Recién había dado a la mudanza una familia desde tierras lejanas, aquellas cosas les parecían tan, diferentes e inusuales. Daban con sorpresa de lo elegantes que eran las casas, bien decoradas y el domicilio había venido una bastante, con un par de habitaciones, uno abajo y uno arriba, quién aquel apresurado chico se había dispuesto a tomar el dormitorio superior siendo su madre quién después de varios planteamientos que tomaron cerca de varias horas lentas para el joven, finalmente, la convenció. Sin embargo, la larga distancia tomada entre ese viejo lugar al nuevo lo habían dejado completamente exhausto sin ganas de nada. Había subido los escalones con enorme pereza, habiéndole tomado minuto a minuto pensar sí proseguir subiendo el escalón siguiente pero las ansias de dormir le ganaban a cada instante, había llegado finalmente arriba, su escaparate estaba su preciada piyama oscura, sin embargo cayó sin poder abrir el ropero pues se derrumbó a la cama sin fuerza aparente.
El brillo del sol se había empezado a resaltar en el oscuro cielo, aclarando poco a poco a tener un cielo claro,. La luz había llegado hasta el dormitorio, mientras aquel joven se tapaba los ojos con pereza hasta haberse cubierto mucho más entre sus sábanas hasta que las ideas volvieron en su ser. Explorar el pueblo. Se había levantado de golpe de la cama, e ir a salir pero el cruzarse con el espejo le había detenido a observarse con más detalle, un ser con una ropa arrugada y apenas agradable, parecía delincuente juvenil de esos que ves en los barrios que escuchan reggaeton. Río en silencio. Se había metido en la ducha, y tras un largo rato, se cambio de ropa, finalmente salió distinto. Ahora tenía el cabello lizado hasta casi tocar sus hombros, portaba una gorra rojo con lentes oscuros, una chaqueta azulada,un pantalón azul marino y un par de botas negras. Había agarrado una cartera mensajera en su cama, se la puso a un lado mientras se observaba detenidamente sí quedaba bien, tras convencerse definitivamente había bajado las escaleras.
La casa aún estaba a oscura, levemente claro por la delgada luz que salía entre las ventanas y cortinas que obstaculizaban su paso. Su madre estaba dormida, mientras él se movía lentamente en la casa para no dar ruidos y no despertar a su progenitora. Había abierto la puerta con silencio hasta salir y cerrarla con mucho despacio.
Las calles de aquella ciudad eran diferentes a lo que fue su antiguo pueblo, incapaz era de notar las diferencias notorias entre ambas anoche por su cansancio y la falta de atención que le había prestado. La casa delantera tenía un jardín delantero con diversas ramas y flores, siendo rodeado su recinto por una valla de madera pintada de color ladrillo artísticamente, fijaba atención de un lado a otro, las casas adyacente mostraban cierta semejanzas a la suya con unas ligeras diferencias entre color y detalles, más no lo quiso dar mucho énfasis a esos puntos. Había salido a la calle dándole "adiós" al Rhyhom que lo miraba curioso, antes de dirigirse a explorar el lugar. El camino al distrito comercial le había sido un poco largo, un denso camino que separaba el pueblo del comercio, tras un transcurso aproximado de 3 minutos, finalmente sus ojos lo vieron. Había apresurado el paso hasta finalmente llegar a sus puertas. Su impresión del lugar le había dejado impresionado, observaba de allí para cada tienda; puestos de comida, tienda de bebidas, restaurantes, hoteles, tienda de juegos, tienda de comics, entre otros lugares. El hambre había llegado finalmente a su estómago y miró el puesto de comida con detallada atención. Podía comprarse unas cuantas empanadas para satisfacer su apetito mientras una leve risa maliciosa se escapaba de su boca, decidido, entonces, sacó de su bolsillo el dinero que tenía guardado, le había tomado un ligero detalle. Extendió su brazo hacia aquella que manejaba el puesto, mientras le entregaba unas tres monedas de 100 Pokéyen, mientras pedía tres empanadas. Mientras la señora empezaba a cocinarlos, se había sentado en una de las mesas de la calle comida que ahí había. Había mirado de un lado a otro con suma curiosidad, algunas tiendas permanecían aún cerradas y algunos con carteles de "cerrado por duelo" se hacían notar. Sólo había soltado un suspiro mientras el hambre parecía matarle, en el reloj del poste marcaban las 07:50 y cada segundo parecía una clara eternidad, mientras apretaba con su mano el estómago buscando, sin mucho éxito, que dejara de gruñir pero éste parecía ir en su contra. Había intentado distraerse con algunas cosas del ambiente hasta que la señora le llamó. Se había levantado a buscar sus empanadas, se le veían doradas y recién fritas mientras una fina baba se le hacia notar salir de su boca con solo observarlas. Le agradeció humildemente la comida y se sentó a devorarlas. Poco a poco venían más gente al recinto, antes apenas unos 10 se podía notar ahora eran más de 30, y poco a poco iban entrando más, viendo con atención que tienda habían abiertas y en cuales se podían detener a comer. Se había distraído demasiado, tanto que se había comido las tres sin siquiera haber sentido que las probaba, dejando en su ser un sentimiento de disgusto... Se había limpiado la boca y parte los dedos y las palmas con un par de servilletas que le había dado aquella señora para limpiarse la grasa.
Tras tirar las servilletas en la papelera y el envase de cartón en su respectivo bote de basura, se había dirigido a comprar una gaseosa Buzz. La tienda de bebidas no estaba lejos de el puesto del de empanadas, había un par de chicos y un señor de barba robusta que remendaba a los otros jóvenes con aparente sarcasmo haciendo que los otros se enojaran. Se rió en silencio. Tras el trío haber notado la presencia de aquel nuevo extranjero se había dado un calurosa presentación. Después de unos minutos de leve charla, finalmente compró su Buzz, quién empezó a beber apenas saliendo de la tienda. Su celular estaba empezando a sonar, mientras había dejado su bebida en un lado para concentrarse en quién lo llamaba, había observado con detalle quién necesitaba de él y su cara de alegre cambio a espanto. Ahí estaba llamando a su celular su madre, mientras el sudor frío y los nervios se apoderaban de él, había contestado y tras una leve pausa se lo puso en su oído, pero, para asegurar, se lo puso lejos de su oreja.
- Mo-morgen...
- ¡¿DONDE TE HAS METIDO?! - había jurado que se tapó el orificio de la oreja antes de que gritara. Incluso sin el altavoz se escuchaba muy duro.
- Mama, estoy en distrito comercial, n-no te preocupes... - expresó esto último por el tono pensativo de la mujer al otro lado-. Ya-ya voy a traerte algo...
- ...Vale-. Soltó un suspiro-. No te tardes, recuérda que me tienes que ayudar a terminar de desempacar.
- ¡De acuerdo! - expresó alegre-. Bis bald, mama.
La noche había llegado finalmente al pueblo Boceto mientras las farolas se encendían coordinadamente, haciendo que aquel lugar oscuro ahora tuviera una mejor vista. El chico había terminado desempacando todo aquello que faltaba, solo un par de cajas que contenían unas cantas joyas y un poco de fotos antiquísimas que venían de generaciones atrás. Había salido de la casa aire fresco, ahora la plaza se veía mucho más gente paseando por las calle, siendo niños tomados fuertemente de la mano de sus padres y algunas parejas quienes reían y compartían alguna que otra acaricia y varios besos que estuvieran a su alcance. Sólo soltó un suspiro.
- ¡Kalm! - el chico se dio la vuelta en dirección a su casa, pero su madre estaba concentrada en sus propios asuntos, tras fijar su mirada en otras cosas, notó a cierta jovencita que estaba parado a los pies de las escaleras de la puerta. Había permanecido largo tiempo en silencio observándola, mientras una aura de curiosidad venía apareciendo en el cabellos oscuros de quién era-. ¿No te acuerda de mí?
- Ehm... No.- había entre cerrado sus ojos mientras concentraba su atención en la joven y en sus detalles, ciertamente en ninguna parte de sus recuerdos la había visto, que piense.
- ¡Tonto! ¿Cómo te atreves a olvidarte de tu mejor amiga? Soy yo... - dijo ella apunto de contener las lágrimas-. Soy Serena.
Como sí una bomba hubiera explotado de la cabeza de Kalm lo había dejado con una expresión de lo más nostálgica y boba, se había llevado las manos a las mejillas por un leve rato hasta dejarlas caer, bajando escalón por escalón hasta quedar parado junto frente a ella. La diferencia de tamaño era notoria, ella era incluso más bajo que él, llegando a sus hombros como mucho, pero aún podía crecer más - creía-. La había abrazo fuertemente para sorpresa de la joven de cabellos rubio oscuro, quién había correspondido al abrazo con inercia, incapaz de saber que hacer. Apenas unas pequeñas lágrimas se había cruzado entre ambos jóvenes quienes luego se separaron para mirarse fijamente a los ojos del otro.
- ¿Cuanto fue la última vez? - expresó el más alto con cierta melancolía en su rostro, por su parte la chica estaba soportando no llorar.
- N-no lo sé... - bajó la cabeza, observando a sus zapatos -. 5, 7 años sin verte...
Antes de que la sensación de llorar hubiera inundado también su ser a Kalm, la tomó de la mano y se dirigió al distrito comercial. Después de un largo tiempo, quería divertirse con su amiga de la infancia.
