SNK no me pertenece, de ser así habría mostrado más Kenuri pa la banda.
Por si no lo saben, Traute es la subordinada de Kenny, la rubia que le pregunta en el anime si ya se murió. Lo explico aunque me imagino que quien entró al fic ya la ubica perfectamente.
Para que se ubiquen, a lo que le llamo "cantina", es como una taberna, solo que lo imagino como cantinita de pueblo, como esos sitios donde los caballeros se van a beber en las novelas mexicanas ambientadas en un pueblo.
Este punto de la historia está ambientado en los años 80's… Lo comento porque habrá un salto de tiempo grande.
LA INTERESADA
Traute recién tiene unos meses trabajando como mesera en una cantina cercana al mar.
Vive sola. Alquila un departamento en un edificio que parece estar de pie de puro milagro, pero de ninguna manera puede aspirar a algo mejor, sobre todo por su manera de "administrarse", gastando más de lo que debería en embellecerse, y sobreviviendo de atragantarse a escondidas cuando puede en el trabajo.
Se embellece mucho. En parte por vanidad, y porque espera tener la suerte de conocer un hombre rico con el cual casarse.
El problema es que difícilmente va a encontrar uno en ese barrio. Los ricos son pocos. En su mayoría casados. Y aunque tampoco es que le importaría ser "la otra", simplemente la oportunidad no se le ha presentado.
Había entrado a trabajar con grandes expectativas. Es decir: 1,200 kyojins sonaban poco al mes por trabajar turnos de doce horas con un día de descanso en la semana, pero se suponía que podía quedarse con la propina que los clientes le dejaran, y estaba claro, cuando dejaban.
La mayoría de gente solo se limita a pagar su cuenta, -según Traute- eran tacaños, incluso dos chavales apenas en edad legal para alcoholizarse habían pagado un tarro y le habían dejado dos kyojins de propina, cosa que no le pasó con un grupo de universitarios con los que tuvo que llevarles varios barriles de cerveza, y de los doce que estaban, ninguno fue bueno para dejarle aunque sea medio kyojin.
Lo más impresionante que le ha pasado, fue una vez que entre diez turistas maryleanos a los que les había llevado comida y bebida a morir, y de los que terminó dándole un sopapo a uno que en un impulso le había querido agarrar un seno, hasta se le fue el coraje cuando le dejaron 80 kyojins de propina…
—De haber sabido que me iban a dejar eso de propina, hasta me habría dejado que me manosearan todos —Musitó Traute a una de sus compañeras de trabajo.
Fuera de eso, no había recibido ninguna propina más impresionante.
Y justo llega un día en el que le urge que nuevamente pase algo así de bueno.
Nuestra rubia protagonista tiene mucha debilidad por la ropa. Hubo una venta de liquidación y terminó desacompletando el dinero para pagar el alquiler, dio una parte, y para los doscientos cincuenta pesos restantes le habían fijado un plazo, plazo que se vencía en dos días, y no tenía ni medio kyojin.
Decide "invertirle" a su persona. Ha dormido con unos rulos para que su cabello esté rizado, se maquilla más de lo que normalmente hace para trabajar, usa labial sugerente y el maquillaje en los ojos súper cargadísimo. También se pone unos unas botas cortas rojas y una blusa sin tirantes animal print (estilo de leopardo), pero tampoco es que lleve los hombros desnudos, porque se pone un chaleco de mezclilla corto encima.
Sí tenía que coquetear con los clientes por algo de propina, iba a hacerlo sin dudar.
Apenas inicia el turno y le sucede algo que le frustra.
—Los señores Ackerman —Musita su jefe a ver a dos hombres entrar al negocio— Hacía tantos años que no venían— Se les acerca e inmediatamente les ofrece una de las mesas asignadas a ser atendidas por Traute. Ellos fueron a sentarse— Oye Carven… —Le llama— Atiende bien a los señores que acaban de llegar.
—Cómo ordene.
De pronto su jefe le comenta que le quitará carga de trabajo con tal de que se le facilitara ponerle atención a los dos hombres. Justo cuando menos lo necesita.
No le hace gracia. No exactamente porque quiera trabajar mucho, pero entre menos clientes tuviera, menos oportunidades tendría de ganarse buenas propinas. Y cosas como esas por lo general el jefe las hacía a modo de "castigo", pero ella no había hecho nada malo, y sin embargo le pasaba esto.
Aunque no protesta, sino que con su perenne gesto inexpresivo va a llevarles el menú, y dejando de pasar un tiempo prudencial les toma la orden.
Si bien la cantina ofrece comida, por lo general los clientes van más a beber, y comiendo solo a modo de acompañar la bebida, algo para calmar el hambre por alcoholizarse, pero a Traute le da la impresión de que los "señores Ackerman" están tomando el lugar a modo de restaurante, por la gran cantidad de comida que piden junto a sus bebidas: Dos botellas de ron –debían de ser pudientes, casi la gran mayoría solo pedían cerveza. Y Traute no podía culparlos porque las botellas las vendían como tres veces más caras que comprarlas por fuera-, y además un refresco para el más bajito de los dos.
—Señorita —Llama el hombrecillo antes de que se alejara— ¿Le molesto con un poco de hielo? —Inquiere sosteniendo el vaso que le había acercado junto a la botella de ron.
Traute está confundida, la mayoría se toma el refresco directo de la botella porque la bebida ya está lo suficientemente fría.
«Salió "delicadito" el señor» Piensa la mesera.
—No, no me molesta… ahora se lo traigo.
En un rato libre –o más bien distrayéndose-, comienza a hablar con una de sus compañeras.
—Me cuesta creer que son familiares —Dice Traute.
—¿Quiénes?
—Los señores Ackerman.
—No comparten el apellido por ser familiares, sino esposos… —Carven se sorprende— El más alto fue jefe de la policía militar a nivel Distrito, pero ya fue retirado por haber cumplido sus años de servicio.
Traute recuerda que en su niñez la homosexualidad era considerada algo malo, condenado. No solo con discriminación social, sino que sucedían cosas verdaderamente atroces: Secuestro, tortura, y asesinato.
Fue época en la que ser homosexual, acusado, o siquiera sospechado, era una condena de muerte de la que además los perpetradores jamás pagaban.
Si durante la averiguación previa se veían indicios de que se les había matado por eso, los policías abandonaban la investigación.
Ahora entiende porque en tan poco tiempo se le pudo dar la vuelta a la tortilla: En la actualidad realmente había investigaciones, persecuciones, y penas largas para los crímenes por homofobia.
Todo debió iniciar desde que la policía se hizo con un dirigente homosexual, quien debió esforzarse por darse a sí mismo y a su "comunidad" un lugar donde no peligraran por sus preferencias, y si bien eso no garantizaba que nunca más sucedieran esos crímenes de odio, por lo menos ya no quedarían impunes.
Traute se le queda viendo a la pareja. Realmente cree que si no le hubieran dicho que eran esposos ni siquiera lo hubiera sospechado. Ninguno luce amanerado, ni siquiera el más bajito que apenas y sobrepasa el metro y medio, pero el comportamiento de ambos es tal que solo aparentan ser dos buenos amigos.
Y si bien Traute le ha tomado un poco de respeto a mas alto por ser el responsable de casi desaparecer los crímenes de odio en el Distrito, por ahora le tiene algo de tirria.
Por su culpa le han quitado carga de trabajo.
Por su culpa podría ser que cobre menos propinas.
Todo para atenderlo a él y a su diminuto marido.
Así que permanece molesta.
Le irrita la estúpida dulzura del bajito al pedirle más galletitas saladas para acompañar sus mariscos. Le molesta cuando le piden más botellas de ron.
Más comida.
Más ron.
Más hielo y refresquitos para "su diminuta alteza".
Más botanas.
Más refrescos.
Y mucho, pero mucho más ron…
En realidad no son mucho más exigentes que el promedio de asistentes.
De hecho debería considerarse afortunada.
Muchos de los clientes –desde el principio, o ya ebrios- comienzan a verla como si fuera parte del menú.
Pero justo hoy que habría estado dispuesta a dejarse mirar para ver si así le dejaban propina, le asignan a atender una pareja de homosexuales.
Los señores Ackerman solo la miran cuando le piden algo. La mayor parte del tiempo han estado hablando entre ellos. O bailoteando sus dedos en la mesa al son de la música del tocadiscos –al que el ex jefe de la policía ha estado metiéndole monedas para escoger las piezas musicales-.
—Creo que es la primera vez que el tocadiscos ha estado funcionando tanto tiempo —Le dice a Traute una de sus compañeras. Pero hasta eso le irrita.
La música, la cantidad de tiempo que han durado, y las muchas vueltas que ha dado al almacén para llevarle sus botellas.
Lo bueno de todo es que la mayor parte del tiempo es facialmente inexpresiva, así que eso no le supone ningún problema al atender a los asistentes.
En la última hora de tener abierto el negocio al público, no es raro que las meseras se sienten a conversar con los clientes –que generalmente son masculinos-, a veces son "generosos" y les ofrecen una bebida –refresco o cerveza por lo general-. No es que el dueño del establecimiento las inste a esto, pero tampoco es que se los prohíba. Lo único que le interesa es que las bebidas sean pagadas sin importar quien se las beba.
Traute por lo general no se sienta con los clientes. La única vez que lo hizo fue una noche en la que había terminado cansadísima, y accedió a sentarse con unos evidentemente homosexuales que le ofrecieron un refresco. Y aunque ya las únicas personas que está atendiendo son de hecho el matrimonio Ackerman, ya que ellos no les dan pie a que actúe así, prefiere guardar distancia.
La cantina tiene una política. Cuando ya es hora de cerrar y el cliente no se ha marchado, solo se le manda la cuenta, como invitándole a pagar y a salirse. Como a Traute le parece un tanto grosero, decide avisar un poco antes.
—Disculpen señores —Les comenta— Ya casi vamos a cerrar, ¿se les ofrece algo más?
—No, señorita —Responde el más bajito— Cuando guste puede traernos la cuenta.
Cuando su jefe le extiende el cálculo, Traute se les acerca.
Es una cuenta elevada, sobre todo considerando que fue el consumo de dos personas –habría cobrado una cantidad similar a grupos de diez o hasta veinte personas-, y eso que el noventa por ciento del alcohol fue consumido por una sola –el mini-hombre se había estado sirviendo pequeñas cantidades de ron mezclado con los refrescos que bebía-.
En total ha llevado quince botellas de ron a la mesa de los Ackerman, dada la enorme cantidad le sorprende que el mayor consumidor no solo no está tirado de borracho sino que apenas y luce "entonado" –moderadamente ebrio-.
—En total serían nueve mil kyojins —Anuncia Traute, entregándoles la cuenta que la "sumadora" imprimió.
El más alto de los dos ni siquiera mira la cuenta para verificar que fuera la cantidad, simplemente se limita a sacar el efectivo como si fuera cualquier cosa.
La mesera casi siente una cachetada con lo fácil que han gastado lo que ella gana en más de medio año. Sobre todo en este momento que le hace falta el dinero.
—¿Cuánto dejo de propina? —Pregunta el ex jefe a su pareja aunque sin siquiera mirarlo— ¿Trescientos kyojins? —Los ojos de Traute se abren en estupefacción.
Nunca hubiera ni soñado con que le hubieran dejado algo así.
Terminaría de pagar la renta y aun así le sobraría.
—¿Cómo que trescientos? —Responde el otro.
«Sí, claro» Piensa Traute.
«Era demasiado bello para ser verdad»
—Recuerda la etiqueta —Dice el hombrecillo— Debe ser mínimo el diez por ciento de consumo.
La mesera entonces es incapaz de disimular su sorpresa, su quijada se hubiera caído de no estar unida al resto de su cara.
Efectivamente. El más alto termina extendiéndole novecientos kyojins.
Está tan ida que casi termina tomándolo por reflejo.
Mira el dinero como hipnotizada. Como si no pudiera creerlo.
Novecientos kyojins es justo lo que gana en tres semanas sin incluir propinas. Sin embargo, acaba de ganarse eso sin haber tenido que hacer nada extraordinario. Salvo las muchas vueltas que dio para llevarles sus botellas de ron, hielo y refresco. Pero realmente no les había atendido de manera especial, simplemente los había atendido de la misma manera que habría atendido a cualquiera. Ellos sin embargo le habían dejado una propina sin precedentes.
Si fuera de las personas que acostumbrara a dar besos de agradecimiento, estaría besado al bajito… ¡en medio de las nalgas!
Le ha salvado, ¡¿qué digo "salvado"?!
¡Le ha comprado la vida…!
Le ha triplicado el dinero que su marido estaba dispuesto a darle.
—Muchas gracias. Me están dando más de lo que me merezco… Y se lo agradezco— Declara mientras sonríe genuinamente.
El caballero hace un ademán como quitándole importancia antes de que se giren para salir del local.
Lo acaecido ha sido suficiente para que se olvide del malestar que tuvo todo el día.
Ya no se siente cansada de las muchas vueltas que dio al almacén.
Ya ni le importan.
—Ojalá vinieran más clientes así— Murmura Traute, casi sin lamentarlo.
Y aunque hay que ceder una parte a las empleadas de cocina, por esa ocasión, ni le pesa…
Más tarde, cuando ya han cerrado y aseado el lugar, mientras el dueño hace "el corte de caja", las cocineras y meseras se sientan a cenarse "las sobras" del ceviche.
—Oye Traute —Dice una— Pero qué cuenta más grande le llevaste a los dos que anduviste atendiendo la mayoría del turno.
—Sí, oye —Agrega otra— ¿te dejaron buena propina?
—Sí —Dijo la rubia, pero por más que le insisten no quiere decir cuánto.
Teme que intenten asaltarla, y aunque está segura que ni muerta soltaría el dinero, mejor se evita problemas.
—Y a todo esto, ¿esos señores de donde tienen dinero? Mira que venirse a gastar como si nada lo que una se gasta en meses… da qué pensar.
—A lo mejor sí se gastaron mucho aquí —Decía otra— Pero el bajito hace muchos actos de caridad… He oído que ha donado muchas cosas a las escuelas, a los hospitales, a las clínicas, e incluso ha pagado los gastos universitarios de algunos chicos sin recursos.
—A lo mejor, su esposo, cuando era Jefe de la Policía, aceptaba buenos sobornos.
—No, muchachas —Dice la cocinera más veterana, una de las empleadas más antiguas del local— El dinero que tienen no lo obtuvieron de manera ilícita… Ni necesidad tienen…
»Son parte de los fundadores de la empresa que produce la "Salsa Hizuru"
Traute entonces comprende de donde viene el dinero.
En su último año de secundaria, durante una clase conoció la historia de la empresa "Hizuru". Se le quedó muy presente, porque le parecía de locos que la misma botellita de salsa picante que había en su mesa, estaba siendo consumida en otros barrios.
En la actualidad, la Salsa ya se había comenzado a comercializar en varios Distritos vecinos. Y aunque le parece excesivo que puedan darse ese tipo de lujos solo por ser los fundadores de esa empresa, ya no agrega más.
—¿Y qué hay de los otros fundadores? —Pregunta Traute— ¿Hay algún soltero que podríamos conquistar? —Agrega en tono sugerente.
—No —Dice la cocinera— El primo del ex jefe de la policía se llamaba Khaled, se llamaba porque ya se murió junto a su esposa, en un accidente de tránsito hace algunos años… En el mismo carro iba su hija en el asiento trasero, pero sobrevivió. Actualmente ha de estar entrando en la adolescencia… Y la otra fundadora se llamaba Kuchel, pero esa se murió hace como veinte años. Supuestamente de una enfermedad no identificada... A mí no me crean, pero dicen las malas lenguas que podría haber sido VIH. Era medio promiscua la doña… Fue madre soltera de un hijo que más o menos debe tener tu edad, pero está casado.
—Bah —Dice otra— Pues no sería la primera mujer que anduviera con un casado.
—Sí —Agrega la cocinera— Pero está casado con otro hombre —Y todas se echan a reír.
—Parece que lo gay si viene de familia.
A la mañana siguiente, Traute paga su deuda, incluso paga el alquiler del mes entrante.
Decide aprovechar ahora que tiene dinero para no preocuparse después, además de que supone, una propina así no será tan frecuente.
Los Ackeman deben vivir cerca de la fábrica, y eso le da casi hora y media de distancia, por lo que sospecha que no volverá a verlos tan pronto, además aunque volvieran al local, nada le asegura que volverá a atenderlos ella.
Pero como para contradecir sus ideas, mes y medio después aparecen en la cantina. Incluso el pequeño hombrecillo se acerca al dueño para preguntarle en qué mesa puede atenderlos la muchacha de la ocasión anterior.
Traute es informada de que ha sido reasignada a atender tres mesas del lado contrario donde está. Inicialmente lo lamenta porque algunos de sus clientes flirteaban con ella y lucían generosos, pero el malestar se le pasa cuando mira a los Ackerman esperándola.
—Ahora mismo les traigo el menú— Les dice servicial y más sonriente que de costumbre.
Porque cree que su vida ha cambiado…
Y no sabe, que de hecho, cambiará mucho más de lo que se imagina.
CONTINUARÁ…
Este cap está ambientado en los años 80's, por eso la forma de vestirse de Traute.
Como ya dije la época en la que está ambientado el fic, me vi en la necesidad de investigar si entonces había calculadoras con impresora –lo que en el cap llamé "sumadora"-, porque quizás una caja registradora es algo que no se podía permitir el negocio tampoco… Resulta que aparentemente al menos había una calculadora con impresora –como la que usaban antes los contadores- desde 1891.
No sé si sea cierto, pero recuerdo que una ex jefa decía que "por etiqueta", al mesero se le debería dejar mínimo el diez por cierto de consumo en los restaurantes.
«Y aunque hay que ceder una parte a las empleadas de cocina, por esa ocasión, ni le pesa…» Solía decirme una amiga que donde trabajaba de mesera, su jefe les hacía hincapié en que las empleadas de cocina no cobran propina, así que debían de ser conscientes y ceder una parte para ellas… Me imagino que Traute generalmente cedía cualquier miseria, pero con la propina de los señores Ackerman estaba tan feliz que cedió una buena cantidad y ni le pesó.
De donde yo soy, desde hace muchos años se comercializa una salsa en al menos cuatro de los 32 estados del país. Esa fue la historia que digamos me inspiró a meterla aquí…
Khaled vendría siendo el papá de Mikasa, pero como canónicamente no se ha mencionado su nombre, decidí proporcionarle uno.
En ciudades grandísimas como las que hay en un Ciudad de México o Estado de México, una hora de trayecto a cualquier sitio representa algo "normalito", hay gente que hace dos o hasta tres horas de trayecto por las distancias tan largas y lo pesado que se pone el tráfico. Pero aquí estamos en un Distrito pequeño, y haciendo la comparación con mi pequeña ciudad, un trayecto –dentro de la misma ciudad- con más de media hora ya es considerado para la mayoría como demasiado lejos, por lo que Traute no espera que ellos únicamente vayan a recorrer esa distancia por ir a comer allí, o al menos no tan seguido.
Publicado el 18 de agosto de 2018.
Corregido el 01 de octubre –por aquello de que Uri no es rubio en el anime, y además especifiqué desde el principio la época en la que está ambientado el fic-.
