Disclaimer: Todo lo que reconozcan, no es mío.
Capitulo 1: ¿Quieres jugar?
Saber lo que necesitas, no implica que sepas cómo conseguirlo.
(Megan Hart)
Como todas las mañanas a las nueve en punto, el ascensor se abrió con un suave campanilleo metálico. Emmett McCarty no tenía intención de mirarla, pero una vez más, fue incapaz de resistirse al repiqueteo de sus zapatos contra el parqué oscuro.
Golpes sordos, huecos y seguros.
Él nunca pensó, que unos simples tacones pudieran llamar tanto su atención. Pero otra vez, no era sólo el delicado calzado de diseño lo que hacía que todas las mañanas esperara inquieto a que el reloj marcara las nueve. O que se humedeciera los labios incapaz de aguantar la sequedad en su boca, cuando las piernas que seguían dichos zapatos, aparecían en su campo de visión.
Y es que todo en ella lo volvía loco.
Desde la espesa mata de cabello rubio que acariciaba con gracia su cintura, hasta los diferentes tonos de esmalte que adornaban cada día sus uñas.
Emmett nunca fue un hombre vicioso. No fumaba, no bebía, tampoco jugaba o ingería drogas de cualquier tipo. Pero si le hubieran preguntado si tenía alguna adicción, tendría que reconocer que sí. Y su adicción tenía nombre y apellidos.
Rosalie Lillian Hale.
Incluso su nombre le parecía erótico. El ronroneo de la primera "r" seguido de la suavidad de las dos últimas vocales.
Rosalie…
Pronunciar su nombre era igual que saborear un buen vino tinto; puro placer en cada una de las sílabas.
Todo hombre que la viera, tendría que admitir que ella era preciosa. La fantasía húmeda de cualquier hombre. La feminidad en estado puro. Y al escuchar su descripción, podrían compararla con una diosa. Porque esos ojos azules, tan claros como el agua del mar no podían pertenecer más que a una entidad divina. Y su cuerpo, delgado en donde debía serlo pero lleno de insinuantes curvas, de huecos oscuros y húmedos y de piel aterciopelada como la seda, estaba hecho para ser adorado.
Sin embargo, su apariencia no los llevaría a adivinar la realidad a la que se enfrentarían al conocerla.
Porque Rosalie Hale distaba mucho de ser un ángel.
Y quizás era por eso, por lo que Emmett era incapaz de apartar sus ojos de ella.
—McCarty—Un saludo glacial. Digno de la dama del hielo. Sin calidez o frases hechas. Una simple palabra que, por su sencillez, resultaba mucho más atrayente de lo que en realidad era. Y siempre dejaba a Emmett queriendo más.
—Buenos días señorita Hale—La voz enronquecida de él, no pasó desapercibida para ella, por supuesto.
Rosalie obtenía un especial placer al sentirse deseada. Le gustaba la forma en la que, cuando irrumpía en una habitación, se hacía el silencio. La excitaba la manera en la que Emmett esperaba estático hasta que ella llegaba a su puesto y murmuraba su apellido suavemente.
Él no respiró tranquilo hasta que Rosalie desapareció por el corredor. Carraspeó aturdido, se dio unos segundos para que su mente volviera del limbo y trató de concentrarse en su trabajo. Después de varios meses viéndola todos los días, le resultaba más fácil desembarazarse de la sensación de adormecimiento que lo atacaba con su presencia.
Aún así, podía recordar claramente el impacto brutal que recibió al verla por primera vez.
Recordaba con exactitud las cosquillas que bailaron en su estomago, el picor adormecido en la palma de sus manos. La ola de calor que comenzó en su cuello y se extendió vertiginosa a través de su cuerpo, para terminar palpitándole en la polla. Una dosis de adrenalina pura que lo sorprendió y acobardó por partes iguales.
Porque, joder, él no era ningún adolescente en plena pubertad. Pero su reacción fue la misma.
Y ella lo supo.
Lo supo y además se deleitó con el deseo que brillaba en esos ojos marrones.
Desde ese día, la rutina entre ellos no varió. Rosalie continuaba llegando justo a las nueve de la mañana, vestida con los mismos trajes de chaqueta y falda de siempre. Los silencios y las cabezas girándose al verla pasar, siguieron tan largos y pesados y los tacones de sus zapatos, continuaron emitiendo el mismo sonido día tras día. Y él la esperaba tan impaciente como en su primer encuentro, deseando verla separar los labios y murmurar su nombre con la suave cadencia de voz que Rose tan bien manejaba.
A simple vista, se diría que todo seguía igual.
Pero no era del todo cierto.
Si alguien se hubiera fijado con más detenimiento, habría advertido los pequeños cambios. Como el hecho de que Emmett no volviera a desayunar en la cafetería, y por el contrario, se dedicara a forcejear con la estropeada maquina del pasillo. O en la sonrisa pícara y orgullosa que perfilaba los labios de Rosalie al darle la espalda.
Pequeñas variaciones que por su intensidad, afectaban a los protagonistas.
A las diez y media de la mañana, los empleados de la segunda planta salieron en tropel para tomarse un merecido y acostumbrado descanso. Emmett aprovechó la pausa para ir al baño. Caminó por el corredor mientras aflojaba el nudo de la corbata asfixiante y obligatoria que debía usar. Como siempre, varios de sus compañeros se apelotonaban en grupo para fumarse un pitillo.
Emmett aguantó la respiración hasta llegar al inodoro.
—…Enserio, no sé cómo puede aguantarla. La zorra tiene un polvo, pero de ahí a casarse con ella…—Mark Sullivan. Uno de los contables de la compañía fumaba y despotricaba sin parar. Para variar, su misoginia saltaba a la vista. El tipo era incapaz de formar una frase coherente sin que la mitad de las palabras fueran insultos.
—Como decía mi padre, no compres la vaca si puedes obtener gratis la leche—Masculló Howard, el cabecilla por excelencia. Por supuesto, las risotadas halagadoras no se hicieron esperar.
Emmett recibió un codazo cómplice de parte de Brian Wells, otro compañero que no destacaba precisamente por ser santo de su devoción.
—¿Qué?—Inquirió McCarty, más seco de lo que había pretendido.
—¡Ah!, ¿Es que no te has enterado?—Howard, que llevaba la voz cantante, aspiró una profunda calada de su Marlboro y anunció con burla:—La dama de hielo se casa tío—Volvió a reírse despectivo.
Pero Emmett no estaba escuchando, porque el anuncio le había pesado en el estomago igual que un saco de piedras.
Disimuló, por supuesto, pero se sintió tan enfermo y apaleado como un perro viejo.
¿Se casa?
—Oh—Fue todo lo que pudo balbucear. Suficiente para que Howard, Mark y Brian se dieran por satisfechos y siguieran chismorreando.
No podía decir que la noticia le pillara de sorpresa, ya que era bien sabido que Rosalie estaba comprometida desde hacía varios meses con uno de los socios de la empresa. Royce King. Emmett no lo conocía en persona, pero si había escuchado varios comentarios sobre él. Las mujeres de la empresa lo veían como un gran partido y los hombres solían criticarlo porque en realidad, le tenían un poco de envidia. El tipo era asquerosamente rico, apuesto y de buena familia. Características llamativas para ambos géneros, aunque no por las mismas razones.
Fue la segunda vez en su vida que Emmett sintió celos. Celos agrios y corrosivos, tan densos como el petróleo crudo, que bajaron por su garganta y le ardieron en la boca del estomago. Ya los había experimentado, la primera vez y aunque no tan fuertes, cuando supo que ella estaba comprometida pero no por eso podría acostumbrarse o aceptarlos.
Emmett sabía que Rosalie no era mujer para él. . Nunca lo sería. Eran diferentes y pertenecían a mundos distintos. Pero no por saberlo le resultaba menos doloroso.
Salió del baño y volvió a su cubículo.
La mañana pasó tan lenta, que incluso sintió deseos de aporrear el reloj para que comenzara a moverse con normalidad. A las una de la tarde, se saltó el almuerzo y bajó al parque para despejarse un poco. El aire, aunque no tan puro como en los campos de su ciudad natal, limpió sus pulmones y le devolvió la claridad mental que necesitaba. No podía hacer nada para dejar de sentirse como una mierda, pero al menos lo intentaba y eso ya era "algo".
Sin embargo no era el único con un ataque de enfermedad repentina. Rosalie Hale no se sentía mucho mejor.
Sentada detrás de su brillante escritorio de caoba, enredaba y desenredaba una y otra vez un mechón de su cabello. Aunque ella apenas era conciente. Para muchas mujeres, el día anterior habría sido como un sueño hecho realidad.
¿Para ella? Era una jodida encerrona.
La fiesta a la que había asistido con Royce lucía tan ostentosa como el vestido negro y brillante que él había escogido para ella. Los peces gordos se sonreían unos a otros y se palmeaban la espalda orgullosos de su insignificante aporte a la sociedad. Y seguramente si alguien les hubiera preguntado a qué beneficencia serían destinados los fondos que recaudaran, el cincuenta por ciento no habría sabido responder. Entonces la fiesta había dado un giro radical cuando Royce King subió al escenario con una sonrisa autosuficiente, para pedir matrimonio a Rosalie públicamente. Por supuesto ella podría haber dicho que no, pero las enseñanzas arcaicas de su madre habían arraigado con profundidad en sus costumbres.
Así que eso era todo. Royce no sólo había comprado un diamante del tamaño de la cabeza de un bebé, sino que también había apartado fecha en la iglesia y en el mejor hotel de Manhattan para el banquete nupcial. La luna de miel sería en Saint-Tropez y su próxima vivienda, la finca familiar de los King a las afueras de Manhattan. El hecho de que ella no quisiera dejar su trabajo era irrelevante para su prometido. Él jamás permitiría otro arreglo.
—Mi mujer debe estar en mi casa—Y punto. No había más que objetar.
Y es que la palabra favorita de King, siempre había sido mío.
Rosalie se peinó el cabello con los dedos, alisó su falda y salió de la oficina. Su secretaria la recibió con una sonrisa cautelosa, pero ella no se la devolvió. Se limitó a dictarle lo que quería de almuerzo y asegurarse de que la muchacha cumplía con sus obligaciones. Después volvió a encerrarse en su jaula de oro.
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Esa tarde en la empresa, se celebraba la junta anual por el término del año fiscal. Y todos los departamentos debían asistir con la detallada información que les requerían.
Emmett caminó hacía la sala de juntas sujetando varias carpetas contra su cadera.
—Mm benditas reuniones anuales. ¿Qué haríamos sin ellas?—Ironizó Isabella Swan que apareció a la altura de Emmett por el corredor. Él le sonrió, como siempre. Esa chica le agradaba. Y a veces se preguntaba por qué no podía fijarse en alguien tan sencilla como Bella. Porque ella era todo lo que un hombre podía desear. Delicada, fina, femenina, inteligente y muy atractiva. Quizás no al estilo erótico de Rosalie. Pero la ternura también mueve montañas. Y además ella no tenía un anillo en el dedo, lo que le sumaba varios puntos.
—Me apetece tanto como meter la cabeza en el horno— Emmett siguió el juego con soltura y Bella soltó una risita cómplice mientras se reunían con los demás.
El ambiente en la junta no tardó en convertirse en algo soporífero y difícil de respirar. Una veintena de cabezas se movían al unísono siguiendo el ritmo del hombre que hablaba y señalaba complicadas graficas, en ese momento. El olor a café y la calidez del aire acondicionado, hicieron que Emmett reprimiera varios bostezos. Trató de concentrarse en el puntero de metal con el que su compañero señalaba las cifras pero fue incapaz, así que se limitó a cruzar los brazos y centrarse en no quedarse dormido.
Sin embargo, al otro lado de la sala, Rosalie seguía los movimientos de Emmett con ansias.
No era la primera vez que se lo comía con los ojos. Y es que el tipo era una tentación para los sentidos. Los rizos oscuros que se adherían graciosamente a su cráneo recio y fuerte se perdían en la oscuridad de la habitación. Una ristra de luz se colaba por la ventana y apuntaba justo a los ojos marrones y expresivos de él. Con los brazos cruzados, los músculos de sus hombros se tensaban, creando pequeñas arrugas en la camisa gris marengo que usaba ese día. Tenía la cabeza apoyada contra la pared del fondo. Él siempre solía apartarse de la mesa central donde la mayoría de los empleados se hacinaban en las reuniones. Y ésta vez, ella había hecho lo mismo.
Con la cabeza apoyada contra la persiana grisácea de la ventana del rincón, Rosalie continuó su insistente escrutinio hacía Emmett. Y no paró de observarlo hasta que él le devolvió la mirada.
Porque ésta vez, ella no se iba a conformar con verlo y jugar con él en su imaginación. Hoy quería algo más y lo tendría.
Emmett se sintió observado. No le resultaba incomodo, pero sí curioso, así que paseó la mirada por la sala y chocó de frente con dos ojos intensamente centrados en él. No pudo evitar absorber la visión con codicia. Los muslos tersos y pálidos de Rose estaban cruzados a la altura de la rodilla, la falda se había deslizado hacía arriba. Tenía los brazos apoyados a cada lado del asiento y la cabeza contra el ventanal.
Rose mordió su labio inferior cuando consiguió su propósito y tuvo la atención de Emmett. Deslizó la mano dentro de su bolso, y sin apartar la mirada, tecleó un rápido sms. Tuvo que apretar los labios para controlar la risa, cuando vio que él respingaba en su asiento por la vibración de su móvil.
Con disimulo, él aceptó el mensaje y leyó las siguientes palabras:
"¿Quieres jugar?"
Emmett no tuvo tiempo para reprimir el gemido que escapó de sus labios. Lo disfrazó de tos y el alivio se mezcló con la punzada de deseo que recorrió su espalda. Observó fijamente a Rosalie a través de la sala y asintió imperceptiblemente.
Ella soltó el aliento y volvió a teclear con rapidez.
El segundo sms decía así:
"Quítate la corbata"
Emmett ni siquiera se planteó la petición. Llevó los dedos al trozo de tela que colgaba encima de su tórax y lo desanudó con presteza. Unos segundos después, sus pupilas se dilataron al ver que Rosalie se deshacía de la chaqueta de su traje. Incluso en la oscuridad y con la distancia que había entre ellos, él pudo atisbar los pechos llenos que se apretaban contra la seda blanca de la camisa de ella. Tragó saliva y aceptó el tercer mensaje.
"Desabrocha dos botones de tu camisa"
Y lo hizo. La piel bronceada de él lucía tan suave al tacto que Rosalie tuvo que clavar las uñas contra las palmas de sus manos para evitar caer en la tentación. Temblando apenas, ella fue reciproca y acarició con las uñas la piel de su escote. Despacio, empujó los dos primeros botones de su camisa hasta que estuvieron fuera del ojal. Volvió a acariciarse, ésta vez asegurándose de que la tela de su camisa se abriera detrás de sus dedos. Sus pechos se apretaban justo en la zona donde el cierre frontal se clavaba contra su piel.
Emmett siguió ansioso los movimientos de Rosalie. Con parsimonia, ella se introdujo sus dedos índice y medio en la boca, los humedeció y después los deslizó entre sus apretados senos. Sonrió satisfecha al ver cómo él se removía inquieto en su silla.
Era un juego de reciprocidad donde ella daba las órdenes y esperaba que él las cumpliera.
"Sácate la camisa de los pantalones"
A Emmett le fue imposible aplacar la sonrisa plena que se dibujó en sus labios. Oh sí, ella sabía lo que hacía, porque él estaba duro como una piedra y si la luz se encendía en ese momento, al menos tendría algo con lo que tapar el bulto tenso que latía contra su muslo.
Rosalie se mojó los labios con la punta de la lengua y escribió el quinto sms.
"Deja el móvil encima de tu polla, quiero que vibre sobre ti"
Ésta vez, Emmett estaba preparado y el gemido no escapó de su garganta. Con cuidado, dejó el aparato contra su miembro hinchado y abrió un poco más las piernas.
Rosalie reclinó la cabeza hacía atrás; colocó las manos encima de sus pechos y los acarició con maestría. Le excitaba saber que en cualquier momento, alguien podía mirar en su dirección y ver lo que estaba haciendo. Pero lo que de verdad tensó su clítoris fue saber que él haría cualquier cosa que ella le pidiera. Se pellizcó los pezones y apretó los muslos, cerró los ojos e imaginó que eran las manos grandes y recias de Emmett las que exploraban su cuerpo.
Él por su parte, extrañó la dosis de oxigeno que se negaba a entrar en sus pulmones. Su pulso se había disparado y la calidez de la sala, se convirtió en calor sofocante. Una gota de sudor se deslizó por su sien y bajó hasta su cuello, para después seguir un camino hacía el sur y desaparecer en su ombligo.
Rosalie continuó acariciándose con una mano y con la otra tecleó la próxima orden.
"Suelta la hebilla de tu cinturón"
Emmett aguantó la vibración deliciosa que golpeó contra su entrepierna. No gimió, aunque le hubiera gustado. En vez de eso, mordió con más fuerza su labio inferior y sin apartar el aparato de aquella zona sensible hizo lo que se le exigía. La hebilla de metal tintineó contra el soporte, pero nadie lo escuchó.
Ella siguió ansiosa cada uno de los movimientos de él. Sin darse cuenta apenas, había comenzado a restregar sus muslos uno contra otro con fuerza. Y la tensión que crecía en su vientre la hacía respirar entre cortado. Sentía el calor en sus mejillas, la falta se saliva en la lengua y las palpitaciones rítmicas de su entrepierna. Su próximo movimiento fue algo más torpe por la necesidad. Abrió los muslos y respiró profundamente cuando el aire caliente golpeó su sexo. Emmett pudo ver con claridad el triangulo blanco de su ropa interior. La postura de ella era de lo más excitante. Los muslos entre abiertos, revelando ese trozo de tela que se abrazaba a lo más íntimo de su ser, invitaban a ser lamidos.
"Acaríciate para mí"
Emmett asintió secamente. Aunque lo que en verdad deseaba es que fueran las manos de Rosalie las que sujetaran su miembro. Metió la mano dentro de su bóxer. Estaba ardiendo y una gota de semen perlaba la punta roma. La usó para lubricarse levemente, rodeó la cabeza de su erección y con suavidad, comenzó a masturbarse.
Rosalie separó los labios con una exhalación. Su lengua tomó vida propia al recorrer su labio superior, deseosa de estar en otro lugar, de reemplazar las manos de él. Estaba tan excitada que podía oler la lubricación caliente entre sus piernas. Colocó el bolso contra uno de los brazos de la silla y bajó la mano hasta su sexo. Se sorprendió apretando la mandíbula ante la sensibilidad extrema en la que se encontraba. Sólo un toque había hecho falta para que las palpitaciones se intensificaran con furia.
Joder, cómo deseaba correrse.
Con las yemas de los dedos apartó el encaje blanco de sus bragas y presionó el nudo tenso que era su clítoris con el índice. El placer la recorrió en oleadas, subió por su columna y tensó los músculos de sus brazos. Estaba tan ansiosa que comenzó a temblar con fuerza.
Y Emmett estaba en las mismas. No pensaba en que quedaría pegajoso y bañado de su propio semen si lograba correrse. No pensaba en que alguien podía estar viéndolos. De hecho, no estaba pensando en absoluto. Lo único que podía hacer era subir y bajar su mano, acariciarse la punta hinchada y morderse la lengua para evitar rugir.
"Quiero que me folles"
Él ni siquiera la vio teclear. Pero las palabras en la pantalla del móvil fueron suficientes para que sus testículos se tensaran y su orgasmo estallara en mil pedazos. El mundo entero pareció enmudecer por un segundo. Con las caderas ligeramente encorvadas hacía arriba, se dejó llevar mientras contemplaba con hambre los movimientos circulares que Rosalie se regalaba a sí misma pensando en él.
Ella supo el momento exacto en el que él se corrió. Incluso imaginó que podía olerlo, saborearlo y fue ése pensamiento el que desató su propia liberación.
Y justo cuando el último pinchazo de placer recorrió los labios húmedos de su sexo, alguien volvió a encender la luz.
Emmett y Rosalie tenían la misma expresión congestionada y turbada en el rostro.
Él parpadeó rápidamente y reprimió una mueca de disgusto al notar la humedad pringosa de su boxer. Ella fingió aprobación cuando su superior la buscó con la mirada esperando los halagos, mientras que disimuladamente volvía a colocarse bien la camisa y se tapaba los muslos con la falda.
Pero ambos tenían el mismo pensamiento en la cabeza.
"Ha merecido la pena".
Continuará…
.
..
…
N/A: Bueno. Primero que todo, a las que llegaron hasta aquí, espero que hayan disfrutado igual que yo disfruté escribiendo. Ésta historia es un proyecto original que escribí hace tiempo, pero hace unos días, leí un libro de Megan Hart me llegó la inspiración y pensé que con unos ligeros cambios, ésta historia sería perfecta para nuestros personajes favoritos.
No sé cuántos capítulos más tendrá, pero la historia de Emmett y Rose se mezclará con la de Jasper con Alice y de Bella con Edward. Los seis serán protagonistas, así que aunque en el sumary diga Bella/ Edward (los elegí porque son mi pareja favorita), podría haber elegido cualquier otra. ¡Espero que les guste! Un besito.
