Byakuya y Hisana contemplaron admirados la figura femenina que atravesaba la calle en ese instante. Se volvieron el uno al otro, Byakuya dijo con un gran ternura:
-¿No te parece imposible que sea nuestra hija, Hisana?-
La mujer suspiró.
-En efecto, Byakuya. ¿No tomas el café? Llegarás tarde al trabajo.-
-Es que mirando a nuestra hija me olvido de todo. ¿No es Rukia digna de ser la esposa de un príncipe?-
-Conformémonos con un hombre bueno y honrado, que la haga feliz.-
-Es maravilloso tener una hija tan bonita- dijo Byakuya entre sorbos de café-. Todos los chicos del barrio están enamorados de ella.-
-Callate, Byakuya. Eres su padre no está bien que hables con tanta vanidad.-
-Si no hablo de esto contigo, ¿con quién voy hacerlo? Me gustaría que Rukia se casara con el novio que tiene. Es hijo de un coronel.-
-Demasiado alto para nuestra hija, Byakuya- le dijo Hisana.
-¿Demasiado alto? No digas eso. Nuestra hija se merece un trono.-
-No seas visionario, Byakuya. Hoy día las chicas sin fortuna no se casan con príncipes ni con hijos de coroneles. Rukia no posee más que una cara bonita, un buen cuerpo y la preparación que hemos dado a fuerza de muchos sacrificios.-
-No es bastante para satisfacer a un hombre? -le pregunto Byakuya.
-Para un hombre sencillo, sí. Ni siquiera le hemos comprado un auto.-
Hisana se asomó a la ventana y miró hacia el final de la calle, donde estaba el pequeño taller de Ichigo Kurosaki.
-Ya están abriendo el taller, Byakuya.-
-Ya voy, mujer. No me dejas soñar…
-Esos sueños nunca se harán realidad, querido.-
-¿Por qué no? Sé que hay mujeres bellas y sin dinero que se han casado con millonarios y famosos.-
-Solo en el cine y en las novelas.-
Hisana suspiró con resignación. No deseaba un príncipe para su hija, ni siquiera el hijo del coronel que la acompañaba en esos días. Ella no confiaba en los hombres ricos. ¿Acaso no había sido feliz con Byakuya? Claro que sí, y había sido tan bella como su hija. Cuando se casaron, Byakuya era un simple aprendiz de mecánico. Con el tiempo y su esfuerzo llegó a ser un experto. Y cuando Ichigo Kurosaki puso su taller de reparaciones de autos y le propuso ser el encargado del mismo, aceptó de inmediato. Ganaba buen sueldo y no se cansaba. Hisana nunca echó de menos el dinero de un príncipe ni el de un comerciante.
-¿Por qué no puede un personaje casarse con nuestra hija?-
-Byakuya, por favor, si le metes a Rukia esas ideas en la cabeza estaremos perdidos.-
-Las tiene bien metidas. Te aseguro, Hisana, que Rukia hará lo posible por sacarle partido a su belleza.-
-Tú alimentas sus esperanzas.-
-Es el deber de todo padre.-
-Te equivocas , Byakuya, el deber de un padre es educar a sus hijos y evitar que caigan en el pecado de la vanidad.-
-Eso era antes. Hoy los tiempos han cambiado- le dijo Byakua sonriendo.
-Si todos los padres pensaran como tú, jamás me habría casado contigo.-
Byakuya la contempló perplejo. Después, se echó a reír.
-Yo era atractivo, Hisana.-
-Pero no tenías dinero. ¿No cabe la posibilidad de que Rukia se enamore de un hombre atractivo, sin dinero?-
-No creo. Todo cambia ahora las mujeres son mas listas..-
Byakuya se fue riendo a su trabajo.
Por la tarde, cuando cerraron el taller y todos los empleados se marcharon, Ichigo Kurosaki se recostó en la puerta.
Era un hombre fuerte. Tenía los ojos color miel y una mirada penetrante, sobre todo cuando veía a Rukia.
La vida había sido dura para Ichigo. Hijo de un panadero, conoció pronto las penurias y las necesidades. Cuando murió su padre, lo dejó prácticamente en la miseria. A los 14 años empezó a trabajar para mantener a su madre. Comenzó en un taller de mecánica y aprendió bien el oficio. Ahorró todo lo que podía, pues trabajaba horas extras, y después pidió un préstamo para poner su negocio. Se lo concedieron e instaló su taller. Desde entonces, todo en su vida iba bien, jamás se atrevió a soñar. Pagó la deuda, compró maquinaria moderna y tenía una excelente clientela.
En ese momento, Ichigo vio que Rukia Kuchiki salía de su casa y dejó de pensar.
-Buenas tardes, Ichigo.-
-Buenas tardes, Rukia.-
-¿Mucho trabajo?-
-No me quejo.-
-Hasta luego, Ichigo.-
Rukia caminaba y hablaba a la vez. Ichigo la siguió con la mirada y un brillo inusitado apareció en sus ojos.
-Hasta luego, Rukia.-
Rukia se alejaba...Ichigo se quedo allí, firme, silencioso, con el pensamiento perdido en su infancia, en su adolescencia...
