Sipnosis: Hace casi dos años, el mundo estuvo a punto de ver su devastación. Junto a su líder, cuatro jóvenes X-Men murieron, uno sobrevivió con un único pago: su alma. Muy lejos están los gemelos Pietro y Wanda Maximoff; tras huir de un tortuoso pasado buscan encontrar su propia libertad, procurando rehacer el mundo -caotico y prisionero de la intolerancia- a uno casi utópico. Apocalypse, el primer mutante en la tierra, previniendo su propio fin, intenta destruir el clan Askani. Jean Grey (ahora conocida como Redd), creída fallecida, lidera a un grupo de personas dispuestas a impedir tal Apocalipsis, para construir así un nuevo mañana para mutantes y humanos.
Pero nadie está a salvo de lo que vendrá.
NOTA: Este es mi primer fanfic publicado! Y que mejor manera de hacerlo que con los X-Men. Quisiera agradecer a KidApocalypse por sus motivacianes y beteos. Gracias! Los personajes no me pertenecen, todos son propiedad de Marvel Comics y sus respectivos autores.
Capítulo 1
Renacimiento
—De acuerdo. Esto se ve mal —reconoció Hawkeye retrocediendo un paso. El oso, a pocos metros de él, rugió, irritado.
El intrépido arquero se hizo de su mochila hecha de harapos y rompió a correr entre los abundantes árboles del Bosque Salvaje. Escuchó los crujidos de las patas del oso pardo seguirlo con furia palpable.
—Estoy muerto, estoy muerto, estoy muerto.
Con el corazón en la garganta, Hawkeye sacó de su bolsa la última flecha que le quedaba de su arriesgada aventura. Lo cierto es que había sido tonto e imprudente al hacer esto sin haberle informado a los suyos. Un buen tiro justo en el corazón del oso bastaría para salvarse la vida.
Estaba flexionando la flecha en el arco cuando escuchó una voz en su cabeza:
—¡Detente, Clinton!
—¡Aaah!
De pronto, el gran oso pardo giro sobre sí regresando pasivamente su camino.
—Nunca juegues con una mamá oso cerca de su osezno —le dijo Redd aterrizando con elegancia frente a Hawkeye.
Él siempre se preguntaba cómo le hacía Redd para aparecerse de ningún lado justo en el momento indicado. Claro, sus poderes. Y sin embargo, eso no tenía nada que ver con que ella siempre se mantuviera serena ante casi cualquier situación, o que su cabello rojo naranja siempre se mantuviera hermoso y peinado. Todo eso estaba completamente fuera de sus poderes ¿o sí?
—¿Osezno? No vi ningún osezno — respondió agitado.
Redd lo miró con aplomo.
—Buscaba alimentos, Redd. El campamento no tardará en quedarse sin provisiones.
—No tienes que hacer esto solo, ¿de acuerdo? Somos… somos una familia.
Clinton, también conocido como Hawkeye por su increíble habilidad con el arco, miró fijamente dentro de los ojos verdes de la mujer que tenía delante suyo y luego asintió. Ciertamente no recordaba el momento en el que Redd se había convertido en su mejor amiga.
—Ya casi anochece ¿vamos?
—No es mala idea. Este lugar me pone la piel de gallina.
—Aún así no tuviste ningún temor en venir aquí —le dijo Redd mientras se elevaba telekineticamente, y a Clinton consigo, rumbo al campamento—. ¿Sabes cuánto coraje requiere eso?
—Solo cacé un tejón y tres conejos. No es gran cosa.
—Eres imposible, Clinton —Redd sonrió.
—Imposible… —susurró Clinton pensativo y no pudo evitar preguntar después de unos segundos—: ¿Qué te dice el Phoenix? ¿Te…ha dicho hacia donde debemos ir esta vez?
—Me temo que eso y más, mi buen Clint.
Lejos, en un castillo en las montañas.
Wanda Maximoff había estado sumergida en una larga meditación, mientras levitaba a pocos centímetros de la cama de su habitación, la cual, adornada con sábanas satín color rojo, hacían un gran contraste con su propia vestimenta gitana. El color que siempre vestía. El rojo le recordaba cosas; cosas que, sin importar qué, siempre la acompañaban: el amor, la sangre y el caos. Unidas como una sola pasión y representadas en un solo color, el rojo.
Su mente no registra el hecho de que su hermano gemelo ha entrado a la habitación, pero su voz, rápidamente la saca de su letargo.
—¿Pietro? —respondió para caer de inmediato sobre la cama.
—Apenas y me has escuchado ¿cierto? —le contestó él a su vez con una pequeña sonrisa.
—Lo siento —dijo Wanda avergonzada.
—Descuida, querida. Ya he arruinado muchas de tus meditaciones en el pasado. No es como si fuera a detenerme.
—Ni se te ocurra, Pietro —le advirtió ella con tono gruñón y juguetón.
La sonrisa de Pietro se ensanchó.
—¿Qué tal estuvo el circo hoy? ¿Ya están recogiendo?
Él negó.
—La recepción ha sido muy buena. Kurt quiere realizar dos funciones más antes de marcharse. Si pudieras verlo, Wanda. Todos los aplausos y los niños…
—Puedo imaginarlo.
Pietro la miró detenidamente.
—¿Qué tal tu día? —le preguntó finalmente, avanzando por la habitación hasta sentarse a su lado en la cama—. ¿Te volvió a buscar ese tal Víctor Von Doom?
—No —contestó Wanda con una sonrisa, intentando suavizar la expresión de su hermano ante la mención del nombre—. Y no tienes porqué alterarte ante su visita. Víctor Von Doom es solo un aprendiz de las artes místicas como cualquiera del Círculo Latveria. Un poco pomposo, sí, pero solo uno más como quiera de nosotros. Está… un poco impresionado por mis habilidades. Además, su madre también es gitana.
—Oh, vaya —dijo Pietro de manera sarcástica.
Wanda le dio un pequeño empujón para dejarlo caer sobre la cama.
—¿Sabes qué estuve haciendo todo el tiempo, aparte de la rutina diaria? —inquirió dejándose caer a su lado. Lo miró con complicidad—. Extrañándote. Extrañándote y extrañándote —dijo pasando una de sus manos por el extraño cabello blanco de su gemelo.
Pietro cortó la distancia hasta pegar su frente junto a la de ella.
—Ya estoy en casa. Al menos, aquí.
Wanda se acercó a su oreja y le susurró como si fuera una promesa de amor:
—Muy pronto, cuando logre controlar todo estos poderes, saldremos de este lugar. Tú y yo. Encontraremos a Phoenix y restauraremos el mundo, Pietro. Lo haremos cómo nosotros queramos. Juntos.
.
.
En ese mismo castillo, escondido en la torre, una figura oscura observa desde su espejo a los gemelos acurrados en la cama. Su rostro sin expresión contraria con sus pensamientos.
—¡Ya en serio! —exclamó Jubilo haciéndose notar entre los presentes—. ¿Cómo es que llamamos a esto "Clan" si solo somos —se detuvo para contar— …seis personas? ¡Seis!
—La chica tiene un punto, Redd —razonó Clinton
Redd giró la cabeza hacia él con fingido asombro.
—Recuerdo escucharte decirle a los chicos "bienvenido a nuestro clan" la primera vez que lo encontramos.
Artie y Leench asintieron, moviendo sus enormes cabezas con energía.
—Bueno, tal vez; no lo recuerdo. De todas maneras, después de dos personas, cualquier grupo es un clan.
En ése momento se escuchó el agite de alas metálicas de Arcángel, quien como un ángel de la muerte hizo su aterrizaje bajo la oscura noche. Feroz y grácil. Redd divisó un pequeño gesto en su rostro que parecía mucho a una sonrisa.
—Creo que lo he encontrado, Je… Redd —anunció Arcángel volviendo a alzar la guardia, como si se acabara de percatar de que estaba sonriendo—. He encontrado la Academia.
—¿En serio, War? —Redd se levantó de la fogata, entusiasmada.
—Puedes leerme. Todavía permanece un poco destruida, pero estoy bastante seguro de que es nuestra antigua academia.
Clinton hizo un ruido con la garganta.
—¡Vaya, buenas noticias! No tengo idea de qué están hablando.
—Ni yo —dijo Júbilo.
Artie y Leench también negaron con la cabeza. Redd les sonrió. Mientras les hablaba, un destello de fuego en forma de ave brillaba en sus ojos.
Muchas gracias por leer, agradecería leer sus comentarios. Saludos.
