Libélula
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Para él Luffy es libertad. No está para encasillarlo con distinciones, pero es así como se siente.
Luffy representa el libre albedrío, la máxima expresión de lo que el diccionario define como libre. Para Sanji él es como esa libélula escurridiza, que deambula por los lugares más altos y brillantes sin detenerse ni un momento.
Cuando lo ve correr tras una aventura puede asegurarlo sin rebatirse aquello. Luffy es libre. Va a donde su instinto le diga, pero nunca sin una buena razón entre sus manos. Pues así como una libélula pulula, aparentemente sin rumbo, en realidad busca dar advertencia de una pronta lluvia, según ha oído a través de rumores. O quizá solo está buscando donde poner a sus futuros hijos, que es más probable pero menos poético de lo que Sanji pretende.
En el punto más álgido de las mandarinas de la navegante puede ver una pequeña libélula, tan independiente y suelta como si hubiese estado sola desde hace tiempo. Esa descripción le calza también al capitán, que suele verse del mismo modo casi todo el tiempo.
Sus ojos azules siguen el camino del insecto hasta que termina por posarse en un dormido Luffy, casi como si el bichito le dijera que sabe lo que está pensando. Como si supiera, solo con batir sus alas, el gran secreto de su vida.
Sanji no oculta su media sonrisa, incluso si lo está haciendo al mirar a su capitán, y eso es más que anormal en alguien por demás caza faldas como él. Quién sabe, Zoro le está viendo y es muy buen observador, puede que le lea tan perfectamente como el diminuto insecto que sigue posado en la frente de Luffy.
Pero no tendría que importarle, y no lo hace. Prefiere seguir con sus reflexiones sobre el chico de goma. Es más importante, se dice. Qué más da lo que el espadachín piense.
Tantea sus bolsillos y no tarda en dar con un cigarrillo suelto que le sirve para matar el rato, o disimular el objeto de su completa atención.
Por un momento no puede asegurar el por qué de todo lo que le está aconteciendo, sus pensamientos, incluso su mirada fija en el muchacho del sombrero de paja. ¿Por qué, tan siquiera, ha indagado tan profundo en la personalidad de su capitán?
Mira el cielo celeste que, allá en el horizonte, se entremezcla con el mar. Es un escenario que nunca aburre, por más que lo vea todo el día, todos los días. A veces extraña estar en tierra, no por la existencia de personas, sino porque le gusta ver el verdor de los árboles y las coloridas flores. No que se queje de la vida que lleva.
La libélula sigue calma en su lugar y Sanji tiene que ir a cocinar algo para cuando despierte Luffy. La vida se detuvo por ese pequeñísimo lapso mientras él le rendía pleitesía a la palabra apreciación.
Las libélulas son pequeños insectos que uno siempre está destinado a seguir con su mirada, lleno de curiosidad por saber cuál será su objetivo. Luffy es igual, no hay mucho más explicación. Sanji pisotea el cigarrillo consumido y sonríe al capitán antes de despertarlo con amenazas de que Nami le matará si pesca un resfriado.
|NOTA|
No se droguen, chicos. Que después escriben mamadas sin sentido como esta.
