¡Hola! Les traigo lo que vendría a ser mi primera historia. Elegí la tercera generación porque, ignorando los eventos transcurridos en El legado maldito, me permite jugar más libremente con el mundo de Harry Potter, moldeando los personajes y la historia a mi gusto. Mi principal objetivo es lograr una sucesión de eventos creíble (por lo tanto, no esperen que la acción ocurra de la noche a la mañana) y personajes con los que todos puedan empatizar, y con suerte, ser capaz de completarla. ¡Espero que la disfruten tanto como yo disfruté escribirla! Y me disculpo de antemano por lo corto que resultó siendo el primer capítulo, dudo mucho que se vuelva a repetir a medida que avance la historia. ;)
Capítulo I: LUCY
La última cena en familia antes del primero de septiembre podía resultar un poco tediosa para Lucy. Era lo mismo cada año. Aunque su madre se esforzara en hacer de la ocasión una velada amena, Percy Weasley siempre conseguía arreglárselas para estropear todo. Una de sus tantas oxidantes preguntas consiguió hacerla destaponarse la boca:
—¿Cuántas clases tomarás este año, Luce? Mientras más, mejor.
—Tomaré todas las que yo quiera, papá —respondió ella.
Para Lucy, aquella breve oración era un acto de rebeldía, una actitud desafiante. Pero su padre no pareció interpretarla del mismo modo.
—De acuerdo, pequeña —le había dicho con tranquilidad, antes de llevarse un bocado de comida a la boca—. Pero encárgate de que sean las necesarias para asegurarte un puesto en el Ministerio los años venideros.
Había días en los que las expectativas que su padre tenía sobre ella le ganaban, pero pensaba en su hermana y la exitosa vida que llevaba y se le pasaba. Molly era mayor, muy inteligente y bonita. Comenzó a trabajar apenas a sus dieciocho años en la oficina de Percy, pero al cumplir los veinte logró alcanzar por mérito propio el puesto de Secretaria Jefe de la oficina del Cuerpo de Normas Internacionales del Comercio Mágico, una de las divisiones del Departamento de Cooperación Mágica Internacional. Era el orgullo de su padre, y el objeto de los cumplidos de la familia. Lucy siempre la tomó de modelo; aquello que estaba destinada a ser. Y es que nunca se imaginó llevando una vida diferente, aunque tampoco se imaginó llegando tan alto y mucho menos enorgulleciendo a sus padres. Sabía qué vida llevaría, pero se debatía si aquello era realmente lo que quería, o lo que la obligaron a querer ser.
La noche había traído más calor consigo. Lucy lo había notado mientras guardaba sus prendas y pertenencias en su maleta. A veces se encontraba a sí misma añadiendo más y más cosas. Lucy era muy insegura con y para todo, y si olvidaba algo, escribirle a su padre para que se lo enviara no era una opción.
—Lo lamento, Merlín, no puedo sacarte ahora. Ya es tarde y mis padres me regañarán —le dijo al animal, consiguiendo que dejara de ulular con una caricia en su ala izquierda.
Merlín era una hermosa lechuza de color castaño y ojos grandes. Lucy la había adquirido a sus once años para llevar a Hogwarts, y han sido amigas desde entonces. La lechuza no era sólo fiel y obediente, sino que también una compañía agradable.
—Mañana estaremos de vuelta en Hogwarts. ¿Te gusta eso? —le habló ella, aún sabiendo que no recibiría respuesta de vuelta—. A mí sí, Merlín.
Lucy se despidió de Merlín y bajó la ventana antes de apagar las luces. Dejó la puerta entreabierta para dejar pasar un poco de claridad y se metió en su cama, revolviéndose en la sábana de fina tela. Cerró los ojos y se propuso a dormir, aunque tenía por sentado que no lo haría; nunca lo hacía el día antes del regreso a clases, la ansiedad no se lo permitía. Se limitaba a pasar la larga noche sumida en ruidos menores, insignificantes, mundanos. Resultaba relajante luego de tantos años de práctica.
La medianoche había pasado rápido, Lucy casi no se dio cuenta de cuánto tiempo estuvo en la cama fingiendo dormir y no hubiera abierto los ojos de no haber sido por el murmullo proveniente de la habitación de sus padres. Lucy, cuya naturaleza curiosa no iba a perder semejante oportunidad, abandonó su lecho y dejó su cuarto, moviendo la puerta con el suficiente cuidado para que no emitiera chirrido alguno. Sus pies pisaban el suelo con cautela, y suave y lentamente se fue acercando hacia la puerta de la alcoba. Se mantuvo tras la misma, acercando su oreja para poder escuchar con más claridad las sospechosas palabras de sus padres.
—Si quisieras hacerlo, lo harías, Percy —la voz de su madre era firme, aunque en un nivel lo suficientemente bajo para que nadie más la escuchara.
—No existe nadie que quiera ayudar a mi familia más que yo, Audrey —Percy hablaba alterado, con saña—. Si una sola palabra sale de mi boca, no sólo serán mis hermanos los que pierdan sus puestos —Lucy no terminaba de comprender lo que escuchaba y no se fiaba de su oído porque su padre hablaba demasiado rápido.
«Tío Ron y tío Harry —dedujo Lucy—. Ellos trabajan en el Ministerio, como mi padre. Los despedirán.» Lucy lamentaba haber espiado ahora y quería echarse a correr.
—Nuevamente, eliges el trabajo por encima de tu familia —su madre sonaba afligida, aunque había un deje de firmeza en su voz—. Tu madre te lo perdonó una vez. ¿Qué te asegura que lo hará de nuevo?
—¡Ésta vez es diferente, Audrey! —inició, su tono alzándose a cada palabra que pronunciaba—. Mi madre entenderá que tengo una hija y una esposa a las que mantener. Pero… —se interrumpió— Lo haga o no, mi decisión ya está tomada. Y ambas tendrán que respetarla.
«Papá no hablará por ellos —con lo poco que había escuchado, Lucy ya había elaborado sus propias conjeturas—. Mi familia lo odiará otra vez.»
Su madre estuvo en silencio por unos segundos, y cuando finalmente habló, sólo dijo:
—Y lo haremos, Percy. Aunque te estés equivocando de nuevo.
Lucy se encerró en su habitación y pasó el resto de la noche pensando en el enigmático diálogo que deseó nunca haber escuchado.
