Para el Reto #71 del foro Alas Negras, Palabras Negras: Dale voz a este personaje.
Usé un pequeño Universo Alterno sin preguntar si se podía... Pero me agrada esto.
Los personajes son de George Martin.
Está muriendo y todos lo saben. Cersei, con su rostro dorado y frío, lo observa con una simple pizca de dolor. No cabe duda de que la perra lo extrañará aunque sea un poco —los dioses saben que a ambos les encanta hacerse la vida imposible.
Lo que le duele es el rostro de Joffrey. Jamás vió a su hijo llorar de esa manera. Ningún castigo y ningún reproche fueron lo suficientemente grandes como para causarle ese dolor al niño dorado que en realidad no era su hijo.
Sí, Robert lo sabe desde hace mucho tiempo. Los ha visto una que otra vez cuando se escabullen por el castillo pero jamás le ha importado. Mientras el nombre Baratheon siga creciendo, no importa que su sangre no continue: serán los hijos de Renly los que posean Bastión de Torments, y Stannis tendrá Rocadragón.
Oh, cómo se arrepiente de jamás enmendar la relación con sus hermanos. Quiere abrazar a Stannis como lo hizo alguna vez, cuando pequeños, y decirle que Padre y Madre estarían orgullosos. Quiere darle un bofetón a Renly y exigirle que no siga el mismo camino de derroche que él ha tomado.
Pero quiere, más que otra cosa, deshacerse de la tristeza del muchacho al que dió su apellido. No es su sangre ni su semilla, pero es un pequeño al que vió crecer y castigó cuando se equivocó. Tal vez no lo suficiente, porque Joffrey es tan malo como su madre y tan despiadado como su abuelo. De Jaime toma la arrogancia y de Robert mismo obtuvo el peor ejemplo de lo que un Rey debe ser.
Se arrepiente. Entre el olor de sangre y podredumbre y el incesante golpeteo del pie de Cersei sobre el suelo, Robert decide que no va a morir.
Su mirada se endurece y cuando se cruza con la de Cersei ella lo sabe.
— No te atrevas —le advierte la mujer con una mirada que sólo Robert conoce. Se da el lujo de pensar que ni siquiera el Matarreyes la conoce tan bien como él lo hace: Jaime Lannister sólo ve las tetas, Robert ve la crueldad y el destino de esos tres niños que llevan su nombre.
¿Qué hará con ellos? No lo sabe, pero de lo que está seguro es de que sobrevivirá a esto. No puede ser que un jabalí acabe con un Baratheon.
— Traigan a otro Maestre. Rápido —ordena entre respiros. Se siente desvanecer pero no se irá. Ned aún no ha llegado, pero si Robert se vuelve tan terco como en otras ocasiones, no lo necesitará aún—. Cersei. Maldita sea, Cersei. No voy a morir.
— Qué momento tan dramático para recapacitar —remarca ella antes de levantar el vendaje que Pycelle puso.
Robert la ve hacer una cara de desagrado e incluso Joffrey olvida sus lágrimas ante el morbo de saber lo que hay bajo el vendaje.
— Si muero...
La amenaza queda en el aire. Está tan vacía como el corazón de su esposa, pero Robert tiene toda la intención de que las cosas no lleguen a eso.
— Dame vino, mujer. Y consigueme algo de comida. Necesito recuperar las fuerzas. Tengo un Reino que gobernar y tres hijos que guiar.
Ahí la deja adivinar lo que él sabe, y una débil pero poderosa sonrisa le hace ver que no es el único que lo sabe. Cersei, aunque ciega por su estupidez, no es tonta tal cual.
— Vas a vivir, Robert. Por nosotros. Por tus hijos, vas a vivir.
Robert lo hace. Sobrevive y al cabo de un año tiene otra hija. Joanna Baratheon tiene el cabello negro, los ojos verdes y la lealtad de Tywin Lannister.
El Reino crece.
Sus hijos crecen.
