Por algún extraño azar del destino, resulté vencedora de los Juegos del Hambre junto a mi compañero tributo Peeta Mellark. Mejor dicho no fue una cuestión de suerte, simplemente me limité a hacer lo que el Capitolio deseaba ver.

Pensar en la Arena me hacía estremecerme de miedo, recordar cada día, cada hora, cada minuto. Lo más doloroso es recordar a Rue, tan pequeña... Aún puedo escuchar los gritos de Cato en la Cornucopia, mientras los mutos, con sus aterradores ojos desgarraban su cuerpo. Pero lo más difícil de todo no es remembrar los horrores del estadio, ni las muertes durante esos enfermos y sádicos juegos... Lo más difícil es aclarar en mi mente lo que siento por Peeta; poder separar lo que hice por las grandes presiones del Capitolio y lo que hice por mi misma, porque quería, sin que nada ni nadie me obligase.

Me sonrojo de sólo recordar una de nuestras noches juntos... En verdad había deseado con todas mis fuerzas que ninguna de las entrometidas cámaras del Capitolio hayan tenido la oportunidad de capturar esos momentos.

FLASHBACK

-¿Qué tal está tu pierna?-le pregunté a Peeta, preocupada puesto que lo había escuchado quejarse hacia unos minutos.

-Todo está bien Katniss, no te preocupes-me sonrió, pero vi cuanto trabajo le costaba.

-No te creo nada-repuse con toda mi convicción-No me importa lo que opines, yo iré a ese banquete mañana.

Sus ojos se abrieron desmesuradamente y me tomó las manos entre las suyas.

-Por nada del mundo quiero que te arriesgues a acercarte a esa maldita Cornucopia. Prefiero morir con la pierna deshecha a perderte a manos de Cato o la Comadreja.

Sus palabras calaron muy hondo en mi, aunadas a su mirada cargada de algo que no sé bien como definir; no sé si sea amor, preocupación, miedo o una mezcla de las tres.

-Estaré bien-le aseguré-Pero no creo que tú dures mucho con la pierna en ese estado.

-Prefiero perder la pierna antes que perderte a ti-con mucha dificultad se acercó a mi y me besó. No era uno de esos besos forzados para las pantallas de Panem, ni como uno de los pocos besos tiernos que no eran forzados. Éste era diferente, estaba repleto de desesperación, como si hubiera pasado días sediento y por fin encontrase agua. Recordé la sensación de que el agua recorriera mi garganta después de los horrores de la deshidratación.

Yo no sabía que hacer. Sentía como sus labios se movían apresuradamente contra los míos, no resultaban cálidos, eran abrasadores, como si su fiebre saliera a través de su boca. Me tomó por la cintura y me estrechó contra él. Ahora el que estaba en llamas era él.

Por un momento recordé la multitud de cámaras que debía haber ocultas por toda la arena, seguramente alguna estaba por ahí. Seguramente, para los ojos de todo el país esa escena resultaría tremenda; los amantes trágicos del distrito 12 compartiendo un momento tan íntimo... Pero él único que verdaderamente parecía desear lo que ocurría era Peeta. Me imaginé que yo tendría un aspecto pasmado, estaba totalmente rígida y apostaría mi arco a que mi rostro no denotaba expresión alguna.

'Dales lo que quieren, preciosa' casi podía escuchar la voz de Haymitch detrás de mi oreja, presionandome para que mostrara ante los ojos de toda la nación unos sentimientos que, francamente, no sabía si existían o no. Pensé en Prim, en mi madre, en Gale y su familia, en todas las personas de La Veta... No podía permitirme perder una oportunidad como esta para conseguir un poco de atención de los patrocinadores; más les daba al Capitolio, más obtenía de mis patrocinadores y más oportunidades tendríamos de salir vencedores de esa maldita Arena.

Desconecté mi mente de mi cuerpo y le respondí el beso, sin emoción al principio, pero el fervor con el que me besaba encendió algo dentro de mi que me hizo responderle con igual intensidad, una de mis manos acarició su cabello y su cuello. Me sobresalté por un momento, esa caricia no era actuada... El beso no era actuado... O al menos no del todo, tal vez había una parte de mi que de verdad deseaba ésto. Quizás era mejor actriz de lo que jamás hubiera sospechado.

Mientras yo mesuraba mis besos y caricias, Peeta parecía entregar todas sus fuerzas en ese beso y en como su mano recorría una y otra vez mi cara, como si la estuviese memorizando con su tacto. El contacto de sus labios contra los míos me parecía eterno, pero no era del todo molesto.

Abrí los ojos y me alejé un poco para respirar, él volvió a aferrarse a mi rostro sin haberme dado tiempo siquiera a volver a cerrar los ojos y los mantuve muy abiertos durante una buena parte del segundo beso. Sin darme cuenta de lo que hacía, los cerré lentamente y dejé que todo fluyera. Sus manos dejaron mi rostro y se concentraron en tocar mi cuello, mis manos, y un poco de mi vientre.

Al separarnos, él dio un profundo suspiro. Yo sólo me aparté sin decirle nada.

¿Cuánto de ese momento había sido actuado, y cuánto había sido por mi propia voluntad, cuánto de eso había sido por complacer al Capitolio y cuánto de eso me había hecho sentir satisfecha a mí? Lo cierto es que no lo sabía, pero las caricias de Peeta en mi piel se sentían tan bien como el suave contacto de la seda.

FIN FLASHBACK

Por supuesto que mis deseos no se cumplieron. En todos los distritos vieron como nos besábamos, como intercambiábamos tímidas caricias, abrazados en el suelo de esa cueva. Panem estaba al borde de la euforia; el dramático romance de los tributos del distrito 12 había hecho que los Juegos tuvieran un giro inesperado y nunca antes visto; dos participantes salieron victoriosos.

Claro que nadie sabía la terrible verdad detrás de lo que todos consideraban un amor verdadero que había llevado a ambos enamorados al borde del suicidio. Todos creían que era un romance marcado por la desgracia. La realidad era muy distinta; sólo el chico del pan de verdad albergaba un sentimiento de amor en su interior. Pero yo, por mi parte, no tenía ni idea de lo que sentía por Peeta Mellark ni en el presente, ni en nuestros días en el estadio.