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La mancha nupcial inició y ella empezó a caminar, a medida que avanzaba sentía como su corazón se apretujaba dentro de su pecho creyó quedarse sin aire, pero sus pies no se detuvieron. Intentó sonreír un poco.
Vamos Rin, debes parecer feliz.
Allí, al pie del altar, le esperaba el hombre con el que compartiría el resto de su vida, con el que formaría una familia, con quien se acostaría cada noche y despertaría cada mañana, con quien envejecería … Kohaku.
La idea no le pareció tan buena ahora que las pensaba en su fuero más interno, resultaron más convincentes cuando se las dijo a Kagome su mejor amiga, quien, como todos, estaba girada hacia ella mirándola caminar por el extenso pasillo.
Deseaba darse la vuelta y salir corriendo de allí, buscar al hombre con quien debería estar ahora, pero era demasiado cobarde para eso.
Ha sido decisión tuya, ya no puedes echarte atrás.
Después de lo que le parecieron horas llegó hasta el altar. Kohaku con una sonrisa radiante le ofreció la mano, que ella cogió con más dificultad de la que todos pudieron ver. Ambos se colocaron frente al sacerdote que empezó a hablar palabras que para ellas eran vacías.
-El amor …
No estaba enamorada, al menos de su novio, pero esta era la mejor decisión o la mejor salida. Se irían a vivir al extranjero lejos de todas las personas que amaba… de la persona que amaba. No se extrañó al no verlo entre los invitados, él no era un hombre al que le gustara ese tipo de eventos, seguramente estaría sentado en su estudio leyendo papeles y contratos o sentado en ese elegante sofá nuevo que había puesto en el salón de la casa tomando un vino. Ella daría la vida por con él y no en ese lugar . Por estar sentada en alguna butaca frente a él tomando un vaso de zumo, hablando de cosas triviales, haciéndole preguntas que él siempre respondería con monosílabos y después al anochecer se despediría de él con su ya acostumbrado beso en la mejilla, por que no se atrevió nunca a llegar a más y se iría a acostar.
Muchas personas podían decir que era frío, seco, grosero, desagradable, enojoso, odioso, adusto, agrio, inaguantable, e incluso algunos se atreverían a decir que cruel, pero para ella era el hombre más maravillosos que hubiese conocido, porque con ella él no era así, no podía decir que fuese cariñoso, pero la acogió en su casa cuando ella casi se tira encima de su coche camuflado por la espesa tormenta, aquel día de lluvia cuando andaba sin rumbo fijo después de salir del orfanato, eso decía mucho de él. Nunca fue grosero, sólo se quedaba en silencio cuando no quería responder a algo y siempre le dejó claro que era libre de seguir su vida lejos de él.
-Haz lo que quieras.
Aunque deseaba que no hubiese dicho lo mismo cuando le informó de sus planes de casarse.
-Si hay alguien que se oponga a este matrimonio que hable ahora o calle para siempre.
Tras escuchar esas palabras Rin levantó su vista rápidamente, la violencia del movimiento fue captado por Kohaku que cada vez notaba a la castaña más insegura.
-Por Dios que alguien haga algo- susurró Kagome a su marido.
-Bien- dijo el sacerdote después de una pausa que le quitó e aliento a más de la mitad de los espectadores- continuemos. Kohaku aceptas a Rin Isoda para amarla y respetarla en la riqueza y en la pobre …
-Rin-
La aludida abrió los ojos sorprendida, esa voz … giró su cabeza rápidamente para encontrarse con él, su señor que se encontraba justo al otro extremo del pasillo, con aquel porte elegante y mirada penetrante. Aún sin quererlo una sonrisa se dibujó en sus labios y tuvo deseos de salir corriendo hacia él pero el peso de su vestido le recordó lo crítico de la situación.
-¡Gracias a Dios!- dijo Kagome ganándose muchas miradas.
-Se… señor Sesshomaru - dijo Rin en un hilo de voz.- ¿Qué …?
-Nos vamos- dijo el con decisión.
-¡Qué demonios…!- empezó a exclamar Kohaku enfadado por el atrevimiento de aquel hombre, pero Rin levantó una mano para que guardara silencio y empezó a caminar através del pasillo hasta llegar a él.
-Nos vamos- repitió él. Ella sabía que le odiaba repetir las cosas. Puede que nadie lo descifrara, pero eso era también porque nadie le conocía como ella, sin embargo, tras esa orden que para muchos parecería cosa había algo más. No había dicho "haz lo que quieras" sino "No vamos".Había ido hasta allí, interrumpido su boda y pedirle o más bien ordenarle que se fuera con él. Pensó que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento, quizo llorar de alegría porque por primera vez, tras una orden de él había percibido cierta súplica.
Miró a todos los que contemplaban la escena con admiración y curiosidad, miró Kohaku que tenía los puños a ambos lados de su cuerpo apretados hasta el punto en el que los nudillos se tornaron pálidos.
Odiaba tener que hacer esto pero, por una vez en su vida sería egoísta y se sentiría feliz de serlo
-Lo siento- dijo sinceramente a él y a todos.
Cogió una de las manos de su señor y con la mano libre sujetó su vestido y se dio cuenta de que el ramo de rosas lo había perdido en algún lugar del pasillo.
-Nos vamos-le dijo ella con una gran sonrisa, él solo asintió y se dio media vuelta guiándola hasta el coche que estaba frente a la iglesia abrió la puerta y la dejó entrar, antes de entrar él también y lagarse de allí.
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-¿Por qué lo hizo?- preguntó Rin sentada junto a él en el negro sofá. Estaba contenta de fuese por ella y la llevara de regreso a su verdadero hogar, se sentía más feliz que nunca. Pero deseaba oirle decir esas palabras que le quitaran el aliento. El nunca diría algo como Te amo y por eso ansiaba todavía más escucharlo con sus palabras, a su modo.
Esa pregunta ya tenía respuesta, pensó Sesshomaru, lo peor de todo es que era algo que nunca se imaginó tener que confesar en voz alta.
-Por que soy egoísta. No iba a dejar que lo hicieras- soltó la frase con más comodidad de la que hubiese deseado, pero ya estaba dicho.
Volteó su vista para ver la reacción de la chica, su pelo, aún mojado por la reciente ducha, se adhería a su frente, a su cuello y en las curvas de sus hombros, sus ojos marrones brillaban mucho más de lo que antes hubiese visto, en sus labios tenía una gran sonrisa y las mejillas visiblemente sonrojadas, y aunque sólo llevase un simple pijama puesto debía admitir que se vía preciosa, incluso mucho más que con ese vestido de novia y se aseguró de anotar mentalmente esa como una de las declaraciones que nunca diría en voz alta. Su corazón dio un vuelco y se alegró por dentro al saber que esa reacción en sus ojos la había provocado él.
Aquella noche, antes de irse a dormir, le dio un beso de buenas noches, pero no fue el mojigato beso que siempre le daba, sino que fue en sus labios y el hecho de que él lo prolongara le hizo pensar que a su señor le había gustado tanto como a ella.
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October.
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