Los nombres de los personajes no son míos, son de Sthepenie Meyer, la creadora de esta maravillosa saga… solo los estoy utilizando para dar vida a esta nueva y loca historia que se le ocurrió a mi cabecita ;)
En un principio era un oneshot, pero me salieron muchas hojas, así decidí dividirlo…
Prohibida su copia o adaptación sin permiso de mua, la autora…
Capítulo beteado por Sool Onuma, Betas FFAD.
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No soy esa muñequita de porcelana.
Capitulo 1:
Para él yo era un simple objeto… un adorno más para su casa, la que debía ser perfecta los 365 días del año y tenía que hacer todo lo que él quisiera, por el simple hecho de ser su esposa.
Era una niña cuando nos casamos, apenas tenía 16 años y él 30. Fue el primero… aunque yo ni de lejos fui su primera mujer.
Al principio aceptaba esta vida, siempre me decía que era mi marido, que sabía qué era lo mejor para mí, pero con el paso del tiempo me fui dando cuenta que era una tonta e ilusa y, que su amor era veneno.
Cada día que pasaba era un suplicio, ya no estaba viendo mi vida color de rosa y no quería estar con el "buen hombre" que era Alec…
Si mi madre escuchara lo que pensaba, se moriría. Desde que empecé a desarrollarme como mujer intentó ponerme de novia con los hijos de colegas de mi padre, siempre diciéndome que era lo mejor para mí, que solo así podría tener la vida de una reina.
FLASHBACK…
—Isabella, ¿por qué no te pones ese vestido azul que te regalé para tu cumpleaños número quince?
—Mamá, ¡es demasiado escotado! —respondí recordando el dichoso vestido.
—Y que importa, ¿acaso no quieres conquistar a tu futuro marido?...Eres igual a tu padre, siempre pensando en pequeño.
—Pero madre, apenas tengo dieciséis años y… tengo poca delantera.
—No importa, nunca es tarde para pensar en tu futuro. Además, existen los sostenes con relleno —argumentó yendo directo a mi cajón de la ropa interior, de donde sacó algo azul y me lo pasó en las manos… un dichoso sostén con relleno que ni yo sabía que tenía.
—Ponte esto… y colócate ese vestido. En veinte minutos te quiero en el comedor. ¿Entendido?
—Sí, madre. En veinte minutos estoy abajo. No te preocupes.
—Esa es mi futura reina. Piensa en grande ahora, hija; nunca te conformes con alguien mediocre, alguien así nunca te dará la vida que te mereces —aconsejó, abrazándome.
Fin Flashback.
Ya no quiero la vida de reina, no si eso significa ser la esclava de mi marido. No porque no me tuviera aprecio, o por lo menos eso demostraba llevándome con él a todos lados. Íbamos a visitar y comprar a cada país que visitaba por asuntos de negocios, donde me compraba ropa cada vez más costosa y me llenaba de joyas.
Pero su amor me hacía mal, ya no soportaba ser la esposa modelo, la que debía sonreír a todos y mostrar que nuestra vida de casados era perfecta.
Me cansaba que todas las noches me obligara a tener relaciones con él sin siquiera fijarse o darse el tiempo de saber si quería o tenía ganas. Siempre me sentía como si hubiera sido violada… y por mi propio marido.
Sé que tenía y tiene amantes a montones, lo cual al principio lo soportaba y callaba porque se suponía que un hombre debía tenerlas. Además, desde que me casé, mi madre me decía que era normal, pero que yo era la esposa, por tanto la más importante. ¿Todo lo que acepta un corazón joven enamorado?
Pero ya no más, ya no seré la estúpida que acepta todo, la mujercita engañada que sonríe y llora por dentro.
Solo necesitaba algo o alguien que me diera ese empujón para que mandara mi matrimonio de diez años de vacaciones a Alaska y a Alec Volturi al infierno.
Lo que pasaría en uno de esos tantos días cuando salía en mi auto al supermercado, aunque teníamos personal doméstico en nuestra casa, a mí igual me gustaba ir y comprar lo que se necesitaba… Ya que no me gustaba que pensaran que era tonta y que no era capaz de administrar mi propia casa, especialmente Alec…
Busqué dónde estacionarme, quedando justo al lado de un flamante Volvo color negro. Saqué mis cosas de dentro de mi auto, cerré la puerta y apreté el llavero para activar la alarma. El supermercado no estaba demasiado lleno, así que tomé un carrito y me puse a recorrer los pasillos en busca de lo que necesitábamos para la cena de mañana, con nuestros respectivos padres…
Estaba bastante concentrada leyendo la etiqueta de una botella de vino, que no me di cuenta que un chico estaba a mi lado y cada cierto tiempo miraba en mi dirección. Solo me fijé cuando, después de elegir el vino, lo iba a echar en el carro y vi que en él no estaban las cosas que primeramente había elegido para comprar, así que levanté la mirada para buscar el mío y quedé estática al estar de frente a un par de ojos verdes que me dejaron sin aire en los pulmones…
—Disculpa, ¿este es tu carro? —Le pregunté lo primero que vino a mi cabeza.
—Sí, ese es el mío… Entonces este es el tuyo —respondió sonriendo, haciendo rodar un carro que estaba detrás de él.
Me sonrojé, pero de vergüenza… Casi dejo mis cosas en el suyo, siendo que el mío estaba a unos pasos de mí.
—No te preocupes, más de una vez me ha ocurrido lo mismo, aunque tú te diste cuenta a tiempo, porque cuando yo lo hice ya había echado las cosas y la señora no fue nada amable conmigo —me contó, todavía sonriendo.
—Lo siento, no suelo ser tan distraída.
—Disculpada… aunque, ¿cómo me vas a devolver la mano?
—¿Perdón?... No entendí lo que me preguntaste —dije, apretando el mango del carro con las manos, con más fuerza de la necesaria…
No porque pensara que me iba a hacer algo malo, sino porque esperaba que fuera lo que mi mente había captado, o sea, que me estaba pidiendo una cita.
—Disculpa si te asusté con lo que dije, no suelo tener mucho tacto para hablar con una mujer y menos si es tan linda como la que tengo enfrente. Solo te estaba pidiendo… si quieres, claro… ir a tomar un café conmigo.
No pensé mucho antes de contestar… Quizás piensan que porque estoy casada, no debo tener ese tipo de comportamiento, pero ya hace bastantes días atrás tomé una actitud diferente y este chico me iba a ayudar más de lo que pensaba… además, no llevaba el anillo de casada.
—Claro… ¿Dónde?
—Acá al lado hay un café, se llama Capuccino… Paguemos las cosas y nos encontramos allí… ¿en media hora?
—Está bien. ¿Cómo te llamas?
—Ah, verdad, nunca te lo dije… Edward Cullen… y ¿el tuyo?
—Isabella Swan —respondí, volviendo a utilizar mi apellido de soltera sin una pizca de remordimiento.
—Bueno… Isabella, nos vemos en un rato.
Guiñándome el ojo, se marchó.
Así que fui a otro pasillo eligiendo lo que me faltaba y me encaminé hacia a las cajas.
Estaba nerviosa, debo admitirlo. Nunca había hecho esto, no por falta de candidatos, si no porque le era fiel a mi esposo. Pero cuando vi a Edward no pensé, solo actué. Sentí que era ese alguien que me ayudaría a dejar atrás a la muñequita de porcelana, para pasar a ser una mujer más decidida, que nunca más iba a dejar que los demás manejaran su vida.
Pagué a la cajera, tomé mis bolsas y casi corrí hasta mi auto.
El Volvo que se encontraba al lado del mío no estaba, así que no pude saber quién era el dueño o la dueña… Lo siento, pero me encanta ese modelo de auto, aunque para mi "querido marido" no correspondía a una dama…
Así que abrí el maletero de mi Chevrolet Aveo rojo y metí las bolsas dentro, tratando de no apretar los vinos, ya que más de una vez Alec me había regañado delante del servicio porque se había quebrado una botella. Saqué el seguro de las puertas, apagando la alarma, sentándome luego en el asiento y dejando al lado mi cartera; me fui rumbo a la cafetería.
No tuve que manejar mucho, solo estaba a dos cuadras del supermercado… "Capuccino" se leía en grandes letras blancas sobre un fondo verde. Me estacioné al lado, como en una especie de estacionamiento al aire libre y nuevamente quedé al lado de un Volvo. Salí de mi auto y me encaminé a la puerta, la que abrí con algo de dificultad… Dentro era un lugar bastante agradable y el aroma a café impregnaba el aire que se respiraba. Así que me puse a buscar a Edward, lo cual no me tomó mucho tiempo, porque levantó la cabeza, me vio y agitó su mano para darme a saber dónde estaba sentado. Respiré varias veces y con paso decidido llegué a su lado.
—Hola Isabella.
—Hola… ¿ya pediste algo?
—No… estaba esperándote.
Debo decir que eso me derritió… Nunca Alec me esperaba, e incluso un par de veces pedía por mí, lo cual al principio me complacía, pero con el tiempo me desagradaba porque nunca ordenaba lo que a mí me gustaba, sino lo que él creía que le debía gustar a una esposa de gustos delicados…
—Y… ¿qué vas a tomar? —me preguntó dejando una carpeta con el menú, al tiempo que me sentaba y dejaba mi cartera encima de mis piernas.
—¿Qué me recomiendas?
—Mmm… el café con vainilla es exquisito, aunque también el que tiene un toque de menta… siempre pido los dos, pero quizás quieras un moccachinno, que trae chocolate, además amo las cosas dulces que hacen aquí.
En ese instante, llegó un chico a preguntarnos que queríamos.
—Pediré el café con vainilla… y un trozo de kuquen con frutas.
—Excelente elección —me aseguró Edward, sonriendo.
–Yo, un café con menta y un toque de crema, además de un trozo de torta de nueces.
—Ok… ¿algo más? —nos preguntó el mozo.
—No, nada más. Gracias —le respondió Edward.
—Cualquier cosa me avisan. —Nos dijo, antes de girarse e irse a la barra para pedir nuestras cosas.
En eso, sonó mi celular, lo saqué de mi cartera y miré la pantalla… ALEC. Decidí atender porque después se armaría una batahola en casa si no lo hacía.
—Me disculpas Edward, pero debo atender esta llamada.
—Está bien, tranquila.
Apreté el botón verde y me lo llevé al oído.
—Hola… Isabella.
—Sí, dime.
—¿A qué hora te dignas a venir a casa? Acuérdate que tienes que organizar la cena de mañana.
—Ya lo sé, crees que no lo recuerdo. Por eso vine al supermercado, para comprar lo necesario.
—No me hables en ese tono Isabella, te recuerdo que soy tu marido y me debes respeto.
Debo decir que ese momento mi rabia interna entró en ebullición… Nunca más iba a permitir que me tratara como su hija.
—Tú no me hables así. Yo veré a qué hora llego. Nunca te pregunto lo mismo. No soy una niñita estúpida… y ¡sabes que más, no voy a llegar hasta mañana!
—¡Isabella Volturi!
—Adiós.
Colgué y apagué el celular.
El corazón me latía a mil por hora, pero me sentía inmensamente feliz…
Apareció el mozo con nuestros pedidos que puso al frente de cada uno. Luego se retiró y Edward solo me miraba fijamente.
—Parece que no fue muy buena la conversación.
—No quiero hablar sobre eso… ¿podemos cambiar de tema? —repliqué— Como por ejemplo, porqué la invitación. No creo que seas de esas personas que invitan a un café a la primera persona que se les cruza en el camino.
Cerró los ojos, pensando un momento, para luego abrirlos y responder…
—Tienes razón, no soy de los que invitan a la primera persona que se me cruza en el supermercado… pero contigo fue diferente, llamaste mi atención apenas te vi eligiendo vinos —comentó, al tiempo que tomaba su taza y le daba un sorbo—. Debo reconocer que me gustaste… porque, aunque vistas con ropas a la moda y tengas joyas caras, eres sencilla y amable.
Wow… era el primero que veía más allá de lo externo. Para todos los demás era la fría y perfecta Isabella Volturi… solo mi padre sabía cómo era en realidad.
Agarré su mano y la llevé a mi rostro. Él solo me miró, sin comentarios…
—Me dejaste sorprendida, pero halagada. También debo decir que me gustaste… tus ojos me hipnotizaron apenas levanté la mirada.
Solo rió, haciendo que sus ojos brillaran y se volvieran de un verde más oscuro.
Tomé mi café, mirándolo todo el tiempo. Él también hacía lo mismo, como una danza en silencio…
—Cuéntame algo de ti —dije, al cabo de un rato.
—Trabajo en una empresa de informática, vivo con mi hermano que aún estudia en la universidad. Mis padres están divorciados, mi perro se llama Newen. Tengo veintisiete años y soy soltero —describió, volviendo su atención a la torta.
—Vaya, lo básico de una…
—Y ¿qué hay de ti?
¿Qué le digo?... ¿Qué le digo?... vamos Isabella.
—Mmm… vivo con mi madre, ya que mi padre lleva muerto tres años… no tengo hermanos porque mi madre después que nací yo, se operó para no tener más hijos… no tengo mascotas, aunque amo a los perros y tengo veintiséis años.
No me preguntó nada sobre el hecho de que no di a conocer mi estado civil, pero vi de reojo que miraba mi mano, como buscando un anillo.
Terminamos de comer, pagamos entre los dos y salimos al estacionamiento.
Saqué mis llaves, mientras que él hacía lo mismo y apretaba un botón en su llavero. Al tiempo que parpadeaban las luces traseras del Volvo… vaya, vaya… por fin sé quién es el dueño.
—Isabella… ¿puedo preguntarte algo? —interrogó, tomando mis manos entre las suyas.
—Dime.
—¿Eres casada?
—Sí, lo soy… pero, Edward, antes que pienses cualquier cosa, debo decirte que no estamos bien, e incluso estoy pensando en tramitar los papeles del divorcio. Ya no lo amo… y nada me importa de él en este momen…
No alcancé a terminar de decirlo cuando sentí que sus labios hacían contacto con los míos… no de forma dulce, sino más bien animal, aprensándome contra su cuerpo.
¡Madre de Dios! ¡¿Dónde aprendió a besar así?!
—Edwa..rd…
—Mmm…
No repliqué más. Me dejé llevar por el momento.
Al cabo de un rato se separó de mí. Lo observé, tratando de volver mi ritmo cardíaco a la normalidad y sus ojos estaban de un verde casi negro.
—No voy a decir que lo siento, Isabella… porque no es así.
—No pensaba pedirte que te disculparas.
Me miró, ahora sonriendo, aunque era una sonrisa ladeada y un tanto maliciosa.
—Vamos a mi departamento… olvidémonos de tu marido, del mundo de afuera… solo nosotros dos.
—Pero… ¿y tu hermano?
—Emmett está en la universidad a esta hora, además, tiene novia así que dudo que llegue a dormir.
—Está bien, ¿te sigo en mi auto?
—Okey —dijo volviendo a besarme, para luego ir al suyo.
Desconecté la alarma y subí rápidamente.
Nunca manejé tan rápido como en ese momento. En quince minutos lo seguía para entrar al estacionamiento dónde estaba su departamento… Llámenme loca, pero ahora solo pensaba en mi felicidad… y Edward lo era en ese momento.
Los dos salimos en tiempo récord de los autos y corrimos para tomar el ascensor, ya dentro de este, volvimos a besarnos, pero casi destrozando nuestros labios, como un sediento cuando encuentra un vaso con agua…
Ojala les guste… mi mayor alegría es recibir sus mensajes para saber si les gusto o no la historia… es como mi forma de pago…
Este capítulo igual esta corregido por mi beta… quien se dio el tiempo de arreglar varios errores que por despistada se me pasaron XDDD
Ahhh, y los nuevos capítulos de mis fanfic mas largos están en proceso, asi quizás espero que muy pronto los puedan leer…
Así que las espero…
Cariños
Gala ;)
