ÚLTIMA NOCHE

Soy una tonta, no debí haberle hecho caso a mi corazón, debía obedecer a la razón, pero incluso ella me ha traicionado.

Desde un principio supe que nada bueno resultaría si me presentaba en el teatro, si con tan solo ver tu rostro en los carteles mi corazón se estremecía, como no saber que tan pronto te viera en escena, mi ser reclamaría gritar tu nombre, gritar cuanto te necesitaba y cuanto me hacías falta.

Debí haber sabido que cada que nuestras miradas se entrelazaban, tu me reclamabas y pedías a gritos que esperara por ti. Pero lo siento no puedo hacerlo.

Mi querido Terry esta vez no cederé ante tus caprichos, ante tus engaños y artimañas que solías utilizar para retenerme, creo que ya no puedo detener lo inevitable.

Sabes tan bien como yo que nuestros destinos fueron escritos hace miles de años, y que nada de lo que hiciéramos los iba a cambiar; tal vez lo intentamos, al menos yo así lo hice, pero vez, al final del camino todo vuelve a ser igual; nuestros destinos no fueron hechos para estar juntos...ambos los sabemos y ambos lo lamentamos. Se que tu también lo sientes así, y espero de corazón que comprendas que este es el adiós definitivo; porque yo no puedo continuar torturando mi corazón y actuando como si nada de esto me lastimara. Ya mucho sufrimiento he soportado a lo largo de mi vida y creo que ya no soy capaz de aguantarlo por mas tiempo.

Terry, te juro que nunca fue mi intención lastimarte de esa manera, pero fue lo mejor para ambos. Cuando mencione que debías de hacer tu vida al lado de Susan, que ella te merecía mas que yo, en realidad no lo sentí así, mis palabras no fueron ciertas, pero solo actué por moral, por simple y absurda compasión. Creó que algo dentro de mí, deseaba que tu refutaras por todos los medios posibles mi propuesta, que la tomaras como uno de mis tantos caprichos y te aferraras a mí; pero no fue así, en un principio lo pareció pero sencillamente no se porque tu te dejaste derrotar por mí tan fácil mente.

Vamos Terry no seamos ilusos, sabes que tu no amas a Susan, no puedo asegurar que me ames a mí, porque no quiero especular lo que en tu corazón albergas, pero si se; que si aceptaste unir tu vida a Susan es porque te estas auto sacrificando; porque tal vez quieres enmendar algún error del pasado y no te has dado cuenta aún.

Me pediste que me quedara a tu lado, y yo me negué, hice a un lado mis sentimientos y me negué la felicidad que por largo tiempo he esperado. Te dije que entre tu y yo, nada bueno podría resultar, pero ya no estoy tan segura. He dejado de verte, los días transcurren con lentitud y aunque juro que me he alejado de tus fotos y no transito por donde tu rostro aparezca en cada esquina, aun así continuo viéndote, continuo viendo tu sonrisa sarcástica donde escondes una autentica tristeza, tus hermosos ojos zafiros tan llenos de amor y sufrimiento..como un niño en busca de consuelo y protección detrás de su manto de rudeza me siguen a todas partes.

Terry desde el primer día que nos conocimos en el barco me has enseñado tantas cosas, de corazón te agradezco y por eso mismo, porque a pesar de lo difícil que ha sido para mí, no puedo abandonar este país sin antes pedirte perdón por todo y darte de nuevo las gracias.

Mañana a primera hora me voy del país, tal vez con el tiempo consiga olvidarte y sacar fuerzas del dolor, como he aprendido a hacerlo, se que no será fácil, pero tengo que intentarlo si es que quiero cumplir la promesa que te hice, de ser feliz. Y si no consigo olvidarte, guardo la esperanza de hacer menos llevadero tu recuerdo y mi propio dolor.

Ya es hora querido Terry, el papel y las palabras comienzan a escasear, siento como un nudo en mi garganta me impide respirar libremente y las lágrimas han nublado mi visión. Terence Grantchester, es la última vez que me atrevo a pronunciar tu nombre en la soledad de mi departamento, verdaderamente deseo que puedas encontrar la felicidad en Susan, se que ella te quiere y solo será cuestión de tiempo para que me olvides y ames a ella.

HASTA NUNCA TERRY

Candy White A.


Las noches de diciembre eran las peores para Terry, abandonar a media noche la calidez de la sala de teatro, para internarse en la oscuridad y frialdad de la noche, de regreso a su casa; era poco agradable. Aunque si lo comparaba con estar mas tiempo al lado de Susan , sin duda prefería quedar varado en medio de una tormenta de nieve, por lo menos tendría la oportunidad de que en un momento de delirio Candy, su dulce pecosa lo visitara.

Había establecido desde hace mucho la misma rutina: salir del teatro, ayudar a Susan a subir a su coche, despedirse de ella; responder el saludo de su chofer y subir a la parte trasera, se acomodaba en ella apoyando su codo en el marco del cristal mientras miraba a través de éste; aunque en realidad a esas horas de la noche no había mucho que ver.

Y esa noche en particular no había nevado aun, pero una densa neblina atrapaba el escaso e inamovible sendero.

Algo dentro de la niebla lo hizo salir de su ensimismamiento; se acomodo sobre el asiento, limpiando con la manga de su abrigo el cristal empañado, pegando su rostro en éste, le grito algunas palabras a su chofer y aún con el carro en movimiento salto fuera de él. Giró en dirección de la figura que viera dentro del carro, era sin duda una mujer vestida con un grueso abrigo que cubría todo su cuerpo a excepción de sus talones, que iban cubiertos por unas botas, su cabello estaba escondido en una gorra pero algunos de ellos escapaban y quedaban al descubierto; hace unos minutos había sido tan clara que hubiera podido darle un nombre si la hubiese visto por mas tiempo, pero ahora solo era pequeña mota en medio de la noche.

Giró desesperado hacía su puerta, intentando tomar una decisión, cuando algo llamo su atención: metida por la mitad, sobre el espacio entre la puerta y el marco, se encontraba un sobre blanco. Lo tomo sintiendo como sus manos temblaban bajo la suave y blanca estructura de la hoja, mientras abría el sobre y sacaba la carta, descubriendo incluso antes de que leyera las primeras líneas de quien era, y que decía.

Mientras la leía olvido todo cuanto lo rodeaba, en ese momento no sintió como los primeros copos comenzaban a descender y su abrigo empezaba a humedecerse; lo único que fue capaz de comprender y sentir fue la fuerte punzada en su pecho cuando estaba a mitad de la carta. Si no fuese un hombre soberbio y orgulloso, que había crecido aprendiendo a hacer frente a los contratiempo y vencerlos y no al contrario, teniendo como firme idea que la debilidad no eran propias de un hombre y menos en un Grantchester, seguramente se hubiera dejado abatir por las sinceras palabras de Candy y muy posiblemente algunas lágrimas hubieran surcado su rostro.

Pero desde luego Terry no se lo iba a permitir, en su lugar llamo a su sirviente y aunque sabía que era muy tarde y que su plan formado en minutos tenía las horas en su contra, le pidió que buscase la dirección de Candy. El hombre asintió sin decir nada, subió al carro y se alejo, dejando a Terry aun en la calle.

Había pasado las últimas semanas librando una lucha interna; debatiéndose entre lo que tenía que hacer por compromiso y gratitud y lo que en verdad sentía. Finalmente Candy no había ganado, cuando ella le digo que se quedara al lado de Susan y a cambio de eso ella sería feliz, el acepto no estando convencido de querer hacerlo. Había pasado noches enteras en la soledad de su departamento repasando una y otra vez sus argumentos, todos estos en vano y sin lograr algún efecto positivo en el actor; incluso había llegado a auto convencerse de que eso era lo correcto. Pero la convicción que ganara por la noche se desvanecía rápidamente por las mañanas, apenas los primeras rayos del sol tocaban su rostro y la imagen de aquella rubia se dibujaba en su mente.

En ocasiones se había llegado a preguntar si algún día sería capaz de olvidarla, y si ella lo haría con él. Ahora que acababa de leer esa confesión, se daba cuenta que ni ella y mucho menos él serían capaces de desprenderse tan fácilmente del recuerdo del otro.

Entro a su departamento, encendió las luces y comenzó a hacer algunas llamadas, a pesar de la hora le respondieron y dieron la información que solicitaba: los viajes en barco que salían mañana a primera hora; por primera vez se sintió agradecido de contar con un apellido de renombre y de tanto peso en el país, de no ser así estaba seguro que esa fingida amabilidad que se escuchaba en las voces adormiladas de los hombres al otro lado de la línea, no hubieran sido posible ni por mas desesperado que se escuchara.

Cuando dejo el teléfono en su lugar, miro la libreta donde había anotado todos los viajes, aunque no sabía en realidad porque lo había hecho, no era precisamente la respuesta que estaba esperando, pero tal vez el sentirse por algún tiempo ocupado le hacía sentir menos presión y ganas de salir corriendo a buscarla.

Descanso un momento sobre su reconfortante sofá de cuero, pensando en todo y en nada concreto a la vez; escucho algunos golpes en la puerta, se puso de pie y la abrió esperando cualquier tipo de respuesta.

Y por primera vez su mayordomo pudo ver en el rostro de Terry una autentica sonrisa de felicidad, apenas le tendió un papel con la dirección que le había pedido, el joven magnate estiro su mano al perchero para tomar su abrigo, le dirigió una sonrisa y después de agradecerle salió corriendo.


(Gracias por tomarse un tiempo y leer esta historia)

-Sherrice Adjani-