A veces las cosas suceden tan rápido, que ni tú mismo te percatas de que están pasando. Lo digo por experiencia propia, créanme.

Por eso, se me hace necesario decirles que estas partecitas de mi vida no estaban planeadas, ¡DEFINITIVAMENTE NO LO ESTABAN!

Primera parte: El imbécil

Recuerdo aquella vez que estábamos en la escuela: durmiendo. Habíamos llegado una hora antes de lo acostumbrado, no había ni un alma, literalmente hablando.

La noche anterior, teníamos que hacer un trabajo en parejas, una de esas estupideces que suelen dejar los maestros "Ensayo sobre las familias y acontecimientos importantes en sus vidas". Según la maestra, lo de las parejas, era para que conociéramos más a "nuestro amigos y sus historias". Tonterías.

Lo que me extrañó fue que me emparejaran con Rukia, porque todos tenían parejas del mismo sexo: Inoue con Tatsuki, Mizuiro con Keigo, Ishida con Chad, y todo el salón igual. Bueno, francamente no me importaba en lo más mínimo, mejor aún, podía hacer la tarea sin salir de casa.

En la noche, Rukia estaba emocionadísima. Nunca había hecho esa clase de cosas, ella quería que el trabajo quedara perfecto. Yo quería acabar lo más pronto posible.

Antes de irse a dormir, Yuzu nos dejó galletas; Karin nos dejó una extraña mirada y el viejo, "¡Masaki, por fin veo a nuestros hijos estudiar!".

Comenzamos. "¡Ichigo, esa frase está mal narrada!, ¡Ichigo, tenemos que poner más dibujos!, ¡Ichigo, el trabajo siempre va en un folder!".

Enana fastidiosa, perfeccionista y mandona.

Finalmente, terminamos como a las tres de la mañana. Rukia orgullosa de su carátula de Chappy y yo muerto de cansancio y con la mano hinchada de tanto recortar.

Tenía tanto sueño, que no me di cuenta en qué momento me quedé dormido. Cuando abrí los ojos, vi a Rukia tendida en el suelo abrazada al trabajo.

- Rukia, ya nos tenemos que ir - le pasé la voz. Yo también estaba medio dormido y no me molesté en ver el reloj.

- Ajá -. Se paró con el trabajo en mano y los ojos aún cerrados y se fue a cambiar a su habitación.

Tampoco me di cuenta de que ni el viejo, ni mis hermanas no estaban abajo tomando desayuno ni nada. Sólo salimos, y nos fuimos caminando como "Zombies" a la escuela.

Llegamos y recién estaban abriendo la puerta. Entramos y fuimos al salón.

- Rukia, no hay nadie – le dije sentándome en mi sitio.

- Ajá -. Tiró su maletín en la carpeta. – Ichigo, ¿puedo dormir contigo?

- Sí, sí.

No estábamos para nada concientes de lo que hablábamos. Yo me senté en el rincón y ella vino a sentarse a mi lado. Otra vez nos quedamos dormidos, hasta que…

- ¡KUROSAKI ICHIGO! – escuché a lo lejos una voz sumamente molesta.

Froté mis ojos con mi mano derecha y vi el rostro amargado de la maestra justo enfrente mío y de reojo a mi lado izquierdo, la figura de Rukia moviéndose.

"Un momento, ¿qué hace Rukia ahí?". En ese momento sí abrí los ojos, volteé y observé que mi brazo estaba sobre el hombro de Rukia, abrazándola. Miré alrededor y estábamos en el piso. "¿Cómo llegamos aquí, ¿yo no estaba en mi carpeta y ella echada al otro lado?". Todos nos estaban mirando con un aire de desconcierto. "Demonios".

Me paré y Rukia, como si acabara de darse cuenta, se paró de inmediato y le tendió el folder con el trabajo a la maestra.

- Kurosaki, Kuchiki-san ¡Los hemos estado llamando desde hace diez minutos y no despertaban! – nos dijo la maestra.

- Lo sentimos – dijo la enana. – Es que ayer nos quedamos haciendo el trabajo hasta muy tarde y no dormimos muy bien.

- Ok, lo comprendo, pero ¿qué hacían los dos acurrucados en ese rincón?

- La verdad maestra – dije yo – es que ni yo lo sé.

Ese fue el episodio que comenzó todo. Cuando llegamos a casa…

- ¡Descerebrado!, ¿qué hacíamos ahí? ¡Tú tienes la culpa por no decirme que estábamos yendo demasiado temprano!

- ¿Y por qué no te fijas tú misma, enana de pacotilla?

- Si tú hubieras visto el reloj antes de despertarme, no hubiéramos llegado de madrugada ¡y no nos hubiéramos quedado dormidos!

- ¡Cállate!, ¡enana loca!...

Y así seguimos discutiendo como lo hacíamos de costumbre, ella me insultaba, yo la insultaba. Debo de admitir que esas peleas me venían bien, hacían como que más interesante la vida.

Pero ese día cometí un grave error, me dejé llevar y dije algo sin querer…

- ¡A veces me estorbas! – le grité.

Esa palabra no era la que tenía en mente en ese momento, pero salió de mi boca. Pensé que me iba a responder, sin importancia, pero no, pude ver en su rostro que esas palabras la lastimaron.

- Rukia, lo siento, no quise decir eso – intenté disculparme, pero ella se dio media vuelta y se fue a su habitación. Yo fui tras ella, pero me cerró la puerta en la cara.

Toqué un momento, pero por supuesto que no me abrió. Así que decidí que al día siguiente, cuando estuviera más calmada, si es que no se le había olvidado, le hablaría.

Esa noche, tenía sueño, pero no me podía dormir. Cuando cerré los ojos, me asaltó un recuerdo inconsciente: "Tenía a la enana acurrucada en mis brazos, yo apoyaba mi mentón sobre su cabello y dormíamos plácidamente con una sonrisa en el rostro". Al parecer, me sentía muy feliz estando así.

Me llamó la atención tener esa clase de pensamientos, fue un poco raro. Luego me vino una pregunta que comenzó a martillar mi cabeza: "¿Y si en la mañana seguía molesta conmigo por lo que le había dicho?". "Eres un completo idiota".

Sí, como imaginarás, esa noche tampoco dormí bien.

Por la mañana, tenía los ojos más rojos que podía haberme visto en toda mi vida. Me puse el uniforme y bajé. Rukia ya estaba desayunando y ni siquiera se inmutó cuando me senté.

- ¿Algo malo pasó con ustedes? – preguntó el viejo, después de haberme recibido con varios ataques y sus "súper patadas voladoras".

- Nop – dijo Rukia con una gran sonrisa. – Ya nos tenemos que ir, se nos hace tarde. Bye bye!

Yo la seguí.

Ese día, la vi completamente distinta, no sólo porque no me dirigía la palabra, sino porque fue como que mis sentidos hubieran captado una cosa especial en ella. Estuve pensando en cómo sería si nosotros tuviéramos "algo". No sé, se me ocurrió de repente y la idea no quiso dejarme durante toda la bendita mañana.

Cuando fue hora de salida, caminé detrás de ella, yo no era así, pero igual lo hice.

- Oye, Rukia – hablé por fin. No me respondió. – Anda, no te tomes tan en serio lo que te dije, estaba cansado y molesto, así que no cuenta.

Se volteó a mirarme.

- Debes de aprender que muchas veces las palabras causan más daño que otras cosas, Ichigo –. Y se fue. Desapareció.

- Joder – alcancé a decir.

Llegué a casa y subí a mi cuarto. Pensé en cómo me disculparía con ella, no era costumbre mía hacerlo, sin embargo sabía que le había dicho algo inapropiado.

Sólo habían pasado dos horas y extrañaba tenerla al costado, leyendo esas revistas que les gustan a las chicas o dibujando tonterías. "Maldición", en tan poco tiempo ya la echaba de menos…

Escuché que la puerta de su habitación se cerró, y mi pecho se tranquilizó. "¿Cómo me disculpo, cómo me disculpo…? ¡Ah, qué demonios me pasa".

Nunca me olvidaré de ese día. Me paré, y caminé hacia el cuarto de Rukia.

- Rukia, ábreme por favor, necesito hablar contigo.

Después de unos momentos, sacó el seguro y abrió. Tenía los ojos vidriosos. Jamás me hubiera imaginado que esas palabras…

Sin pensar en nada, empujé esa puerta y la tomé entre mis brazos, tal vez como lo había hecho en la escuela.

- Maldición, Rukia, yo…

Me besó. Me jaló de la chaqueta hacia abajo y me besó.

Continuará