Ella nunca va a volver.
Lo sabes, lo afirmas, sientes el sabor amargo de la decepción en tu boca y aun así decides aguardar cinco minutos más, aferrándote a la idea de una falsa esperanza. Es lo único que te queda, aquella vaga ilusión y una botella de merlot en la cual decides ahogar tus penas, observando cómo te vas consumiendo poco a poco. No es fácil, nunca lo ha sido pero optas por no admitirlo.
Estudiaste administración, aunque tu pasión eran las artes escénicas. Una profesional frustrada atada a un empleo el cual aborreces, porque eso es lo que haces dentro de esa pequeña oficina grisácea en la cual debes encerrarte todas las mañanas. Tu vida parece apagarse poco a poco y no te esfuerzas por querer cambiar ningún aspecto, te has resignado a sabiendas de que eso era lo peor.
No logras reconocer tu rostro en la hilera de fotografías frente a ti. Estas allí, viendo lo feliz que aparentemente eras antes, tu rostro porcelana y tu cabello rubio perfectamente trenzado. Sonríes, algo que no has hecho desde hace ya mucho y que francamente te cuesta hacer.
Tus padres están junto a ti, abrazando tu cintura y sonriendo ante la cámara. No ayuda a tu mejoría el recordar que están enterrados 6 metros bajo tierra, dejándote huérfana en medio del pandemonio que representaba tu vida. Hacia menos de dos años de su deceso, pero poco podías evocar sus voces hasta el punto en que no recordabas nada por completo.
Al igual que con tú propia persona, no logras reconocerlos, llevándote a confinarlos en un pequeño rincón de tu memoria.
Existe una cuarta persona que ocupa lugar en cada fotografía, aunque te esfuerzas por no notar su inanimada presencia. No eres capaz de mirarla, aunque el simple hecho de no hacerlo te carcoma por dentro.
Hace varios años que no la ves y a veces te preguntas cómo le está yendo en su vida. Si es feliz, si logró terminar sus estudios de turismo, si se casó con aquel chico que profesaba ser el amor de su vida – ¿Kristoff? No memorizas bien si nombre y a estas alturas no parece importar. Te preguntas si piensa en ti, si al menos piensa en ti.
Sabes que no lo hace y esa es la razón de la cual esperes un toquido que nunca llegará y un "disculpa por la tardanza" que jamás vas a escuchar de sus labios. Un año es suficiente para olvidar a una persona, aunque cada día te cueste más hacerlo y debas reprimirte para no conducir hasta su casa y aguardar en el pórtico a su llegada.
Esta sola, siempre lo has estado sola. Tu trabajo te da lo suficiente para una casa y un auto decente, y cada día sales a hacer tu sesión de ejercicios básicos en el gimnasio. Pero no es suficiente para llenar el inmenso vacío que tienes, no cuando sabes que debes acostarte cada noche con un enorme dolor en el pecho, culpándote de haber sido tan cobarde para no querer estar a su lado.
Vuelves tu mirada a las fotografías, intentando buscarte nuevamente en un pasado que ya no crees reconocer. Observas la que fue tomada en su graduación, una semana antes de que todo empeorara e iniciaras el paulatino descenso a tu solitaria vida. Ambas sonríen, incapaces de profetizar que un simple beso se encargaría de romperlo todo.
Ella nunca va a volver. Y por primera vez pareces comprenderlo.
Espero les haya gustado este cortito one shot. Para ser honesta, escribí ésto para mi clase de lenguaje, pero me gustó tanto que quise publicarlo aquí. Lo quise hacer desde el punto de vista de Elsa (en mi opinión, combina mejor con la idea de la soledad). Dejen algún review si gustan.
