Si tuviera que elegir una parte del cuerpo humano, la cual transmite más emociones, escogería los ojos.
A través de ellos puedes ver todo, algo tan simple y tan serio a la vez, con tan sólo una mirada puedes expresar lo que —algunas veces— tu boca no.
Soy afortunado por saber lo que dicen, ¿No?
Además soy muy observador, dicen que es una buena virtud, ¿Lo será?
Ira.
Tristeza.
Decepción.
Desesperación.
Eso es lo que esos ojosemitían.
La tensión podía percibirse a gran distancia, incluso desde donde yo estaba.
Debía hacer algo para remediar el día de ese chico.
No era el tipo de persona que dejaba escapar oportunidades, y en mí caso ayudar a alguien de la forma que fuera. No me malinterpreten, lo hago por el simple hecho de saber que la esperanza revivida en un individuo después de vencer la desesperación que lo atormenta, es lo único que le da sentido a mi vida.
Apreté mi mano en forma de puño dentro del bolsillo de mi pantalón mientras que la otra sujetaba el bolso escolar, la mueca de mis labios se tornó en una forzosa sonrisa y finalmente un suspiro casi inaudible se escapó de mí.
Despegué mi espalda del muro y caminé a paso lento mirando hacia todos lados, me detuve por unos segundos a observar el nombre de la calle y luego resoplé haciendo que ese característico trozo ondulado de cabello —que siempre adornaba parte de mi rostro— se elevara un poco. Enarqué una ceja y mi mano izquierda pasó a rascar mi nuca con suma levedad, tomando una profunda bocanada de aire y tratando de pasar desapercibido para los demás, dejé que la suerte actuara.
—¡Hey! —exclamé con desbordable alegría llamando la atención de quien venía caminando—. D-Discúlpame, creo que... —tragué saliva al ver que levantaba su vista del suelo para ojearme como si yo fuera la fuente de su malestar, tragué saliva nervioso por su penetrante mirada, y traté de disimular riendo por lo bajo—. Acabo de perderme... —suspiré apretando con fuerza las correas del bolso.
¿Por qué me estaba poniendo inquieto?
¿Será por cómo me mira?
—¿Y? —dijo de forma secaposicionándose perfectamente frente a mí, pudiendo ver con más claridad su rostro.
Lo observé.
Tenía una pequeña y casi invisible línea de sangre justo por debajo de su comisura derecha, marcando su mentón con ese fino tinte que dejaba la huella de alguien, como si lo hubieran golpeado allí —o en alguna otra parte— haciéndole escupir.
No había duda de que le habían hecho daño, y no únicamente de manera física.
La curiosidad me invadió a tal punto de querer preguntar qué le había pasado pero algo me advertía que si me metía en eso, no saldría vivo de esta situación, por ende no era conveniente; además sus facciones tenían un toque tan peculiar que le hacían lucir atractivo, por ese mismo motivo no podía dejar de verle detalladamente.
Piel lisa y libre de imperfecciones, de un suave color bronceado que ni siquiera llegaba a rozar esa tonalidad, pómulos poco resaltantes que se unían para destacar su mandíbula marcada, mostrando masculinidad —contrario a mí—.
Ojos prominentes que indagaban en el interior de uno, cejas parcialmente arqueadas y delgadas que cumplían con la función de transmitir la seriedad de su entrecejo naturalmente fruncido, unos labios largos y finos que capturaron mi atención de tal modo que...
Es la primera vez que siento algo así, es tan extraño, como si mi corazón fuera a...
Olvídenlo.
Volví a la realidad al oír un gruñido, no fui capaz de responder rápido y claramente él esperaba que me apartara de su camino.
—B-Bueno... —tartamudeé— ¿Podrías ayudarme a encontrar este lugar? —pregunté con suavidad.
Tratando de calmar mis nervios retrocedí un paso de manera inconsciente, noté que bajó la vista y aproveché para buscar en el bolsillo de mi uniforme el volante que me habían entregado esta mañana mientras pasaba por el parque cercano a la tan famosa y proclamada Academia Pico de la Esperanza.
—No —respondió de manera seca llevando su mano libre al nudo de su corbata para aflojarlo con notable molestia.
Alcé las cejas expresando mi sorpresa ante la rápida contestación, sostuve el impreso entre mis dedos en vano.
Me quedé sin habla.
Rompí el contacto visual.
Y sonreí de lado.
Era de esperárselo.
Lo había arruinado, era mi culpa.
—Oh, bueno... —musité feliz—. Discúlpame por molestar con mi desagradable presencia —dije levantando mi mano izquierda para hacer un pequeño gesto de saludo.
Con esto dicho me volteé para continuar mi camino, no sin antes notar que me miró con extrañeza.
Era evidente que yo le estorbaba.
Daba igual, ya no importaba.
Mi existencia en sí era frustrante.
Después de todo, sabía que mi vida era un tormento para la humanidad.
¿Mi intención de ayudar contaba como ofrenda para sentirme persona?
Los sonidos del exterior se fueron esfumando para mis oídos, mi vista estaba fija en las baldosas de la vereda grisácea que se mezclaban con las líneas rectas que las separaba una de la otra, el entorno que me rodeaba se volvía negro con cada paso que daba y los dedos ajenos se elevaban para apuntarme.
Me señalaban, se reían.
No lo soportaba, quería reírme con ellos.
Quería carcajearme de mí mismo, de mi patética dignidad.
Apreté los labios para contener la poca cordura que me quedaba, porque con cada segundo me iba hundiendo más en ese pozo enfermizo, la amargura culminó en mi pecho y entonces sonreí ampliamente.
Estaba llegando al límite —podía sentir cómo mis ojos se nublaban en el comienzo de la locura— y si lo sobrepasaba, sería un caso perdido, mis delirios se harían presentes y comenzaría a actuar como un lunático —esa parte de mí que había ido floreciendo después de mi secuestro—.
Tenía claro que era por mi afección.
Ah...
Jajaja...
¡Jajajajaja!
¡Soy una basura!
Y la basura no sirve para nada.
Tenía un diminuto grano de esperanza —¿Esperanza?— en mi interior al pensar que quizás yo era útil para algo o alguien.
Pero no.
¡Ja!
Todos saben que soy un fracaso.
Qué desagradable.
Soy una mierda.
No merezco viv—.
¿Huh?
Entreabrí mi boca desconcertado al sentir que me agarraban con firmeza del brazo, saliendo así de aquel trance aterrador.
¿Qué...?
Me giré un poco para ver la causa de mi detenimiento y mi voz no fue capaz de emitir palabra alguna.
¿Por qué... me estaba sujetando?
El parálisis actuó en mi cuerpo.
Por alguna extraña razón mi ritmo cardíaco se aceleró al percibir su mirada fija en mí, sus ojos verdes transmitían arrepentimiento, sin embargo no entendía por qué.
Y a pesar de estar reteniéndome, por un momento pareció no querer soltarme.
Nos quedamos en silencio, observándonos.
Los nervios se apoderaron de mí, relamí mis labios y terminé de voltearme hacia él para quedar cara a cara, tragué saliva y por acto reflejo mordí mi labio inferior.
¿Qué era esta actitud tímida y sumisa que aparecía ante él?
Porque nunca antes me había llegado a comportar, ni sentir, así.
—Yo... —murmuró por lo bajo—. No fue mi intención hacerte sentir mal —finalizó liberando mi brazo para retomar su compostura.
Sentí cómo un hormigueo se hacía notar en mis mejillas, acompañado de una sensación de ardor en la misma zona.
¿Acaso me había sonrojado?
—¡N-No te preocupes por mí! —respondí con rapidez y reí levemente alzando mis manos, demostrándole nimiedad a lo previo—. ¿Tú estás bien? —me animé a preguntar intentando tener un poco de seriedad.
—Sí —afirmó y se encogió de hombros, había algo en él que me tenía cautivado por completo—. Gracias por... —suspiró—. Gracias por preguntar —murmuró con desgano y una sonrisa de lado se hizo a lucir en su rostro.
Llevé mi mano directo al corazón, ¿Por qué estaba latiendo tan rápido?
¿Era por su sonrisa?
Tan hermosa y vergonzosa.
Asentí con la cabeza y repetí su acto de sonreír.
—Bueno, debo irme... —comentó, y su mirada se asemejó más al vacío—. Nos vemos —añadió dándome un último vistazo para, finalmente, irse.
Fueron unos lacónicos segundos en los que nuestras manos llegaron a tocarse en un leve contacto.
Volteé a ver cómo se alejaba y se perdía entre las personas que pasaban, su cuerpo destacaba por el uniforme de alumnado del Curso de Reserva del Departamento de Reserva, y cuando lo perdí de vista cerré los ojos soltando un largo suspiro.
Un anhelo se ancló a mi cabeza, el deseo de encontrarme una vez más con el castaño.
Gracias a él había podido sentir algo distinto.
Ah... sé que soy una basura.
Un tipo que no le aporta nada bueno al mundo.
Pero con una gran fortuna, al fin y al cabo.
Tengo la esperanza de que volveré a cruzarlo, de alguna u otra forma, y será mucho más interesante que esta.
