Este fic participa en el minireto de febrero para "La Copa de las Casas 2015-16" del foro La noble y ancestral casa de los Black.
Palabras: 400.
Personaje: Fleamont Potter (Abuelo de Harry).
Disclaimer: Todo lo que reconozcan, es propiedad de JK Rowling.
NA: Aparece un personaje inventado por mí, Anna, hija de muggles. En la historia será la novia del protagonista... Años después encontrará a la que sería su esposa y madre de su hijo, James :)
Desde el inicio de los tiempos
Estaba seguro que no existiría en la historia de la humanidad una rivalidad más grande que la que había entre aquel rubio platino de ojos grisáceos y yo. Abraxas Malfoy, Slytherin de pura cepa, me profesaba un profundo odio desde el primer instante en que me vio, y no tuvo reparos en hacérmelo saber en cuanto tuvo la oportunidad.
Nuestros primeros años en Hogwarts no habían pasado desapercibidos, y por supuesto, no iba a ser menos nuestro último curso en la escuela.
Nos encontrábamos en el ya tan familiar despacho del director Dippet, acusados (de nuevo) de alterar el orden de la única clase que compartían nuestras casas.
Lo miré por el rabillo del ojo mientras esperábamos su llegada. Se mostraba tan altivo y arrogante como siempre, y tuve que hacer un gran esfuerzo por no estamparle su refinada cara sobre el escritorio del director.
—Si lo que quieres es apreciar mi belleza, Potter, siempre puedo regalarte un retrato mío —espetó Abraxas cuando se percató de mi mirada—. De ese modo podrás admirar mi atractivo, sin necesidad de mirarme de soslayo, las veces que quieras.
—No querría verte ni en pintura, valga la redundancia —bufé, malhumorado.
—Venga, Potter, conmigo puedes sincerarte... Entiendo que esa sangre sucia sea poco para ti.
Una sonrisa ladeada, ruin como él mismo, apareció por la comisura de sus labios.
—No te atrevas a volver a llamar a Anna de ese modo —bramé, mientras un escalofrío que no podía presagiar nada bueno, recorría mi columna vertebral.
—No hay otro término para nombrar a esos bastardos, siento decepcionarte —añadió, encogiéndose de hombros.
—No me provoques, Malfoy —advertí, sintiendo que empezaba a perder los estribos.
—Entiéndeme —respondió, cruzando las piernas en el asiento—. Estar encerrado entre cuatro paredes, a solas contigo, es tan malo que mi mente busca la vía de escape rápida… Y ya sabes que no hay cosa que me guste más que molestarte.
Cerré los ojos y presioné los dedos sobre mis sienes, a la misma vez que exhalaba lentamente todo el aire de mis pulmones. No me interesaba meterme en otro lío, y menos en el despacho del director.
—Eso es, Potter, tranquilízate. Coge fuerzas para la próxima vez.
—Como no te calles —dije, abriendo los ojos para mirarlo—, te dejo sin descendencia aquí mismo.
—¿Y privar a tus hijos de vérselas con los míos? —y se rio con ganas, imaginándolo.
