Buenos días a todos (o noches si lo prefieren) Para empezar quisiera hacer notar que es mi primer fanfiction, por lo que pueden criticar y opinar cuanto quieran, porque mejorar es mi objetivo. Adoro Saint Seiya, crecí viendo la serie y ahora también disfruto de sus versiones más modernas, aun cuando no son de Kuru-sama propiamente tal. Y tocando ese punto el universo Saint seiya es propiedad de Masami Kurumada, y escribo por mera diversión.
El prólogo
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Las hazañas logradas por cinco humanos que desafiaron a los dioses fueron seguidas por la gran deidad Caos. Ella o el, cuya existencia era anterior a cualquier género o palabra que describiera su ser, se divirtió con las aventuras de los caballeros de bronce y, por otro lado, le resultó aburrida la intervención de los dioses. Así como los titanes vencieron a las deidades primordiales comandadas por Urano, y así como los dioses vencieron a los titanes comandados por Cronos, ahora Zeus debería caer ante una raza superior. Pero Caos se hastiaba de pensar en ello: no podía ser que siempre pasara lo mismo. ¿Había creado este universo tan monótono y predecible? Los humanos eran divertidos porque hacían justo lo que decías que no podían hacer. Entonces si no podrían con ellos…
"Harán como Atenea, y rencarnarán en cuerpos humanos." –Les ordenó la divina existencia tomando ella misma un cuerpo femenino bastante bello. En el Olimpo había confusión, incertidumbre, pero no se podía discutir con quien había creado a quien había engendrado a quienes engendrarían a sus padres y a los hijos de estos, en conclusión, la madre o padre de todo lo habido y por haber, cuyo pestañeo podía volver todo a la nada. Si los dioses no podían contra los humanos, se les unirían. Lo había aprendido también de humanos. Su omnipresencia le hacía conocedor de todo y por tanto sabía como divertirse. Para Caos lo más importante era matar el tiempo –no literalmente- y los humanos desde su aparición le habían hecho esto más fácil, más que la titanomaquia, o la gigantomaquia, aunque reconocía que la tauromaquia en España era digna de ver una y otra vez.
Así cada uno de los dioses debía obtener un cuerpo humano y abandonar el Olimpo para poblar la Tierra, o de lo contrario dejaría de existir. No moriría, sino que no habría lugar para él en el cosmos: sería nada. El último en abandonar el santo lugar fue Zeus, quien antes de bajar se volteó para ver nuevamente el rostro físico de Caos, una mujer blanca con cabello albino y ojos sin pupila, desnuda.
"¿Qué hará mi hija?" –Le preguntó con respeto, sospechando lo que esa deidad planeaba.
"Ahora estará por encima de ustedes, me ha agradado como cuida la Tierra, así que la pondré de guardiana de todos ustedes. Seguirán poseyendo sus sirvientes y órdenes, como Atenea sus caballeros, Poseidón sus marinas y Hades sus espectros, entre otros. Son muchos para nombrarlos. Respecto al juicio que llevarían a cabo a los caballeros, yo me ocuparé de eso." –Le sonrió haciéndole señas para que continuara su camino hacia Gea. El padre de dioses se quejó mudamente y descendió, esperando que el momento de ocio de Caos se acabara pronto.
"Mi queridísima Atenea, caballeros dorados, caballeros de bronce. Buenos días." –Saludó un hombre bien vestido entrando a un extraño salón fuera de las dimensiones conocidas por los mortales o la sabia diosa. –"Puede ser de día o de noche, o puedo crear otro estado, lo que les acomode." –Rio.
"¿Dónde estamos?"-Preguntó confundido Seiya de Pegaso.
"Seiya, por favor, déjame tratar esto a mí." –Le pidió dulcemente la diosa. –"Usted es Caos, su altísima deidad, ¿Cierto? ¿Para qué nos solicita?" –Le preguntó haciendo una pequeña reverencia. –"Sea lo que sea, cumpliremos con su voluntad."
"Divina chiquilla." –Aplaudió. –"Muy buen rol tomas, divinos los humanos, ¡Divinos!" –Celebraba.
"¿Quién es éste que trata a Saori como un perro que se sienta al escuchar la orden?" –Se cuestionaba el japonés. Le molestaba que otra vez una deidad infravalorara a su diosa y sus caballeros.
"Perdonen, esto ha surgido tan rápido que siquiera tuve tiempo de crear una nueva dimensión decente, sinceramente perdonen." –Canturreó como si aquello de crear dimensiones fuera lo más cotidiano del mundo. –"No tiene nombre, ¿Puedo llamarla Seiya? Me gusta como suena, ¡La dimensión Seiya! Donde los humanos son juzgados por desafiar a los dioses."
"¡¿Qué nos juzgarás?" –Gritaron los cinco al unísono, sobresaltados. Los dorados parecían mudos. La diosa temió que esa osadía les costara la existencia, pero el hombre sólo les miró divertido.
"La cuestión es simple, pero larga de explicar." –Les indicó. –"Atenea será quien vigile la Tierra, eso no cambiará, pero he ordenado a los demás dioses obtener un cuerpo mortal y vivir como humanos, ¡Así como lo oyen! Usted los vigilará y mantendrá al margen, ninguno podrá sobrepasar su poder, querida. En cuanto a los doce humanos de armadura dorada, ellos ya están muertos, no hay nada más que hacer, pero sus almas están atadas a la condena de ese muro, el Muro de los Lamentos. Ustedes." –Dijo apuntando hacia los cinco usuarios de las armaduras de bronce. –"¿Estarían dispuestos a dar todo, absolutamente todo su cosmos, para liberar las almas y permitirles rencarnar a los usuarios de las doce armaduras más fuertes de la orden de la señorita Atenea, y así permitir la sobrevivencia de nuevas generaciones? Además, por ese alto precio, les haré otra divertida oferta, al liberar sus almas también daré nuevamente vida a dos de ellos: uno de ellos vigilará el sello de los espectros –la guerra entre Atenea y Hades le parecía tan divertida que no podía detenerla- y el otro será… como le llaman… patriarca del santuario. Eso sí, yo elegiré a esos dos." –Terminó giñando un ojo.
