No me pertenece la historia ni los personajes

Adaptacion.

Argumento

El millonario Edward Masenni estaba furioso por el ultimátum de su padre, por eso prometió casarse con la primera mujer que viera... que resultó ser Isabella, una madre soltera a la que le costaba llegar a fin de mes.

La proposición de matrimonio de Edward iba acompañada de una importante compensación económica, así que Isabella no tenía elección. Sólo tenía que pasar seis meses siendo la esposa de Edward, después podría marcharse. Pero los planes no siempre salían como uno quería...

El magnate italiano necesitaba una esposa y estaba dispuesto a pagar por ella.

Capítulo 1

-¿Cómo que no vas a firmar?

Edward Masenni miró a la mujer tumbada en su cama. Era una rubia voluptuosa, con el cabello rizado y unos ojos azules celestiales. Su cuerpo desnudo estaba ligeramente cubierto por el edredón.

Irina Denali cruzó las piernas sobre el edredón y lo miró fijamente.

-Ese acuerdo prenupcial es de mal gusto -le dijo con un mirada llena de coquetería.

Edward se puso serio.

-Tu abogado y tú estabais de acuerdo en todo, repasamos las condiciones juntos . ¿Por qué has cambiado de opinión?

Irina sonrió.

-Ed, cariño, ese contrato no es necesario. ¿Acaso lo de anoche no fue suficiente para que te dieras cuenta? -su tono se había vuelto seductor-. Puedo hacer que sea tan bueno como anoche... Todas las noches.

Edward se volvió a recostar mientras dejaba que el edredón se deslizara para destapar un pecho.

-Puedo hacerlo incluso ahora mismo -lo miró de arriba abajo con unos ojos llenos de deseo. Aquella mirada parecía desnudarlo por completo.

Edward la miró molesto; se había vuelto inmune a los encantos de Irina; ya había disfrutado de ellos durante aquella noche y había tenido bastante.

-No tengo tiempo para esto, Irina. Tú limítate a firmar el contrato como prometiste -cuando se enfadaba el acento italiano era mayor.

La seductora mirada de Irina desapareció.

-No -replicó ella muy seria mientras se destapaba con brusquedad-. Si quieres casarte conmigo hazlo sin ese ridículo acuerdo prenupcial.

Edward maldijo en voz baja, aquella situación lo estaba enfadando mucho.

-Irina, cara -comenzó a decir con toda la paciencia de la que era capaz-. Ya te he explicado cómo son las cosas. Sólo quiero una mujer temporalmente. Tú accediste a ello sin ningún tipo de presión, nunca he pretendido engañarte. Quiero una mujer durante seis meses y después un divorcio tranquilo. A cambio me haré cargo generosamente de tus gastos durante medio año, después de un breve viaje a Italia, y en el divorcio te daré una generosa cantidad ya acordada. ¿Capisce?

-¡Por supuesto que te capisce! -el tono de Irina se había vuelto duro-. ¿Pero ahora entiéndeme tú a mí! ¡Sólo firmaré si me das el doble de lo acordado!

Edward se quedó estupefacto. Todo estaba claro ya: Irina Denali era una mujer encantadora, pero el dinero era su debilidad.

Sin embargo él no permitía que nadie lo manipulara, ni aquella avariciosa mujer, ni su predittione padre. Nadie.

La cara de Edward se volvió impasible.

-Peor para ti -su tono también permanecía impasible. Cualquier persona que conociera a Edward en los negocios habría sabido que aquél era el momento de ceder si seguía interesado en llegar a un acuerdo con él. Sin embargo Irina no era tan lista.

-Me parece que no tienes opción, Edward, cara -le dijo mientras lo miraba con astucia-. Necesitas una mujer rápidamente, y lo entiendo, pero no me obligarás a firmar un absurdo contrato prenupcial.

El se encogió de hombros.

-Tú decides -después la miró-. Pediré un taxi.

Atravesó a habitación y buscó el móvil. Irina se levantó de la cama y se acercó a él.

-Espera un momento... -empezó a decir.

Edward no le hizo caso y siguió marcando.

-Ya no hay acuerdo posible, cara. Será mejor que te vistas.

Ella lo agarró del brazo.

-No puedes hacerme esto, me necesitas.

Edward se soltó como si ella fuera una mosca molesta.

-Te equivocas -su tono era categórico-. ¿Mike? ¿Puedes pedir un taxi? Que esté listo dentro de diez minutos.

Cuando terminó de hablar miró a la mujer rubia, que permanecía desnuda y de pie junto a él. Después guardó el móvil en el bolsillo con naturalidad.

-Puedes darte una ducha si quieres, pero date prisa.

Él se giró y se dirigió a la puerta de la habitación.

-¿Y cómo pretendes conseguir a una mujer en tan poco tiempo? -le espetó ella.

-Me casaré con la primera mujer que vea –le contestó impasible antes de abandonar el apartamento.

Bella se ajustó los guantes de goma y se dispuso a limpiar el baño. Estaba agotada. Jake se había pasado dos horas despierto, todavía no dormía ni una sola noche del tirón. Por lo menos dormía, pensó ella mientras limpiaba las baldosas de porcelana y se apartaba un mechón de pelo de la cara.

De repente frunció el ceño. No iba a poder mantener aquel trabajo durante mucho tiempo. Cuando su hijo era un bebé fue fácil trabajar llevándolo consigo, pero desde que había empezado a gatear era más difícil vigilarlo. Al niño le gustaba moverse y explorar, pero en los apartamentos donde limpiaba Bella todo era tan caro y delicado que no podía dejarlo corretear.

Pensó en el tipo de trabajo que podría hacer con un niño de aquella edad a su cargo. No tenía sentido contratar a nadie para que lo cuidara ya que el dinero que ella ganara tendría que gastárselo en pagar a esa persona. También había pensado en cuidar de su hijo y de otros niños en su casa, pero vivían en un lugar oscuro, pequeño y húmedo donde ella intentaba permanecer lo menos posible.

Sonrió con ternura. Jake era la luz de su vida, la alegría de su corazón, su hijo...

Él se merecía todo, todo lo mejor. Era lo más importante de su vida, pero no podía hacer nada más por él, no podía darle nada más de lo poco que le daba.

Edward atravesó el salón y se dirigió a las escaleras del dúplex. Estaba furioso con Irina por fallarle de aquella manera, y estaba también furioso con su padre por ponerlo en una situación tan complicada.

¿Por qué su padre no podía aceptar que no podía obligarlo a casarse con su prima Victoria para que ella consiguiera por fin el marido rico que tanto anhelaba? Era una mujer muy bella, sí, pero era ambiciosa, egoísta y tenía muy mal genio, aunque el padre de Edward no conocía aquella parte de ella. Victoria había sabido mostrarse ante el padre de Edward como la mujer perfecta para su hijo. Cuando las órdenes y las lamentaciones de su padre no dieron fruto, apareció el chantaje. Su padre lo amenazó con vender su parte de la empresa Masenni AG. Dio, Victoria sabía cuáles eran los puntos débiles de un hombre. Ella sabía que su padre deseaba que su hijo heredara la empresa y que Edward quería que la empresa siguiera siendo de la familia. Victoria era una gran estratega.

Las últimas palabras que su padre le había dicho antes de partir eran imposibles de olvidar.

-Quiero que te cases o vendo mi parte de la empresa. Y no pienses que no lo haré porque sabes que soy capaz. Pero... -el tono de su padre se había vuelto malicioso-. Preséntame a tu futura esposa antes de que cumplas treinta años y te daré la empresa ese mismo día.

Edward le presentaría a su padre a su futura esposa el día de su cumpleaños. Pero no sería la esposa que su padre estaría esperando...

Sería una esposa que haría que su padre tuviera que cumplir su palabra, pero nada más.

Se enfureció aún más. Irina era la mujer perfecta para presentar a su padre, hubiera sido un castigo ideal para el injusto chantaje de su padre. Ella habría hecho que la tensión arterial de su padre aumentara varios puntos. Una mujer despampanante, educada, elegante y a la que sólo le preocupaba su aspecto y el dinero.

Pero ella había dado marcha atrás y él tenía que volver a empezar de cero. Tenía que buscar a una mujer que fuera capaz de enfurecer a su padre y borrara la maliciosa sonrisa de la cara de Victoria. Frunció el ceño. No se arrepentía de haberse negado a aceptar el trato con Irina, pero conseguir una mujer en tan sólo unas semanas iba a resultarle muy difícil incluso a él.

Bajó las escaleras mientras pensaba en la forma de solucionar todo aquello y cuando llegó al piso inferior se detuvo en seco.

Había un niño dormido en el pasillo.

Bella terminó con el lavabo y se dispuso a limpiar la bañera. Los baños de los pisos de lujo eran fáciles de limpiar, siempre estaban inmaculados aunque había siempre muchos.

Se distrajo durante unos segundos pensando en cómo sería vivir en un lugar como aquél. Tener tanto dinero como para tener un piso de dos plantas con vistas al Támesis y con un balcón tan grande como un jardín. Edward pensó que la gente rica era realmente diferente.

Aunque ella no solía ver a los que vivían allí: a la gente de la limpieza sólo les dejaban entrar cuando los que vivían allí no estaban.

-¿Qué está haciendo aquí? -Aquella repentina voz asustó a Bella e hizo que derramara parte del líquido viscoso que usaba para limpiar el baño. Bella soltó un leve grito y se dispuso a limpiarlo rápidamente-. Le estoy hablando, ¡contésteme!

La persona que se dirigía a ella parecía cada vez más enfadada y Bella se giró.

En la puerta había un hombre que la miraba fijamente, Edward lo miró, pero no podía dejar de pestañear. Estaba horrorizada. Se suponía que el piso estaba vacío, el portero se lo había dicho. Sin embargo frente a ella había un hombre que no parecía nada cercano a un empleado.

Y aquel hombre estaba furioso. Ella se limitó a seguir limpiando.

-Lo lamento mucho, señor -logró decir. Sabía que ante una persona como aquélla su tono debía ser servicial, aunque no era culpa suya que el portero estuviera mal informado-. Me dijeron que podía limpiar aquí esta mañana.

El hombre se puso aún más serio.

-Hay un niño en el pasillo -le informó él.

Bella observó a aquel hombre y se dio cuenta de que no era británico. Era demasiado moreno (* moreno es mejor =D*) para serlo, y además tenía un leve acento extranjero. ¿Español quizá? ¿Italiano?

-¿Y bien? -insistió él.

Bella se levantó como pudo del suelo. No podía seguir hablando desde allí abajo.

-Es mi hijo -logró decir.

Algo parecido a un arranque de furia pareció recorrer la mirada de aquel hombre.

-Ya me he imaginado pero, ¿qué está haciendo aquí? Éste no es un buen lugar para un niño.

Para Edward estaba claro que un niño de aquella edad debía estar en casa y no acompañando a su madre a aquella hora del día. Estaba claro que aquella mujer era una madre irresponsable.

-Lo lamento mucho -repitió ella. Deseaba calmar el enfado de aquel hombre. Estaba claro que le desagradaba ver a un niño en su piso inmaculado. Recogió su material de limpieza, miró a su alrededor para asegurarse de que el baño estaba bien y se dirigió a aquel hombre-. Me voy ahora mismo, señor. Lamento haberlo molestado.

Ella se acercó a la puerta y pasó muy cerca de él. Aquello la hizo sentirse incómoda ya que él era todo elegancia y estaba claro que acababa de salir de la ducha. Ella sin embargo llevaba varias horas limpiando y estaba sudada. Debía de oler mal, y se apresuró a tomar a Jake en brazos y dio gracias a Dios de que siguiera dormido.

-¡Espere! -le gritó él.

Aquello parecía una orden y ella se detuvo y se giró para mirarlo.

Aquel hombre la miraba fijamente.

Bella se quedó inmóvil, como si fuera un animal que acababa de caer en una trampa.

Deseó que Dios la ayudara. ¿Qué querría aquél hombre?

Edward miró detenidamente a aquella mujer.

Era una mujer corriente, con facciones normales y pelo de color marrón oscuro. Además, estaba algo sucia y sudada. Parecía tener cerca de veinte años.

Se fijo en sus manos. Llevaba guantes de goma puestos y él frunció el ceño y volvió a fijarse en su cara. Lo estaba mirando fijamente y parecía muy preocupada.

-No hay razón para que te escondas -le dijo suavizando su tono a propósito, aunque sus palabras no parecieron calmarla demasiado. Él se acercó un poco a ella-. ¿Estás casada?

El tono de sus palabras recuperó su brusquedad habitual: él no quería que fuera así, pero no podía controlarlo. La idea que se le acababa de ocurrir era de locos, pero se le había ocurrido...

Ella lo miró estupefacta, como si le hubiera preguntado algo difícil de entender.

-¿Y bien? -volvió a preguntar.

Aquella mujer negó con la cabeza, aunque seguía mirándolo perpleja. Él la miró con más atención. No estaba casada... Él ya lo había intuido, a pesar del bebé.

Edward miró al niño. No era muy bueno calculando la edad de los niños, pero éste parecía bastante grande, demasiado grande para la sillita. El niño tenía el pelo negro y seguía durmiendo plácidamente.

Un niño era algo bueno, a pesar de lo irresponsable que parecía la madre. Y el aspecto de ella también estaba bien, se dijo Edward mientras la volvía a observar detenidamente. Ella seguía asustada.

-¿Novio? -preguntó él de nuevo.

Ella lo miró aún más sorprendida y negó con la cabeza. Edward se dio cuenta de que la mujer se estaba acercando a la puerta cada vez más. El frunció el ceño. ¿Por qué estaba tan asustada?

-Quiero hacerle una oferta de trabajo.

Ella lo miró aún muy asustada y Edward se dirigió a la puerta de la cocina y la mantuvo abierta.

-Pasemos a la cocina -le indicó.

-¡Tengo que irme! -dijo ella con un tono tembloroso-. Lo lamento mucho.

Edward volvió a fruncir el ceño. En aquel preciso momento se oyó un portazo procedente de la segunda planta. Segundos después vieron a Irina bajar por las escaleras. Bajó con rapidez, a pesar de los tacones de aguja y la minifalda que llevaba. Cuando los vio a los dos se le iluminó la cara y sonrió.

-Ed, cariño -dijo muy complacida-. Ya veo que cumples tus amenazas, así que la primera mujer que veas, ¿no? Y esto es lo que has conseguido, qué mala suerte...

El hombre se puso rojo de furia y se dirigió a aquella mujer.

-En efecto, Irina, cara, y es perfecta para mí.

Ella lo miró con una mezcla de furia e incredibilidad.

-No lo dirás en serio...

Edward se limitó a mirarla fijamente con una expresión burlona.

-El taxi te espera en la puerta, cara, es hora de que te vayas.

La mujer se quedó allí durante unos segundos. Parecía muy enfadada. Después apartó a Bella de su camino y se dirigió a la puerta muy decidida.

-¡Espere! -gritó Bella. Después se apresuró detrás de ella. ¿Por qué querría aquel hombre saber si tenía marido o novio? Las posibles respuestas la asustaban, no había ninguna buena razón posible. Conocía muchas historias de hombres a los que les gustaba forzar a mujeres aprovechándose de su precaria situación laboral.

-Apártate de mí, ser asqueroso -replicó la mujer mientras abandonaba la casa muy enfadada. Bella intentó salir también, pero alguien le cortó el paso.

-Le he dicho que quiero hacerle una oferta de trabajo. Tenga la amabilidad de escucharme por lo menos. Tal vez le interese.

Bella lo miró aterrorizada. Sus sospechas parecían ciertas: aquel hombre parecía querer hacerle una proposición indecente.

-No, gracias, no hago ese tipo de trabajos.

El hombre volvió a fruncir el ceño.

-No sabe qué le voy a proponer -le contestó con brusquedad.

-Sea lo que sea, yo no hago ese tipo de trabajos. Yo me dedico a limpiar, es lo único que hago –su tono era tembloroso-. Por favor, déjeme marchar. Yo sólo limpio. Es lo único que hago.

La expresión del hombre se suavizó, como si de repente hubiera entendido por qué ella estaba asustada.

-Creo que me ha malinterpretado -su tono era frío-. La oferta de trabajo no tiene nada que ver con el sexo.

Bella se quedó mirándolo fijamente. Era un hombre muy atractivo y ella se dio cuenta de que alguien como él nunca le propondría algo así a una mujer como ella. Al verse a través de los despectivos ojos de él, se sintió repentinamente muy pequeña.

De repente sintió cómo alguien le quitaba el material de limpieza de las manos.

-Entre en la cocina y le explicaré todo -dijo él.

Bella se sentó en una de las banquetas de la barra de la cocina. Seguía muy asustada. Parecía un milagro, pero Jake seguía dormido en su sillita.

-¿Podría... repetirme su proposición? -se atrevió a preguntar Bella.

-Le pagaré cien mil libras si acepta casarse conmigo durante seis meses, y cuando termine ese periodo de tiempo nos divorciaremos por acuerdo mutuo. Tendrá que hacer un viaje conmigo a Italia por razones... legales. Después regresará aquí y yo la mantendré. El día de nuestro divorcio recibirá cien mil libras, ni un penique más. ¿Lo ha entendido?

Lo único que Bella podía entender era que aquel hombre estaba loco.

Pero no era el momento de decirle algo así a aquel hombre. Se sentía muy incómoda en la cocina con él. Y no sólo por la absurda proposición que él le acababa de hacer.

También se sentía incómoda porque aquel hombre era el hombre más atractivo y sensual que había visto en su vida. Incluso los de las revistas parecían hombres corrientes comparados con el hombre que estaba delante de ella. Tenía rasgos suaves y elegantes, muy italianos, y algo en su cara que hacía que su hermosa cara no pareciera tan dura. Era un hombre terriblemente atractivo.

-¿No me cree, verdad?

Aquella pregunta interrumpió sus observaciones. No podía dejar de mirarlo y abrió la boca para hablar y después la volvió a cerrar.

Él sonrió ligeramente: era una sonrisa desprovista de humor, pero aun así provocó algo extraño en Bella. Ella no tuvo tiempo de descubrir de qué se trataba porque enseguida él volvió a hablar.

-Yo mismo entiendo que esta situación puede resultar extraña pero... -Edward apoyó las manos en la barra de la cocina y Bella se dio cuenta de lo bellas que eran-. En realidad necesito una esposa con urgencia por un motivo muy concreto. Quizá debería señalar que el matrimonio será tan sólo aparente. ¿Tiene usted pasaporte?

Bella negó con la cabeza. Él pareció ligeramente molesto, pero después hizo un gesto como para quitarle importancia.

-No importa, eso es fácil de arreglar. ¿Y qué hay del padre del niño? ¿Está presente en sus vidas?

Bella intentó buscar una respuesta para aquella pregunta, pero no la encontró.

-Ya me imaginaba yo -volvió a hablar él-. Pero es casi mejor, así no interferirá -aquel hombre parecía estar tomando una decisión definitiva-. No veo ningún obstáculo posible a mi proposición, está claro que es la persona ideal.

Bella se quedó estupefacta. Aquel hombre estaba decidiendo por ella, estaba arrastrándola a hacer algo como si ella no tuviera ni voz ni voto. Tenía que detener aquella situación de inmediato, todo era demasiado absurdo.

-Por favor -logró finalmente decir-. No soy la persona que está buscando, y lo lamento pero me tengo que ir ahora mismo. Tengo que limpiar otros pisos y ya voy retrasada.

En realidad aquél era el último piso que tenía que limpiar, pero él no tenía por qué saber aquello.

-Si acepta mi proposición no volverá a limpiar pisos nunca más. Podrá vivir con cierta holgura económica durante varios años si actúa con prudencia y sabe administrarse lo que le voy a dar.

Bella se sentía muy ofendida. Aquel hombre parecía despreciarla, era como si pensara que era de otra especie. Aunque aquel sentimiento se mezclaba con otro aún más poderoso.

La idea le tentaba.

La idea de tener cierta estabilidad económica era muy atrayente.

De repente pensó en la proposición. ¿Cuánto había dicho aquel hombre? ¿Cien mil libras? Era demasiado dinero para su imaginación. Con aquel dinero podría mudarse a Londres, comprarse un piso, incluso una pequeña casa, y dejar de depender de las ayudas del gobierno, podría dejar de trabajar y cuidar de Jake, podría hacer planes para el futuro.

Durante unos segundos se imaginó a sí misma y a Jake viviendo en una pequeña casa con jardín y vecinos encantadores. Un lugar decente donde podría darle una infancia feliz y tranquila.

Sintió un enorme deseo de darle todo eso a su hijo: estabilidad, un lugar donde jugar tranquilo... Un hogar de verdad.

Edward la miraba atentamente y se dio cuenta del cambio de expresión. Había sido duro convencerla, pero iba por buen camino, lo notaba en la mirada de ella. Cuanto más esfuerzo le costaba convencerla más se daba cuanta de que aquella mujer era la mujer adecuada.

Dio, pero a su padre seguramente le daría un infarto cuando le presentara a aquella mujer que se ganaba la vida limpiando baños y que era madre soltera. Una mujer tan corriente como cualquier otra. Aquello le enseñaría a no inmiscuirse en su vida...

Bella vio la mirada triunfante en los ojos de aquel hombre y se arrepintió de haber considerado la oferta. Debía de estar loca si contemplaba la posibilidad de aceptar una proposición tan absurda. Era una idea ridícula, absurda...

-Tengo que irme -se apresuró a decir mientras se ponía de píe. De repente Jake se despertó y comenzó a lloriquear. Bella se acercó a él y le acarició la mejilla y el niño dejó de llorar-. Todo va bien, Jake, mamá está aquí.

El niño dejó de llorar y alzó la mano para acariciar la mejilla de su madre. Después empezó a moverse nervioso para intentar librarse de las ataduras que lo mantenían sentado en la silla.

-Todo va bien, cariño, ya nos vamos - Bella lo tomó en brazos con una mano y con la otra recogió el material de limpieza-. Yo misma cerraré la puerta -le dijo al hombre que acababa de proponerle matrimonio y que la miraba enfadado desde el otro lado de la barra americana.

-Cien mil libras y no tendrá ni que limpiar ni que llevar a su hijo consigo de esta forma. No es forma de criar a un niño.

-Esto no es real -dijo ella de repente-. No puede serlo, es una idea absurda.

-Si le ayuda de algo, yo también pienso que es una idea absurda, pero... -Edward tomó aire-. Si no aparezco el mes que viene con una mujer perderé todo por lo que he trabajado y no permitiré que eso ocurra.

Aquellas palabras hicieron que Bella se estremeciera pero, ¿qué podía decir? Nada. Lo único que podía hacer era marcharse. Jake se movía nervioso y comenzó a lloriquear de nuevo.

-Lo lamento -Bella no sabía muy bien si le estaba hablando a Jake o a aquel increíble hombre que le acababa de hacer una proposición tan absurda.

Después se apresuró a salir de aquel apartamento.

La música del piso de al lado atravesaba las finas paredes con facilidad. Bella llevaba con dolor de cabeza desde que había llegado allí.

Pero la música no era lo único que le provocaba aquel dolor; no podía dejar pensar en lo que el hombre del piso de lujo le había propuesto. Las palabras de aquel hombre se repetían en su cabeza una y otra vez con la misma monotonía y dureza que la batería de la música del vecino.

¿Tendría algún día una casa decente? La lista de espera del ayuntamiento era interminable y hasta que no le concedieran una casa seguiría atrapada en aquel horrible lugar. Cuando Jake era un bebé, aquello no había estado tan mal, pero el niño empezaba a gatear y a querer explorar y aquel espacio era ya muy limitado para él. El niño necesitaba más espacio, necesitaba un hogar en condiciones y aquel lugar nunca serviría.

Pero estaba agradecida: después de todo allí alguien le proporcionaba un techo, no como en otros países del mundo. Por lo menos le habían dado un lugar donde vivir, aunque también la habían presionado para que diera a Jake en adopción.

-La vida de una madre soltera es muy dura, señorita Swan -le había dicho la trabajadora social-. Incluso con la ayuda del Estado, tendrá una mayor oportunidad de labrarse un futuro sin un estorbo como ése.

La trabajadora social había llamado a su hijo «estorbo» y Bella no había podido continuar escuchándola y se había levantado de la silla muy enfadada.

-¡Jake se queda conmigo!

Ella sabía mucho de la palabra «estorbo». Ella había sido un estorbo tan grande para su madre que tras darle la vida la había abandonado en un pasillo.

Estaba decidida: nadie, nadie, le iba a arrebatar a su hijo.

La música de los vecinos estaba muy alta, pero nadie se atrevía a protestar. El hombre que vivía en aquel piso era drogadicto, todos lo sabían, y nadie se atrevía a protestar porque tenía tendencia a ponerse violento. Terminaría apagando la música, pero muchas veces no lo hacía hasta muy tarde por la noche, no era de extrañar que a Jake le costara dormir.

Bella sabía que a pesar de ser las ocho de las noche nunca podría dormirle con aquel escándalo, así que lo dejó jugar. El niño jugaba alegremente encima de la cama con un juguete que ella había conseguido en una tienda de segunda mano. Todos los juguetes y la ropa de Jake provenían de tiendas así.

Bella se dispuso a jugar con el niño. No podía dejar de pensar en lo que había pasado aquella mañana.

¿Había sucedido de verdad? ¿Le había propuesto un hombre de ensueño que se casara con él? Era algo tan absurdo que seguramente no habría pasado.

De repente alguien llamó a la puerta.

-¿Señorita Swan? -preguntó alguien desde el otro lado de la puerta.

A Bella le resultó imposible reconocer la voz a causa del ruido del vecino. ¿Sería el casero? Solía pasarse a menudo para asegurarse de que su casa seguía en buen estado: no se fiaba de sus inquilinos. Bella se dirigió a la puerta y puso la cadena de seguridad que ella misma había colocado en la puerta.

Entreabrió la puerta.

-¿Quién es?

-Soy Edward Masenni. Hablamos esta mañana. Por favor, déjeme pasar.

Hola, yo otra vez por aqui! . , ¿como estan?... piiiiiiiiiii... no se que escribir, asi que me despido rapido y espero disfruten esta historia, que les vuelvo a repetir, es una adaptacion, no es mia!.

P.D: si ven algun error o algo asi, no duden en decirmelo!

100% Magia y amo.

xoxoxox

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