Disclaimer: Todos los personajes son propiedad de S.M, sólo la trama es mía (:

I can wait forever

Summary: «Genial, ahora voy de traductora» En un lugar dónde sólo tú conoces su idioma, ¿Te callarías y que se quede la gente sin poder hablar o Dejarías a un lado tu timidez y harías de traductora? Eso es lo que le pasa a Bella con la familia francesa de su madre.

Capítulo 1

Bella se encontraba recostada en el sillón de su sofá, viendo tranquilamente la tele. No tenía que estudiar, pues ya estaba de vacaciones, y para su suerte entraba a la universidad con una nota en selectividad bastante buena. Por lo que se podía dar el lujo de vaguear en su casa, aprovechando que sus padres no se encontraban en casa. Su madre, Renée había ido a visitar a sus padres y de paso sacarlos un rato a pasear por un parque cercano a la vivienda de los abuelos de Bella; no es como si ella no quisiera verlos, es más, todos los días iba a visitarlos y a veces se quedaba allí a comer con ellos y con sus primos. Y su padre, Charlie, estaba trabajando. Su hermano Jasper estaba de camino hacia su casa, pues vivía en el campus de la Universidad de Phoenix, y su hermana Rosalie estaba en una cita con un «amigo». Por otro lado, su verdadera amiga, Ángela, no podía quedar con ella porque ya se había ido de viaje. Por lo que estaba completamente sola en su casa.

Tenía amigas, claro. Pero de esas que te hablan por hablarte y ahora mismo Bella no tenía ninguna gana de poner una sonrisa falsa.

Volvió a pulsar el botón que pasaba de canal y en la pantalla apareció Bob Esponja. Cómo no, estaba haciendo travesuras con su amigo Patricio. Decidió dejarlo; no había nada mejor en la tele. Estaba harta de escuchar las noticias: siempre era lo mismo.

Se acomodó en el sillón y cuando empezó a prestar atención a la televisión, el timbre de la casa sonó. Se quedó extrañada; no esperaba a nadie y su madre no le había dicho que tuvieran visita. Miró por la mirilla y vio a su tío Harry con su pequeña prima en brazos. Abrió la puerta de un tirón.

―¡Hola! ―saludó.

―Hey, Bella. ¿Te puedo dejar a Abie? A Sue y a mí nos ha surgido un imprevisto y tenemos que ir cuanto antes.

―No te preocupes, cuidaré bien de ella ―respondió, cogiendo la niña entre sus brazos. Inmediatamente, se retorció entre sus brazos y se acomodó entre los brazos de su prima.

―No volveremos muy tarde ―«eso se traduce que hasta las diez de la noche no vuelven y son las doce y media del mediodía…»

―No tengo nada que hacer, de todas formas ―comentó.

―Gracias, y lo siento por no avisar antes. ¡Adiós! ―le dio un beso en la frente a su hija y otro a Bella en la mejilla y se fue de nuevo hacia su coche. Bella le despidió con un gesto de mano y volvió al interior de su casa.

«Al menos tendré entretenimiento con Abie. Nunca me aburro con ella» pensó con una sonrisa.

Abie ni se inmutó cuando su prima la dejó descansar en el sofá y siguió durmiendo plácidamente. Bella se sentó a su lado, haciéndole costillas en la espalda suavemente; eso lograba relajar a la pequeña. Siguió viendo cómo Bob Esponja continuaba con sus travesuras, hasta que Abie volvió a retorcerse y abrió sus ojos chocolates.

―Hola, Abie ―saludó Bella, dejando un tierno beso en su mejilla.

―Hola, Bella. ¿Dónde está papá? ―preguntó abrazando a su prima.

―Le ha surgido una emergencia y te han dejado conmigo.

―Ah… ¿Y Tío Charlie y Tía Renée? ―volvió a preguntar paseando su mirada por la habitación.

―Tía Renée está con mis abuelos y Tío Charlie trabajando ―respondió―. ¿Quieres una muñeca?

La pequeña chilló con efusividad y asintió enérgicamente. Después de hurgar entre sus cosas, encontró dos Barbies que guardaba para cuando ella venía y se las entregó. Estuvo jugando un rato con ella, riéndose de las cosas que decía Abie. La niña preguntó dónde estaban Jasper y Rosalie, extrañando a sus primos. Los veía poco, y los quería mucho. Prácticamente, eran los únicos con los que podía jugar, dejando a un lado su edad; la familia materna apenas tenía contacto con ella. Aunque los veía, no era lo mismo. Ella llevaba cinco años creciendo entre sus primos y de un día para otro, la familia materna se plantó en su casa, llenando su habitación de juguetes caros. Pero Abie no era una niña tonta y sabía que sólo lo hacían porque creían que así podrían comprar el cariño de ella. Pero estaban muy equivocados; la niña no dio síntomas de querer verlos, lo que sí hacía con Jasper, Rosalie y Bella.

Después de un rato jugando, Abie pidió ver la televisión a Bella y que cambiara de canal, pues no le gustaba lo que estaban echando. Se sentó en el sofá, sin soltar a su Barbie.

Sobre las una llegó Jasper, cargando varias maletas y el maletín de su portátil colgado sobre su antebrazo.

―¡Jazz! ―gritó Abie, soltando su muñeca y yéndose hacia su primo. Él soltó todo, para cogerla en brazos. Se abrazaron y después la volvió a dejar en el suelo, revolviéndole un poco su pelo negro.

―Hola, querida hermana ―ésta rodó los ojos y se fue hacia él, abrazándolo también. A pesar de que se peleaban, no podían pasar el uno sin el otro.

Jasper era alto, tan alto que casi rozaba la parte superior de la puerta principal. Tenía el cabello dorado y algo alborotado. Cuando mirabas sus ojos, parecía que tenías el mar frente a ti de los profundos y azules que eran. Estaba estudiando psicología y había terminado el quinto curso de carrera, lo que quería decir que ya se había licenciado; dentro de un par de días sería la graduación. Aparte de eso, ahora se debía preparar para el examen del PIR ―Psicólogo interno residente― y optar para una plaza en el St. Joseph's Hospital. Su carácter era pasivo y si se enfadaba, era de broma con sus hermanas y era un poco bromista cuando se daba la ocasión.

―¿Cómo te ha ido? ―preguntó Bella.

―Todo muy bien, como ya sabes ―contestó su hermano, con una sonrisa bailando en sus labios. Bella no podía estar más orgullosa del hermano que tenía―. ¿Y a ti? ¿No tengo ningún cuñado aún? ―preguntó con un tono bromista, haciendo reír a ambas.

―Claro que no, tonto. Sabes que sólo me quiero centrar en mis estudios y cuando los termine, ya se verá lo que pasa. No soy como Rosalie que está como loca buscando a su príncipe azul; para mí, eso puede esperar.

―Lo sé; pero no es típico que una chica de diecisiete años no piense en novios y sí piense en estudios.

―Puede esperar. Además, ¿para qué tenerlo a una edad temprana si tarde o temprano te vas a hartar de novios?

―Díselo a Rose ―comentó Jasper, cogiendo a su prima en brazos y llevándola al salón.

―Es el ejemplo perfecto ―musitó Bella.

Rosalie tenía ansias de conocer a su príncipe azul. Había estado saliendo con algunos chicos, pero ninguno serio. Todos eran unos imbéciles que no servían ni para darte la hora, que sólo aprovechaban su belleza para salir con otra belleza y así presumir de belleza. Pero «dime de qué presumes y te diré de qué careces»

Los dos hermanos y Abie estuvieron hablando un rato y haciendo bromas, hasta que su madre los llamó diciendo que en cuanto llegase ella y su padre, debían estar preparados para salir a almorzar a un restaurante. No dijo el por qué, sólo que tenían que estar presentables. Bella refunfuñó, pues odiaba arreglarse y nada más y nada menos que para almorzar en un restaurante ostentoso. Bueno, en sí, Bella odiaba todo lo ostentoso y que gastasen dinero en ella.

Localizaron a Rosalie y les dijo que iba a salir del centro comercial y salía para su casa. Bella daba vueltas en su habitación, sin saber qué ponerse. «Estad presentables» era lo único que había dicho su madre, por lo que las sudaderas y vaqueros quedaban descartados. Y ella no tenía faldas ni vestidos.

―¡Bella! ―su hermana Rosalie abrió la puerta y se sorprendió al ver a Bella parada frente al armario sin saber qué ponerse―. Tenemos que arreglarnos cuanto antes.

Rosalie era todo lo contrario a Bella; tenía el cabello dorado como Jasper y sus ojos eran bastante similares, por no decir que habían sido calcados. Aunque no era tan alta como su hermano mayor, era considerablemente alta y tenía un cuerpo que cualquier modelo desearía. A veces, podía tener un carácter frío y te trataba con un poco de antipatía, pero cuando la conocías de verdad, sabías que era porque le ocurría algo; era muy dulce y cariñosa con su gente más allegada, y podía volverse loca por ir a un centro comercial y no comprar nada.

A su lado, Bella no era nada y no parecía que eran hermanas. Tenía el cabello de un color que se asemejaba al chocolate y sus ojos eran de un color semejante. Era baja, de un metro sesenta más o menos. Su carácter lo dominaba la terquedad y la cabezonería que tenía cuando algo se le metía entre ceja y ceja. Al igual que su hermana, podía ser muy brusca cuando se lo proponía, pero dejando eso a un lado, era cariñosa y tierna, aunque tímida.

―¿Mamá te ha dicho cómo tenemos que vestirnos o qué? ―preguntó Bella con irritación. Estaba desesperaba por la que le podía caer si venía su madre y veía que no estaba arreglada.

―Claro que sí. Y ahora, vente a mi habitación que hay mucho que hacer ―ordenó la rubia, saliendo disparada hacia su habitación. En cuanto Bella cerró la puerta de la habitación, vio que en la cama reposaban varios conjuntos. Uno quedó descartado nada más que lo vio.

―Eso te lo pondrás tú, porque no pienso ponerme ese ―dijo dejándose caer en la silla frente al escritorio.

―Bien. Mamá me ha dicho que no nos pongamos nada muy ostentoso, sólo algo presentables. Por lo que los vestidos de largo quedan descartados, por lo menos estos de aquí… ―Rosalie seguía hablando, ignorando las palabras anteriores de su hermana. Sabía lo que iba a ponerse, pero lo difícil era su hermana. Salió de la habitación para preguntarle a su hermano si su madre le había dado órdenes más explícitas que las que le dio a ella. Le dijo que él se pondría una camisa y un traje de vestir, pues así se lo había pedido Renée. Por lo tanto, siguió hurgando entre su armario, pensando que su madre había dado órdenes muy raras.

La llamó y le dijo que con un vestido de cóctel o algo parecido irían perfectas. Rosalie se metió dentro de su armario de nuevo y hurgó entre los vestidos de cóctel. Al fin y al cabo, era un almuerzo.

Rosalie se iba a poner un vestido de color rojo ocre, que pendía de dos finas tirantas. Se le pegaba al pecho, haciendo que le cayera liso alrededor de ella, hasta las rodillas. En la parte del pecho, tenía pedrería de un rojo más oscuro que el vestido, resaltando la zona. Era casi transparente, pero bajo el vestido, había una tela especial para que no se transparentase. Se calzó unos tacones bastante altos, del mismo color que el vestido y de aguja; parecían unos peep toe. El pelo lo llevaba suelto como siempre.

El vestido de Bella era strapless, de color turquesa. Llevaba, como estampado, flores blancas puestas desigualmente sobre el vestido. Le realzaba el pecho y le llegaba un poco por encima de las rodillas. Su hermana le había sacado unos tacones de esparto, para mayor seguridad; conociendo a Bella, seguro que se haría un esguince con los tacones que llevaba puesto ahora mismo. Eran blancos, tipos peep toe y una pequeña cinta se ataba al tobillo. También le dejó el pelo suelto.

Se maquillaron justo lo necesario y luego bajaron las escaleras; Bella con cuidado, claro. Jasper ya estaba allí abajo, intentando descifrar qué hacer con Abie. Rosalie se la llevó para el cuarto de Bella, ya que allí había ropa para la niña, para casos como este. Le puso un vestido rosa, de cuadros, con pequeñas fresas como estampado y unas sandalias egipcias marrones. La peinó y bajaron las escaleras justo cuando su madre entraba por la puerta.

Renée llevaba un vestido simple, blanco y con varios detalles en azul marino en el bajo y el escote del vestido. Conjuntado con unos tacones azules marino, parecidos a los de Rosalie.

Renée y Charlie se fueron en el coche patrulla, mientras que los hermanos y la pequeña prima se fueron en el descapotable de Rose. «Menos mal que tenemos una sillita por si las moscas» pensaron los tres con alivio. Bella se sentó en la parte trasera con Abie. Rose siguió a sus padres hasta un restaurante, que a pesar de todo, no parecía tan ostentoso.

―¿Dónde estamos? ―preguntó Abie desde los brazos de Bella.

―En un restaurante, cariño ―respondió a Renée con ternura.

―¿Y por qué estamos aquí? ―inquirió Jasper.

―Vais a conocer a mi familia ―soltó Renée. Pero eso, para los tres hermanos, no tenía nada de especial. Tenían dos tíos y una tía y ellos tenían hijos, es decir, eran sus primos y ya los conocían. Por lo que les resultó raro.

―Ya la conocemos… ―dijo Rosalie, esperando que alguien le llevase la contraria.

―Sólo conocéis una parte de ella. También tengo familia en Francia y no los veo desde que yo era como Abie. Han venido a vernos a nosotros y de paso a conoceros a vosotros.

―¿En serio tenemos familia en Francia? ―preguntó con escepticismo. A ella le encantaba el francés y, por una vez, podría hablar con alguien que hablase tan bien como ella.

―Eso es genial ―dijo Jasper―. ¿Entramos?

―Claro, sólo os quería dar una pequeña introducción ―rió Renée.

Cogida de la mano de Charlie, y con sus tres hijos y su sobrina, Renée entró al restaurante y todas las miradas se volvieron hacia ellos. Abie, al instante, ocultó la cara en el hueco del cuello de Bella. Una oleada de gritos se escuchó en la estancia y dos mujeres apretaron a Renée en un fuerte abrazo. Los demás presentes, esperaban su turno para poder abrazar a su… lo que fuera.

―Me siento intimidada ―susurró Bella, a lo que Jasper rió.

―Pues yo no ―Rosalie sonrió.

―Tú es que nunca estás intimidada ―a Jasper le encantaba hacer reñir a Rose, así que cuando se le ofrecía la oportunidad, no la desaprovechaba. Rose le dio un empujón juguetón.

―Eres tonto, ¿lo sabías?

―No, pero lo tomaré como un halago.

―¿Podéis para ya? ―sentenció Bella y una risita se escapó de los labios de Abie―. Parecéis dos niños chicos y, resulta que la más sensata es la pequeña de la familia ―Dijo Bella, usando su sarcasmo tan propio de ella.

―Venga ya… Aquí el mayor soy yo ―y con ese comentario, se ganó dos collejas por parte de sus hermanas.

Mientras tanto, Renée recibía y daba abrazos y Charlie la acompañaba. Algunos lo conocían otros no. Aparentemente, ninguno de los dos se acordaba de sus hijos y de su sobrina, pero parecía mejor que esperasen para no armar tanto revuelo a la hora de las presentaciones.

―¿No veis que estamos dando la nota? ―musitó Bella, al borde de los nervios. No le gustaba se el centro de atención y ahora mismo lo estaba siendo; eso la sacaba de quicio.

―Como digas el comentario que quieres decir, te quedas sin descendencia, Jaspercito ―amenazó Rosalie, apuntándolo con su dedo índice.

―Como digas, hermana ―tragó saliva y miró a Bella―. ¿Dile algo no? Tú eres la pequeña y…

―Lo siento, Jasper, pero te lo has ganado ―le guiñó un ojo a Rosalie y las dos rieron.

―Es injusto que yo sea el único hombre de la familia.

―Es lo que hay ―respondieron las dos, al unísono.

Jasper iba a replicar, cuando Abie lo interrumpió.

―Jasper pierde esta vez ―rió, sacando la cabeza del hueco de su cuello. Rosalie y Bella se miraron sorprendidas y rieron sin poder aguantarse; por otro lado, Jasper se quedó igual de sorprendido, y al instante optó una mueca de enfado.

―¿Sí? Pues hala, se acabó eso de jugar con Jazz ―se cruzó de brazos indignado.

―¡No! ―gritó la pequeña, alargando la «o» haciendo que todo el mundo parase con lo que estaba haciendo y se girara hacia el cuarteto.

―Lo que faltaba ―a Bella se le subieron los colores al rostro cuando todos los observaban.

―No, hermanita, esto es mejor ―comentó Rose con una ancha sonrisa en la cara, disfrutando ser el centro de atención. No es que fuera egocéntrica ni nada por el estilo, sólo le gustaba que la gente se fijara en ella.

Jasper no estaba en mejor situación que la de Bella, con una sonrisa tensa en su boca, pero sin el sonrojo. Abie, en cambio, no podía parar de mirar a cada uno de los presentes, ya sin la vergüenza de estar entre gente que no conocía.

Renée carraspeó la garganta y al instante, todas las miradas se posaron en ella. Fue hacia los cuatro junto con Charlie.

―Este es mi hijo mayor, Jasper ―empezó por Jasper―, ella es la mediana, Rosalie ―«y la que parece que va a explotar por la acumulación de sangre en las mejillas es mi hija menor, Bella "tomate" Swan» pensó con sarcasmo Bella―, y mi hija pequeña, Isabella ―«genial, ¿no podía presentarme sólo como Bella?» Rodó los ojos en respuesta― y ella es mi sobrina Abie.

En ese momento, los tres se tomaron la libertad de mirarlos a todos y cada uno. Allí estaban sus abuelos maternos, Emerick y Grace; su abuelo les guiñó un ojo enfundándoles confianza y su abuela levantó los pulgares en el aire. También estaban su tío Alfred, con su pelo castaño ―casi rubio― al lado de su tía Lauren y sus dos hijos, Hugo y Darren. Ambos eran gemelos y eran una copia exacta de su padre y tenían quince años. Al lado de ellos dos, se encontraba su primo Jacob ―tan grande como siempre a pesar de tener dieciséis años― y sus padres Billy y Rebecca. Rebecca hablaba en susurros con Cindy de lo orgullosa que estaba de sus sobrinos. Cogida de la mano de Cindy estaba Amber, su hija de siete años que veía a sus primos con una sonrisa; sobre todo a Bella, que parecía que iba a explotar. Alfred, Billy y Cindy eran los hermanos de Renée.

Las demás caras ―que eran casi todas― no les sonaban de nada. Excepto una de ellas, que la había visto por el Facebook de su madre, hace unos meses. La primera mujer que se acercó a ellos, era una de las que había abrazado efusivamente a su madre. Tenía el cabello como la miel y unos ojos verdes esmeraldas que quedabas prendados de ellos en la primera mirada que posabas en ellos. Tenía la cara con corma de corazón y la tierna sonrisa que posó en sus labios, hacía pensar que era una persona cariñosa. Llevaba un precioso vestido marrón, con dibujos desiguales bordados en blanco y unos tacones del mismo color que el vestido.

―¡Hola! ―pero antes de que pudiera hablar, una chica se posó ante ellos. Aunque era baja, tenía un rostro dulce y dejaba claro que ya no era una niña. Sus ojos eran más oscuros que los de Jasper y su cabello, negro como el azabache, apuntaba a todas direcciones. Vestía un vestido como el de Bella con estampados desiguales de colores blancos, marrones y rosas. Sus tacones eran aún más grandes que los de Rosalie; eran otros peep toe, pero iban amarrados a la parte trasera del tobillo.

―Alice, no seas maleducada ―le regañó su madre dulcemente. Esme no era de reñir a nadie, y mucho menos a sus hijos.

―Perdón, pero no me he podido resistir. Soy Alice ―se presentó.

―¡Hola! ―saludó Rosalie―. Es un placer conocerte, Alice.

―El placer es mío, Rosalie.

―Debido a que mis dos hermanos se han quedado en shock, te los presentaré. Jasper, veintidós años, soltero y acaba de estudiar la carrera de psicología. Isabella, pero lo odia, diecisiete años, soltera y va a entrar a la universidad el próximo curso.

―Vale que estemos en shock, pero otra cosa es que nos presentes como si fueras un agente del FBI. Sólo te ha faltado el tipo de sangre que tenemos los dos ―habló Bella, por fin.

―Lo que digas, Bella. Bueno, ella es Abie, cinco años, prima y le gusta Pocoyo.

―¿Por qué no te metiste a policía en vez de abogada? ―replicó Jasper, con ironía.

―Cállate ―contestó ella.

―No parecéis hermanos. Digo, en el aspecto físico; en el carácter sí que os parecéis ―comentó Esme―. Esme, cuarenta y cinco años, casada, dos hijos, una hija, decoradora de interiores ―les siguió el royo Esme―. Soy prima de vuestra madre.

―Entonces tu padre es nuestro tío abuelo, ¿no? ―preguntó Rose.

―Exacto.

A ellos, se les unió Carlisle Cullen, el esposo de Esme. Era rubio y Alice había heredado sus ojos de él. Parecía un actor de cine, por el cual millones de adolescentes gritan por él.

―Buenas.

―Hola ―saludaron los tres Swan.

―Soy Carlisle Cullen, esposo de Esme y padre de Alice. Un gusto.

―El gusto es nuestro, señor Cullen ―dijo Jasper, apretándole la mano. A las dos chicas, les dio un beso en la mejilla.

Antes de que pudieran decir nada más, la otra mujer que había apretado fuertemente a Renée se acercó a ellos. Se parecía bastante a su abuelo Emerick, con esos ojos profundos y claros.

―Yo soy la prima de vuestra madre, Heather. Es un placer.

―Para nada ―Rosalie sacó a relucir su hostilidad cuando una chica de la edad de Bella hizo acto de presencia. Se presentó como Jessica, hija de Heather. Iba con superioridad y las hermanas Swan la calaron de inmediato: quería cazar a Jasper. Ninguna de las dos quería una tía como ella de cuñada.

Renée volvió, viendo que su hija empezaba a sacar su antipatía.

―Venid conmigo, chicos ―cogió a Jasper de la mano y se paró frente a otra de sus primas. Tenía el cabello negro y largo, sus ojos eran grises y denotaban amor―. Ella es Carmen, mi prima. Él es Eleazar, su esposo y ellas dos Tanya e Irina, sus hijas.

«La tal Tanya tiene pinta de ser una zorra, pero Irina tiene cara de que, verdaderamente, quiere ser nuestra amiga» pensó Bella, al ver a las dos chicas. Tanya era de la edad de Tanya e Irina tenía dieciocho recién cumplidos. Después de hablar un poco con Carmen y Eleazar, Renée los llevó con otro grupo, cuando volvió a notar la repulsión de Rosalie hacia Tanya.

―Hola, Anthony―saludó Renée, al llegar al lado de un hombre de unos cincuenta años, con el cabello color miel y ojos verdes, muy claros. Estaba claro que era hermano de Esme. La mujer que lo acompañaba tenía el cabello rubio y ojos marrones.

―Hey ―saludó el hombre―. ¡Qué alegría conoceros, chicos!

―El placer es nuestro ―musitó una vez más Jasper, cansado de decir la misma frase cada dos por tres. Tendría que hablar con sus hermanas para que hablasen ellas también.

―Ella es Sadie, mi prometida y esta pequeña de aquí es mi hija Kate, de nueve años ―la pequeña tenía el cabello de un rubio bastante claro y totalmente liso. Era la viva imagen de su madre.

Estuvieron hablando de cosas triviales y los que más participaban eran Jasper y Rosalie; la timidez de Bella hacía que fuera incapaz de articular palabra.

El próximo pariente de Renée fue Mathew, que vivía también en Phoenix, pero por azares de la vida, él sólo conocía a Jasper y a Rose desde que eran muy pequeños. Ninguno de los dos se acordaba de él, y por eso se limitaron a asentir. Mathew tenía un hijo de la edad de Bella llamado Eric y era padre soltero. Oscar, hermano de Mathew, también era primo de Renée y estaba casado con Marie y próximamente serían padre. No querían saber el sexo del bebé hasta que este estuviese dispuesto a salir de la barriga de su madre. Mathew y Oscar eran hijos del último hermano de Emerick. Eran tres hermanos, dos hombres y una mujer.

La siguiente, fue la hermana de Esme. Se llamaba Elizabeth y era otra copia de Esme, excepto en los ojos, pues eran de un azul intenso. Estaba casada con Andrew y era madre de trillizos: Brad, Claire y Elissa. Tenían catorce años y estaban aplatanados en una silla junto con Kate, Alice y dos hombres más.

―Entonces, ¿no saben nada de inglés? ―preguntó con sorpresa Renée―. ¡Esme, ven aquí!

―¿Qué pasa, Renée? ―preguntó Esme.

―¿Cómo que tus hijos no saben hablar inglés? ―espetó con incredulidad.

―Pues no sé. En Francia, el inglés es optativo a la hora de elegir en el instituto y nosotros siempre hemos cogido el español y el alemán. Además, cuando estamos allí nadie habla inglés y menos con sus abuelos pártenos.

―¿Y Alice por qué sí?

―Porque Alice decidió dar inglés y español en el instituto. Emmett y Edward se decantaron por el español y por el alemán. Yo no los podía forzar a hablar inglés.

―Pues qué mal… ―comentó Elizabeth.

―Qué va, Elizabeth. Bella sabe hablar a la perfección el francés…

―¡Chicos, Bella sabe hablar Francés! ―les dijo Esme en francés y todo el mundo volvió a posar la mirada sobre Bella. La chica otra vez se puso colorada al tope.

―Ay, por Dios ―gimió Bella. Deseó hacer lo que Abie hizo cuando entraron al restaurante, pero por desgracia no podía.

―Dile que venga ―gritó Kate desde la mesa en la que se encontraban todos los hijos de los primos de su madre. Eso era lo que menos deseaba en ese momento.

―¡Vamos, Bella! ―apremió Rosalie.

Rose le había echado el ojo a uno de los dos hombres que estaba en la mesa con los pequeños. Era bastante musculoso y de la altura de Jasper. Tenía el cabello rizado y negro como el de Alice y sus ojos eran igualitos a los de su hermana. A primera impresión, daba miedo. Bella tragó pesadamente. Jasper sonrió, sintiéndose alegre por no entender nada de la próxima conversación que iba a mantener. Abie saltó de los brazos de Charlie y fue en dirección a Bella. Llegaron a la mesa y la respiración se le paró a Bella al ver tal Dios griego sentado en la silla continua del que le había echado el ojo Rosalie. Tenía el cabello bastante alborotado y era de un tono cobrizo, castaño casi rubio. Sus ojos eran iguales de hipnotizantes que los de Esme, de ese color esmeralda tan precioso. Su nariz y mandíbula eran rectas y sus labios invitaban a ser besados. Hablaba con Irina y anteriormente con Alice, la cual se quedó pasmada al ver que Jasper volvía a ir en dirección a ella. Bueno, a ellos.

―Ellos son Jasper, Rosalie e Isabella. Bella sabe hablar a la perfección el francés, por lo que si queréis hablar con ella o con los demás, ya sabéis ―indicó Esme en francés. Todos asintieron. «¿Ninguno sabe hablar inglés?» se preguntaron los tres a la vez.

Rosalie le dio un codazo a Bella.

―Hola ―saludó en francés y sus dos hermanos la imitaron, sin tener la más remota idea de lo que habían dicho. Se sentaron en tres sillas libres que había frente a ellos.

Bella suspiró y empezó hablar, por una vez, queriendo hablar con verdaderos franceses.

―Él es Jasper, tiene veintidós años, es soltero y acaba de finalizar la carrera de psicología. Ella es Rosalie, tiene diecinueve años, soltero o algo parecido y estudia Derecho. Yo soy Isabella, pero no me gusta, así que me dicen Bella, tengo diecisiete años, estoy soltera y voy a empezar a estudiar filología francesa. Ella es Abie, nuestra prima y tiene cinco años ―terminó Bella con el sonrojo persistiendo en sus mejillas.

―¿Qué has dicho? ―preguntó Rose.

―Que sois tontos ―contestó Bella.

―Aquí la tonta eres tú ―Jasper le despeinó el cabello a Bella.

―Para ya, Jasper. Vas a hacer que Bella parezca un fantoche y adiós todo mi empeño en ponerla guapa.

Mientras tanto, Bella veía cómo Alice le traducía lo que estábamos diciendo a todos los demás.

―¿Qué eres de esas que visten sudaderas y vaqueros? ―preguntó el musculoso.

―¿Quién te ha dado vela en este entierro? ―le devolvió Bella. Sus hermanos la estaban sacando de sus casillas.

―Sólo preguntaba, Isabella.

―No me llames Isabella ―musitó―. ¡Tío, parad ya! Me estáis desquiciando ―le pidió a sus dos hermanos; se callaron al instante.

―Bien, a mí ya me conocéis, así que dejaré el honor a mis hermanos ―anunció Alice con una ancha sonrisa.

―Yo soy Emmett ―empezó el musculoso―. Tengo veintiún años, soy soltero o algo parecido y estoy estudiando arquitectura.

«Pues muy bien, pero tú no tocas a mi hermana» pensó Jasper.

―Yo soy Edward ―el chico de cabellos cobrizos tenía la voz suave como el terciopelo y para Bella fue la cosa más hermosa que había escuchado en su vida―. Tengo diecinueve años y estudio medicina.

Bella lo traduzco todo una vez hubieron parado de hablar.

―¿Por qué Rosalie no sabe hablar francés y tú sí?

―¿Por qué no se lo preguntas a ella? Ah, es verdad, no sabes inglés ―Bella le sonrió con sarcasmo a Emmett y Rosalie los miraba a los dos, al escuchar su nombre en la conversación.

Emmett se quedó callado y la mesa ―la que entendía francés―, se echó a reír al ver por primera vez cómo Emmett no replicaba.

―Hermano, al fin alguien te calla la boca ―dijeron Edward y Alice a la vez, mientras chocaban sus manos.

―Callaros, Eddie y Allie

―No me llames así ―gruñeron los dos. Emmett tenía una cara de satisfacción en la cara.

―¿Podemos mantener una conversación en la que todos podamos participar? ―preguntó con ironía Jasper.

―Claro que sí, Jaspercito. Aprende a hablar francés y podrás hacerlo ―le respondió Bella, en broma.

―¡Pero qué graciosa me ha salido la nena! ―musitó entre dientes.

―Por favor ―ahora fue Rosalie la que estaba perdiendo los nervios―. Pregúntale a Emmett…

―Ni en broma. Si quieres te lo escribo y te la apañas para decirlo, pero no pienso dirigirle la palabra.

―Yo se lo diré, Rosalie ―terció Alice. Se lo traduzco a Emmett y éste sonrió con suficiencia.

―Un Jeep, pero está en Francia ―contestó, siendo traducido por su hermana.

―Ah, mi coche es un BMW descapotable rojo ―Rosalie sólo pudo decir en francés «ma», «voiture» y «rouge». Se veía en la cara que Emmett apreciaba que ella intentase hablar en francés por él. Alice se lo traduzco en condiciones y él asintió.

―¿Ahora podemos hablar todos? ―preguntó Brad―. ¡Nosotros también queremos conversar con alguien!

―Pues hablar, que nosotros escuchamos ―les dijo Bella en francés―. Yo os traduzco, en serio.

―¿Cómo es Phoenix? ―preguntó una emocionaba Kate.

―Ha sido bajar del avión y venirnos directamente hacia aquí, por lo que no hemos tenido tiempo para observar la ciudad ―aclaró Claire. Hugo y Darren, junto con su hermano gemelo y Amber, se dirigían hacia la mesa de traducción.

―¡Hola! ―saludó Jacob en español. Al menos, él sabía un poco de español―. ¿Cómo estáis, primitos? Hace tiempo que no nos veíamos.

―Cierto, pero hemos estado muy ajetreados últimamente ―le respondió Jasper. Cogió a Amber en brazos y la sentó en su regazo. Abie empezó a hablar con ella.

―¿Podemos acoplarnos, no? ―se cercioró Hugo, el más tímido de los dos.

―Claro, Hugo.

―Chicos, ellos son Jacob, Hugo, Darren y Amber. Hugo y Darren son gemelos ―presentó Bella.

―Un gusto ―traduzco Alice.

―Bella, creo que tu móvil está sonando ―comentó Jasper, cuando una melodía conocida llegó hasta sus oídos. Bella lo sacó y vio, asqueada, quién la llamaba.

―¿Estás bien? ―preguntó su hermana, preocupada por ella.

―¿Se lo cojo o no?

Rosalie, sabiendo de quién hablaba, le asintió con la cabeza.

―Es mejor dejárselo claro, Bells.

―¿Qué pasa?

―Deja ya ese rollo de hermano sobreprotector, Jasper.

Bella se levantó, dándole a Rosalie su prima, y se fue hacia los servicios.

―¿Qué quieres, Mike? ―desde primer momento, le dejó bien claro que no estaba para tonterías.

Mientras tanto, en la sala que estaban todos, Alice estaba preocupada por su amiga, pues ya la sentía como una. Se acercó discretamente a Rose y le preguntó lo que sucedía.

―No creo que sea nada importante, Alice ―le susurró; no contaba con decirle nada a nadie si Bella no le daba su permiso. Ella se sentiría traicionada si su hermana se lo hiciera.

Lo dejó pasar y volvió a su antiguo puesto, ocupando el lugar entre sus hermanos.

―Oye, Alice, ¿Y tú? ¿Cuántos años tienes? ―le preguntó Jasper.

―Yo tengo veintidós, también. Soy la mayor aquí donde me ves. Edward, ¿a dónde vas?

―Al servicio, no te preocupes ―rodó los ojos. Su hermana tenía cierta sobreprotección con su hermano y a veces lo irritaba.

La cara que había puesto Bella le alertaba de que algo malo estaba ocurriendo; no dejaba de quitarle la vista de encima y obviamente, se dio cuenta de muchas más cosas que los otros presentes. Ese sonrojo y esos ojos chocolates lo habían encandilado. Pero no, él no quería pasar de nuevo por eso. Resultó ser, que un restaurante como aquél, sólo había un baño tanto para mujeres como hombres. «Genial» pensó. Desde dentro, se escuchaban sollozos y nulos intentos de contestar. Pegó a la puerta.

―Fuera ―lo gritado no lo entendió, pero persistió cuando fue la voz de Bella la que contestó.

―Bella, ¿estás bien? ―preguntó el muchacho de ojos verdes.

―Edward… sí, sí estoy bien ―contestó.

―No te creo. Abre la puerta, por favor ―pidió.

La puerta se abrió con un chasquido y se encontró a Bella con el rostro bañado en lágrimas.

―¿Qué te pasa? ―cerró la puerta tras de sí y con todas las confianzas del mundo, abrazó a Bella. Ella se dejó abrazar, necesitando un hombro dónde poder llorar.

―Mi novio… me ha dejado.


¡Hola! Quien avisa no es traidor, recordadlo. Dije que podía subir una nueva historia, y aquí está. Espero que os guste, pues va a ir de la distancia entre los dos y luego entre el parentesco entre Bella y Edward, porque Edward también lleva el apellido de Bella... bueno, ya iré descubriendo cositas :)

Espero que os haya gustado; please, ¿reviews? No sé si escribo para la pared de mi cuarto si no sé si os gusta o no, en serio. Es algo frustrante.

Os dejo.

Robert Ashley Cullen Swan (: