Disclaimer: Todo le pertenece a J.K Rowling. Yo sólo juego con los personajes.

Capítulo I: Helados.


Ajustó su cartera sobre su hombro y cerró con cuidado la puerta de su apartamento, y fijándose antes de que no hubiese nadie en el pasillo, se apareció. Su nuevo destino la recibió como siempre, se había aparecido en frente del Caldero Chorreante, en ese punto en el que los muggles jamás se fijaban.

— Mione. — Volvió su rostro al escuchar que le llamaban, le sonrió ampliamente a Ginny cuando la vio llevando a su pequeño Albus de la mano.

Les espero hasta que llegaron antes de saludar con un beso en la mejilla a su mejor amiga. — Hola Ginny, hola Albus. — Y se agachó a su altura hasta besar su mejilla sonoramente.

Frente a ella, un Albus Severus de seis años frunció los labios y pasó su mano por su cachete. — ¡Tía! — Exclamó, Hermione rió suavemente antes de ponerse de pie y volver a su altura normal.

— ¿Qué hacen por aquí? — Murmuró mientras empezaba a caminar junto a ellos.

— Voy a llevar a Albus a Florean Fortescue, Harry llevó a James y a Lily a casa de mi madre, compraremos los helados y volveremos. Puedes venir con nosotros si quieres. — Le ofreció la pelirroja con una cálida sonrisa.

La sonrisa de Hermione vaciló un poco, si estaban con Molly quería decir que estaban con Ron, y de seguro Lavender Brown, la nueva novia de su ex-novio estaría rondando por allí, y a pesar de que ya habían pasado algunos meses no quería verle en esa situación aún. Trató de mentir lo mejor que pudo. — Lo siento, Gin, pero vine a comprar algunas cosas para la oficina y volveré a casa, tengo trabajo por hacer.

Supo de inmediato que su amiga se había dado cuenta de que le estaba diciendo una mentira, pero también estaba segura de que Ginny no le culparía por querer ahorrarse el momento incómodo con Ron y Lavender.

— Está bien, al menos te acompañaremos hasta llegar a la heladería. — Esa vez Hermione asintió con un poco mas de energía y la siguió hasta aparecer frente a la pared de ladrillos.

Ginny le sonrió a Albus. — ¿Quieres hacerlo? — Le preguntó.

— ¡Si! — Exclamó feliz mientras sus ojos verdes brillaban.

La Weasley lo tomó en brazos y permitió que tomara su varita en conjunto con ella, sin dificultad, Albus la posó en los ladrillos correspondientes antes de que empezara a formarse la puerta que les daría paso al Callejón Diagon.

Charlando trivialmente con Ginny, llegaron hasta la heladería, donde Albus se dispuso a elegir los helados para todos y cada uno de los miembros que estaban en casa de su abuela, y Hermione descubrió que Ron y Lavender si estaban allá, supo que era lo mejor habérsele negado a su amiga gryffindor.

— ¿Quieres uno, tía Hermione? — Le preguntó Albus amablemente con su tono infantil.

Ella sintió que su corazón se derretiría ante su casi sobrino, revolvió su cabello. — Comí hace poco, Al, pero gracias de todas formas. — Él le sonrió mostrando su dentadura, donde se veía perfectamente el hueco en donde debería estar uno de sus dientes. — Ya eres un niño grande, Albus, dentro de poco todos tus dientes de leche caerán.

El ojiverde infló su pecho de orgullo y sonrió de nuevo. — Claro que ya soy un niño grande. — Tanto su madre como su tía rieron con ganas.

— Está listo el pedido. — Dijo el Sr. Florean Fortescue. Ginny le pagó y con su mano libre tomo la de Albus.

— Tendremos que aparecernos, Al, no queremos que se derritan los helados.

Hermione observó como el menor fruncía el ceño y tragaba saliva con dificultad.

— Está bien. — Se limitó a decir. — Adiós, tía Mione.

— Adiós, Albus, pórtate bien y dale mis saludos a todos. — El niño asintió efusivamente.

Volvió su mirada a Ginny, ella le sonrió levemente. — La invitación sigue en pie.

— Sabes que no puedo… — No siguió cuando observó a la pelirroja asentir.

— Entiendo, cuídate Hermione, nos vemos en la semana. — Ella les sonrió a ambos antes de escuchar el típico crack de la aparición y se encontró de pie sola en la salida de la heladería. Suspiró levemente y empezó a caminar de nuevo hacia la boutique de Madame Malkin para buscar unas túnicas nuevas.

Su vida se había vuelto algo solitaria los últimos meses después de su ruptura con Ron, separarse de él conllevaba, de alguna forma, tener que separarse un poco de los demás Weasley también, después de todo, siempre habían pensado que ellos dos se casarían en alguno momento, y si era franca, ella también lo había deseado.

Pero de un momento a otro, Ron dejó de satisfacerle sentimentalmente por decirlo de alguna forma, sentía que todo era lo mismo, que no había llama o pasión alguna, que estaban juntos por las costumbres y no por algo más.

Con casi veintinueve años, ella volvía a estar soltera, después de haber estado años con el único muchacho que había querido de verdad. Pero Hermione prefería estar así a vivir una vida infeliz e insatisfecha, esperar sinceramente que algún día conociera a alguien a quien amaría de verdad. Parecía que Ron lo había hecho, ¿Por qué ella no podría hacerlo?

Con algo más de ánimo dentro de ella entro a la tienda donde empezó a hojear los modelos hasta que se convenció por tres conjuntos, Madame Malkin la atendió amablemente como siempre y se encargo de arreglar las túnica a su medida, después de pagarle y dedicarle una sonrisa, salió de la tienda.

No tardo demasiado en cruzar lo que había recorrido del Callejón Diagon hasta volver al Caldero Chorreante, salió por allí hasta que volvió al punto donde se había aparecido y donde se había encontrado a Ginny. Antes de poder tomar su varita para aparecerse, un pequeño bulto chocó contra ella, haciéndole aflojar levemente el agarre de sus bolsas.

— ¡Perdón! — Exclamó una voz infantil cerca de ella.

Hermione enfocó su mirada en el niño frente a ella. El pequeño rubio la observaba avergonzaba, y sus ojos grises se veían totalmente perdidos, además, observaba a su alrededor como si buscara a alguien.

Se parecía increíblemente a su ex compañero de clases, Draco Malfoy, y estaba casi segura de que él era su hijo, el que había tenido con Astoria Greengrass unos años atrás, si no se equivocaba, debía de ser contemporáneo con el mismo Albus.

— ¿Estas bien? — Le preguntó maternalmente, era cierto, Hermione Granger tenía una gran debilidad con los niños.

Algo cohibido, el pequeño asintió. — Sí, gracias. — Respondió educadamente.

— ¿Cómo te llamas, pequeño?

Se desinhibió un poco más. — Scorpius Malfoy. — Sí, allí estaba, era el hijo de Malfoy, ¿Quién iba a pensar que Draco Malfoy tendría un hijo antes que ella?

— Yo soy Hermione Granger, ¿estás solo? — Le preguntó, observando a su alrededor buscando al slytherin.

— No, con mi papá, pero estaba en el Callejón D…–—Se calló de inmediato y tapó con sus pequeñas manos su boca.

La gryffindor no pudo evitar sonreír con condescendencia. — No te preocupes, yo soy una bruja también, Scorpius.

Él se le quedó observando por un momento antes de que su mirada se iluminara. — ¡Ya sé quién eres! Siempre apareces en El Profeta, papá me ha hablado de ti.

— ¿Tu papa te ha hablad…?

— ¡Scorpius! — Si no lo hubiese escuchado durante tantos años, Hermione no habría reconocido la voz de Draco Malfoy sin el tono arrastrado. Al contrario de eso, hablaba bastante agitado, incluso desesperado.

— ¡Papá! — Respondió el niño corriendo a sus brazos, Draco lo cargó en sus brazos, algo que, si era sincera consigo sí misma, se veía bastante tierno, ¿Quién diría que Malfoy sería un hombre paternal?

Antes de siquiera verla a ella, el rubio se dedico a observar a Scorpius detalladamente, asegurándose de que estaba en perfecto estado. — ¿Estás bien? ¿Dónde estabas? ¿Por qué te fuiste así de repente?

El niño bajó la cabeza, avergonzado. — Lo siento, me asome por la puerta de la tienda y vi a un niño llevando una Volatrox 1000, fui a verla y después me perdí, no sé como llegue aquí. Ella me encontró. — Y observó a Hermione.

Draco alzó las cejas bastante sorprendido cuando la miro, hacía bastante tiempo de la última vez que la había visto. Al igual que él, Hermione había madurado bastante, sobretodo físicamente, sus rasgos estaban más acentuados y su cabello iba mas arreglado de lo que recordaba jamás, exceptuando el día del Baile de Yule.

— Granger. — Le saludó, Hermione notó que no le hablaba con rencor, odio o cualquier sentimiento malo, le hablaba casi con amabilidad.

— Malfoy. — Respondió ella cordialmente.

Draco bajó a Scorpius de sus brazos y lo tomó de una mano. — Gracias por cuidarle, no sé que me habría ocurrido si le pasaba algo. — Hermione recordó de inmediato que la madre y ex esposa de Malfoy había muerto unos años antes, meses después de que su hijo había nacido. No pudo evitar sentirse mal por ambos, al parecer, aparte de la guerra, a los Malfoy se les seguían quitando cosas, observo al menor de los rubios con ternura.

— No te preocupes, no fue nada. — Le sonrió cuando volvió a verle.

Su ex compañero le devolvió la sonrisa a su manera. Scorpius le tiro de su pantalón negro desde abajo, Draco bajó la mirada.

— ¿Si? — Preguntó alzando una ceja hacia su hijo.

— Vamos a tomar un helado. — Y jaló de nuevo su pantalón. Hermione rió entre dientes, a pesar de lo amable que era, se notaba que al más pequeño de los Malfoy no se le negaban demasiadas cosas.

Draco asintió y observó a Hermione algo dudoso. — Ehh… ¿quieres venir?

La gryffindor no pudo evitar alzar sus cejas con sorpresa, y se dio cuenta de que incluso el mismo Malfoy estaba sorprendido de su invitación.

Aún sabiendo que menos de una hora antes había rechazado la invitación de Albus y Ginny le sonrió levemente a los dos Malfoy y asintió. — Claro. — Aceptó como si fuera normal que siempre saliera de paseo con Draco y Scorpius.

— Te gustara, hay millones de sabores… hay chocolate, vainilla, fresa, coco, con galletas, con chispas de colores, de frutas, de chiche, de…— Tanto Draco como Hermione trataban de evitar reírse de todas las palabras del niño.

El slytherin aún no se explicaba como había logrado perder a su hijo en segundos, como después lo había encontrado en una calle muggle, además en compañía de Hermione Granger y que para completar la había invitado a comer un helado con él y Scorpius.

Pero lo más sorprendente era que la estaba pasando bien, mucho mejor de lo que recordaba haberlo pasado en los últimos años de su vida, después de todo, perder a una esposa no había sido nada fácil, y menos cuando tenía a un niño de apenas seis meses con él.

Lo había logrado, era cierto, Scorpius tenía ya seis años y debía decir que era mucho mejor niño que lo que había sido él a su edad, y estaba orgulloso de aquello, por nada en el mundo quería que su único hijo repitiera todos los errores que él había cometido antes de cumplir dieciocho años.

Observó como su hijo reía con ganas mientras miraba la boca de Hermione llena de helado de vainilla, hasta él rio ante la imagen.

Hermione hizo una mueca antes de tomar un poco de su helado y colocarlo en la nariz del pequeño, como si se conocieran de toda la vida, Scorpius rió con más ganas. Draco sonrió antes de darse cuenta de que frente a él también había helado de vainilla sobre su nariz.

Cuando la observo, notó que estaba profundamente sonrojada, estaba seguro de que no se había dado cuenta de que seguía estando con él, la forma en que lo trataba y se olvidaba de todas las cosas que habían sufrido en el pasado hizo que algo cálido se formara dentro de él.

La sensación de sentirse aceptado.

Para su sorpresa, Draco le sonrió antes de reír entre dientes y seguir comiendo de su propio helado.

— ¿Podemos invitarla al London Eye mañana, papá? Por favor. — Pidió Scorpius, mirándolo con sus ojos grises brillando con emoción.

— Creo que tienes un admirador. — Se burló Draco, sonriendo.

Las mejillas de Scorpius se coloraron profundamente, Hermione sonrió ampliamente antes de inclinarse hacia él y susurrarle como si fuera un secreto. — Tú también tienes una. — Pero sabía que Draco había escuchado perfectamente.

Alzó sus cejas antes de sonreír de lado. — Por supuesto que puedes invitarla, y además le dices que no tiene un solo admirador, dile que tiene dos.

Hermione se sonrojó y sonrió tímidamente.

— ¿Vendrás? — Le preguntó el pequeño rubio.

— Por supuesto, y si se portan bien los dos, los llevaré a mi parque favorito en la Londres muggle.

Draco rió entre dientes y asintió. — Sería excelente.