La idea surguió así, por tonteria, charlando con ADRaven. Me acordé de la frase y dije "De esto hay que hacer fic. ¿Pero a quién podría decirselo?" "A UK" y aquí está el resultado. ¿Extraño? Tal vez, pero me ha gustado escribirlo.


·

¿Por qué no te callas?

·

Le había propuesto a principios de verano que fuera a visitar sus playas. A pesar de ser conocido en toda Europa por su sol y su arena, últimamente los ingresos del turismo estaban bajando mucho. No le hubiera preocupado demasiado de no ser por todo aquel tema de la crisis por lo que decidió intentar remediarlo invitando a Inglaterra a pasar el verano en su casa. Con un poco de suerte gastaría bastante, se lo pasarían estupendamente y quién sabe si algo más.

Pero desde principio de verano el inglés le estaba dando largas.

-Hoy no puedo, he de rellenar unos papeles. Ese inútil de América volvió a desajustarlo todo.

Todos tenían papeles. Que a él no le podía esconder que en realidad la metedura de pata de América no era para tanto.

-Imposible, está lloviendo, ¿no lo ves?

Por mucho que lloviera en Londres en su costa hacía un sol delicioso, esa era la gracia.

-¿Por qué no invitas a Lovino?

Lovino estaba pasando las vacaciones con su hermana, ¿qué se creía? ¿Qué no lo había intentado?

-Es la hora del te.

Ya. Ya. Ya. Le tenía harto. Para él también era la hora de la siesta. España ya estaba harto de tantas excusas y tan pobres. Así que ya cansado de toda aquella tontería se planto en la puerta de Arthur y aporreó la puerta con el puño. Debería haber traído a Lola.

-¡Ya voy, ya voy! –gritó una voz molesta al otro lado de la puerta. Inconfundible. Cuando la abrió en el umbral apareció Inglaterra ligeramente despeinado, con el ceño fruncido-. ¡Tú otra vez! Ya te dije que hoy no podía. Ese maldito francés quiere…

Antonio no le dio tiempo para terminar.

-Maldición, ¡¿por qué no te callas de una vez?! –gritó, cogiéndole la cara antes de plantarle un beso.

Arthur intentó apartarse sobresaltado, mirando sorprendido a Antonio. Pero al ver que este no estaba dispuesto a soltarle ni a cortar el contacto acabó cediendo, a regañadientes, maldiciéndole interiormente.

Cuando España separó sus labios de los suyos le dirigió una mirada furibunda. Una de esas miradas que eran incontestables y que recordaban que, hacia tiempo, Antonio había sido un gran Imperio al que no se le replicaba.

-Y ahora vas a venir –declaro.

Y fue.