Disclaimer: Todo esto no me pertenece, si no al genial Kishimoto. Solo me pertenece esta historia y algunos de los personajes de mí alocada imaginación.


Luz en medio de mi oscuridad


Capítulo 1: El peso del deber


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— ¿Entiendes, Mikoto?

Frunciendo los labios, la niña de cabello negro se irguió todo lo posible en su baja estatura. Tenía una expresión bastante seria e irritada en su bello rostro, inspiró profundamente y asintió levemente, tratando de no perder la compostura ni nada por el estilo. Como siempre, tenía que escudarse tras la fachada impecable de la señorita de casa que era. Perteneciente de forma lejana a uno de los clanes más poderosos de la aldea de Konoha, y aunque su familia no fuera reconocida como tal, ella tenía que seguir el protocolo. Ser fuerte, fría e indiferente a todo, sólo esforzándose por seguir adelante para poder tener lo que por derecho le pertenecía.

Y aun se preguntaba si debía ser así. Siendo Mikoto Hayashi no era nadie, pero si como decían sus padres, lograba captar la atención de uno de los Uchihas herederos podían retomar el puesto en el clan, puesto que no merecían según los demás porque la sangre Uchiha por sus venas era insignificante a tal punto de que ya no llevaban ese apellido. A ella no le interesaba en lo más mínimo los apellidos ni la fuerza, pero sus padres eran otra cosa.

—Tienes que estar perfecta. Demuéstranos cuanto has aprendido. —dijo entonces su padre, sentado en la sala de su casa. Tenía los brazos cruzados y había dejado de lado el periódico que estaba leyendo cuando su madre le había traído a la sala para que apreciara su aspecto.

—Sí, padre —respondió la niña con voz monótona.

Su madre le besó la mejilla y acomodó una vez más los mechones que caían sobre sus blancas mejillas. Se notaba que eso les ilusionaba más a ellos que a ella. Asintió una vez más a las otras recomendaciones y se giró para ir a su cuarto, teniendo cuidado de caminar correctamente con ese Kimono lujoso que llevaba puesta. Abrió la puerta de su cuarto y pasó con delicadeza, sin hacer el menor ruido, o sino la retarían.

En cuanto estuvo fuera de la vista de sus progenitores, suspiró extasiada y se encaminó a su cama para lanzarse sin cuidado, no le interesaba si dañaba algo del kimono, así seguro no tendría que estar pendiente de atraer la atención de un niño de nueve años. Realmente era irritable que ellos ya hubieran decidido su futuro sin ni siquiera tener el detalle de consultarle antes.

—Hmp…Uchiha —musitó frunciendo el ceño.

Había oído muchas cosas sobre ellos, sobre el mayor siempre hablaban maravillas, contando lo modesto y caballeroso que era. El menor era otro caso, al parecer todo lo contrario, frio, déspota y arrogante. ¿Por qué debía interesarse en un niño así? Ah, sí, porque el menor era el que al parecer tendría más oportunidades de llevarse el liderazgo en un futuro.

Resoplando por el destino que le tocaba, Mikoto se llevó una mano a su sedoso cabello negro, retirando el bello objeto tallado a mano, que tenía unos lirios adorándolos. Alzó la mirada y observó su reflejo en el espejo de cuerpo entero que tenía delante de ella. Su piel blanca, sus ojos negros y todo en conjunto le hacían ver que pese a todo, tenía sangre Uchiha.

—Sólo espero…que realmente merezca la pena —dijo para sí misma de forma distraída, haciendo girar entre sus dedos el adorno.

En una horas se llevaría a cabo la fiesta en el barrio Uchiha, en la mansión principal del clan, presentando en sociedad, por así decirlo, a las jóvenes promesas ninjas, ella iría también porque dentro de poco comenzaría la academia, y sus padres habían logrado que se les invitara, así que debía ser obediente y realizar su objetivo. Aunque dudaba que alguno de ellos se fijara en ella, era bonita, si. Pero nada fuera de lo común, había algunas niñas mucho más hermosas que ella, y con más talento y reconocimiento. Allí, por lo menos para los Uchiha el apellido era lo que contaba.

Irían los Hyuga, el segundo clan más poderoso, los Yamanaka, los Akimichi, los Nara, los Aburame y un sinfín de clanes más, todo ellos sumamente reconocidos entre el mundo ninja por sus técnicas tan únicas como poderosas. Esperaba realmente no desentonar.

—Aunque ira Minato-kun —murmuró sonriendo con las mejillas sonrosadas.

Minato Namikaze, que había quedado huérfano tras la segunda guerra ninja, hace dos años, era uno de los niños más guapos de la aldea, y el que notablemente tenía un talento más grande que cualquiera de los herederos de los clanes más sobresalientes. Como a todas las niñas, ella también gustaba de él, aunque era por algo más que su físico, que si bien lo hacía guapo y adorable no era todo lo que importaba. La razón por la que le gustaba era porque Minato era amable y caballeroso, así como atento y educado.

Él merecía la pena, pero sus padres pensaban lo contrario. Estaban decididos a que ella, formara parte de la familia Uchiha.

Sacudió la cabeza resignada y esperó pacientemente, a que anocheciera por completo.

Cuando por fin llegó la hora, sus padres ya estaban listos con sus mejores trajes, elegantes y refinados, porque pese a todo conservaban un aire tan imponente como único, no eran un clan, pero por ellos había aprendido los mejores modales, a responder cuando debía ser, y a callar cuando tenía que hacerlo, al igual que cocinar, en otras palabras ser la candidata perfecta para ser una buena esposa y madre.

Mientras caminaban con propiedad a los terrenos del clan, se encontraron con los demás invitados, a pocos metros de ellos, sus padres se acercaron a saludar a los Hyuga, quienes saludaron y caminaron junto a ellos. Mikoto estaba nerviosa, podía ser segura de sí misma la mayor parte del tiempo, pero acababa de divisar por el rabillo del ojo a dos niñas Hyuga que iban delante de su familia, debían ser pertenecientes a una de las ramas.

Eran absolutamente preciosas, tanto que por un momento creyó que lo mejor sería dar media vuelta y listo. Ella no podía competir contra una Hyuga. La que iba más adelante y a la vez parecía más tranquila tenia la piel blanca y pálida como la nieve, ojos perlas y un bonito y brilloso cabello castaño ondulado que le caía hasta la cintura.

La otra por el contrario, parecía que estaba a punto de desmayarse, el rojo de sus mejillas contrastaba claramente con su pálida piel, sus ojos perlas parecían ansiosos y jugueteaba con sus dedos en claro signo de nerviosismo, su cabello era azulado y lacio hasta su cintura.

La niña debió darse cuenta de que la miraba, porque ladeó la cabeza para mirar atrás, topándose con ella. Durante un segundo Mikoto pensó que la niña le daría una mirada despectiva y superior como lo haría cualquiera de ese clan, pero contrario a eso, ella le sonrió tímidamente. Titubeó un instante y le correspondió la sonrisa, adelantándose para caminar junto a ella.

—Hola —saludó.

—H…H-Hola —respondió mirando al suelo.

La pelinegra se mordió el labio pensando en que decir, la niña era dolorosamente tímida y seria dificil sacarle respuestas en las que no tartamudeara.

—Soy Mikoto Hayashi, un gusto.

—H…Hana H-Hyuga —se presentó con propiedad, alzando la mirada y espiando a través de sus pestañas.

Alzó las cejas con sorpresa. Si no se equivocaba ella pertenecía a la rama principal del clan Hyuga, seguramente una de las tantas candidatas a ser la esposa del futuro líder del clan Hyuga. Asintió y volvió su mirada a la imponente mansión que se alzaba ante su vista.

— ¿Nerviosa?

—A-Algo —reconoció con tristeza dando un suspiro. Sus mejillas comenzaron a tomar su color natural, abandonado el rojo que le invadía —. E-Es que papá dijo que s-seria una fiesta muy importante…

—Lo es —dijo Mikoto asintiendo. Hana miraba al frente, no estaba seguro, pero creía que miraba en dirección a dos niños que iban encabezando toda la marcha del clan Hyuga. Parecían gemelos. —, pero será nuestra presentación en sociedad. ¿También iniciaras la academia este año?

Hana asintió.

—T-Tuve que r-rogarle m-mucho t-tiempo a papá. N-No q-quería.

— ¿Por qué? —se extrañó la pelinegra.

—D-Dijo que n-no me hacia f-falta. Q-Que sólo d-debía a-aprender a ser una b-buena esposa.

Mikoto arrugó el ceño.

—Mis padres pensaban igual —señaló irritada, cruzando los brazos y alzando la barbilla con orgullo —, los ignoré. Ellos también quieren que sólo me preocupe por eso, pero a cambio les dije que sería ninja, lo quisieran o no. Vamos…las mujeres no solo servimos para dar hijos y cuidar el hogar. No somos inútiles. A mi particularmente me gustaría ser como Tsunade-sama.

— ¿T-Tsunade-sama? ¿U-Una de los sannin?

—Exactamente —afirmó Mikoto con los ojos brillosos —. Es una de las mujeres más poderosas y famosas de nuestro mundo. ¿No te gustaría ser como ella? Fuerte y decidida, fue la que llevó a la victoria a Konoha en la segunda guerra. ¿A qué seria genial que nos entrenara?

Hana ensanchó sus ojos con sorpresa. Pensaba que era la única niña que quería ese tipo de vida, las demás sólo se preocupaban por su aspecto, la ropa que debían vestir, y más que todo por intentar posicionarse en un buen clan. Ella ya estaba dentro de un buen clan, y no era lo máximo, lo único por la que le saludaban y mostraban respeto era por su apellido, ella misma no contaba mucho. Además las mujeres no eran muy contadas y sobresalientes, solo se dedicaban a ver por el hogar.

Ella quería más, al igual que la legendaria Tsunade, la discípula del tercero. Una leyenda entre las Kunoichis, y claro que sería lo máximo si decidiera entrenar a algunas y ella tuviera ese honor.

Soñar no costaba nada.

— ¿Qué piensas?

—Tienes razón —murmuró sin tartamudear. —, ser entrenada por Tsunade-sama seria genial.

La pelinegra le sonrió y Hana hizo lo mismo. Tenían la seguridad de que se llevarían bastante bien, incluso aunque no parecieran tener en común más que el mismo sueño.

— ¡Hana!

La niña miró a su madre, la mujer le hizo una seña para que se acercara, y le dirigió una mirada despectiva a la pelinegra, mirándola de arriba abajo y frunciendo los labios. Mikoto se envaró indignada, no le gustaba esa miradita. Hana viendo exactamente que molestaba a su madre sacudió la cabeza, se despidió de Mikoto y se adelantó.

—L-Lo s-siento —había murmurado antes de acercarse a su familia.

Mikoto entendió a pesar de que quería decirle unas cuantas cosas a esa mujer, pero no lo hizo por la educación recibida, sólo tenía que agachar la cabeza y fingir que no notó nada. Así eran las cosas para ella, o por lo menos así la mirarían los jefes de los grandes clanes, por que la madre de Hana no debía ser cualquier Hyuga a juzgar por la altanareria que poseía. Debía acostumbrarse.

—Mikoto, recuerda que tienes que portarte de forma educada y…—empezó a decir su madre cuando ella regresó con ellos.

—Lo recuerdo, madre —le cortó, no dejo que nada de el enojo que le recorría se mostrara en su voz.

—Bien, debes ser perfecta. Con suerte, formaremos parte de los Uchiha en unos años.

—Sí.

Pero… ¿De qué serviría formar parte de unos de los clanes más importantes, si la repudiaban? En el caso de que le aceptaran claro. La mirada que le dirigió la señora Hyuga le dejó claro que era vista como poco más que una bastarda, lo cual no era tan alejado a la realidad. No era Uchiha, y la vez lo era, de forma lejana, muy lejana.

—Levanta la cabeza y no estés nerviosa —le ordenó su padre cuando pasaron a través de las puertas de la mansión.

No contestó.

Cuando entró la luminosidad le recibió, habían decorado las paredes y todo el salón principal de una forma antigua y muy hermosa. Le gustó, lo cual demostraba que los Uchiha no eran tan anticuados y obsesionados solos con los colores oscuros. La fiesta se tornó aburrida y monótona mientras transcurrieron las horas, ella no estaba nada a gusto, lo único que quería hacer era regresar a su casa y dormir largo rato, en unos días comenzaba la academia y la ilusión de ser una gran Kunoichi era lo único que no se le quitaba de la mente.

Tan enfrascada estaba en sus pensamientos, al lado de la mesa de los refrescos que cuando se volteó con el suyo en mano chocó contra un niño que había ido allí también para eso, de no ser por los reflejos únicos del niño seguro le habría lanzado encima todo el refresco, que cayó al piso.

—Lo siento —dijo automáticamente, apenada.

—No pasa nada, Mikoto-san —respondió el niño educadamente.

La pelinegra que en ese momento estaba con la cabeza gacha pidiendo disculpas alzó la mirada sorprendida, al escuchar la voz del niño. Sonrojada se irguió para mirar de frente a Minato, el niño pasó por su lado para coger un refresco. Le sonrió de forma deslumbrante.

—Minato-kun —susurró algo tonteada por la sonrisa que le dedicaba.

— ¿Hm? ¿Te pasa algo? Estas roja —le dijo perplejo —. ¿Es por el calor?

—No —dijo sintiendo que sus mejillas se tornaban más rojas. ¿Cómo podía ser un genio, y al mismo tiempo un completo despistado? No se sorprendía de que supiera su nombre, Minato se sabía el nombre de casi todas las niñas de su generación, lo que le hacía mucho más caballeroso y educado que los demás. Sí, pero era un completo despistado para darse cuenta cuando una chica estaba interesada en él.

— ¿Entonces?

— ¿Con quién has venido? —preguntó para desviar el tema.

Minato era huérfano, así que suponía que alguien debía haberle traído, podía ser un genio pero seguía teniendo ocho años, casi nueve como se recordó. No es que le interesase mucho la edad, ella iba a cumplir los nueve en una semana.

—Tsunade-sama se ofreció a traerme —dijo despreocupado.

—Ah —disimuladamente desvió la mirada hacia el lugar de las mesas de las bebidas para los adultos, donde sin duda siempre se encontraría a la sannin. En efecto estaba ahí, emborrachándose, ese era su único defecto. Tras la muerte de su hermano menor se había refugiado en el alcohol y en su novio, que estaba con ella, intentado controlarla.

En ese momento, se escuchó como llamaban la atención de todos, se volvió como todos los demás hacia el frente, donde el líder del clan Uchiha estaba parado con dos niños a su lado, bueno, uno debía tener su edad o por ahí, y el otro era un adolescente. Ambos tenían el cabello negro al igual que los ojos, sin embargo el menor poseía un aspecto arrogante desde lejos; el mayor en cambio tenía una expresión más humilde y algo pícara.

Sin lugar a dudas eran los dos herederos del clan Uchiha.

Teyaki y Fugaku Uchiha.

El líder habló, ella apenas y le prestó atención, estaba más ocupada mirando al techo con aburrimiento. De verdad los discursos que lanzaban los Uchiha sobre el honor, la fuerza y tantas cosas más le exasperaban demasiado. Estaba cansada de ese aire de poder que repartían sobre todos, estaba segura de que si los Uchiha fueran más humildes serian un clan mas aceptado por la aldea.

Pero se forzó a prestarle atención, porque si sus padres la descubrían le retarían. Cuando concentró su mirada otra vez hacia ellos, y entonces pudo ver que el menor de ellos parecía tan aburrido como ella ante el discurso, aunque mantenía la compostura de forma envidiable. Se descubrió mirándole con curiosidad, y cuando sin querer se topó con esos ojos oscuros tan…atrayentes y enigmáticos, bajó la mirada sonrojada.

—…y les presento a mi heredero, mi hijo menor que en unos días comenzara su instrucción como ninja: Fugaku Uchiha. Mi decisión es acertada y Fugaku guiara con sabiduría y poder a nuestro clan.

— ¿Qué? —susurró Mikoto sorprendida. Apenas y había escuchado lo último.

—Fugaku ha sido elegido como el próximo líder de los Uchiha —le repitió Minato sonriente.

Él y Fugaku eran amigos, suponía que entre genios se entendían. Todos aplaudían a su alrededor así que se unió, analizando como Fugaku se adelantaba hasta estar a la par con su padre, con una sonrisa de orgullo en su rostro. Con la luz más fuerte en ese momento, Mikoto pudo apreciar las facciones del niño. Era muy guapo, aunque serio, de cabello entre negro y castaño oscuro y mandíbula prominente.

Se presentó y mientras hablaba de representar bien a su clan y enorgullecer a su familia, la miró, sus oscuros y penetrantes ojos se posaron sobre ella, y Mikoto no pudo evitar estremecerse. No era como cuando estaba con Minato, era algo…diferente y parecido al mismo tiempo, sólo que más fuerte. Él no le quitó la mirada de encima mientras daba su discurso y al final tuvo que rendirse en el duelo de miradas e intentar perderse entre los invitados.

Le pareció que le dirigió una media sonrisa antes de que volviera su atención a su familia.

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~o~

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El cielo estaba bastante oscuro, ni una sola estrella iluminaba la noche. Suspiró y acomodó un mechón de cabello tras su oreja, seguro faltarían al menos otras dos horas antes de que sus padres decidieran regresar a casa y como estaban bastantes ocupados riendo y charlando con los demás adultos, prefería estar afuera dejando que el aire le serenara.

Tenía bastante rato, así que caminó distraídamente por los terrenos del clan. Cuando se cansó se sentó en una de las bancas que había en el camino del barrio Uchiha por así decirlo, a pesar de formar parte de Konoha, los Uchihas vivían todos juntos en medio de la aldea, a pesar de que no les separaba nada, era como si hubiera una barrera invisible que los mantuviera a otro nivel del resto de personas.

— ¿Aburrido, no?

Alzó la cabeza para ver como Teyaki Uchiha jugueteaba con una piedra en sus manos.

—Sí, un poco —admitió sorprendida de que le dirigiera la palabra.

—Vaya, no hay muchas valientes que lo admiten, jaja —rió mirándola con diversión, mezclada con la sorpresa —, la mayoría solo piensa en agradar a mis padres y listo.

Se sonrojó antes palabras, sabiendo que eso era exactamente lo que debía hacer.

—No me malinterpretes —se explicó al ver su expresión. Parecía de verdad no poseer mucha arrogancia, le sonreía de forma amistosa —, no todos son así. ¿Cuál es tu nombre?

—Mikoto…—dudó antes de proseguir —, Mikoto Hayashi, un placer.

Él la examinó minuciosamente unos largos minutos con expresión seria, antes de sonreírle y alzar su mano para entrelazarla con la de ella, Mikoto lo aceptó gustosa, ella no hablaba con casi nadie, así que no le molestaba tener un amigo, o algo parecido.

—Así que…somos familia, de forma lejana —dijo Teyaki pensativo —, por lo menos tu familia tiene algo de sangre Uchiha o eso es lo que oído. ¿Verdad?

—Sí.

— ¿Cuántos años tienes?

—Ocho, pronto cumpliré los nueve ¿Y tú?

—Catorce —respondió sonriendo — ¿Estudiaras para Kunoichi?

—Claro —contestó sin dudar —, ese es mi sueño. Ser una gran Kunoichi para poder enorgullecer a mi villa.

Teyaki rió de forma amistosa, despeinándola ligeramente.

—Eres bastante agradable, Mikoto.

Sonrió en forma de agradecimiento a esas palabras, y estaba lista para preguntarle algo…no recordó que, en ese momento Minato, Hiashi y Fugaku se dirigían hacia ellos, los tres caminando mientras charlaban de cosas que ella no oía. Bueno, Minato hablaba tranquilamente, con entusiasmo moderado, mientras los otros dos asentían y soltaban algunos monosílabos.

A veces se preguntaba ¿Cómo es que eran amigos?

—Mikoto-san —saludó Minato sonriendo —, Teyaki-san.

—Hola, Minato —saludó el Uchiha mayor, arqueando una ceja al ver que su hermano menor no hacia seña alguna de presentarse ante Mikoto, como tampoco lo hacia Hiashi. Sacudió la cabeza y rodó los ojos, había que ver lo arrogantes que eran esos niños.

—Minato-kun —dijo la pelinegra sonriendo sin mirar a los otros, la verdad no entendía pero se sentía extraña. Sentía la mirada de Fugaku sobre ella como si fuera una losa, quería alzar la cabeza y mirarlo, pero no lo hizo. Se limitó a enfocar su mirada sobre el hombro del rubio, que miraba a sus amigos con reproche ante su silencio.

—Hiashi, Fugaku —dijo Teyaki impaciente. Ambos eran unos arrogantes únicos, entendía porque se llevaban bien a pesar de la sana rivalidad que mantenían ambos clanes. Lo cual suponía un alivio, la unión entre ambos clanes los beneficiaria mucho, y más si era de amistad, en un futuro podían llegar a acuerdos que ayudarían a todos. Aunque esperaba que esos niños dejaran de lado esa arrogancia si querían llegar a algún lado —. Ella es Mikoto Hayashi. Mikoto, mi hermano Fugaku —señaló con la cabeza al pelinegro de ceño fruncido —, y Hiashi Hyuga.

La niña levantó la mirada de forma incomoda, se levantó de donde estaba sentada con elegancia y cuidado. Modales, se dijo mientras sonreía falsamente y se acercaba a ellos, ambos niños se mantenían recelosos, sin haber hecho alguna señal ante su presencia, y menos ante la presentación.

—Es un placer —susurró torpemente y empinándose ligeramente depositó un suave beso sobre la mejilla de Fugaku. Tenía que saludarlo correctamente, lo quisiera o no, le incomodara o no, le gustara o no. Así de sencillo.

El niño le miró incrédulo y casi retrocedió un paso, sentía un cosquilleo en la mejilla. Estaba sorprendido, no era menos, ninguna mujer había hecho eso antes, si apenas su madre hacia eso cuando era más pequeño. Minato desvió la mirada, tratando de no reír ante la cara de Fugaku. Hiashi solo arqueó una ceja ante la reacción exagerada del Uchiha y dejó que Mikoto le saludara con un beso en la mejilla.

Eso era lo normal, todas las niñas que eran entrenadas únicamente para ser esposas y madres tenían esos modales, normalmente las que provenían de grandes clanes.

Teyaki se carcajeó ante la cara de su hermano, ganándose una mirada fulminante por parte de este, que había despertado de su incredulidad ante las risas. Mikoto parpadeaba confundida… ¿Qué hizo mal?

—Pero que genio…—se burló Teyaki al ver la mirada de Fugaku —, creo que debes controlar un poco mas tu carácter, futuro líder del clan —añadió con mas burla lo otro.

—Hmp…cállate —dijo…no, ordenó el niño enojado.

—No me callo, soy mayor que tú —le recordó el otro levantándose de su sitio y pasando su brazo sobre los hombros frágiles de la niña.

— ¿Qué tiene eso que ver?

—Todo —Teyaki se encogió de hombros —, vamos Mikoto. Te mostrare los terrenos del clan. Puedes venir a visitarnos cuando lo desees. Nos vemos —añadió para los demás, lanzándoles una miradita divertida.

Minato asintió ante la despedida, los otros…no. Fugaku observó como su hermano se iba con la niña de cabello y ojos negros con el ceño fruncido. No sabía que le disgusto más, si su reacción ante el simple saludo o la burla de su hermano.

— ¡Cuida ese genio, Fugaku! —le gritó su hermano desde la lejanía.

Definitivamente fue la burla de su hermano.

Siguió mirando a Mikoto, la niña desde los metros que le separaban le miró confundida, antes de sonreírle con duda y timidez y regresar su mirada a Teyaki, parecía que estaba diciendo algún chiste ya que ella se rió. No podía negar que era bonita.

—Hiashi-sama, por fin lo encuentro. Su padre lo llama —voltearon para ver como una niña de cabello castaño ondulado y ojos perlas hablaba con respeto a Hiashi.

—Hn…vamos. Ya puedes retirarte, Misumi.

—Sí.

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~o~

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Su madre le miró emocionada, su padre asintió con orgullo.

— ¿Así que eres amiga de Teyaki Uchiha?

—Hm…supongo —dijo cohibida.

Después de escuchar el sinfín de comentarios de sus padres, Mikoto creyó que tuvo suficiente de todo eso. Se despidió de ellos y regresó a su cuarto, mientras se retiraba el kimono y cepillaba su cabello pensaba en los acontecimientos ocurridos horas atrás. Teyaki era muy amable, realmente amable. Le cayó muy bien, y con la invitación de poder entrar a los terrenos del clan cualquier día, sus padres daban por hecho de que realmente formaría parte del clan Uchiha completamente.

—Fugaku…Uchiha —musitó.

¿Quién iba pensar que el segundo hijo seria quien lideraría a los Uchiha? Normalmente siempre eran los primogénitos, pero al parecer por lo que Teyaki le estuvo contando, nunca le interesó el mundo ninja, era más feliz y libre siendo solo un simple civil. Y ella sabía que él tenía razón, el camino Shinobi traía mucho dolor, dolor y sangre.

Pero no dejaría que eso le intimidara. Ella había escogido ese camino, y seguiría hasta el final. Nada la pararía.

Era cierto que tendría muchos obstáculos y que seguro perdería amigos, familiares o incluso la vida, pero sería feliz haciendo lo que quería y deseaba. Ese era su destino, el destino que escogió.

Lo que no soñaba es que a pesar de que su camino estuviera marcado por el amor, la alegría y la amistad, su final estaba escrito con sangre. Porque ser una Uchiha o querer serlo en un futuro…seria su desgracia.

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Hola!

Vale, se que puse en mi perfil que no actualizare ninguno de mis fics hasta el primero de Setiembre o tal vez unos días antes, pero no dije nada de un nuevo fic, además tengo ya algo avanzado este.

Para ser exactos, es un fic Paralelo a "Una historia de amor para dos" el fic de Minato y Kushina. Aunque este será desde el punto de vista de Mikoto y Fugaku, su historia, su enamoramiento hasta el día en que mueren a manos de Itachi T^T.

Este fic va para el foro "El Valor de los extras" porque a pesar de no ser los principales, tienen su propia historia. ^^

Besos

Bella Scullw.

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