esto fue lo que salió. Si les gustó, si no les gustó háganlo saber por medio de un review, los amo.
Aprovecho para, nuevamente, desearles una Feliz Navidad.
