We Had a Connection By Ary Lee
Serie de One shots y Drabbles (sin orden cronológico) Inspirados en todos los personajes de Until Dawn, pero principalmente en Sam y Josh.
Disclaimer: Ni los personajes, ni la historia de Until Dawn me pertenecen. Los derechos son de Supermassive Games y Sony Computer entertainment © No busco lucrar con esto.
N/A: Estoy nerviosa, es la primera vez que publicaré en este fandom que en español aún es muy pequeñito y nuevo, pero precisamente por eso quiero aportar con mi pequeño grano de arena y compartirles este humilde fic. Un punto que quiero aclarar antes de empezar, es que en la "realidad" de esta fanfic, Josh nunca es convertido en un Wendigo y todos están vivos, básicamente todos sobreviven. Y por último, cabe aclarar que los One shots o Drabbles pueden ocurrir antes de los incidentes del juego, así como posterior a ellos.
"Te perdono, Josh"
Se sentía fatal. Su cuerpo pesaba demasiado y ante el mínimo movimiento que intentase realizar, podía percibir con facilidad como el dolor comenzaba a manifestarse por la longitud de sus extremidades. La cabeza le pulsaba, como si fuese a explotar en cualquier momento, Josh quiso llevarse una mano hacia dicha zona, pero no pudo concretar la acción, algo se lo impidió… fue entonces que decidió abrir los ojos, notando rápidamente que desde la cabecera de la cama, unas gruesas correas de cuero se aferraban con insistencia a sus muñecas. Sintió una horrible necesidad de liberarse de dichas ataduras, y como acto reflejo, no dudó un segundo en intentar quitarse esas amarras de encima, trató de zafarse moviendo tozudamente las manos, pero con eso y a causa del constante roce de las correas, Josh no consiguió nada más que lastimarse parte de la piel de sus brazos. Comprendió que sería inútil continuar haciendo eso, básicamente porque aquello no iba a brindarle la libertad que estaba buscando. Para deshacerse de esas correas, necesitaba mucho más que unos inútiles movimientos irracionales.
Suspiró con resignación, al tiempo en que volvía a cerrar sus ojos, el haber realizado esos bruscos movimientos le había costado un fuerte mareo. ¿Qué diablos le había ocurrido para sentirse así de mal?
Aunque la anterior interrogante lo mantuviese intrigado, le perturbaba aún más el hecho de estar atado.
Con timidez e inseguridad, los orbes verdes del muchacho observaron todo a su alrededor, frunció el ceño e inmediatamente desconoció aquel cuarto, que no contenía más que esa incómoda cama en la que él permanecía acostado y atado de manos. Las paredes, a pesar de ser blancas y bastante pulcras, no dejaban de tener un aspecto tenebroso, sin mencionar que hacía un frío de los mil demonios ahí dentro. ¿En dónde rayos estaba?
De pronto, la única puerta del cuarto se abrió, una mujer de aproximadamente cincuenta años se introdujo en la habitación, ella sonrió con sinceridad al verle, unas cuantas lágrimas bajaron por sus mejillas, y casi sin poder evitarlo, se vio obligada a guiar una mano hacia su boca con el objetivo de acallar un sollozo.
—¿Mamá? —Pronunció, desorientado.
Melinda Washington no dijo nada, sólo se precipitó a la cama, acarició la cabellera castaña oscura de su hijo y depositó un pequeño beso sobre su frente.
—Estarás bien, Josh…
—¿Q-qué está pasando? —Le preguntó, sintiéndose abrumado.
Antes de que su progenitora pudiese responderle algo, dos enfermeras interrumpieron en la estancia, una de ellas, que a todas luces aparentaba ser la más vieja, miró a Josh con indiferencia y solamente se dedicó a realizar algunas anotaciones en un pequeño cuaderno que cargaba en una de sus manos. Mientras tanto, la más joven se limitó a liberarlo de aquellas fastidiosas correas, cosa que el muchacho agradeció al instante, no estaba seguro de haber podido lidiar un segundo más con esos artefactos. En cuanto la enfermera terminó de hacer eso, le preguntó si deseaba algo, Josh negó con la cabeza y las mujeres simplemente se limitaron a salir de la habitación.
Estaba bastante confundido, pero a la vez se sentía extrañamente relajado… se quedó viendo el camino que las enfermeras habían tomado y con lentitud comenzó a sentarse en la cama, descendió su mirada hacia sus muñecas, las observó con atención, éstas aún permanecían enrojecidas y marcadas por las ataduras, provocando que Josh por inercia, llevara uno de los dedos de su mano izquierda hacia dicha parte de su piel. Con la yema de su pulgar, rozó la zona lesionada de su brazo derecho e intentó encontrar en su cabeza alguna explicación lógica a lo que estaba ocurriendo.
No tuvo que esforzarse demasiado para que todo comenzara a cobrar sentido, pues poco a poco los recuerdos fueron acechándole…
Blackwood Pines, la maldita broma que repercutió en la desaparición y posterior muerte de Hannah y Beth, también recordó a Chris, a Sam y al resto de sus amigos… la depresión que lo aquejó intensamente luego de que aconteciera la tragedia de sus hermanas, los delirios y las pesadillas, el alcohol y las medicinas, la sádica venganza que cometió en contra de algunos miembros del grupo, Hannah convertida en un horrendo monstruo, el rescate en las minas, y el posterior internamiento en el hospital psiquiátrico…
Recordaba todo a la perfección, y siendo honesto, detestaba con toda su alma poder hacerlo.
Dejó de prestar atención a sus muñecas para pronto focalizar la vista sobre el rostro de su madre, Melinda continuaba acariciando su cabeza, lo tocaba con extrema delicadeza, como si fuese un objeto sumamente fácil de romper… pero precisamente así se sentía Josh, frágil, débil y endeble.
Llevaba aproximadamente dos meses en aquel lugar, y desde su internamiento, esa era la tercera ocasión en que se sometía a una terapia electroconvulsiva. Al recuperar el conocimiento, Josh siempre experimentaba lo mismo, unas correas se aferraban a sus muñecas, pero según le habían explicado hace un par de días, se las colocaban para evitar que pudiera autolesionarse al momento de despertar, debido a que cuando lo hacía, se encontraba demasiado desorientado como para razonar con relativa normalidad. Al cabo de unas horas, su madre siempre iba a visitarlo, a veces lloraba al verle, en otras ocasiones, hacía el intento de no hacerlo tan evidente.
Josh recargó la cabeza sobre el pecho de Melinda y ella en silencio continuó acariciándole el cabello. Las palabras no eran necesarias en un momento como ese, platicar sobre los avances de su terapia o de sus nuevas sesiones con el doctor Hill no resultaban ser temas de conversación muy adecuados ni agradables de tocar. En realidad, cualquier tema de conversación se le tornaba incómodo, Josh no quería hablar con nadie más que no fuese su madre o el doctor Hill, ni siquiera había querido ver a su padre, mucho menos a Chris o a Sam, quienes por cierto, eran las únicas personas que habían manifestado la intención de ir a visitarlo a ese hospital, pero Josh se negaba rotundamente a verlos, especialmente a ella.
Sabía que enfrentarse a Sam sería lo más complejo que tendría que realizar, y de sólo pensarlo sentía un pánico descomunal. Le había hecho muchísimo daño, y ella simplemente no se lo merecía. Sam era una chica especial, diferente a las demás y la única que podía entenderlo. En infinidades de ocasiones lo había hecho, como cuando sucedió lo de sus hermanas, nadie más estuvo tan cerca de él como esa chica lo había hecho. Samantha siempre fue incondicional en su vida, una amiga de verdad… e incluso, llegó a ser más que eso.
Josh no se consideraba digno de recibir esa atención, cariño y preocupación que Sam era capaz de brindarle. No podía comprender cómo era posible que una persona pudiese ser tan pura y buena, porque a pesar de todo lo ocurrido en las montañas, la rubia quería proporcionarle una nueva oportunidad, quería verlo y quería estar a su lado, pero Josh tenía en claro que debía alejarla de sí mismo, debía ignorar esos deseos incontrolados que tenía por abrazarla y pedirle perdón de rodillas, aunque doliera, tenía que hacerlo. No era bueno para ella y no deseaba lastimarla más de lo que ya lo había hecho. Sam no lo merecía. No merecía tener que lidiar con un maldito enfermo mental como él.
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A pesar de contar con varios días de experiencia dentro de aquel recinto de salud mental, Josh aún no conseguía acostumbrarse a él, allí dentro todo era aburrido, hallar cualquier método de entretención o distracción parecía ser un gran desafío. Todo el tiempo iban y venían enfermeras de un lado hacia otro, ellas sólo se detenían para administrar los medicamentos de cada paciente, la rutina nunca variaba, siempre era igual.
Josh prefería pasar la mayor parte del día encerrado en su habitación, en raras ocasiones salía de ella, evitaba con todas sus fuerzas tener que toparse con el resto de los internos, porque aunque sonara extraño, la mayoría de esas personas parecían estar mucho más desquiciadas que él. Sin embargo, en cuanto su madre tuvo que abandonar el hospital, ya que las visitas no podían excederse más allá de una hora por día, la misma enfermera que le había liberado de las correas hace un rato, se acercó una vez más hasta su cuarto y le sugirió ir al jardín de la institución mientras los auxiliares de limpieza hacían el aseo dentro de su habitación. La idea claramente le fastidió, pero Josh no deseaba discutir por una banalidad de tal nivel, así que en silencio, orientó sus pasos hacia el lugar sugerido por la muchacha.
Y ahora que se encontraba sentado en una banca, bajo la agradable sombra que un árbol le estaba proporcionando, Josh se atrevía a decir que la idea de disfrutar del aire libre y la naturaleza no había sido del todo mala.
En la actualidad, los hospitales psiquiátricos no eran como los hacían ver en la mayoría de las películas. Estaba comenzando a creer que la sociedad había evolucionado considerablemente en lo referente a las prácticas de salud mental de las personas, porque a pesar de todo, ese lugar no era tan terrible en comparación a como lo había llegado a imaginar.
—¿Puedo sentarme aquí?
Estaba tan concentrado en sus pensamientos que ni siquiera prestó atención a la muchacha que se lo preguntó, simplemente asintió con la cabeza. Ella tomó asiento a su lado y entonces Josh la miró.
Era Sam...
Se quedó inmóvil, siendo incapaz de respirar o siquiera pestañear, no podía creer que ella estuviese ahí… de seguro su mente enferma nuevamente le estaba jugando una mala pasada, aquello debía ser una más de sus tantas alucinaciones. Negó levemente con la cabeza, en tanto guiaba ambas manos hacia su rostro, ya no lo soportaba más, ¿hasta cuándo demonios tendría que lidiar con toda esa mierda? ¿Es que acaso nunca iba a parar?
—Josh, soy yo…
El mencionado apartó bruscamente las manos de su cara, volvió a mirarla sin poder convencerse de que Sam estuviese sentada junto a él, pero cuando ésta posó una de sus manos sobre su pierna supo inmediatamente que no estaba alucinando, pues la sensación que percibía cuando ella lo tocaba no podía ser ocasionada por una simple alucinación, se sentía demasiado real para serlo. Frunció el ceño, al tiempo en que la observaba con infinita confusión, estaba vestida como las enfermeras de la institución y parecía estar tan inquieta como él lo estaba. Abrió su boca con intenciones de preguntarle qué diantres había hecho para evadir de tal modo la seguridad del hospital, pero Sam realizó un gesto con su dedo índice indicándole que guardase silencio.
—Tu enfermera me ayudó —explicó, apuntándose las prendas que traía encima. El chico observó la filipina blanca que se ceñía a su cuerpo, y en efecto, era similar a la que ocupaban las enfermeras del recinto —. No cuento con mucho tiempo, pero en verdad… necesitaba verte, aunque fuese un minuto.
La miró a los ojos sin decir nada, la mirada de Sam era completamente sincera, y su expresión denotaba dolor en todo su esplendor. Josh fue el primero en romper el contacto visual, su sentimiento de culpa sólo iría en mayor aumento si continuaba viéndole de esa forma.
—Sé que no quieres verme, y lo entiendo —prosiguió en voz baja —. Entiendo también que quieras alejarte de todos nosotros y dejar lo que ocurrió atrás, pero necesito que escuches algo. Josh, yo…
—Lárgate, Sam —le interrumpió, adusto.
La susodicha sonrió con amplitud, dejándolo aún más confundido de lo que estaba. Le acababa de decir que se fuera de una manera bastante tosca y ella se limitaba a sonreír como si acabase de oír el mejor de los cumplidos.
—Extrañaba tanto tu voz —susurró, emocionada.
—Estoy hablando en serio, quiero que te vayas.
Sam conocía a Josh lo suficiente como para saber que no estaba siendo sincero al decirle eso, sabía que se sentía avergonzado y culpable por todo lo que había hecho hace algunos meses en esas malditas montañas. Sam se negaba a permitir que su amigo continuase torturándose con el fastidioso sentimiento de culpa, porque después de todo, lo que Josh hizo fue producto de su inestable estado mental, y considerando eso, sencillamente no podía culparlo.
—Me iré, pero antes debes saber que yo… te perdono. Te perdono, Josh, sólo quería que lo supieras —dijo, yendo directo al grano. Los orbes verdes del castaño se clavaron con intensidad sobre los de la joven, y aunque en el exterior no mostrase ni un ápice de impresión ante lo que acababa de oír, en el fondo se sentía sumamente feliz —, no me importa lo que haya pasado, sólo sé que no puedo guardarte rencor, y aunque en un principio me cuestioné mil veces esto, te juro que no puedo evitarlo…
—¿Cómo puedes decir eso, Sam? ¿En verdad no te importa que haya jugado cruelmente con la vida de Ashley, de Chris e incluso con la tuya? —espetó, incrédulo —. Te hice daño…
—No —le cortó abruptamente —, no me hiciste nada.
—Pero quería hacerlo —refutó con frialdad.
Eso provocó que el rostro de Sam empalideciera, el tono en que se lo dijo la hizo sentir escalofríos, trató de ignorar el leve temblor de sus piernas y brazos, mientras lo miraba con el mentón en alto. No pensaba flaquear, había llegado demasiado lejos como para mostrarse amedrentada por unas simples palabras, iba a poner todo de su parte para mantenerse inquebrantable ante lo que acababa de escuchar.
—No, eso no es verdad. Pudiste haberlo hecho en muchas ocasiones, sin embargo nunca lo hiciste.
Antes de que Josh pudiese refutar esas palabras, la joven enfermera que había ayudado a Sam a infiltrarse en el hospital, se les acercó disimuladamente diciéndoles que no contaban con más tiempo, la rubia sólo asintió y la enfermera siguió caminando con absoluta tranquilidad.
—Samantha, por favor no vuelvas más… —murmuró.
La chica ignoró esa petición en tanto se acercaba a él y depositaba un pequeño y veloz beso sobre la comisura de sus labios, Josh deseó con todo su ser moverse un poco más y hacer que sus bocas se unieran, pero dentro de su cabeza aún conservaba un poco de cordura, la suficiente como para tener fuerza de voluntad y contenerse de hacerlo.
Sam se levantó rápidamente del asiento, echó un vistazo a su alrededor, y con alivio se aseguró de que nadie estuviera observándoles.
—Espero que no me rechaces la próxima vez que venga a visitarte —le advirtió, antes de marcharse.
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N/A: Espero de corazón que les haya gustado el primer one shot, en los siguientes irán apareciendo poco a poco el resto de los personajes del juego.
Trataré de actualizar seguido este fic, ya que sólo son one shots y Drabbles y no me toman mucho tiempo escribirlos y editarlos.
Los reviews y las criticas constructivas siempre serán bien recibidos, me brindan muchísimo ánimo para continuar, así como también las alertas de follows y favoritos.
Un abrazo de Oso y nos leemos pronto.
