Tras 13 días de nuestro despertar, comenzó el inicio del fin.

El miedo a lo desconocido, las leyendas antiguas y una nueva amenaza fueron los motivos de La Purga: la migración forzada, el exilio.

El tren que nos conducía cautivos se desplazaba con suavidad, pero no dejaba de sentirse su paso entre las uniones del cilindro de cristal que lo rodeaba. El camino era extenso y no parecía acabar, por eso quizás gimoteaban los niños, o más probablemente porque extrañaban sus hogares y no entendían qué ocurría. Las madres de aquellas criaturas sabían que un mal movimiento se podría tomar como rebelión y los soldados de PSICOM estaban autorizados a abrir fuego contra cualquier civil rebelde. La reubicación no era opcional y aunque todos nos sentíamos indignados y confusos, nadie lo manifestaba. Hasta habíamos dejado de movernos, las manos unidas por el mecanismo de los amplios trajes controlados por los soldados, y la cabeza gacha entre los pensamientos propios y el desinterés hacia el paisaje montañoso que dejaban ver las ventanas.

Para alguien que no supiera reconocer los trajes que nos ataban, pareceríamos un grupo de religiosos recitando plegarias en un retiro espiritual. Ciertamente era un retiro. Un destierro más bien. Tan sólo por tener la desdicha de estar en el lugar y el momento menos indicado, ahora los consideraban contaminados, y una amenaza a la sociedad perfecta del Nido. Cada cierto tiempo sonaban los parlantes con un aviso que ya me parecía repulsivo y me alteraba los nervios, y aquí iba de nuevo...

- En nombre de los ciudadanos del Nido, deseo expresar nuestra gratitud a los precursores de la civilización de Paals y nuestros mejores deseos de una reubicación exitosa. Su sacrificio noble y desinteresado contribuye a continuar con la seguridad y la paz de nuestra sociedad. De no ser por su notable gesto todos los ciudadanos del Nido, incluyendo a sus familiares, amigos y vecinos, se verían expuestos a los peligros del bajo mundo. Al elegir dejar atrás el Nido y participar en esta migración contribuyen a la formación de una nueva civilización en Paals, además de proteger la que ya existe. Contamos con ustedes y les deseamos suerte en su nueva misión.

¿Acaso Paals era un lugar tan malo? Sea como sea, aquella voz cada vez me daba más ganas de vomitar. Pero de repente algo inusual me sacó de mis pensamientos, pues un fuerte golpe sacudió todo el tren y a algunos les hizo caer de sus asientos. Probablemente estábamos atravesando la barrera del Nido y entrando al Despeñadero, una antigua metrópoli abandonada cientos de años atrás, y de la que sólo quedaban interminables carreteras y edificios corroídos. Esta vez levanté la mirada para ver aquel lugar lúgubre, con una barrera oscura en forma de cúpula destruida que tan sólo dejaba penetrar una triste luz verde. No pasó mucho tiempo cuando empezó a descender la velocidad, y al detenerse por completo el tren los soldados comenzaron a ir y venir, apenas diciendo alguna palabra incongruente. Luego, silencio, por lo que pareció horas. Roto por gemidos y algunos murmullos ocasionales, y luego el sonido y la inconfundible sensación de las cerraduras de nuestros trajes siendo sido liberadas de manera remota. El caos reinó inmediatamente hasta que la potente voz de Snow se escuchó claramente entre todas las demás.

- Escúchenme muy bien todos. -se hizo el silencio gradualmente, y fue haciéndose mayor mientras Snow siguió hablando- No vamos a caer en ninguna trampa de PSICOM. No les dimos motivos de exterminio en el camino y los están buscando ahora, fuera del Nido. ¿Creen que los trajes se abrieron por casualidad? Los perros de PSICOM tan sólo necesitan una excusa para terminar su trabajo, aquí y ahora. No nos vamos a quedar de brazos cruzados, pero tampoco se la pondremos fácil. ¿Quién está con nosotros?

De más está decir que me uní a los vítores. Snow parecía a simple vista un charlatán, pero sabía hablar.