Traigo aquí otro fanfic de One Piece! Esta vez es bastante "diferente", ya que no aparecen los Sombrero de Paja por ningún sitio XD (bueno, eso según se mire!)

En cierto modo, es una especie de reflexión personal tras acabar la saga de Thriller Bark. No sé si habré sido fiel a la forma de ser de todos los personajes, pero he intentado no desviarme de la serie en la medida de lo posible.

Incluyo además un par de flash-backs de cosecha propia, espero que me perdonéis el haberme tomado unas cuantas libertades con este tema... El pasado de los habitantes de Thriller Bark tiene bastante lagunas, así que he intentado "llenarlas" un poco, no sé qué tal me habrá quedado!

Espero que os guste!


My atypical prince

Dicen que, en algún momento de sus vidas, todas las niñas sueñan

con ser princesas y encontrar a un príncipe guapo, alto y rubio que las venga a

rescatar de su monótona existencia a lomos de un majestuoso corcel.

Cierto es que muchas niñas quieren ser princesas... Pero los príncipes no tienen por

qué ser siempre cómo una se los imagina, a veces es necesario buscar entre

la multitud para encontrarlos en el lugar más insospechado.

Capítulo I: La Princesa Fantasmal

La lluvia golpeaba los cristales de las ventanas aquella noche. En los fríos pasillos del orfanato, sólo se escuchaban el constante repiqueteo del agua al caer y el tronar de los rayos. Ambos ruidos silenciaban el imperceptible llanto que resonaba en un corredor vagamente iluminado por la luz de la luna. Acurrucada en el suelo y con la espalda apoyada contra la pared, una niña lloraba desconsoladamente. Tenía el cabello largo y rosado y unos ojos grandes y redondos, ahora surcados de lágrimas.

Habían vuelto a darle de lado. Los demás niños la consideraban una especie de monstruo sólo por lo que era capaz de hacer. Se había prometido a sí misma no volver a perder los estribos de aquella forma, pero no pudo controlarse... Nadie la entendía.

Desde que había llegado al orfanato hacía unos años, había estado sola, sin amigos que la entendieran ni nadie a quien contarle las cosas. Se sentía terriblemente infeliz ahí. Sabía que un lugar como ese no podía ser su sitio, pero no tenía ninguno más al que acudir.

Siguió llorando, ya sin preocuparse de que alguien pudiera oírla. Le daba igual todo, nada podía ser peor que sentirse un horrible saco de los horrores, un monstruo incomprendido. Dentro de sí, guardaba la esperanza de ser rescatada de ese terrible lugar. Algún día aparecería alguien dispuesto a llevársela consigo y a darle una nueva vida con todo lo que echaba en falta en ese momento... Pero era perfectamente consciente de que ese tipo de cosas nunca ocurrían en la vida real, sólo en los cuentos que leía a veces antes de irse a dormir.

Entonces apareció él. La niña aun lloraba cuando se percató de que no estaba sola en el pasillo. Una enorme sombra se había alzado sobre ella. Levantó la cabeza asustada para ver quién se había interpuesto entre la luz de la luna ella. En ningún momento se hubiera imaginado encontrarse con lo que tenía delante. No era ninguno de los encargados del orfanato, ni siquiera algún niño trasnochador. Era un ser colosal que la miraba levemente inclinado para no tropezar con el techo. La niña estaba a punto de gritar de puro terror cuando de repente la sombra habló con una voz ronca y confiada.

-Tú debes de ser esa "Niña de los Fantasmas" de la que hablan por la zona –dijo el desconocido.

-S-sí... –fue todo lo que consiguió decir.

El hombre se acercó más a ella, dejando al descubierto una enorme sonrisa llena de colmillos. Era realmente grande, en todos los sentidos. Su cuello largo no se diferenciaba apenas de su cabeza, que ahora contemplaba a la chica con unos ojos terriblemente ojerosos. Tanto su pálido rostro como su cuello estaban surcados verticalmente por una espantosa cicatriz que acababa en su frente, justo donde comenzaba un cresta de cabellos rojizos como el fuego. Al fijarse mejor, a la niña le pareció distinguir algo similar a un par de puntiagudos cuernos que salían de los laterales de su frente. Nunca había estado tan asustada en la vida.

-Yo soy el "Hombre de la Sombras" –se presentó, acentuando aun más su sonrisa.

El extraño reparó entonces en que la niña estaba temblando, presa del pánico. Su sonrisa desapareció en el acto.

-No te asustes... –intentó tranquilizarla-. No te voy a hacer daño... Sólo quería conocerte.

La joven criatura no pareció conformarse con esas palabras, aun seguía con el miedo en el cuerpo. El pelirrojo, sabiéndolo, retrocedió un poco para no intimidar tanto a la niña. Esta pareció calmarse un poco al verse libre de la penetrante mirada del gigantón.

Dubitativo acerca de cómo debía afrontar la situación, el desconocido probó a hablar una vez más.

-Oye, no me tengas miedo... No soy el hombre del saco –declaró con un deje divertido al pronunciar esa última frase-. No tengo intención de secuestrar a ningún niño.

-¿No? –preguntó la niña.

-¡Claro que no! Yo no soy de esa clase de personas –el hombre se sentó cómo pudo, permaneciendo siempre en la penumbra para no asustar a su interlocutora-. Escucha, si he venido hasta aquí esta noche es por ti. ¡Pero no me malinterpretes! Sólo quería charlar.

La niña del pelo rosado había dejado de llorar al fin. Tal vez fuera por la impresión de encontrar a alguien interesado en hablar con ella, pero ya no se sentía tan nerviosa. El coloso que la contemplaba desde las sombras seguía produciéndole escalofríos, aunque no tanto como hacía un momento.

-¿Qué quieres saber? –preguntó la chica.

-¿Desde cuándo tienes esos fantasmas?

Por raro que pareciera, la niña nunca había pensado en ello... ¿Desde cuándo era un monstruo? No lo recordaba...

-Creo que desde siempre –respondió al fin casi en un murmullo.

El hombre pareció sonreír dentro de la oscuridad que lo envolvía.

-Dime, pequeña ¿alguna vez has sentido que, en alguna parte, alguien podía estar removiendo cielo y tierra en busca de alguien cómo tú?

-No... Nunca nadie quiso adoptarme. Los otros niños decían cosas horribles de mí a todos los que venían al orfanato –se lamentó la niña mirando hacia el suelo.

-No hablo de adoptarte, sino de darte la oportunidad de participar en algo con lo que nadie en esta casucha ha soñado jamás.

La chica oía con atención lo que decía el hombre.

-La oportunidad de empezar una nueva vida lo más lejos posible de este sitio; y quizá hasta de encontrar tu propia familia.

Inconscientemente, la niña despegó la espalda de la pared y se acercó más al desconocido.

-Te entiendo perfectamente, pequeña... Yo también llevo años tratando de buscar mi lugar en el mundo. Sé que es duro verse completamente sólo.

Durante unos instantes, el grandullón guardó silencio con gesto alicaído. Para entonces la niña ya estaba de pie ante él. Sonrió de nuevo e hizo ademán de levantarse.

-¿Por qué te interesan mis fantasmas? –preguntó de sopetón.

-Son justo lo que necesito para llevar a cabo un pequeño proyecto que tengo entre manos. Será mi forma de encontrar el hueco que me corresponde... Tú también podrías conseguirlo.

Por lo general, la pelirrosa sabía que no era buena idea fiarse de los desconocidos, pero había algo en aquel que le llamó la atención de forma extraña. No era por su aspecto, desde luego; tampoco su forma de hablar inspiraba confianza. Pero lo que decía... Algo dentro de ella le decía que ese hombre la entendía. Parecía increíble que ese enigmático personaje, aparecido en una noche de tormenta de un modo aun más enigmático, se hubiese ganado su confianza de aquella manera. No recordaba jamás haber hablado con nadie de ese modo.

Los dos permanecieron un rato mirándose en la penumbra. Al fin, ella habló.

-¿Quieres que vaya contigo?

-Sólo si tú aceptas, ya te he dicho que yo no secuestro niños –dijo con su sempiterna sonrisa.

-¿Cómo sé que puedo fiarme de ti? Aunque mis fantasmas te sean útiles, no dejo de ser un monstruo del que nadie querría hacerse cargo... –dijo la niña cabizbaja.

-Ah, si es por ser monstruos...

En ese momento, la niña notó como algo a su espalda se movía. Se giró de repente para contemplar como la sombra del hombre se despegaba lentamente de la pared y la contemplaba con los puntos vacíos que tenía por ojos. ¡Él también tenía su propio fantasma!

-... todos lo somos un poco –acabó al fin.

La sombra volvió a hundirse en la pared, soltando una insonora carcajada y aparentando ser una simple silueta sin vida.

-¿Qué me dices? –preguntó el hombre-. ¿Quieres darle una oportunidad a mi causa?

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-Ha tardado mucho, amo –dijo con brusquedad un hombre mientras se ajustaba el turbante que llevaba en la cabeza.

-Quiso quedarse hablando un poco más –dijo un hombre enorme sonriendo de oreja a oreja. En sus brazos llevaba a una niña que dormía tranquilamente-. Fue bastante fácil tratar con ella.

El hombre del turbante chasqueó la lengua impaciente.

-Sigo sin entender para que quiere a esa cría teniéndome a mí... ¿No le basta un hombre invisible?

-Todo puede ser mejorado, Absalom, no lo olvides –dijo el hombre soltando una risotada.

-Pues yo no pienso mejorarme, estoy contento con cómo soy.

-Me alegro, pero nuestra familia sí que puede ser mejorada. Y pronto estaremos todos.

-Esto no es una familia, es un circo...

-Por cierto ¿traes el osito? –pregunto el hombre.

-¡Aquí tiene el maldito oso! –dijo tendiéndole un bulto de felpa de ojos saltones-. No me cabe en la cabeza que haya comprado eso para la niña, amo...

El grandullón se limitó a tomar el oso y a colocarlo en el brazo sobre el cual dormitaba la niña.

-No hay nada de malo en darle un regalo, creo que se lo ha ganado.

-Sí, "hay que ser muy valiente para adentrarse en lo desconocido" y todo eso –dijo el tal Absalom con mofa-. ¿Podemos irnos ya?

-Cuando quieras.

Los dos hombres se quedaron quietos unos instantes. Absalom miró hacia el bulto que respiraba dulcemente en los brazos de su amo.

-Si yo hubiera sido esa niña, no me hubiera ido con usted ni loco... O está realmente trastornada... o lo comprende mejor que nadie, quién sabe.

-Es todo un carácter, de eso no te quepa duda.

Absalom suspiró.

-¿Y cómo se llama?

-Me dijo que Perona.

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-...la "Princesa Fantasmal". ¿Y tú?

-Sólo encontrarás a seis más cómo yo en este mundo –rió-. Soy el "Rey de las Profundidades", Gecko Moria.